Rei se encontraba barriendo en la puerta del templo. Su abuelo estaba de viaje y Yuuichirou había salido a hacer las compras.
Últimamente, la sacerdotisa se estaba comportando extraño. Sus amigas lo notaban. Makoto había intentado hablar con ella al respecto. Rei, por su parte, negaba rotundamente que algo le estuviese ocurriendo.
Minako creía que el problema de su amiga era por amor. La blonda no estaba del todo errada. Desde hace un tiempo Rei se sentía sola. Las chicas la animaban: ella disfrutaba de su compañía. Sin embargo, existía en ella un vacío que no podía llenar.
El verla a Usagi tan feliz con Mamoru la tornaba melancólica. Hace tiempo que no salía con alguien. Sentía que la compañía de alguien que la lleve al cine, al parque o a cenar la confortaría.
Un día, las muchachas le plantearon la situación. Aquella vez la sacerdotisa pudo expresarles sus verdaderos pensamientos. Pudo sincerarse en cuanto a ese afecto que necesitaba. Las chicas la alentaron: ¡en algún momento llegaría! Era joven. Encontraría a una persona que la hiciera feliz…
-Recuerda Rei que en el templo hay un muchacho llamado Yuuichirou que moriría por salir contigo.
Todas sabían acerca de los sentimientos que el joven tenía por Rei. ¡Incluso ella misma los conocía! No obstante, la sacerdotisa no le podía corresponder. Ella lo consideraba un buen aprendiz de su abuelo. Ni siquiera eran amigos. No era un muchacho desagradable pero no se imaginaba saliendo con él.
Rei meditaba acerca de esto mientras barría. En un momento, Yuuichirou volvió de hacer las compras. Se acercó a ella para informarle lo que había conseguido. Había olvidado las papas. ¡Este idiota siempre tenía que olvidar algo! La Sailor del fuego lo regañó por ello y lo obligó a limpiar los pisos del templo.
Mientras lo veía alejarse una frase le hizo eco en la cabeza: "recuerda Rei que en el templo hay un muchacho llamado Yuuichirou que moriría por salir contigo." Ella le mandaba a hacer lo que fuere y él lo hacía. Nunca una protesta, siempre dispuesto a trabajar. No era tan malo después de todo…
En el rostro de la sacerdotisa se dibujó una sonrisa y, de espaldas a él, gritó:
-¡Podrías compensar lo ocurrido llevándome a cenar esta noche!
Yuuichirou se volteó para verla. Ella seguía barriendo, mirando al piso. No podía creer lo que había oído. Sólo una cosa le caminaba por la cabeza: dónde la llevaría aquella noche a cenar.
