Disclaimer: ¿A quién le pertenece Naruto? a mí no es.
La mala hora le pertenece exclusivamente a Gabriel García Márquez y tood aquel que se haya visto envuelto en la publicación de dicho libro.
Rumour has it le pertenece a la cantante Adele y todo aquel que se haya visto envuelto en ese proceso.
NA: Feliz día del SasuNaru a tod s! Hola nuevamente para los que me conocen y los que no. Después de algunos meses he vuelto enfrascada en un nuevo proyecto. Estoy escribiendo esta historia en conjunto con una muy querida amiga (Sariel), desde hace un tiempo atrás. A decir verdad fue ella quien me sonsacó para volverme una fan del SasuNaruSasu, asique escribir algo con ella me parece un privilegio.
Como sea, esta historia es puramente SasuNaruSasu, aunque puede que hayan otras parejas en el futuro. La estamos escribiendo para participar en un concurso asique deseenos suerte :)
Advertencia: Cualquier parecido con la realidad no es pura concidencia. Menciones de sexo, drogas, alcohol, violencia y otros bretes bretes de la sociedad en futuros capítulos. No es nada grave ni del otro mundo, probablemente sean menciones leves pero si alguién encuentra algo de esto ofensivo de alguna manera, no le recomiendo el fic.
Rumour has it
Los rumores son como la crecida de un río. Una vez que empiezan a correr, no se pueden frenar.
...
Konoha era un pequeño pueblo situado al sureste del País del Fuego, cubierto por una estrepitosa neblina que sólo se disipaba algunas veces al año. Agosto y septiembre, específicamente. El extenso bosque a su alrededor no ayudaba mucho a la causa tampoco, siendo que rodeaba todo el pueblo, haciéndolo todavía más difícil de encontrar. Konoha no contaba con mucha actividad comercial, y lo que realmente lo mantenía en pie eran las dos compañías de alta tecnología y producción y distribución militar de armas de fuego más importantes del país, Hyuga Corp., y Uchiha Inc., respectivamente. Ambas, ubicadas en el oculto pueblo por una muy específica razón. Para mantener alejados a los intrusos de sus asuntos. El Pueblo sin embargo, era relativamente pequeño. Consistía básicamente de un parque en el centro del pueblo; donde los aldeanos solían reunirse día tras día para ver a sus amigos o comentar las novedades, algunas que otras calles centrales; no más de cinco o seis, unos cuantos restaurantes y bares en diversas esquinas; que se encargaban de mantener la vida nocturna y escasamente joven activa, una escuela que abarcaba desde la educación primaria, la media hasta llegar a la secundaria antes de ir a la universidad; la cual quedaba en las afueras del pueblo, el Hospital General de Konoha; el único en el pueblo y probablemente el único cercano hasta llegar a la siguiente ciudad, y como nunca puede faltar para mantener el orden de una sociedad, la torre donde se encontraba el alcalde del pueblo; un pequeño viejo rechoncho que sólo fumaba.
Konoha sin embargo tenía una peculiaridad que lo hacía único y diferente de los demás pueblos del País del Fuego. No era simplemente que allí se encontraban dos de las compañías más importantes y prosperas del país, era más bien el desarrollo de los pueblerinos entre unos y otros. Eran los rumores. Cada una de las personas que habitaba en aquel extraño pueblo tenía al menos un secreto que esconder, el cual no debía saberse por nadie. Pero eso podía suceder en cualquier lugar del mundo, después de todo, las personas sólo debían atender a sus propios asuntos, o por lo menos aparentar que lo hacían. El problema estaba en los llamados "Carteles" o "Pasquines"; letreros blancos, pintados con letras azules, en los cuales se encontraban escritos los más oscuros secretos de cada uno de los pueblerinos, y que se colgaban en el parque central, situado justo en frente de la Iglesia, durante las altas horas de la madrugada, sin testigos presentes ni ningún tipo de autoridad que pudiera erradicar aquello. No se había podido descubrir quien colgaba dichos letreros en 300 años desde que el pueblo había sido fundado. Era tan imponente el asunto de los letreros, que los turistas abarrotaban el pobre pueblo durante todo el mes de agosto y septiembre; siempre que la neblina les permitía ver el camino para llegar allí, y esperaban ansiosos a que se colgara algún cartel para presenciar las disputas y los alborotos públicos entre los lugareños. Este año no sería la excepción.
