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To survive
by K'Ariadne
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El caos comenzó pasadas las 12 de la medianoche, se propagó como fuego hasta que todo pareció arder. Todo fue sangre.
Increíblemente, su sangre aún no estaba mezclada con la del biólogo molecular Orochimaru, que yacía en el piso con el esternón abierto y con un número alarmante de infectados rodeándole y devorándole las entrañas. Ni con la del buen Juugo, el biotecnólogo del equipo, cuyo cuerpo sin vida yacía metros más adelante del corredor de laboratorios B, y que tenía grabado en su rostro mortecino el más puro terror.
Así que sin siquiera mover un músculo y sintiendo su cuerpo frío de horror, se quedó por unos minutos delante de aquellos seres aberrantes y del cuerpo de sus compañeros, observando su realidad. Había visto cientos de veces un sinnúmero de infectados, pero siempre ellos estando detrás de un cristal o sujetados por correas y bozales, y ella a una distancia prudente con un arma en el bolsillo y con camaradas a su alrededor. Pero ahora no había bozales, ni correas, ni arma, ni compañeros. Sólo había muerte.
O tal vez no. Y cuando pensó en aquella pequeña posibilidad, se disparó en su cerebro la cantidad suficiente de adrenalina para hacer que su cuerpo reaccionara. Luchó contra sus piernas que parecían no responder completamente, y se encaminó con cautela al corredor A. El miedo la envolvía, el sonido de gruñidos guturales por doquier lo hacía todo aún más difícil. Tenía que encontrarlos, tenían que estar con vida.
Con pasos torpes se acercó al laboratorio A-III que su tutora solía ocupar, y en donde almacenaba sus suplementos quirúrgicos. Entró sintiendo un nudo en la boca del estómago, y aquél nudo se convirtió en un vacío desesperante cuando no encontró a nadie dentro. Afligida, decidió abandonar la habitación, hasta que alguna parte de su mente racional la hizo volverse y llenar los bolsillos de su bata de laboratorio con cuanto paquete de instrumental y otro tipo de material médico cupo en ellos. No halló el arma que sabía Tsunade guardaba en uno de sus cajones, así que nuevamente se armó solamente de su valor y salió apresurada hacia el laboratorio A-VI, hacia Kimimaro. Nuevamente se encontró luchando con una oleada de oscuros y desesperantes sentimientos que se dispararon cuando se encontró con un charco de sangre que provenía de aquella sala. Sintió las manos y el pecho helados, pero decidió seguir avanzando. Abrió la puerta y se encontró con los cadáveres inertes de dos infectados con los cráneos expuestos. El lugar era un desastre, y el olor a sangre y cuerpos putrefactos la envolvió completamente. Salió del lugar rápidamente y un mareo la tomó por sorpresa, no se había dado cuenta hasta ese momento de lo rápido que respiraba, ni que el frío helado que sentía no era simplemente un síntoma del miedo. Recargó su espalda en la pared y se tomó el pulso. Hiperventilaba. Con la vista borrosa observó la silueta de dos infectados al final del corredor que se aproximaban a ella. Su pecho ardía, sus piernas perdían fuerza. Con los fantasmas de recuerdos pasados, y perdiendo a cada segundo el hilo de su mente racional, deslizó su espalda por la estructura hasta sentarse en el frío piso y esperó a que su cerebro se quedara sin oxígeno, su esperanza más alentadora teniendo en cuenta que estaría inconsciente cuando los infectados la devoraran.
– ¡Sakura, ven aquí! – Escuchó
Débil, alzó la vista y corriendo desde detrás de los dos infectados identificó una figura familiar. Kimimaro, envuelto en un semblante preocupado, se dirigía apresurado con arma en mano hacia ella, esquivando a las criaturas vivientes. Cuando el peliblanco la alcanzó, revisó rápidamente si tenía alguna herida, al no encontrar ninguna, pasó rápidamente uno de sus brazos por debajo de su hombro, incitándola a avanzar.
– Tienes que levantarte, ahora.
