Cap. 1: sonrisa forzada.
Me desperté algo cansada. La noche anterior no pude dormir ni siquiera media hora.
¿La razón?
Eso me gustaría saber a mí. Pero no daba con ella, simplemente sentía el pecho oprimido desde que Romano me visito la última vez. A lo mejor era eso, porque ese día pensé en confesarle mis sentimientos hacia él, los cuales despertaron hace mucho tiempo cuando mi niño creció y se convirtió en un apuesto hombre. Me enamore de el locamente y sin poder remediarlo. Ese día estaba nerviosa, me confesaría
O eso creía yo hasta que empecé a abrir la boca y sin mediar palabra Romano se puso como una fiera y me echo a patadas de su casa mientras insultaba a todo objeto viviente. No me dio tiempo a nada, aunque en el eso era común, la verdad, estaba acostumbrada a la actitud del italiano, pero esa vez fue diferente. Me sentía vacía por dentro, el dolor en el pecho me consumía por segundos oprimiéndome. Y la realidad se hizo presente en mí, quitándome el sueño y las ganas de cualquier cosa. El jamás seria mío, no en este mundo. para el siempre seria su madre, la que lo cuido y educo en el pasado
Una madre….
Tan solo eso…
Intente llorar para desahogarme, mama iberia me decía que era un buen método para liberar la opresión, el dolor. Pero simplemente no podía. Hacía tiempo que no conseguía derramar lagrima alguna. Era simplemente patético.
Me dirigí al baño. Hoy era miércoles, el día de la reunión mensual que se celebraba entre las naciones para aclarar asuntos o solucionar percances. Entré en el amplio baño, mire mi reflejo en aquel espejo. Tenía un aspecto espantoso. Me lave la cara para aclarar y mejorar su aspecto. Me maquille algo, tampoco tenía ganas de esmerarme tanto. Puse algo de labial rojo y rímel, coloque mi cabello en una trenza desganada y me la puse a un lado. Con eso bastaría.
Volví a mi habitación y abrí el armario. Escogí algo sencillo. Una camisa blanca remangando sus mangas y una falda que me llegaba algo más por encima de las rodillas.
Cogí todo lo que necesitaba mi bolso con los informes dentro el móvil las llaves y poco más. Ni siquiera me lleve bocado alguno no merecía la pena desayunar esa mañana .mire mi aspecto por última vez. En el yacía una chica de estatura baja, de cabellos castaños, largos y amarados. El rostro moreno carecía de expresión alguna en sus ojos las ojeras permanecían y sus ojos esmeraldas que una vez fueron bellos ya no tenían vida. Me apenaba esa imagen y me dolía. Dibuje una sonrisa costosa.
Patética
Esa era la palabra que mejor la describía.
Salí lo más rápido que pude de la casa. Un viento primaveral me acaricio el rostro mientras salía. Disfrute de aquella sensación y con la fuerza que me quedaba me encamine al edificio con una sonrisa en los labios. Eso era lo que esperaban de ella, estaba acostumbrada a ello.
A sonreír por fuera aunque por dentro me estuviera desgarrando por el sufrimiento.
