Disclaimer: Ningún personaje me corresponde -excepto los de Durmstrang, Beaubatonx y alguno que pueda surgir-. La historia es sin fines de lucro, sólo con el propósito de divertirlos. Por favor, no copiar. Ante cualquier duda, PM.
Capítulo Uno: La vuelta al hogar
Un joven alto y delgado corría por la estación de tren entre el tumulto de gente. Las personas lo miraban con gran curiosidad. Más bien, miraban su carrito, ya que llevaba un gran baúl color marrón, con un gran escudo dorado y una H grabada en medio, una mochila color negro, y una jaula con una bella lechuza color negro y ojos ámbar.
El rubio corría sin parar, intentando mantener un porte sofisticado, y maldiciendo que sus padres no lo hubiesen llamado, siquiera que el elfo doméstico le dijera palabra alguna. Redujo su carrera al llegar entre los andenes 9 y 10, y pasó entre ellos, intentado pasar desapercibido.
Una vez más, como hacía siete años, se maravilló ante el majestuoso tren color escarlata que estaba frente a él. Ahora que estaba más relajado, recordó porque ningún familiar lo llamó, era claro, tenía el sueño demasiado profundo. Probablemente habían estado llamándolo desde temprano, pero seguro se habían dado por vencidos. Sonrió ante esto, y emprendió camino hacia adentro del tren, puesto que ya se estaba marchando.
Subió su baúl, se cargó la mochila al hombro y tomó la jaula de su lechuza con su mano izquierda. Caminó a través de los pasillos, buscando el compartimiento dónde se alojaban sus amigos. Era inevitable escuchar los suspiros y los grititos que emitían las jóvenes al verlo pasar, a lo cual, el ojiverde sólo les correspondía una sonrisa seductora y, rara vez, un guiño.
Finalmente, en el último compartimiento de aquel vagón, encontró a sus amigos.
- Vaya, vaya. ¿A quién tenemos aquí? ¿Malfoy se quedó dormido nuevamente?- Decía en voz burlona un joven de pelo negro azabache y unos ojos color verde brillante.
- Cállate, Potter- escupió.
Acomodó su baúl junto al de sus amigos y se sentó junto a uno de ellos. Era rubio de unos ojos extremademente azules, no muy alto, pero extremadamente fornido.
- ¿Cómo están?
- Por lo que veo mejor de lo que estas tu, mi querido primo - contestó uno de ellos. Tenía el cabellos castaño oscuro y sus ojos color miel.
- Muy gracioso, Nott - masculló de forma seca.
- Vamos, Scor, ¿qué te sucede? Raras veces te encontramos de esta manera - comentó el moreno con semblante preocupado.
- No es nada, Albus.
- Sueles tener cara de amargado y como si tuvieras un palo incrustado en donde no te da la luz, pero nunca de esa manera.
- Basta, ya -suspiró.
- Entonces, ¿qué es lo que te tiene así? - inquirió Lorcan.
- Sólo recordaba los acontecimientos que nos esperan este año - restándole importancia y acomodándose a contra el espejo para mirar el paisaje.
- Oh, ya veo. A mi también me preocupa que te hayan puesto como Premio Anual junto a Rose. ¡Merlín sabe cuan mal se llevan ustedes! McGonagall por fin dio el brazo a torcer a la locura -comentó divertido Alex.
- ¡Oye! - espetó furioso Albus.
- No es eso lo que me preocupa, Alex, aunque si debo admitir que aquel viejo cada vez está más chiflado - volvió a suspirar-. Lo que menos me preocupa es tener que compartir habitación con Rose -hizo una pausa-. A decir verdad... tengo algo que contarles.
Scorpius miró nervioso a Albus, quién le devolvió una mirada interrogante.
- ¿Qué es tan grave para que tengas ese semblante? - preguntó Lorcan, sentándose firme y mirándolo serio.
- Albus te ruego que no te enojes ni queras matarme -comentó nervioso Scorpius, desordenándose el cabello.
-Si no empiezas a hablar ya lo haré y te hechizaré - amenazó.