Le tomó unos segundos, y en ese momento no estuvo segura de si aquél dicho de mente sobre la materia fue lo que la hizo cumplir con el cometido, pero sí supo que sentir el calor del brazo de Kimimaro la ayudó a hacer aquello. Así, el rastro de adrenalina anterior volvió a su cuerpo, y esta vez ella sí lo procesó correctamente. Cuando sintió que la fuerza regresaba a sus extremidades, apretó la mano del peliblanco, sintiendo como una pequeña cantidad del vacío se llenaba de esperanza. Sin embargo, no tuvo tiempo ni siquiera tiempo de sentirse feliz por haber encontrado al joven porque seguidamente Kimimaro la haló insistente, comenzaron primero a caminar de prisa, y luego a correr rumbo a los dos infectados que se acercaban cada vez más. Kimimaro, con dos tiros limpios impactó la corteza cerebral de aquellas dos criaturas. Desde ese momento, todo comenzó a pasar de prisa, el tiro del arma solamente atrajo la atención del resto de criaturas que habían estado entretenidos con los cuerpos de sus dos compañeros. Corrieron desesperados, dejando el ala B, para dirigirse a la parte C del edificio, con Kimimaro guiándolos a ambos dentro de aquél caos.
En lo que parecía el camino a la salida de los Laboratorios Q&B, se encontraron con otras tres de aquellas criaturas. Y de repente a otras cinco. Escuchó a Kimimaro maldecir, pero aquello no pareció amedrentarlo. La tomó con más firmeza y con cautela se escabulleron dentro de una de las tantas salas del área común del edificio, salas que habían sido adaptadas como las habitaciones provisionales para todos ellos desde que todo había comenzado. Cuando colocaron el pestillo, ella por fin tuvo tiempo de dar un respiro hondo, pero un ruido la hizo voltear la mirada hacia la oscuridad de una de las esquinas de aquella habitación en donde la poca luz de una pequeña ventana no llegaba. Se asustó.
– Chiquilla. – dijo una voz femenina
Ella no necesitó más, sus ojos se llenaron de lágrimas al instante y se abalanzó sobre la figura de una mujer rubia que la esperaba, envolviéndola entre sus blanquecinos brazos.
– Tsunade, creí que tú… – Tsunade, con una temple de roble, le devolvió el abrazo por un segundo, e interrumpió el final de aquella frase. Luego la tomó por los hombros y analizó la figura deshecha de la pelirosa. Identificó el terror en sus ojos verdes. – Sakura, de todos los momentos, este es el menos apropiado para llorar y desarmarte. Eres una muchacha lista, sabes de esto, cuenta hasta tres en tu cabeza, y después tendrás que pelear contra el miedo. Sólo así podremos salir de este lío, ¿está claro?
Sakura la miró aún con la humedad de sus lágrimas pasadas. Cerró los ojos e hizo aquello. 1, 2, 3… Sugestión, o lo que fuera, aquello la ayudó a recobrar el temple. Sin embargo, estuvo segura que la presencia de la rubia y del peliblanco ayudó también. Entre tanto y tanto, agradeció por las vidas de aquellos dos.
– Hecho. –dijo, por el momento, pensó. – Pero antes, díganme cómo es que pasó todo esto. Habían infectados vestidos de civiles, ninguno de ellos pertenecen a los laboratorios.
Sakura buscó con la mirada una respuesta en Kimimaro, él las observó a ambas.
– Los generadores que dan energía a esta parte de los laboratorios dejaron de funcionar. –comenzó Kimimaro. -Las puertas se abrieron y los pocos infectados que habían en los alrededores se hicieron camino dentro del edificio. Estaba en el techo montando guardia, no me di cuenta de lo que pasaba hasta que ya fue muy tarde. Bajé y cerré la puerta exterior manualmente pero aun así es cuestión de tiempo, minutos, para que todo el complejo se quede sin energía y todo se venga abajo.
Un vestigio de culpabilidad se identificó en el semblante del joven. Sakura se acercó y lo miró fijamente a los ojos.
– Nada de esto fue tu culpa, Kimimaro –le dijo
– Si lo fue o no, no importa, pero ahora Orochimaru y Juugo están muertos.
Tsunade, quien no tenía idea de aquello, buscó una respuesta en Sakura, la pelirosa asintió con pesar. Nadie dijo nada, sólo el silencio los acompañó cuando pensaron en sus compañeros caídos.