En una de las colinas más altas de Konoha, se encontraba la antigua casa de los Namikaze, ahora habitada solamente por dos personas, y ocasionalmente sólo una. El único hijo de los antiguos dueños, un rubio de diecisiete años. Naruto Uzumaki. Naruto odiaba los rumores, eso era un hecho que todo mundo sabía. Nadie se molestaba si quiera en hablar con él sobre eso, porque sabían que sería inútil tratar de persuadirlo. Había ido a terapia, consejeros, grupos de ayuda anónima, todo, pero nada nunca lo haría cambiar de parecer.
Había ocurrido diez años atrás, cuando Naruto aún era un niño. Esa madrugada se había pronosticado la mayor concurrencia de neblina que había ocurrido en más de quince años en Konoha. El pequeño rubio se encontraba en su habitación jugando videojuegos muy entretenidamente con su mejor amigo, un pequeño pelinegro que vivía en la casa contigua. Estaba tan inmerso en su diversión particular que no fue sino hasta que oyó el estridente grito de su madre, cuando por fin reaccionó a lo que estaba pasando. Hay muchas versiones sobre lo que había ocurrido aquella mañana. Algunos decían que alguien había entrado a robar a la casa, otros alegaban que había ocurrido un altercado con una pandilla mafiosa del país. El rubio incluso había llegado a escuchar que había sido un suicidio. Pero lo único cierto era, que cuando el ojiazul había bajado apresuradamente las escaleras, trastabillando de vez en cuando; seguido muy de cerca por su mejor amigo, sus inocentes ojos no pudieron soportar lo que vieron.
Se quedó inmovilizado, sin ningún tipo de reacción, mientras escuchaba la preocupada voz de su amigo llamándolo en la lejanía, sin embargo, lo único que ocupaba su mente era la vista de los cuerpos de sus padres, tirados inertes en el suelo, y el charco de sangre que seguí esparciéndose por toda la casa, ensuciándole los pies.
No supo exactamente qué era lo que había ocurrido después de su espasmo mental. Su mejor amigo, Sasuke Uchiha, quien contaba con una memoria fotográfica impecable, le había relatado cientos de veces cómo él lo había sacado a empujones de la casa y lo había llevado hasta la suya; que estaba sólo a unos pasos de distancia, y se habían escondido ahí hasta que el pelinegro había divisado los carros de policías al frente de la residencia de los Namikaze. Le había contado cómo lo había abrazado con firmeza mientras él lloraba desconsoladamente por sus padres. Le había contado que nunca se separó de su lado.
Hasta el sol de hoy, el rubio nunca supo quién había sido el autor del asesinato ni el por qué, pero nunca lo sabría luego de que la policía había clasificado el caso de "Alto Riesgo" y lo había puesto en espera por tiempo indefinido. Había leído cientos de letreros colgados sobre sus padres, todos con un rumor diferente, ya fuera de su muerte o de alguna actividad ilícita que hicieran mientras estuvieron vivos. Y aunque las personas se lo empezaran a creer, y vieran la muerte de los padres de Naruto como algo bien merecido, el rubio, muy en el fondo, sabía que todo aquello sólo eran mentiras. Sólo puras mentiras.
Sasuke tampoco nunca se llegó a enterar de por qué habían matado a los padres de su mejor amigo, pero para él así era mejor. Prefería recordar a los padres del rubio como las personas dulces, amables y alegres que había conocido en ese entonces, y no como los inescrupulosos rumores los describían.
Al menor de los Uchiha no podía importarle menos aquellos chismes y mitos que circulaban sin cesar por la indecorosa aldea. Había aprendido de mala manera que, no se puede creer en todo lo que se dice, no se puede hacer caso a todo lo que se ve, y no se puede repetir todo lo que se oye. El pelinegro todavía podía recordar el último día que había visto a su madre, podía recordar desafortunadamente, gracias a su memoria fotográfica, la cara de angustia y preocupación que había puesto ella aquella noche antes de llevarlo a dormir y desaparecer tras la puerta de su habitación.
