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Disclaimer. Todos los derechos reservados, autor original Masashi Kishimoto.

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Un demonio que solo se ama a sí mismo.

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Prólogo

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Tenía miedo a la oscuridad.

Tenía miedo a la oscuridad cuando estaba solo.

Y él siempre estaba solo.

Tenía miedo a la oscuridad porque sabía que allí estaban los hombres malos, los hombres malos que lo acechaban y perseguían y acorralaban para golpearlo. Tenía miedo a la oscuridad porque en vez de protegerlo y ocultarlo de sus enemigos, los escondía, les proporcionaba protección de miradas curiosas, les permitía lastimarlo sin ser vistos.

Él sabía que no era el único pequeño con terror a las penumbras, pero sí era el único que no tenía a quien abrazar cuando el miedo lo paralizaba. Había visto, en más de una ocasión, como los niños a su alrededor perdían su mirada en la sombra de los callejones y, temblando de miedo, comenzaban a llorar. Cuando eso ocurría siempre la figura de un adulto aparecía unos segundos después y, alzando al pequeño, lo alejaba del horrible lugar.

Pero a él nunca lo alejaba nadie. De hecho todo lo contrario, lo llevaban, lo atraían al espantoso y abandonado camino para insultarlo, golpearlo, reírse de él y decir cosas inentendibles como monstruo o zorro y echarle la culpa de sus desgracias incluso cuando Naruto nunca los hubiera visto antes.

Quería desesperadamente contarle de eso a alguien y que una persona, aunque sea por única vez en su vida, le tuviera algo de compasión, pero lo único que se permitía hacer era llorar cuando se arrastraba como podía hasta el umbral de su habitación, el pequeño cuarto que ese viejo simpático le dio para que use un día que, desesperado, el infante le contó de una de sus golpizas entre sollozos. El hombre no lo abrazó o supo cómo consolarlo, él sólo lo observó serio por unos segundos y, dándole una palmada en la cabeza lo llevó hasta la pieza en donde se encuentra ahora.

Naruto no volvió a ver a su atacante después de esa noche, pero otros tomaron su lugar.

'Tú no te preocupes y solo descansa,' le decía el anciano mientras depositaba un sobre con dinero en la mesada de la cocina cuando el pequeño le preguntaba sobre su procedencia o el porqué del odio irracional contra él. Realmente quería saber si había hecho algo malo y él no lograba recordarlo, pero las respuestas evasivas del adulto nunca saciaban su curiosidad.

Además, no era como si Naruto pudiera dormir.

Porque allí, en sus sueños, también había oscuridad.

Y no estaba solo en ella.

No estaban los hombres malos tampoco.

Pero había algo.

Algo con una voz profunda que lo amenazaba y quería comérselo y Naruto realmente no quería ni podía dormir por el terror que ese gruñido ronco le provocaba, siempre se levantaba durante la noche llorando y abrazaba sus rodillas mientras hundía su rostro entre sus piernas y mordía su labio inferior, convenciéndose a sí mismo que sólo había sido un mal sueño y que esa cosa no existía y que él ya era un niño grande, con cinco años de edad, y que no necesitaba que alguien lo abrace para sentirse mejor.

Porque él había visto a las madres de los niños en la plaza consolarlos cuando estos lloraban, estrujándolos contra su pecho protectoramente, y había pensado en lo genial que debía sentirse porque los pequeños dejaban de llorar casi al instante.

Deseaba poder soñar con gente abrazándolo en vez de imaginarse esa bestia de voz ronca queriendo comérselo.

Las lágrimas saladas volvieron a bajar por sus mejillas, mojando sus sábanas, y él apretó con fuerza la tela y la acercó más contra sí.

Apuesto a que es cálido, pensó mientras imaginaba que una bella mujer lo acurrucaba gentilmente entre sus brazos. Sus palmas viajaron por sus antebrazos, curiosas de saber cómo se sentiría el contacto humano y dulce en esa zona y por un momento Naruto sonrió porque, se siente bien, pero la noción de que era él mismo quien se estaba abrazando hizo que perdiera su gesto y volvió a llevar sus manos a la sábana.

No quería volver a dormirse, no sabiendo que la cosa horrible y fea y mala estaría ahí esperándolo para amenazarlo una y otra vez. Quería contarle al anciano de sus constantes pesadillas pero el hombre nunca había sido de mucha ayuda antes y, sinceramente, probablemente se reiría de las ilusiones locas de un infante de apenas cinco años.

Quizás, el año que viene cuando él cumpliera seis años y pudiera entrar en la Academia, las cosas cambiarían, podría hacerse amigo de sus compañeros, o quizás un profesor se apiade de él y… y lo abrace.

Naruto se acurrucó en su cama en posición fetal y se sonrojó ante la idea, no pudiendo evitar sonreír al imaginar que alguien, quien sea, lo abrazaría por primera vez, alguien lo estrujaría y secaría sus lágrimas y le diría cosas tiernas hasta hacerlo sentir mejor.

Podría pasar… pensó llevando sus manos a sus cachetes en un gesto de vergüenza y cerró los ojos.

Realmente podría…

No soñó con el zorro esa noche.

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