– Sakura tiene razón, no fue tu culpa. Y tampoco tienes tiempo para lamentarte, muchacho, así que recomponte ya – dijo Tsunade, mientras en algún lugar de sus mente, pensaba aún en el fallecido Orochimaru. El muchacho asintió. – Y gracias por Sakura. – Dijo esta vez, regresando a la realidad, con una voz más tenue al pronunciar aquello.
El peliblanco asintió de nuevo.
Dicho aquello, Tsunade le pasó a cada uno una mochila con suministros que había preparado con anterioridad. Nadie peca de precavido, Sakura. Le había dicho una vez a la pelirosa, cuando le enseñó a checar doblemente las cavidades de un paciente en una cirugía. Seguidamente le entregó a Sakura una Colt MKIV S70 en las manos. El arma se sintió fría en las manos de la pelirosa.
– Vas a necesitarla, pero recuerda, ya no es como en las prácticas con Kimimaro, es tu vida, Sakura. No hesites ni por un segundo. –Le advirtió- Y sé lista, sólo dispara cuando realmente sea necesario, de mientras deja todo en manos de Kimimaro y las mías, ¿entendido?
La joven médica asintió. Después vacío el contenido de sus propias provisiones en su ahora mochila, y se quitó la bata. Hecho con un significado al que Tsunade le sonrió con aprobación.
– ¿Están listas? – Les preguntó el joven peliblanco.
Ambas mujeres asintieron, Sakura con el corazón en la mano, y diciéndose por los adentros, que por supuesto que no lo estaba. Sabía que tenían que salir de aquél lugar, y hacer aquello sería casi imposible.
Antes de salir, Kimimaro tomó una de las manos de la pelirosa y la apretó suavemente. Ella apretó la suya de vuelta. Después, el muchacho abrió la puerta con cuidado. A fuera, se movieron con cautela. Kimimaro a la delantera, con Tsunade y Sakura siguiéndole el paso, cada uno con arma en mano. Ahora habían sólo cinco infectados en la sala común, dispersos, vagando por la habitación. Ni uno solo había sido alertado por sus presencias aún, por lo que siguieron con su camino. El plan era abrir la puerta que Kimimaro había logrado cerrar, y salir por ella rumbo a un destino no conocido. Pero por ahora, el plan sólo incluía el sobrevivir a aquellos cinco.
Se movieron silenciosamente, acercándose más y más a la entrada del edificio. No obstante, uno de aquellos infectados estaba peligrosamente cerca de dichosa salida. Kimimaro hizo algunos ademanes que les indicaron el no usar las armas, ellas entendieron. El muchacho se sacó un puñal de un lado del pantalón, y se acercó cautelosamente hacia la criatura putrefacta. Con agilidad, lo tomó por el cuello de la camisa, y rápidamente le apuñaló el cráneo, seguidamente dejó caer el cuerpo del infectado sin hacer ruido alguno.
Kimimaro había sido reclutado en el equipo, exactamente por sus habilidades y experiencia en el combate y protección de terceros más que por su inexistente formación en el área científica. Lo había conocido exactamente un año atrás cuando todo comenzó, y cuando sólo ella, Tsunade, Orochimaru y Juugo decidieron quedarse en los laboratorios Q&B para tratar de encontrar una explicación y una cura al virus E5, virus que había cambiado todo como lo conocían, y que había aniquilando a más de la mitad de la población mundial. Sakura decidió no pensar en lo que significaba que el complejo que los había asegurado y protegido del exterior desde el comienzo se viniera abajo, así que hizo nuevamente lo que su tutora le había aconsejado. Tomó tres respiros profundos y se preparó mentalmente para enfrentar al mundo detrás de la puerta de acero.
El joven peliblanco miró a ambas mujeres a los ojos, y con su mano comenzó a contar hasta tres, para indicar lo que haría a continuación. Cuando el último y tercer dedo estuvo en el aire, la puerta se abrió finalmente.