El pelinegro apenas contaría con unos nueve años en aquel entonces, pero la gélida mirada de su hermano mayor, que observaba con recelo mientras su padre; quien había entrado por la puerta ese caluroso día de verano, con la expresión desorbitada, tiraba un cartel arrugado en la mesa de la sala, y se perdía dentro de su despacho como siempre solía hacerlo. No podría nunca olvidar como su hermano no había hecho nada por detenerlo, y mucho menos por consolarle cuando se había aproximado a la mesa de madera, había abierto el cartel sin ningún reparo y había leído más despacio de lo usual las letras azules allí plasmadas. Había arrugado el papel nuevamente y había corrido a su cuarto a toda prisa, mientras las letras se revolvían en su cabeza, haciéndole perder el sentido y toda capacidad de pensamiento.
Mikoto engaña a Fugaku Uchiha.
Nunca olvidaría que su padre nunca le respondió cada vez que él preguntaba por ella, hasta que por fin se cansó de preguntar. Nunca olvidaría cómo Itachi, su hermano mayor, se había fugado de la casa cuando su padre había decidido parar la investigación del paradero de Mikoto, y no había vuelto sino hasta tres años después. Nunca olvidaría cómo, inmerso en su soledad, el silencio de su padre y la ausencia de su hermano, había pasado horas muertas mirando por la ventana, con un atisbo de esperanza en su corazón, hasta que se había cansado de esperar. Hasta que se cansó de los rumores, de escuchar a la gente hablar a su alrededor, de esperar que su madre regresara a casa.
Y nunca más la volvió a ver.
SasuNaruSasu
Sasuke abrió lentamente las ventanas de su habitación, no había podido dormir bien, nunca lo hacía cuando soñaba con su madre. Suspiró pesadamente mientras terminaba de arreglarse y observó con los ojos entrecerrados por su ventana en el segundo piso de la residencia Uchiha. Había una ligera neblina por todas partes, dando a entender que este año habría más neblina de lo usual. Estaban en abril, pero la impertinente neblina seguía peor que en los meses de enero y febrero, cuando hacía más acto de presencia el dichoso gas blanco. Su habitación daba directamente a la habitación de la casa de en frente, la casa de los Namikaze. Se percató de que todas las luces estaban apagadas y las cortinas todavía tapaban la ventana, dando a entender que el que habitara en aquel cuarto, debía seguir durmiendo. Sasuke rodó los ojos mientras miraba la hora en su reloj de mano. 11:30 a.m. no le sorprendía que su amigo todavía siguiera durmiendo, y menos un domingo, eso era algo típico de él.
Pasando a través de sus ventanas, Sasuke firmemente bajó por la escalera de madera que daba hacia afuera de su cuarto y atravesó los jardines que dividían su casa de la casa vecina, hasta llegar a una escalera exactamente igual a la suya, que daba a la ventana de la casa contraria. La subió sin duda alguna y al llegar arriba, levanto ligeramente el borde inferior de las ventanas, oyendo como se quitaba el pestillo que la cerraba automáticamente. Era un pequeño truco que había aprendido hacía ya unos años para poder entrar fácilmente a la habitación de su mejor amigo, sin necesidad de tocar.
Entró despacio, arrastrando las cortinas hacia un lado de las ventanas, dejando pasar con él finalmente la luz del sol. Escuchó un pequeño gemido de molestia que provenía desde la cama, y trató de suprimir una carcajada, típico de Naruto. Y entonces, tuvo una idea. Tomó las bocinas que tenía el rubio al lado de su computadora, y las posicionó en la cama, justo al lado de las orejas del chico. Conectándolas a su ipod, buscó una canción de rock, a sabiendas que eran extremadamente ruidosas, y se preparó para presionar play. Observó por última vez la cara de su amigo, y casi se arrepintió de lo que iba a hacer, el rubio se veía tan tranquilo y feliz durmiendo, parecía un ángel, pero inmediatamente desechó el pensamiento, esto sería demasiado bueno como para dejarlo pasar. Asique sin más, presionó play y dejó que la música empezara.
