El sabor de tus labios

Hace mucho tiempo que entendí me rodeaban las muchachas, no me podía quejar de ser alguien popular, tenía seguido lo que comúnmente se denominan citas, sin embargo al finalizar cada una de ellas siempre era la muchacha que me acompañaba que esperaba algo más de mí, más allá de un roce de manos o una sonrisa coqueta, siempre la cita se detenía abruptamente al cerrar ella los ojos y juntar sus manos en el pecho esperando aquello que no llegaría…un beso.

Con una mirada incómoda de un nuevo fracaso de amistad, ellas entraban furiosas a casa y yo emprendía mi marcha a la mía, primero me sentía abatido, después lo vi tan normal el presenciar sus reacciones que ya no me inmutada siquiera en preguntar que ocurría. Algunas me volvían a hablar y otras más ni la mirada me dirigían de nuevo.

Realmente no importa, ya la única persona que está allí siempre para mí, que no me pide nada cuando termina una salida entre nosotros, que tan solo me sonríe o se burla de mí es mi mejor amiga, aquella que muchas veces contemplo por minutos, tal vez horas cuando las clases son corridas y ella ni siquiera se inmuta ante mi mirada.

La veo tanto que me jacto de saber reconocer todos sus gestos, la veo tímida, enojada, fastidiada, contenta, deprimida, conozco cada una de sus expresiones, no hay una sola que no haya visto antes, cada momento de su vida he podido captarlo desde que tengo memoria, bueno…excepto aquello que sucede cuando sale con algún muchacho. Ella no es ninguna casamentera como yo, usualmente sus salidas son escasas o en grupo y me cuenta que todas terminan en la nada, más nunca sé el motivo de aquello y no me animo a preguntar, preocupado de saber si es porque es como las chicas que salen conmigo, o quizás porque me preocupa que no sea así ella conmigo.

Entre una de mis tantas miradas, distingo su aspecto, el uniforme es algo que me fascina verle puesto, sus delgados brazos, su asentada cintura, sus estilizadas piernas, su corto pero sedoso cabello, sus ojos iluminados aun en la obscuridad, su sonrisa cual blancas perlas, su respingada pero fina nariz, sus rosadas mejillas suaves al tacto, y finalmente…sus labios. Aquellos tesoros que no puedo tocar, que cuando come algún postre que tanto le gusta me muero por probar, ¿sabrán a vainilla como el aroma que desprende su cuerpo? ¿O será a chocolate como cuando come aquel chocolate amargo que tanto la deslumbra al verlo? ¿Podrán saber a frutilla por el ocasional toque sutil de labial que utiliza de vez en cuando?

No lo sé, lastimosamente es un sabor que no conozco, el enigma de mi vida, porque tenerla como amiga es una bendición y una maldición, venero poder estar con ella como ningún otro, tenerla entre mis brazos ante la mirada de coraje del resto de los muchachos, estar tan pegados el uno al otro que soy capaz de sentir su respiración, y sin embargo… maldigo el momento en que ser mejores amigos se convirtió en una barrera, un muro que moralmente me impide ir más allá con ella, cuando deseo bajar mis manos un poco más de lo usual en su cintura, cuando al tenerla tan pegada a mí deseo acortar por completo aquella molesta distancia. Porque hasta el día de hoy, tristemente, yo TK Takaishi me sigo haciendo la misma pregunta respecto a ti Hikari Kamiya.

¿Cuál es el sabor de tus labios?