Ni Sakura, ni Tsunade ni Kimimaro tuvieron tiempo para pensar. Todo comenzó a suceder de prisa desde la perspectiva de cada uno. Al menos una docena de infectados los esperaban en la oscuridad del exterior, rodeándolos, moviéndose de prisa. Tsunade cerró rápidamente la puerta de acero, porque ya no había vuelta atrás. Desde ese instante hasta el final, se empezaron a escuchar los disparos ensordecedores y acertados del arma de Kimimaro y Tsunade. Sakura palideció por un segundo, pero se recompuso un instante después. Alzó su arma, le quitó el seguro y la cargó exactamente como Kimimaro le había enseñado. Disparó, la primera bala pasó rozando el cráneo de una mujer infectada, sin hacerle ningún daño.
– Sakura, recuerda: carga, respira, visualiza, y dispara.
Le dijo Kimimaro sin voltearse si quiera, Sakura así lo hizo, y lo intentó una vez más. Esta vez el cadáver se desplomó en el suelo. Empero, no tuvo tiempo de siquiera visualizar un segundo infectado, por que sintió como al instante una de aquellas criaturas se abalanzaba sobre ella tirándola en el acto. El arma se le escapó de sus manos a un costado. Sintió el olor fétido del cuerpo sobre ella que forcejeaba por arrancarle un tajo de piel de la cara. Ella gritó y forcejeó con todas sus fuerzas, aun lado escuchó el grito de Tsunade y de Kimimaro alarmados.
– Tsunade, tú crea un camino. Dispara a los infectados de la parte Norte.
Escuchó. Dicho aquello, el peliblanco la alcanzó para forcejear con el infectado que la atacaba, pero un segundo después una segunda de aquellas criaturas se abalanzó sobre él, dando inicio a su propia y última lucha.
En ese instante de desespero, Sakura pudo recuperar su arma de pura suerte y finalmente jalar del gatillo. La sangre del cadáver brincó sobre su rostro, pero aquello no le importó. Se quitó como pudo el cuerpo pesado de sí misma, y justo en el segundo en el que se ponía de pie, un segundo infectado se abalanzó sobre el peliblanco, ella se aterrorizó. Quiso disparar, pero sabía que aquella no era la mejor idea, principalmente porque el cuerpo del muchacho estaba debajo de los objetivos. Se movió rápidamente hacia ellos para intentar ayudar al muchacho, pero se quedó helada cuando observó sangre no podrida que no pertenecía a ninguno de aquellos cadáveres animados, sino al muchacho. Kimimaro había sido mordido.
Sakura gritó.
Tsunade la escuchó y con pesar se dio cuenta de lo que pasaba. Durante un segundo completo vieron a Kimimaro seguir luchando, alejando a las criaturas con pies y manos, pero todavía sin ser suficiente. Y al segundo después, lo vieron darse cuenta de lo que sucedía, él supo su realidad cuando sintió el ardor en el antebrazo que no percibió anteriormente debido a la adrenalina.
– Llévate a Sakura de aquí, Tsunade. – gritó el peliblanco- Ahora.
Otro infectado se abalanzo sobre el joven, por lo que Tsunade tomó a Sakura por los hombros halándola insistente. Lágrimas salían por los ojos de la muchacha. La mujer mayor la arrastró y empujó con su cuerpo para comenzar a moverse. El cuerpo de la pelirosa se dejó hacer, mientras observaba el cuerpo de su novio ser rodeado por más y más de aquellas criaturas.
Después, escuchó un disparo.
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Mientras caminaba, y escuchaba el sonido de grillos y otros animales que se perdían entre la maleza, sintió cómo su propia sangre se deslizaba de un lugar a otro dentro de la suela de su calzado. Últimamente todo su cuerpo parecía arder de dolor, pies, rodillas, brazos, todo. Estaba agotada. La cabeza le dolía por la deshidratación, probablemente estaba comenzando a desarrollar desnutrición de grado I, y el pronóstico no se veía favorecedor. Sentía como toda su presencia no era nada más que un simple asco, empero por alguna razón no podía dejar de moverse. Su cuerpo sabía que no debía mantenerse quieto, que tenía que seguir avanzando.
Y así lo había hecho hasta ahora, avanzaba más por instinto que por desear sobrevivir.