El rubio dio un salto al escuchar la ensordecedora música que resonaba justo al lado de sus oídos. Dio un vuelco y cayó al suelo junto con todas las sabanas en las que estaba enredado. Se encontraba más desorbitado de la cuenta, no sabía de dónde había salido tanto ruido, ni como había ido a parar al suelo tan bruscamente, pero una familiar risa lo saco de dudas, y se dio cuenta que todo era una mala broma de cierto bastardo petulante.
"¡Sasuke!" Gritó enfurecido, parándose del suelo y volviendo a tirar todas las sabanas sobre la cama.
El pelinegro por su parte no podía contener la risa que todo aquello le había provocado, la manera en que Naruto había saltado de la cama asustado había sido muy graciosa, era más de lo que el Uchiha se había esperado. Pero el rubio no estaba para nada divertido, si había algo que molestara al ojiazul, era que lo despertaran los domingos cuando finalmente podía dormir hasta tarde, y el pelinegro lo sabía.
"¡Eres un imbécil Uchiha!" Gritó nuevamente el rubio, acercandose al azabache y propiciándole un fuerte puñetazo en la cabeza, por fin haciendo que dejara de reírse.
"Oye calma dobe, no hay necesidad de ponerse violento" Pero la todavía evidente sonrisa en su cara delataba que no le importaba en lo mas mínimo que lo hubiera golpeado.
"Tks cállate"
El rubio cogió la toalla que colgaba detrás de la puerta y salió de la habitación directo al baño, dejando al Uchiha recostado en la cama, tocando la guitarra acústica que el rubio tenía. Al cabo de unos 15 minutos, el Uzumaki salió nuevamente del baño, empapado desde la punta de la cabeza hasta los pies, con la toalla amarrada alrededor de sus caderas flojamente, como si se le fuera a caer en cualquier momento. Entró a la habitación, donde Sasuke todavía se encontraba en la misma posición en la que lo había dejado, tarareando una canción. El rubio ni se inmutó en lo más mínimo por la presencia del pelinegro y se dispuso a cambiarse, después de todo, ya estaban acostumbrados a cambiarse y a hacer este tipo de cosas uno frente al otro. No por nada habían sido amigos por doce años. El Uzumaki no pudo evitar recordar la manera en la que había iniciado su amistad con el Uchiha.
Naruto y Sasuke habían sido amigos desde los cinco años, cuando se conocieron en el jardín de infantes de la escuela de Konoha. En ese entonces, el pelinegro había llevado consigo a la escuela una caja de crayones completamente nueva, y Naruto había querido usarla con él, pero el Uchiha no era de los que compartían y no lo había dejado usar sus nuevos colores. Tacaño arrogante. Había pensado, pero nada de lo que hacía conseguía convencer al pelinegro de compartir sus crayones ¡y el sólo quería dibujar un poco! por lo cual el rubio se había molestado y se había llevado el crayón favorito del pelinegro a su casa, el crayón de color azul. Su madre Kushina, al enterarse de eso, no podía aceptarlo en lo más mínimo.
"¡Ese es el camino a la delincuencia!" Había exclamado la pelirroja, mientras lo llevaba hasta la casa de al lado, donde se había mudado recientemente la familia Uchiha, para devolver el crayón azul que el pequeño había robado.
Al llegar allí, la madre del pequeño rubio había sido recibida por la madre del azabache, pero no se imaginaba que sería su amiga de hacía tantos años, Mikoto, a la cual no había visto desde que habían terminado la escuela y la pelirroja había tenido que mudarse a otro pueblo con sus abuelos. Ambas chicas se recibieron y abrazaron alegremente, hasta que Kushina recordó por lo que realmente había ido allí, explicándole el inconveniente del crayón a Mikoto, lo cual hizo que esta se fuera en un mar de carcajadas.
"Sasuke tiene cientos de esos crayones en su habitación, solo que es muy tacaño para prestarlos" Había dicho, restándole importancia al asunto, mientras se arrodillaba hasta quedar al mismo nivel del pequeño Naruto, haciendo que este se sonrojara. "Puedes quedarte con ese crayón sin quieres pequeño" Ofreció esta.
Los invitó a pasar y le indicó a Sasuke que llevara a Naruto a jugar a su cuarto, mientras ella y Kushina conversaban alegremente en la sala de la residencia. El pelinegro, un poco reacio, tomó de la mano al rubio y lo llevó a su habitación en la parte de arriba de la casa.