- Vaya, digno Slytherin - pensó el rubio-. Está bien, lo diré - tomó una profunda respiración y cerró fuertemente los ojos-. Descubrí que estoy enamorado de tu prima.
Por los siguientes minutos nadie emitió sonido. Scorpius estaba realmente asustado, estaba pensando en sus últimas palabras y cómo iba a rogarle a Albus que no lo matara. El silencio lo estaba matando y volviendo loco. Hasta que las risas de sus amigos cortaron la tensión.
- Vaya, al fin uno de los dos se dio cuenta - comentó simpático Lorcan.
- ¿Tenías miedo que te matara por ello, Scor? - preguntó divertido Albus.
Scorpius asintó algo callado.
- Primo, hace años que nosotros lo notamos - Alex le palmeó la espalda-. No te voy a negar que cuando le comentamos nuestras sospechas con Lor a Al no quiso ir a asesinarte... Pero cuando le explicamos que eran suposiciones nuestras y tú no lo habías aceptado, aún, se serenó.
- Está en la sangre el ser malditamente guardabosques - bromeó Albus-. Pero después me di cuenta que... ¡Rayos! Era jodidamente predecible. Además, iba a ser jodidamente épico el momento en que tío Ron se entere que estás saliendo con su nena.
- Eso si consigo salir con ella - masculló Scorpius.
Los tres amigos rieron y el ambiente se distendió. En lo que restaba de tiempo de viaje, los cuatro amigos idearon un plan para que Scorpius conquistar a Rose. En realidad, primero tenían que conseguir que Rose también admitiera que estaba enamorada de él, así todo iba a ser mucho más sencillo.
A mitad de camino, se les unieron Lysander, el gemelo de Lorcan, y su mejor amigo, Andrew Zabbinni. Los cuatro amigos pusieron al tanto del plan «Enamorando a Rose»a los recién llegados, mientras comían golosinas que compraron algunos momentos después a la señora del carrito. Algunas horas después, cuando tenían algunas ideas bosquejadas, los seis jóvenes se sobresaltaron al ver entrar a su compartimiento a una chica.
- En media hora llegamos a Hogsmeade, así que tengan la amabilidad de colocarse sus túnicas y de estar preparados.- Comentó la rubia de ojos avellana.
- De acuerdo, Allie. Por ti cualquier cosa, dulzura. - le contestó Lorcan, audaz como siempre, con una gran sonrisa seductora.
- No molestes, Scamander - bufó la joven Longbottom antes de salir del compartimiento.
Al salir la joven Hufflepuff, todos comenzaron a reír a carcajadas ante el cortejo del gemelo. Cosa que hizo que el susodicho alzase una ceja de modo interrogatorio ante aquellas risas.
- Nunca cambiaras, Lor, morirás rebelde, sólo, con tu pelo "sedoso".- bromeó su gemelo, haciendo comillas con los dedos.
- Y con un séquito de mujeres detrás tuyo.- culminó el joven Andrew.
- Rebelde, mujeriego, solo nunca y con mi cabello extremadamente hermoso - contestó inflando el pecho con orgullo, para finalizar riendo.
Los seis amigos rieron algunos minutos más, y luego comenzaron a colocarse las túnicas. Scorpius, Albus, Lorcan y Alex tenían el escudo de Slytherin en sus túnicas, mientras que Lysander y Andrew el de Ravenclaw. El tren comenzó a reducir lentamente la velocidad, y los jóvenes salieron rápidamente del transporte para no quedarse en el medio de la marea de gente con túnicas negras y los colores de sus respectivas casas. Todos saludaron a Hagrid cuando lo vieron y subieron al carruaje que los llevaría al colegio, disfrutando del paseo sin siquiera darse por enterados de los acontecimientos que les depararía aquel año al pisar el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Llegaron a la entrada del colegio que, extrañamente, estaba hermosamente decorada e iluminada. Todos se encogieron los hombros y continuaron el camino hacia el Gran Comedor, a escuchar la nueva selección de alumnos y para saciar su hambre. Entraron a aquel lujoso comedor, el cielo, al igual que afuera, estaba de un azul intenso cubierto de hermosas y elegantes estrellas.