Había estado fuera en este nuevo mundo por aproximadamente tres meses. Es decir, desde hace exactamente tres meses había perdido todo. Los laboratorios Q&B quedaron 60 kilómetros atrás, junto con el techo que la resguardaba de todo el infierno de los infectados, y junto con los cadáveres de sus compañeros Juugo y Orochimaru, y el de su novio. Cuando recordó las imágenes sangrientas de aquellos hechos, sintió la angustia y terror de aquél día, así que se detuvo.
Respiró hondo tres veces. Pero aquello empeoró todo, sintió como de un segundo a otro todo comenzaba a desmoronarse. Sigue moviéndote, Sakura. Hizo el vano intento de hacer aquello, pero pensó en Tsunade, y en cómo desde hace poco más de una semana había estado completamente sola. La había perdido también a ella. Así que cuando esta vez recordó la sangre de su tutora, ya no pudo pelear contra aquellos recuerdos, sintió ahora un aguijonazo en el pecho y un nudo enorme en la garganta del que no pude deshacerse. Había intentado no pensar en aquello, pero ahora, todo le llegaba de golpe. Inevitablemente. Había llegado a su límite.
Recargando su peso en sus rodillas, temblaba ya no de cansancio, sino de rendición. Porque, ¿cuál era el motivo de sobrevivir tanto cuando ya no se tiene a nadie más? Se dijo. Milagrosamente los infectados parecían haberse esparcido individualmente en todo el camino que había estado recorriendo hasta este punto desde que dejó el cuerpo de su tutora atrás, por lo que no tuvo que luchar ni una sola vez. De no haber sido así, la pelirosa estaba segura que no habría intentado siquiera forcejear contra aquellas criaturas. Poco a poco, las palabras de aliento de su tutora habían dejado de sonar en su cabeza, exactamente desde que la perdió. Ya no la alcanzaban. Así que cuando las lágrimas cayeron por su rostro y se perdieron en el pavimento de aquella carretera sin vida alguna, pensó que había sido fuerte lo suficiente, y que morir en un lugar tan callado como aquél, con sólo el sonido de los animalejos, estaría bien. Sólo le quedaba una bala. Nadie, ni Tsunade ni Kimimaro tendría que sufrir su pérdida. Y entendía que eso era lo mejor.
Pero justo en el instante en el que dejó caer su cuerpo de rodillas al pavimento, y sacó de su bolsillo la Colt que Tsunade misma había puesto en sus manos, escuchó un grito desesperado.
Al principio la pelirosa creyó genuinamente que era su imaginación, su subconsciente tomando una última medida para sobrevivir, porque el cuerpo humano, en especial el cerebro, era un misterio asombroso que desafiaba constantemente a la ciencia, pero cuando después de unos segundos volvió a escuchar aquél sonido supo que aquello era real. Y fue como si aquél grito desesperado despertara en su cuerpo y en su mente cansados una razón de ser, o al menos sólo por ese momento, así que guardó silencio. Detuvo su respiración por un segundo para poder identificar mejor de dónde provenía aquél grito. A juzgar por el sonido suave de las cuerdas vocales, juró que la persona en apuros no era más que un niño. ¡Un niño! Así que ajustó su audición, y cuando el pequeño volvió a gritar, se levantó y corrió lo más rápido que su cuerpo le permitió, limpiándose las lágrimas en el proceso.
Cuando Sakura llegó a las orillas de un claro rodeado de maleza y altos árboles, disminuyó la velocidad de sus pasos. Tuvo cuidado de no hacer ruido alguno. Como una pantera, Sakura. Escuchó la voz de Tsunade en su cabeza por primera vez en mucho tiempo, y en ese instante supo que realmente fue el grito de aquél niño a quien pretendía ayudar, quien la había salvado a ella. Decidió que a toda costa, ella haría lo mismo por él. Caminó un poco más, y a la distancia, entre los matorrales y raíces de árboles, identificó a un pequeño de cabellos y ojos castaños que no aparentaba tener más de 6 años, y que tirado en el suelo estaba cubierto de hojas de árboles secas y de tierra, llorando. Un infectado de sexo masculino estaba con un pie atrapado en una trampa para osos, muy cerca del infante. El hecho de que la criatura estuviera atrapada en uno de aquellos dispositivos la extrañó, pero no se detuvo a pensar en aquello porque observó que un par de infectados se arrastraban en la lejanía desde el claro, alertados por el grito del pequeño.