"Lamento haberme llevado tu crayón" Pronunció el rubio, una vez adentro del cuarto, extendiendo el objeto de colorear hacia el pelinegro.
"Mi mamá dijo que te lo puedes quedar" Negó con la cabeza, indicándole que ya no se lo devolviera. "Tu mamá y mi mamá son amigas ¿verdad?"
El rubio solo se limitó a asentir levemente un poco confundido.
"Entonces tú también eres amigo mío" Había dicho el azabache, dedicándole una pequeña sonrisa al rubio.
Naruto se rió ante la ocurrencia del otro pequeño, más sin embargo asintió con gusto. Dándose media vuelta para inspeccionar la habitación del pelinegro, se percató de algo muy peculiar en la ventana. Se acercó a ella, tratando de alcanzar el borde con la cabeza, y sacando la mano hacia afuera, señalando a la casa de al lado.
"Tu ventana da a mi ventana ¡Mira!" Exclamó emocionado el rubio, señalando con el dedo índice su habitación, que estaba justo al frente.
El pelinegro se acercó a la ventana, igualmente entusiasmado, como si acabara de descubrir lo más asombroso de todo el mundo.
"Bien, entonces nos podemos visitar siempre"
El rubio le sonrió abiertamente, mostrando claramente todos sus dientes, haciendo que el pequeño Sasuke imitara el gesto.
Naruto salió del trance en el que se encontraba recordando las tonterías que habían sucedido en ese entonces, al oír la voz de Sasuke detrás de él. Se volteó bruscamente, chocando miradas con las de su amigo que todavía seguía recostado en la cama.
"¿Me dijiste algo?"
El pelinegro bufó molesto, de verdad odiaba tener que repetir las cosas dos y tres veces.
"Te pregunté que si vas a quedarte mirando el closet todo el día o te vas a cambiar"
El rubio rodó los ojos, volteándose nuevamente para sacar la ropa que se iba a poner del closet. Estúpido Uchiha. Al cabo de unos minutos el rubio estaba completamente vestido y listo, y el pelinegro todavía seguía recostado en la cama, ¿acaso había venido hasta su casa para acostarse allí?
"Sasuke si habías venido a acostarte a mi cama mejor te hubieses quedado en la tuya"
"La tuya es más cómoda" dijo el pelinegro encogiéndose de hombros, haciendo que Naruto soltara un largo y desesperado suspiro.
"¿Estás seguro que es por la cama que vienes?" Preguntó sarcásticamente el rubio, con un doble sentido que no pasó desapercibido por el otro.
"Sabes que no es por tu cama, me gusta venir a dormir contigo" Confesó el Uchiha.
El rubio lo miro directamente a los ojos y se echó para atrás riéndose, recostándose de la puerta del armario ahora cerrada. Cuando estaban más pequeños, se escapaban de sus habitaciones para ir a la del otro; sin que sus padres se enteraran, y se levantaban bien temprano para volver a sus respectivas camas antes de ser descubiertos.
Estaba listo para refutarle aquello, cuando escuchó su celular sonar en la mesita de noche. Caminó hacia él y se dispuso a chequear el mensaje que le habían mandado. En cuestión de instantes sus ojos se abrieron enormemente, lo cual no pasó desapercibido por el pelinegro, quien se paró finalmente de la cama, acercándose a su amigo para ver de qué se trataba.
"¿Qué sucede?" Preguntó preocupado el Uchiha.
"Es Ino" Dejo escapar levemente el rubio. El Uchiha arqueó una ceja, indicándole al rubio que seguía sin entender su preocupación, ¿qué podría querer Ino que haría que el rubio se sorprendiera tanto? "Dice que colgaron otro letrero esta mañana…es de Sakura"
Sin decir más nada, el rubio guardó su celular en el bolsillo y cogió las llaves de la casa que estaban en la mesita, dirigiéndose apresuradamente, seguido de cerca por el pelinegro, hacia el parque donde se había colgado el cartel.
