Conversión
Estoy
lista –susurré para darle ánimos.
Entonces
él me miró a los ojos y en ellos pude ver que la tortura por la que
él estaba pasando era mil veces superior a la yo sentía.
Acercó
sus labios a los míos por ultima vez, provocando que mil sensaciones
recorrieran mi cuerpo.
Dos
lágrimas bajaron por mis mejillas, que probablemente serían las dos
ultimas, ya que después de esto nunca más volvería a llorar.
-Todavía
estas a tiempo de echarte para atrás – me susurró mi ángel al
oído.
-No
Edward, mi elección esta hecha, quiero pasar contigo toda la
eternidad–le expliqué.
Poco
a poco se fue acercando a mi cuello, recorriéndolo de arriba abajo
con sus besos y un suspiro, seguido de un gemido de placer salió de
mi garganta.
Cerré
los ojos deseando que por fin se decidiera a llegar más lejos, y
cuando ya creí que se había arrepentido y que no iba a hacerlo,
noté como sus dientes se clavaran en mi carne produciéndome un
dolor que, aunque ya experimenté en el pasado, me era imposible de
soportar.
Un
grito ahogado salió de mí sin que yo pudiera detenerlo.
Grité,
grité a más no poder, aunque yo sabía que por mucho que gritara el
dolor no iba a desaparecer.
-¡QUEMA!
¡Edward por favor haz que deje de quemar! –le grité.
-Lo
siento –susurró él mientras me acunaba entre sus fuertes brazos
–lo siento Bella.
El
fuerte dolor seguía recorriendo mi cuerpo mientras yo me arqueaba,
gritaba y pataleaba una y otra vez.
Sentía
como si por mis venas en vez de sangre, pasaran mil y una agujas que
se iban clavando en mi cuerpo.
Mi
corazón bombeaba sangre a una velocidad increíble, aunque para mi
desgracia en ese momento, lo único que conseguía era que ese dolor
se extendiera por mi cuerpo más rápidamente.
Edward
continuaba abrazándome y acunadme como si fuera una muñeca,
mientras sollozaba sin lagrimas y me pedía perdón tantas veces que
me eran imposibles de recordar.
Lentamente
la noche pasó, dejando paso al amanecer, aunque ni mi situación ni
la de Edward cambiaron lo más mínimo. De vez en cuando notaba como
Carlisle o Alice entraba en la habitación en la que estábamos mi
ángel y yo, y escuchaba como me hablaban, aunque apenas era capaz de
notar su presencia.
Parecía
que el tiempo se estaba burlando de mí, porque aunque solo había
pasado una noche yo diría que habían pasado varios años de
insoportable tortura.
En
un momento de lucidez miré a Edward que me miraba con una terrible
angustia y le dije:
-Por
favor Edward no sufras, por fin vamos a estar juntos para siempre.
Él
me dirigió una sonrisa, aunque la alegría no le llegó a los ojos
que estaban totalmente negros.
Por
fin llegó el segundo día pero con él llegó también otra oleada
de dolor.
Edward
continuaba acunadme y cantándome mi nana al oído, cosa que yo le
agradecía profundamente porque me ayudaba a tranquilizarme (dentro
de las posibilidades de tranquilidad).
En
esos momentos echaba de menos la presencia de Jasper, aunque entendía
que para él era imposible estar en la misma habitación que una
persona que estaba pasando tanto dolor.
Entonces
noté como el ritmo de mi corazón se raleen izaba y el dolor iba
pasando, poco a poco, muy poco a poco.
Edward
también debió de notarlo, porque comenzó a llamar a gritos a
Carlisle.
Intenté
mantener los ojos abiertos, pero parecía que me habían puesto un
par de pesas en cada párpado, porqué mis ojos se cerraron, dejando
paso a una oscuridad total. Desperté.
Lentamente abrí los ojos y descubrí que continuaba en la habitación
de Edward. A pesar de que había una oscuridad casi absoluta podía
distinguir perfectamente todos los detalles de la habitación.
Noté
como algo se movía a mi lado y un olor tremendamente dulce llegó
hasta mi nariz.
-Bella
–dijo simplemente. No necesitaba decir nada más.
Entonces
me miró a los ojos. Y ahí estaba él, mi ángel. Alce una mano para
cariarle la mejilla y me sorprendí al no notar el frío que
normalmente notaba en él, sino que estaba... cálida.
Me
incorporé, notando mi cuerpo mucho más ligero de lo que nunca lo
había sentido.
-Edward
–susurré. Mi voz había cambiado ligeramente, era mucho más
atrayente, casi tanto como la de la misma Rosalie.
-Estas
preciosa –murmuró con una sonrisa.
Se
fue acercando a mi cuerpo, atrayéndolo hacia él con un brazo, para
darme un suave beso.
-Me
parece que Rosalie se va a poner bastante celosa cuando te vea –me
dijo de nuevo al oído.
-No
digas tonterías – le dije. Si pudiera sonrojarme lo habría hecho.
Pero ya no podía.
-Ven
acércate – dijo acercándome hasta el espejo.
No
me quería mirar por miedo a encontrarme con una persona demasiado
distinta a la que era antes. Aun así di un paso hacia donde estaba
situado el espejo.
Me
quedé boquiabierta, no daba crédito a lo que estaba viendo
reflejado en el espejo.
Una
Bella bastante cambiada me miraba estupefacta.
Mis
ojos, anteriormente marrones, ahora estaban de un color rojo intenso,
pero a pesar de eso, seguía teniendo en ellos el mismo brillo que
descubrí cuando conocí a Edward.
Fui
bajando lentamente la mirada y fui descubriendo nuevas cosas en mi
cuerpo: mis rasgos se habían suavizado, mi piel estaba muchísimo
mas blanca que antes, mi temperatura corporal era casi nula y en mi
cuerpo habían aparecido nuevas curvas que antes no estaban ahí.
Era
hermosa había que admitirlo, era casi tan hermosa como la propia
Rosalie.
Edward
me abrazó por detrás, dándome un beso en el mismo lugar donde me
había mordido hace tres días.
Aunque
mi cuerpo había cambiado, mis sentimientos hacia el no lo habían
hecho lo mas mínimo, seguían ahí con la misma intensidad que
antes.
-Por
fin –murmure sin mas.