– Hola –saludó al pequeño cuando logró acercarse. Éste, con pavor se volteó hacía ella, y la miró enteramente temeroso sin decir palabra alguna. El niño le tenía tanto miedo como al infectado frente a él, y eso preocupó a la joven– No te haré daño, mi nombre es Sakura.
El niño siguió sin decir palabra, así que decidió acercarse lo más delicadamente que pudo, sin perder de vista al par de infectados que se acercaban en la distancia.
– ¿Cómo te llamas? – Nuevamente nada- Bien, soy médica. Y sólo quiero ayudarte, pero tenemos que salir de aquí. Los infectados de por allá se están acercando y sólo me queda una bala.
El niño se dio cuenta de que efectivamente dos de aquellas criaturas se aproximaban a ellos, y Sakura observó, inaudita, cómo el pequeño se debatía mentalmente en si debía confiar en ella o no. No sabía qué hacer. Aquello, nuevamente, hizo que el sentimiento de extrañez volviera, algo no andaba bien. Así que observó mejor al castaño. Tenía unos cuantos moretones en su rostro, lo cual la preocupó, pero cuando se dio cuenta de lo lastimadas que tenía sus muñecas y tobillos se alarmó de sobremanera. Aquél niño era el primer humano vivo con el que se encontraba hasta ahora, y el saber que había sido expuesto ante posible tortura siendo aún tan menor, le dio la certeza de que realmente todo y todos habían cambiado, y que ella sólo había tenido suerte.
Así que ahora, sabiendo la razón del temor del niño, intentó acercarse nuevamente a él. Pero su intentó se vio frenado cuando de alguna manera el primer infectado logró liberarse de la trampa. El pie putrefacto de éste había quedado atrapado dentro del dispositivo, y el cuerpo de la criatura se había abalanzado hacia el pequeño. Todo demasiado rápido. No tuvo tiempo de pensar en el por qué disparar un arma en medio de un claro no era la mejor idea, ni de las consecuencias que podría atraer. Pero cuando el cadáver del infectado se desplomó inerte, tomó la mano del niño, y corrió.
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El pequeño castaño no hablaba. No había dicho ni una sola palabra desde que habían escapado de las fauces de aquellos seres. Y de eso había pasado ya una hora y casi 5 kilómetros. Al principio Sakura se preocupó, intentó hacer que el niño hablara pero este se negó, así que dejó de intentarlo.
Así, siguieron el rumbo de la carretera, hasta que llegaron a aquél conglomerado de autos abandonados a mitad del camino que Sakura estaba segura, estaban ya sin ningún suministro o gasolina. Todo se veía realmente muerto en aquél punto de la carretera, pero aun así Sakura se aseguró de que no hubiera algún infectado cerca antes de tomar al niño en brazos –quien ante aquél hecho se sorprendió negativamente- para sentarlo sobre la cajuela de una de aquellas chatarras. El pequeño observó con cautela todos los movimientos de la pelirosa, desconfiado. Ella sacó de su vieja mochila un par de vendas y analgésicos, sabía que probablemente el castaño tenía un esguince en su mano derecha por la hinchazón que ésta tenía. Cuando el de ojos cafés vio sus intenciones, se dejó hacer, pero sin dejar de perder ni un gramo de susceptibilidad en su rostro joven, ni por un segundo.
– Dije que era médico, ¿no es cierto? Bueno, yo nunca miento. – Le dijo mientras trataba de componer una sonrisa que no alcanzó a sus ojos. Una hora atrás ella no era más que una derrotada, y ahora estaba ahí, junto aquel pequeño hermoso de ojos y cabellos castaños tratando de sobrevivir justo como cualquier otro día.