SasuNaruSasu
El parque de Konoha estaba completamente rodeado de personas, lo cual hacia difícil que Naruto y Sasuke pudieran pasar y llegar hasta su destino. El azabache tomó de la mano al rubio, para que no se alejara de él ni se perdiera entre la multitud, mientras trataban de llegar hasta el centro del circulo y tener una mejor vista. Al llegar allí, se encontraron con Ino, quien miraba pasmada la escena frente a ella, al igual que todas las demás personas, sin siquiera percatarse de los que recién habían llegado.
"¡Eres una maldita zorra!" Gritó un chico de cabello oscuro y unas prominentes cejas del mismo color, quien se encontraba en el medio del círculo, sosteniendo un cartel en la mano.
La chica de extravagantes hebras rosadas frente a él, solo se limitaba a negar con la cabeza mientras dejaba que las lágrimas escaparan incontrolablemente de sus ojos.
El rubio rompió el agarre del Uchiha y se dispuso a llamar la atención de su amiga para obtener más información de lo que realmente estaba pasando allí.
"¡¿Ino qué mierda está pasando?!" Exclamó desesperado el rubio.
La chica pareció sorprenderse por unos instantes, sin saber qué decir o qué hacer, hasta que finalmente suspiró y se aclaró la garganta.
"Colgaron un letrero de Sakura, un rumor tan sólo…no creo que sea verdad" Pronunció levemente, tratando de mantener la calma.
"¿Qué decía el cartel?" Preguntó finalmente el moreno, quien no parecía inmutado ante tanto alboroto.
Ino pareció dudarlo por unos instantes, se debatía mentalmente si decirles o no. Ella no quería esparcir el rumor, pero ya el letrero estaba colgado, ya Lee había visto el cartel, ya todos estaban allí, viendo el alboroto, asique no tenía sentido callarlo, lamentablemente ya todos lo sabían.
"Decía…decía que Sakura…" La rubia se aclaró la garganta una segunda vez, y miro fugazmente a su amiga en el centro del círculo, llorando desconsoladamente, llenándola de una profunda tristeza. Volvió a posar sus ojos en las atentas miradas de los dos chicos recién llegados y continuó. "Que ella se acostó con Neji, el mejor amigo de Lee"
Ambos chicos abrieron los ojos desmesuradamente. No lo podían creer, o más bien no lo querían creer. Lo que sorprendía a Naruto era que la chica se atreviera a engañar a su novio, ella y Lee habían salido durante todo un año y en ningún momento ella se había mostrado insegura o infiel, no tenía sentido, aquello debía ser mentira, tenía que ser mentira. Sasuke por su parte, estaba de igual manera sorprendido, no porque Sakura engañara a Lee, eso ya él se lo veía venir, e incluso lo había mencionado unas cuantas veces, lo que realmente le sorprendía era que lo engañara con su mejor amigo, con Neji de entre tantas personas, y eso que siempre había considerado a Sakura como la inteligente del grupo. Dejarse atrapar así, no parecía ella.
Ambos chicos salieron de sus pensamientos al escuchar como el griterío se incrementaba más y más. Naruto no lo podía soportar, no podía soportar quedarse allí y ver como su amiga era destrozada minuto a minuto, después de todo, él siempre había tenido un lado sensible cuando de la pelirrosa se trataba.
"¡Todas esas palabras que me decías!" Gritó nuevamente Lee, arrugando más el cartel que tenía entre las manos. "¡Todo eran mentiras tuyas! ¡No te quiero volver a ver nunca!"
"¡NO! No es así…no lo es…" Pronunció débilmente la chica entre sollozos, dejándose caer bruscamente al suelo de rodillas mientras más lagrimas inundaban su rostro.
El Chico de las prominentes cejas se acercó a ella arrojándole el cartel, ahora arrugado, a la cara.
"Siempre te consideré una flor…" Susurró, dándose media vuelta y perdiéndose entre la multitud de personas, que ahora comenzaban a dispersarse debido al final de la escena.
El rubio se apresuró a correr hacia su amiga, seguido rápidamente por Ino. La pelirrosa, al sentir una cálida mano posada en su espalda, levanto la vista esperanzada, encontrándose con los preocupados ojos azules de su mejor amigo. Instintivamente se abalanzó sobre él, llorando todavía más. El rubio la abrazó fuertemente, mientras susurraba algunas palabras reconfortantes en su oído.
