Se había ido y no sabía por qué. "Maldita gata", es lo único que le venía a la cabeza cada vez que pensaba en aquel día, aquel día en que sacrificó su brazo por ella. Y ¿para qué? Para que luego huyera como una traidora sin siquiera decirle nada. Pensaba que era su amiga…¿de verdad la veía como a una amiga? Yang nunca había tenido tanto aprecio a una amiga como el que tenía por Blake.
Quería odiarla, pero en el fondo de su corazón no era capaz de hacerlo. Si volviera al pasado, sabiendo todo lo qe pasaría, volvería a hacerlo. Volvería a salvar a Blake de ese desgraciado. Porque, ¿eso es lo que hacen las amigas, no?
Yang rió para sus adentros mientras seguía tumbada en la cama, como llevaba meses para poder recuperarse, ella sabía perfectamente que Blake no era solo una amiga, ni una compañera de equipo. Era algo más, algo más profundo, algo que no se siente por cualquiera. Nunca había sentido algo así por nadie y menos por una chica, pero sabía perfectamente lo que sentía por esa gatita negra, aunque hubiera huido y la hubiera abandonado, nunca, sería capaz de odiarla de verdad. La perdonaría si en algún momento volvía, solo quería saber si estaba bien, si era feliz. Si la echaba de menos.
Con su mente nublada por todo tipo de pensamientos contradictorios, Yang finalmente sucumbió al sueño. Se sumergió en ese mundo de fantasía en el que todo era perfecto. No existían en dolor ni el sufrimiento, solo la familia, los amigos…y ella.
Mientras Yang se alejaba de la realidad en su mundo de ensueño, alguien, había llegado a la casa y la observaba discretamente desde el jardín de la casa. No se veía bien la silueta, pero se podían diferenciar dos distintivas orejas de gato en la cabeza del cauto observador.
-Lo siento Yang, lo siento tanto- dijo una llorosa Blake mientras miraba con impotencia a Yang, sabiendo que no podía hacer nada para ayudarla.
Llevaba varios días en la ciudad, asomándose a la ventana de Yang siempre que se iba a dormir. Verla tan tranquila, lograba calmar su atormentada alma. Al menos estaba en casa, a salvo y lejos del peligro que le suponía ella.
-Si las cosas hubieran sido distintas, nosotras, quizás…
No podía olvidar todo lo que la perseguía, su pasado que había vuelto por ella. Para llevársela a la fuerza: Adam. Había vuelto por ella y no quería involucrar a Yang en todo eso, quería protegerla aunque fuera a costa de su odio.
-Vamos Blake, juntos conquistaremos en mundo…
Esa sombría voz no dejaba de sonar en su cabeza cada vez que bajaba la guardia. Recuerdos de tiempos pasados, de cuando confiaba en Adam, de cuando él era su mundo y su objetivo, la paz. Juntos, se hicieron poderosos pero, con el tiempo las cosas se volvieron más violentas, tanto en el white fang como en su relación. Adam había cambiado y quería que ella cambiara con él.
Demasiados recuerdos que quería olvidar, recuerdos que pensaba que había dejado atrás. Que quería reemplazar por recuerdos con Yang.
Blake suspiró profundamente y miró por última vez la ventana de Yang. Su princesa estaba ahora dormida y descansaba alejada de todo el dolor de sufrimiento.
-Espero volver pronto, Yang. Y espero que no me odies cuando vuelva.
Y, tan rápido como se llegó, Blake se marchó para luchar contra todo lo que pudiera herir a Yang.