Notaron que había seis mesas, en vez de las cuatro características de las casas, pero no se preocuparon, tenían demasiada hambre. Los chicos se separaron y cada cual se sentó en su respectiva mesa. A lo lejos, Scorpius pudo notar como sus amigos águilas se sentaban junto a la pelirroja que le quitaba el sueño, y su prima Dominique.
Pocos minutos después llegaron los nuevos alumnos, todos pequeños niños con caras temerosas, ansiosas, alegres, tristes, de todo un poco. El profesor Longbottom apareció un banco en el cual se postraba el viejo Sombrero Seleccionador, bastante arruinado por los años y, el cuál, comenzó su canción anual.
Cuando Hogwarts comenzaba su andadura
Y yo no tenía ni una sola arruga,
Los fundadores del colegio creían
Que jamás se separarían.
Todos tenían el mismo objetivo,
Un solo deseo compartían:
Crear el mejor colegio mágico del mundo
Y transmitir su saber a sus alumnos.
"¡Juntos lo levantaremos y allí enseñaremos!",
Decidieron los cuatro amigos
Sin pensar que su unión pudiera fracasar.
Porque ¿dónde podía encontrarse
A dos amigos como Slytherin y Gryffindor?
Sólo otra pareja, Hufflepuff y Ravenclaw,
A ellos podía compararse.
¿Cómo fue que todo acabó mal?
¿Cómo pudieron arruinarse
Tan buenas amistades?
Veréis, yo estaba allí y puedo contaros
Toda la triste y lamentable historia.
Dijo Slytherin: "Sólo enseñaremos a aquellos
Que tengan pura ascendencia."
Dijo Ravenclaw: "Sólo enseñaremos a aquellos
De probada inteligencia."
Dijo Gryffindor: "Sólo enseñaremos a aquellos
Que hayan logrado hazañas."
Dijo Hufflepuff: "Yo les enseñaré a todos,
Y trataré a todos por igual."
Cada uno de los cuatro fundadores
Acogía en su casa a los que quería.
Slytherin solo aceptaba
A los magos de sangre limpia
Y gran astucia, como él,
Mientras que Ravenclaw sólo enseñaba
A los de mente muy despierta. Los más valientes y audaces
Tenían como maestro al temerario Gryffindor.
La buena de Hufflepuff se quedó con el resto
Y todo su saber les transmitía.
De este modo las casas y sus fundadores
Mantuvieron su firme y sincera amistad.
Y Hogwarts funcionó en armonía
Durante largos años de felicidad,
Hasta que surgió entre nosotros la discordia,
Que de nuestros miedos y errores se nutría.
Las casas, que, como cuatro pilares,
Había sostenido nuestra escuela
Se pelearon entre ellas
Y, divididas, todas querían dominar.
Entonces parecía que el colegio
Mucho no podía aguantar,
Pues siempre había duelos
Y peleas entre amigos.
Hasta que por fin una mañana
El viejo Slytherin partió,
Y aunque las peleas cesaron,
El colegio muy triste se quedó.
Y nunca desde que los cuatro fundadores
Quedaron reducidos a tres
Volvieron a estar unidas las casas
Como pensaban estarlo siempre.
Y todos los años el Sombrero Seleccionador se presenta,
Y todos sabéis para qué:
Yo os pongo a cada uno en una casa
Porque esa es mi misión,
Pero este año iré más lejos,
Escuchad atentamente mi canción:
Aunque estoy condenado a separaros
Creo que con eso cometemos un error.
Aunque debo cumplir mi deber
Y cada año tengo que dividiros,
Sigo pensando que así no lograremos
Eliminar el miedo que tenemos.
Yo conozco los peligros, leo las señales,
Las lecciones que la historia nos enseña,
Y os digo que nuestro Hogwarts está amenazado
Por malignas fuerzas externas,
Y que si unidos no permanecemos
Por dentro nos desmoronaremos.
Ya os lo he dicho, ya estáis prevenidos.