"Tranquila tranquila" Le decía, abrazándola más fuerte. "Todo va a estar bien Sakura"
El Uchiha se acercó a ellos finalmente, posicionándose al lado de Ino, esperando que la pelirrosa y su rubio amigo se pararan del suelo, pero estaban tardando demasiado, y agotaba la corta paciencia que el chico no poseía. Finalmente, este, al cabo de unos minutos que le parecieron eternos, hizo un sonido con su garganta, captando la atención de los presentes.
"Deberíamos irnos, sería mejor si resolviéramos esto en privado"
Ambos, Naruto e Ino asintieron. Después de aquella escena, lo mejor era sacar a la chica de allí y llevarla a su casa o a la de alguno. La rubia abrazó a Sakura por los hombros, ayudándola a caminar. El cuarteto subió la calle central del pueblo en completo silencio, con tan solo el ocasional sollozo de la pelirrosa, y uno que otro susurro por parte de Ino para tratar de calmarla. Cuando por fin llegaron a la primera casa, la residencia Yamanaka, la rubia invitó a Sakura a quedarse a dormir allí esa noche, así no estaría sola. El rubio por su parte se despidió del Uchiha, diciendo que quería quedarse un rato con ellas para estar con Sakura. El Uchiha no estuvo muy convencido pero no podía decir que no, después de todo, el sabía muy bien el tipo de relación que tenía su mejor amigo con la Haruno, y no era como que el rubio fuera solo propiedad suya. Asique asintiendo se marchó a su casa.
SasuNaruSasu
Sasuke se encontraba tirado en su cama, sin nada que hacer. Su padre estaba trabajando en su despacho en la primera planta de la casa, y su hermano no estaba en casa, se había mudado para trabajar en la capital del país algunos meses atrás. Su compañía no era algo que extrañara a decir verdad. Miró su reloj de mano, que indicaba que eran las diez de la noche, pero este todavía no tenía nada de sueño, sabía que debía irse a dormir, al día siguiente tenía que ir al instituto, pero había algo que lo mantenía despierto, sentía que había algo raro en todo lo que había ocurrido ese día. Hacían ya casi cinco meses que no se colgaba ningún letrero, y de repente, sale uno tan escandoloso de la nada. Además, Naruto todavía no había llegado a su casa, y eso no le gustaba, la última vez que lo había visto había sido esa mañana luego de dejarlo en la residencia Yamanaka, y todavía no había tenido noticias suyas.
Unos pequeños golpes en su ventana sacaron al Uchiha de sus profundos pensamientos, se levantó de la cama apresuradamente, corriendo las cortinas hacia los lados para poder abrir la ventana. Divisó al rubio del otro lado mientras las abría, y lo ayudó a entrar en su cuarto.
"Hola" Saludó el rubio.
"¿A estas horas es que llegas?" Preguntó un poco irritado el Uchiha.
El rubio rodó los ojos ante la indagación, a veces se preguntaba si los espíritus de sus padres no habrán ido a parar en el cuerpo del pelinegro mágicamente.
"Perdón mamá, no lo vuelvo a hacer" Respondió, haciendo una pequeña reverencia, causando que el Uchiha soltara un bufido. A veces el rubio podía ser tan tonto.
Naruto se sentó en la cama de su amigo, quitándose los zapatos y posteriormente la camisa que tenía, quedando con el torso descubierto y tan solo los jeans que llevaba. El Uchiha acercó una silla y se sentó al frente suyo, mirándose ambos cara a cara.
"Cuéntame" Indicó el pelinegro, sin necesidad de decir nada más.
"Pues…" el rubio dudó, realmente no quería hablar de ello, pero sabía que el Uchiha no lo dejaría en paz si no le decía.
"Naruto" Lo llamó el pelinegro, mirándolo atentamente. "¿Sí o no?"
"Sí" Respondió el Uzumaki, dejándose caer sobre la cama detrás de él, llevando sus brazos hacia atrás, posicionándolos detrás de su cabeza "Era verdad, Sakura nos dijo que sí engañó a Lee con Neji, varias…varias veces durante los últimos meses"
El Uchiha se paró de la silla, y empezó a desvestirse también, seguido por la atenta mirada del rubio que lo observaba desde la cama.