El pequeño dijo nada. Sakura palpó la herida, y él hizo una mueca de dolor. Sí, tenía un esguince. Tardaría en sanar, pero la pelirosa lo vio desde el lado positivo, la herida no había sido en el pie o no había sido peor, de haber sido así habría resultado en un impedimento para que el pequeño para que corriera como lo habían tenido que hacer momentos antes. Suponía que por las heridas del infante y por lo que probablemente había pasado, que tendrían que seguir corriendo hasta estar realmente a salvo. En un mundo así, no sólo los infectados eran un problema, los que aún estaban con vida también podían ser seres perversos, pero ella no se detuvo a pensar en la gravedad de aquél asunto, por lo que se concentró en vendar correctamente la mano del pequeño para que sanara adecuadamente. Primero, preocúpate por lo que sucede en tu presente, Sakura. Después tendrás tiempo de preocuparte por el futuro.
– Inoue
Escuchó la débil voz del niño. Ella levantó la mirada, y no tardó en desvelar el significado de lo dicho. Trató de componer una sonrisa en su cara. Por como la miraba, supuso que para Inoue, el revelar su nombre fue la muestra de confianza más grande que podría obtener de él en mucho tiempo. Así que eso le fue suficiente. Además, aquella acción había sido para ella una variable significativa en lo que habían sido uno de los días más obscuros para ella, Inoue la ayudó a recuperar al menos por un instante algo parecido al aliento.
– Tienes un bonito nombre, Inoue. – le dijo, el niño la observó.
Ella analizó de mejor manera al pequeño, y se dio cuenta de que aquél se encontraba en mejor estado que ella, dejando de lado las recientes heridas, por supuesto. Tenía tal vez un poco de deshidratación, pero por la reacción de reflejos y la humedad de su piel, supo que el niño podía tener hogar y personas que lo protegían. Aun así no se explicaba cómo había ido a parar a un lugar donde le habían hecho saber qué por razones que tampoco entendía, probablemente había escapado de ahí y ella simplemente lo encontró en el momento exacto. No sabía ni podía imaginarse qué clase de personas lo habían tenido capturado, pero fuera lo que le había pasado, estaba segura que el niño no diría ni una palabra, así que decidió que se ganaría su confianza primero y luego tomaría una decisión más acertada a partir de ello.
Estaba dispuesta a seguir contándole más sobre ella cuando en un segundo que pareció muy corto, vio el pasmo en el rostro del niño. Cuando ella volteó la mirada para saber qué pasaba, fue demasiado tarde, alguien la tomó por los brazos y la tiró duramente al suelo, de rodillas. Ella sintió el dolor ardoroso de la terracería atravesar su piel y se congeló de miedo. Hombres con armas, vestidos en su mayoría de negro y de porte peligrosa, la rodearon, pero cuando uno de ellos tuvo la intención de tomar al niño entre sus brazos, ella hizo por levantarse con las pocas fuerzas que le quedaban en sus piernas débiles por el cansancio, empero la confinaron nuevamente al suelo.
– Una de las putas del desgraciado de Yoshiro, seguramente. – Dijo un hombre de cabellos grises delante de ella, mirándola sañudo.
Ella estaba muda. El aura que desprendía aquél grupo de personas era simplemente aterradora.
– ¿Estás bien, Inoue? – Le dijo el hombre que cargaba en brazos al pequeño pelicastaño. El niño asintió sin decir palabra alguna.
Por la tranquilidad que el niño reflejaba en brazos del hombre de ojos negros supo que aquellas personas eran en realidad quienes lo habían protegido todo este tiempo, y que probablemente habían estado también en su búsqueda.
Ella entendió todo y tuvo la esperanza de que todo se arreglaría en un santiamén.
– Lo encontramos. Una mujer de cabellos rosados lo tenía. Cambio- dijo otro hombre por un radiotransmisor de largo alcance.
Ella comenzó a recuperar su voz cuando el hombre que sostenía a Inoue dejó al pequeño en brazos de otro, fuera de la vista de ella, pero luego éste seguidamente se volvió para dedicarle la mirada más gélida que alguna vez pudo recibir de nadie. Ella se amedrentó sólo con aquella mirada.
– Vas a pagar caro por ésta, juro que recibirás diez veces más las heridas que mi hijo tiene en su cuerpo. – dijo el hombre
Ella no supo cómo encontró su voz cuando le dijo– No es lo que parece, encontré a Inoue en el camino. Yo no…
Él la interrumpió.
