El primero de (probablemente) varios "one-shots" sobre la inquisidora Deanne Trevelyan y el comandante Cullen Rutherford. Mi obsesión con esta pareja es abismante. Mi idea es compartir algunos momentos íntimos entre la Inquisidora y Cullen, aunque no necesariamente sexuales, simplemente lo que no se ve, conversaciones nocturnas, confesiones y cosas así.

Mi versión de lo acontecido inmediatamente después de "aquella escena del escritorio". NSFW por razones obvias.

Enjoy!


Cuando la botella se estrelló en el piso, Deanne pensó por un segundo que había arruinado el momento con su descuido, pero se llevó una sorpresa cuando Cullen simplemente arrasó con la mayoría de las cosas que cubrían su escritorio para poder darle un uso más… adecuado a la ocasión. Ahí estaba ahora, recostada sobre dicho escritorio dejando que el comandante tomara la iniciativa. Sintió sus manos enguantadas recorrer el contorno de su cuerpo y su boca devorar sus labios con ansias. Casi ni se percató cuando su chaqueta y camisa ya estaban abiertas y Cullen besaba su cuello mientras acariciaba sus pechos. Deanne cerró sus ojos y reclinó su cabeza. Sus besos eran cálidos y suaves, lo que contrastaba con la sensación inmediata de su barba incipiente sobre su piel. Podía sentir a través de su ropa como Cullen reaccionaba a ella. No pudo evitar mover sus caderas, quería sentirlo más cerca y él lo sabía. Cullen empujó su cuerpo en contra de ella y le arrancó un suspiro de placer.

Deanne ya había comenzado a desabrochar el resto de su ropa cuando algo la alertó. Alguien se acercaba, podía oír los pasos prácticamente afuera de la oficina. Levantó su cabeza rápidamente, alertando con esto a su compañero.

–Alguien viene –dijo Deanne mientras trataba de ajustar su ropa, pero la puerta ya comenzaba a abrirse. El único pensamiento que cruzó su mente fue el deseo de desaparecer y, gracias a su entrenamiento, efectivamente lo hizo. Con un movimiento rápido se desplazó a un rincón de la habitación y se ocultó en las sombras, dejando a Cullen con una rodilla sobre el escritorio y un desastre a su alrededor.

–Comandante, traigo las anotaciones de… –el soldado se detuvo y permaneció en silencio por unos segundos al ver a su comandante bastante agitado y prácticamente de rodillas sobre el escritorio. Cullen fingió estar ordenando los documentos y objetos varios que habían quedado fuera de lugar mientras trataba de ocultar sus reacciones físicas.

–Gracias, soldado, puede dejarlo… donde estime conveniente –Cullen se agachó y comenzó a recoger los trozos de vidrio del suelo–. Puede retirarse.

El soldado lo miró confundido, dejó los papeles sobre una pila de libros junto a la puerta por la que había entrado y se marchó.

Cullen dejó los trozos de vidrio sobre el escritorio y se apresuró a poner el cerrojo en la puerta. Cerró las otras dos puertas también, para estar seguro. Sus ojos recorrieron la habitación, pero Deanne no estaba en ningún lugar; había subido rápidamente al segundo piso. Se apresuró a alcanzarla y la encontró sentada en la cama, cubriendo su boca con ambas manos para no dejar salir una carcajada.

–Está bien, ya se marchó –dijo Cullen, reincorporándose al terminar de subir la escalera.

Deanne rompió a reír como nunca la había visto. Cullen no pudo evitar esbozar una sonrisa también al verla reír con tantas ganas. Se acercó lentamente y se sentó junto a ella.

–¡Pobre hombre! –dijo entre risas– Todavía debe estar preguntándose qué hacia su Comandante sobre el escritorio. Debería aprender a golpear antes de entrar, ¿no crees?

–Al menos no tuvo ocasión de preguntarse qué hacías tú sobre el escritorio debajo del comandante– dijo Cullen mientras se quitaba los guantes de cuero–. Debo decir que escapar de esa forma fue un excelente uso de tus habilidades.

Deanne se reclinó un poco sobre la cama, quedando apoyada en sus codos. Su camisa todavía estaba abierta y dejaba entrever parte de sus pechos. Cullen se inclinó hacia ella y la besó en los labios.

–¿En qué estábamos? –dijo mientras desviaba su atención a los pocos botones que quedaban abiertos en la camisa de Deanne.