"Lo sabía, sé que no lo quieres aceptar porque se trata de Sakura, pero nueve de diez rumores que se colocan en esos carteles, son ciertos, y solo uno, uno tal vez, es mentira"
El rubio lo sabía. Sabía que el Uchiha estaba en lo cierto, los rumores que colgaban aunque solo fueran rumores, siempre, por alguna razón, resultaban ser ciertos, era muy raro encontrar uno que no fuera verdad, pero no podía realmente confirmarlo, no hasta que a él mismo le colgaran uno de esos malditos carteles.
"Vamos a dormir, estoy muerto" Suspiró el rubio, tratando de dejar el tema de lado, mientras se quitaba sus pantalones, quedando en tan solo los bóxers que llevaba puestos. Le gustaba quedarse a dormir con el pelinegro de vez en cuando. No soportaba la soledad que habitaba en su casa, y menos en los meses en que su padrino no se encontraba allí para hacerle compañía. Sentía que el simple hecho de estar sentado en la penumbra de aquella casa, lo taladraba por dentro.
"Hn" fue todo lo que respondió el pelinegro, poniéndose sus pantalones de pijama, y entrando debajo de las sabanas de la cama. El rubio hizo lo mismo que este, acercándose al cuerpo de su amigo hasta quedar a escasos centímetros de él. Se miraron por un pequeño rato, hasta que el rubio decidió soltar el pensamiento que lo estaba volviendo loco desde aquella mañana.
"Han vuelto Sasuke"
Se refería a los rumores, el moreno lo sabía. No había nada en ese mundo que angustiara tanto a su amigo como aquellos malditos carteles. Se despertaba cada mañana preocupado de leer algo de sus padres que no quería saber. Le preocupaba tener que leer algo sobre alguien tan cercano a él, que volteara toda su relación de cabeza. Le preocupaba enterarse de algo realmente peligroso.
"Pero yo estoy aquí dobe" El pelinegro se volteó levemente, apagando la luz de su mesita de noche, y dejando caer su cabeza finalmente en la almohada.
"Lo sé" Admitió rápidamente, sintiendo como sus parpados se ponían cada vez más pesados "Buenas noches"
"Buenas noches"
SasuNaruSasu
Una oscura figura caminaba rápidamente por el parque, con un cartel en la mano y una cinta pegante en la otra. Llegó hasta el muro de noticias que se encontraba en medio del parque, justo al lado de donde se había llevado a cabo el tumulto la mañana anterior. Lentamente, levantó el cartel con letras azules, hasta que estuvo correctamente posicionado en el muro, observó que nadie se encontrara cerca, y se dispuso a pegar el nuevo rumor.
Estaba listo para marcharse cuando sintió su celular vibrar en el bolsillo. Lo sacó apresuradamente y miró con molestia la pantalla del aparato. Ella otra vez.
Presionó, muy a su pesar, la tecla de send y se lo puso en el oído. "¿Qué mierda quieres?"
"No me hables en ese tono imbécil, me han mandado a preguntar ¿Está listo?"
Rodó los ojos, sin importarle el sermón que recibiría mas tarde. "Sí está listo"
Escuchó un ligero suspiro de satisfacción del otro lado de la línea. "¿Y el de hoy? ¿Estaban allí?
"Todos estaban aquí" Dijo bruscamente. Ya se estaba impacientando y tenía que salir de allí lo más rápido posible. "Todos lo vieron, asique si no necesitas nada más, debo irme"
"Bien…ah por cierto, pronto estaremos por allí dándoles una visita"
Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa. "Perfecto" Colgó nuevamente el teléfono móvil, lo guardó en su bolsillo y se encamino finalmente fuera del parque central.
"Prepárate pequeño rubio…"
Continuará
NA (Sariel): Hola a todos, soy Sariel, lamentablemente no tengo cuenta en pero espero que nuestra historia sea de su agrado ahora y en futuros capítulos. Nara y yo hemos decidido irla publicando aquí para ver la recepción de la gente antes de enviarla al concurso, por lo tanto si tienen alguna opinión o les ha gustado algo, no duden en dejar un review.