Que comience la Selección.
Todos los alumnos, menos los nuevos, aplaudieron aquellas palabras sabias del sombrero. La selección de las casas había terminado finalmente, habían ingresado unos nueve alumnos a Hufflepuff, ocho a Gryffindor, siete a Ravenclaw, y otros siete a Slytherin. Cuando todos creían que iba a empezar el gran banquete, McGonagall se paró de su asiento y se acercó al estrado. Carraspeó un poco para llamar la atención, cuando consiguió que se callasen, comenzó a hablar.
- Alumnos, como pueden ver, el Gran Comedor ha sido agrandado mediante un hechizo y han sido agregadas dos mesas más - un gran murmullo estalló en aquel salón, carraspeó nuevamente para continuar-. Como estaba diciendo, nuestro comedor ha sido re-decorado para poder alojar a nuestros invitados.
El comedor se llenó de un silencio sepulcral y ansioso.
- Este año, luego de mucho tiempo, se decidió renaudar el Torneo de los Tres Magos. Por lo cual, es un honor recibir a la Academia de Magia Beauxbatons y el Instituto Durmstrang.
Los murmullos volvieron a inundar el lugar. Nadie podía creerlo. La última vez que se había celebrado semejante competencia había sido cuando el mago más tenebroso de todos los tiempos había vuelto y Cedric Diggory había fallecido. Siendo sinceros, habían pasado casi treinta años.
- Sin más preámbulos, démosle la bienvenida a los jóvenes de la Academia de Magia Beauxbatons.
Las puertas de roble se abrieron, y un centenar de alumnos, vestidos con túnicas de una fina seda, color azul pálido, entraron por ellas. Se podía denotar que, en su mayoría, predominaban las mujeres, quienes eran muy bellas, y los chicos no se quedaban atrás. Una mujer de bastante edad, pero muy hermosa, se acercó a la directora de la escuela local. Ambas se saludaron con dos besos y un efusivo abrazo.
- Juliette, un gusto volver a verte - saludó McGonagall a la directora Crapaud.
- El gusto es mío, Minegva. Muchas gacias pog alojagnos este año. Segugo estagemos muy a gusto -contestó la mujer y se fue a sentar a dónde le había indicado Neville.
- Y ahora, demosle la bienvenida a nuestros compañeros del norte, los alumnos del Instituto Durmstrang.
Nuevamente las puertas se abrieron y otro centenar de alumnos entraron. A diferencia de los Franceses, los Búlgaros llevaban pieles, por sobre las túnicas, de un color rojo sangre. Su caminar era algo tosco, seguramente dado por las condiciones de extremo frío en las que vivían. A los ojos de la mayoría de las casas, eran como los estudiantes de Slytherin, pero vestidos de rojo. Su director, un hombre anciano, ojos negros, y cabellos y barba blanca, se acercó a McGonagall, abrazándola también.
- Grodwin, que placer es tenerlo aquí.
- Minerrva, me alegrro de estarr aquí - contestó Grodwin Kovitch. El hombre, sin más preámbulos se dirigió a la mesa, para sentarse junto al profesor Slughorn.
- Estas dos grandes instituciones serán nuestros invitados este año. Creo que es mi deber recordarles que únicamente- e hizo una pausa para mirar a todos los presentes-. los alumnos que estén en sus últimos dos años serán los afortunados de poder participar. Así mismo, debo recordales que este Torneo es sumamente peligroso y que, si salen elegidos, no hay vuelta atrás. Tendrán que pasar tres pruebas de supervivencia, y aquel que en la última prueba consiga tomar la Copa de los Tres Magos- mostrando detrás de ella una copa color plata, en su interior brillaba un fuego azul, y cuyas agarraderas eran tres dragones-, será el ganador de la gloria eterna y el premio de mil galeons. Para participar deben escribir en un papel su nombre y apellido, y arrojarlo al cáliz de fuego. Tienen tiempo hasta fines de septiembre. Sin más preámbulos a comer.