– Cada palabra que digas te acercará más a tu muerte, así que ahórrate el poco ingenuo.- La frialdad de las palabras del hombre le golpeó como una bofetada. Nada se arreglaría en un santiamén. Ellos iban a matarla probablemente.
El primer pensamiento que pasó por su cabeza fue uno agridulce, sobre el sentido de humor perverso que tenía la vida. Justo cuando ya se había rendido, encontró al pequeño Inoue cerca de la muerte, ella lo salvó y ahora el padre de éste la mataría, ahora cuando había recuperado un poco el instinto de sobrevivir que había perdido.
– Itachi, no, espera. Tal vez ella dice la verdad, deja que hable- escuchó hablar al hombre con el radio.
– Dirá sólo mentiras para salvarse, Naruto.
– Lo que digo es verdad, yo nunca miento– dijo la pelirosa con la voz cortada. Sintió pavor cuando el hombre llamado Itachi desenfundó con una rapidez desorbitante el arma que tenía en su cadera y la puso justo sobre su sien. Ella cerró los ojos de inmediato.
– Dije que ni una palabra más – aseveró y ella tembló de miedo
– Por favor, no –suplicó y supo que su fin estaba cerca cuando escuchó como Itachi quitaba sin vacilar el seguro del arma.
Luego, escuchó disparos, y todo fue caos.
Lo primero que pensó al abrir los ojos fue que no estaba muerta, pero que probablemente en cualquier segundo lo estaría. Se escuchaba el sonido de armas de fuego por todo el lugar, y ella sólo pudo agacharse y tratar de protegerse la cabeza con sus brazos. Todo había pasado de prisa, como siempre sucedía en los momentos peligrosos en donde la adrenalina y el miedo se mezclan juntos. Un grupo de personas igualmente armado había asaltado la pequeña reunión que tenían en medio de aquella carretera, a la mitad de un congestionamiento de autos varados a mitad del camino. Ya había sangre en el piso, y no sabía exactamente a quién pertenecía. Ella sólo sabía que estaba tan aterrada como la primera vez que tuvo que salir al mundo exterior y enfrentarse a los infectados.
De repente, alguien la tomó del brazo y la arrastró con rapidez con dirección a uno de los autos varados para protegerlos a ambos. Ella lo miró, con las manos y cuerpo helados aún. Era el hombre rubio que había abogado por ella. Tenía una mirada preocupada y severa. Lo escuchó maldecir.
Desenfundó una de las armas que guardaba bajo su camisa negra y se la tendió. Ella lo observó incrédula, sin saber qué decir o hacer exactamente.
– Tómala. Está cargada con nueve balas. –Le dijo, ella tardó un segundo en tomar el arma. Él la miró- Bien, hacía el Sur hay una horda de muertos que será casi imposible pasar, del Este vienen estos hijos de puta que no hacen más que raptar mujeres y violarlas, así que no te recomiendo dirigirte hacía allá –Pausó por un segundo, y luego con aprensión y recelo dijo con voz baja- En el Norte está mi gente, tampoco querrás encontrártelos, teniendo en cuenta que Itachi te odia. Será casi imposible pasar por cualquiera de estas zonas sin que te noten ahora que saben que estás por aquí –Ella no dijo nada, esperó a escuchar todo lo que aquél hombre le decía a pesar del sonido de metralletas y gritos– Así que tu única oportunidad está hacía el Oeste.
Tomó en sus manos el rifle de asalto que cargaba en su espalda y recargó.
– Ahora, voy a cubrirte, y vas a correr lo más rápido que puedas. No mires atrás, ¿de acuerdo?
Ella asintió, pero no se movió. El rubio estuvo a punto de hablar cuando ella preguntó - ¿Por qué haces esto?
Él le dedicó una sonrisa cansada y quebrada. Ella sintió un poco de aquella tristeza.
– Tengo el presentimiento de que dices la verdad. Ahora, corre.
Ella lo miró una última vez, y corrió con todas sus fuerzas tal como el rubio le dijo. Sin mirar atrás.
Continuará...
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