Cuando entro finalmente a lavarme, la luz de la mañana ilumina mi cuarto de baño. Me detengo, parpadeando con sorpresa. ¿Ya amaneció? ¿qué hora es? Con mis pensamientos y todo mi ser puestos en ellas, en realidad no había sido capaz de darme cuenta de nada más. Viendo en breve mi reflejo marcado por ojeras en el espejo, termino de vaciar el agua tibia en la vasija de porcelana, tomando la pequeña barra de jabón blanca. Meto mis manos ya enjabonadas en esta, frotando mis dedos y entre ellos minuciosamente, quitando la sangre y cualquier suciedad que los cubra. Ya listas, me mojo la cara con un poco de agua fría para despertarme. Estoy exhausto, mi cuerpo reclama el descanso perdido, aún así, la emoción no me permite descansar por el momento.
La otra habitación se halla en un tranquilo silencio. Vuelvo a entrar, cuidadoso de que mis pasos sean ligeros como plumas. Si Annie ha caído rendida ante el agotamiento, entonces no quiero molestarla, pero al contrario de lo que pensaba, está muy despierta. Acuna el pequeño cuerpo envuelto en una manta contra el suyo, compartiendo su calor, y con sus ojos cansados fijos en su diminuto rostro. La contempla, tal como yo lo había hecho al sostenerla también por primera vez.
La pelusilla en su cabeza es fina y áurea, tan clara que los rayos del sol la envidiarían. Su piel rubescente de bebé es suave y delicada, y nariz es parecida a la mía, de la forma y tamaño de un botón, mientras que su boca es un tierno puchero rosado. En los ojos se asemeja más a Annie, sus pestañas son una cortina de hilos abundantes que enmarcan su mirada somnolienta, viva y azul como el mar...
Así decidimos llamar al bebé si era niña. Annie me había dicho que sabía que yo encontraría un buen nombre, así que busqué en libros un nombre alemán adecuado, pero ninguno nos convencía a ambos en realidad. Se me ocurrió preguntarle a Mikasa, quien venía a visitarme cada mes. Le conté que deseaba ponerle a mi bebé un nombre relacionado con algo especial para mí. El mar. Representa libertad, representa dicha, alegría. Mi amiga me respondió que había un nombre japonés que significaba exactamente aquello.
Umi. Umi Arlert.
Ese bello ser tiene su total atención; ni siquiera me mira cuando me siento a los pies de la cama.
— ¿Por qué no duermes un poco, Annie? —Le hablo dulcemente, casi en un murmullo.
Niega con un gesto lento, sin hacerme mucho caso.
—Es hermosa.
Ah. Mi sonrisa adquiere tristeza al comprender. La alegría de esperar un bebé y su nacimiento me ha hecho olvidarlo por completo. Lo que nos ha llevado a todo esto.
El suero de titán.
—Es una pena que no vaya a estar aquí para verla crecer...
... Annie llora.
Me doy cuenta por la manera en que sus hombros tiemblan y agacha la cabeza, escondiendo su rostro de mí. La culpa me hace apartar la mirada. Jamás me he sentido tan inútil.
«No puedo hacer nada para salvarte. Lo siento tanto, Annie.»
—Tiene tus bonitos ojos azules—. Comento después de un rato, buscando distraerla.
Se los seca, y me da una sonrisa cansada, que por muy minúscula que sea, me hace sentir esa familiar cálidez en el corazón.
—Tiene tu bonita nariz redonda—. Contesta, tocando ligeramente la de la bebé, mientras yo me ruborizo, no es muy común que me dé cumplidos—. Me alegra que no sacara la mía.
Muevo la cabeza contrariado.
— ¿Qué tiene de malo tu nariz, Annie? —Protesto—. Siempre me ha gustado, pienso que va muy bien con tu rostro.
Nuestra hija elige ese momento para despertar. Abre su pequeña boca en un tierno bostezo— que me hace bostezar también—, se remueve entre los brazos de Annie y comienza a llorar.
Ya había escuchado su llanto, pero no puedo evitar sonreír con ternura. Es un sonido tan puro, tan maravilloso. Jamás he escuchado algo similar.
Annie la arrulla, dándome una mirada, insegura de qué hacer.
—Quizás tiene hambre—. Sugiero.
Casi al instante, Annie se desabotona el camisón. Me volteo para darle privacidad, y sin querer mis mejillas se colorean un poco. Tengo veinte años y aún me apena verla desnuda. Qué vergüenza.
—Una pensaría que con todo lo que ha pasado, habrías perdido ese pudor —. La escucho decir.
Asiento con una sonrisa tímida, rozando el anillo de oro en mi dedo.
—Lo siento, en verdad no puedo evitarlo.
—No te disculpes, sabes que nunca me ha molestado.
Asiento de nuevo, y me pongo de pie.
—Voy a preparar el desayuno—. Toco la cabeza de mi hija en una caricia, y la beso—. Annie, después de que comas, me gustaría que descansaras ¿sí? Yo puedo cuidar de Umi, no hay problema.
Por un momento, veo la alegría desaparecer de su mirada y su ceño fruncirse levemente.
—Comprendo por qué no quieres, Annie, pero lo necesitas—. Rápidamente busco su mano, y entrelazo nuestros dedos con suavidad—. En serio me duele verte tan agotada.
Ella tensa la boca, sin mostrarme más expresión que esa, aunque siento el vacilante apretón que me da. Sonrío aliviado, y beso sus nudillos en agradecimiento.
—Gracias—. Susurro, y la dejo para prepararle algo de comer.
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Gracias por leer :D si gustas puedes dejar un review, me encanta leerlos. Este no es un oneshot, no sé cuando publique el segundo capítulo, pero va a haber riren también. Bueno, no escenas, pero Eren va a hablar de su situación con Levi.