En las, ahora, seis mesas apareció un gran banquete el cual consistía en pavo, carnes de todo tipo, jugos de ciruela y calabazas, comidas típicas de Bulgaria y Francia, en honor a los invitados, pasteles de calabazas. Albus y Lorcan, podían comer todo lo que quisieran -Scorpius y Alex eran un poco más recatados-, por lo tanto tomaron una porción de cada cosa que había a su alcance, incluyendo una sopa, francesa, bastante rara y un olor muy fuerte.
Rato después, aparecieron los postres, tortas y tartas de fresa, chocolate, calabazas, ciruelas, grageas, ranas de chocolate, varitas de regaliz, hasta los caramelos de limón que tanto enloquecían al director. Una vez finalizado el banquete, los cuatro amigos ya estaban completamente llenos, y sólo querían irse a dormir. Una vez más, el director se paró para hablar, rápidamente todo se volvió en un gran silencio.
- Tengo algunas cosas para recordar, y para los nuevos, hacerles saber. Como siempre el pasillo del tercer piso está prohibido para aquellos que no quieran sufrir muertes horribles. El Sr. Filch, nuevamente, me pidió que les avisara que el Bosque Prohibido, como bien indica su nombre, está prohibido para todos los alumnos, sin excepción alguna. Buenas noches, feliz comienzo de clases, y los de primero esperen a ser llamados por los prefectos de sus casas. Muchas Gracias.
Dicho eso, los alumnos de Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang, se marcharon a sus respectivos aposentos. Los cuatro amigos caminaban divertidos hasta las mazmorras. Scorpius esperó a que sus amigos dijeran la contraseña.
- Hasta aquí llego yo. Debo compartir torre junto a Rose.
- Suerte, colega. Buenas noches - le desearon Lorcan y Alex.
- Buenas noches, no eches a perder el plan - amenazó Albus.
Scorpius asintió y se dirigió a la torre de Premios Anuales, la cual quedaba en el ala sudoeste del castillo. Cuando llegó, dijo su contraseña y pudo entrar a la que sería ahora su sala común. Estaba hermosamente decorada con los colores de Slytherin y Ravenclaw, con una equilibrada sobriedad. Al rubio realmente le agradó el lugar y, más aún, cuando notó que cierta pelirroja estaba sentada en un sillón, leyendo el tomo de Pociones Avanzadas.
Rose levantó la vista de su libro cuando escuchó como la puerta de la sala se abría. Había decidio ir a leer en el sillón, fuera de su habitación, para hablar con Malfoy y dejarle unas cuantas cosas en claro, ahora que iban a compartir demasiado tiempo y espacio juntos.
- Malfy ¿podemos hablar? - inquirió chica.
- Claro, Weasley. ¿De qué quieres hablar? - sonriendo de lado, con aquella sonrisa socarrona que Rose tanto detestaba.
- No me hagas malhumorar tán rápido. Sólo te quería decir que, siendo compañeros en esta sala común, espero que estés lo más alejado de mí y que me dejes en paz. No te soporto, tú no me soportas y quiero terminar mi último año en paz. - ofuscándose por la reacción arrogante del rubio.
- No te preocupes, Weasley, necesito mi espacio personal. Y la verdad que contigo aquí, no tengo mucho. De hecho, creo que tengo miedo de que se me contagie la estupides - contestó con una sonrisa ladina en su rostro.
¡Plaf!, una mano fue marcada en la mejilla del muchacho, dejándosela latiendo.
- No digas idioteces, Malfoy- dicho eso se marchó hacia su habitación totalmente enfadada.
- Eso... dolió - comentó con lágrimas de dolor, y sobándose la mejilla golpeada.
Derrotado, una vez más, el rubio entró a su habitación y se recostó en su cama, esperando que el día de mañana, el primero, no fuera muy pesado. Tenía que empezar a poner en marcha su plan y, definitivamente, esta noche la había cagado. Siendo sincero, le era imposible no molestaba. Le encantaba cuando ella se enfadaba y arrugaba su nariz llena de adorables pequitas.
- Weasley, me vas a volver loco - susurró antes de apagar las luces de su habitación y dormirse.