Ella le respondió con una sonrisa seductora y acarició su rostro, prestando especial atención a la cicatriz sobre su labio superior. Cullen recorrió detenidamente su rostro con la mirada, como queriendo memorizar cada detalle. Sus mejillas ligeramente sonrojadas, su cabello castaño desordenado por sobre su hombro derecho, sus ojos claros fijos en él y esa sonrisa coqueta que lo hacía olvidar que el mundo estaba en peligro, que había misiones por planificar y tropas que dirigir.

–Me preguntaba qué puedo hacer para sacarte de todas esas capas de metal, tela y piel que llevas encima, ya que evidentemente llevas la ventaja en lo que concierne a… librarme de mis prendas.

–Sí… claro –dijo Cullen sonriendo algo nervioso y comenzó a quitarse las partes de su armadura y vestimenta. Ella lo ayudó en esta tarea que parecía estar indicada para al menos dos personas y disfrutó ver como la contextura muscular del comandante se hacía visible poco a poco. Acarició sus brazos, su pecho y se dejó envolver en sus brazos.

–Ahora eres tú quien lleva la ventaja –dijo Cullen, mientras Deanne tiraba de los cordones de los pantalones de cuero oscuro que usaba debajo de su armadura–. Tendrás que quitarte esto para que quedemos a mano –Cullen hizo el gesto de querer quitarle la camisa que todavía tenía puesta, pero ella se le adelantó.

–Como lo ordene, mi comandante –dijo ella y, con un movimiento rápido, se libró de la blusa.

Definitivamente el uso de su título lo sorprendió y a la vez desencadenó una reacción que solo ella había previsto. La sujetó rápidamente de las caderas para acercarla a él y la besó con la misma pasión con la que este encuentro se había iniciado en el primer piso. En solo unos segundos el resto de su ropa acompañaba a su camisa en el suelo y ambos estaban en igualdad de condiciones.

Entre besos y caricias terminaron recostados en la cama. Recorrió cada centímetro del cuerpo de la Inquisidora con sus manos. Besó su abdomen y el roce de sus labios hizo que Deanne arqueara su espalda de placer. Acarició sus muslos y se aventuró a tocar levemente la humedad entre sus piernas. Deanne se estremeció y dejó escapar un gemido delicioso. Cullen notó lo dispuesta que estaba y su corazón se aceleró aún más. Lo invadió la necesidad imperiosa de hacerla suya de una vez por todas. Deanne sintió su cuerpo casi fuera de control cuando Cullen por fin la tomó. Entre gemidos y bocanadas lo oyó decir mencionar al Hacedor, decir su nombre un par de veces y otras palabras a medias. Cullen la volvió a sujetar de las caderas para mantenerla en su lugar mientras cambiaba de posición, se recostó en la cama dejándola a ella en control. Deanne siguió sus impulsos, sus caderas prácticamente se movían solas. Cullen la miraba como si no lo pudiera creer, como si se tratara de una diosa de otro mundo. Sus manos quedaron libres para acariciarla otra vez, tocar su piel suave era toda una experiencia, sin mencionar las sensaciones casi eléctricas que provocaba con sus movimientos. Disfrutó de tal escenario por varios minutos y luego contempló maravillado su rostro cuando sus movimientos se hicieron más rápidos y su respiración más pesada, cuando sus gemidos se volvieron más agudos y sus uñas se clavaron en sus muslos.

Deanne abrió sus ojos, como si acabara de despertar de un sueño, su cuerpo aún se movía, aunque a un ritmo un poco más lento. Bajó un poco la velocidad, pero Cullen, quien todavía no estaba listo, sostuvo sus caderas y guio sus movimientos y ritmo. Ella se inclinó hacia adelante para besarlo mientras lo llevaba poco a poco a su momento. Posó su frente en contra de la suya y pudo sentir como su cuerpo temblaba y se tensaba al acabar, la llenaba de calor, su respiración llegaba directamente a su boca, como invitándola a besarlo una vez más.

Deanne relajó su cuerpo y se quedó tendida sobre él, podía sentir sus latidos sin hacer esfuerzo alguno. Cullen la sujetó en contra de su pecho y acarició su cabello. Ella se acomodó a su lado y levantó la vista.

–¿Cullen?

–¿Sí?

–Tienes que hacer algo respecto al techo. O la próxima vez usaremos mi cuarto.

–Mmm… Eso no estaría nada de mal –le respondió y la besó en la frente.


N. del A.: Espero que les haya gustado. Es mi primer intento de fanfiction de Dragon Age y la primera vez que me atrevo a escribir algo "para mayores". Espero poder añadir más capítulos, pero no necesariamente en orden cronológico. Gracias por dedicar unos minutos a mi trabajo. =)