Disclaimer: creo que la misma palabra lo define todo: fanfiction
(Nada de Naruto y sus personajes me pertenece, míos son sólo esta historia… y Shikamaru)

Aclaración: Bien, para ponerlos un poco en sintonía, esto tiene lugar después del término de la guerra, respetando todo lo que ha sido publicado en el manga hasta el número 554, todo lo demás en esta historia son la adaptación de una novela corta que escribí hace algunos años mezclada con el montón de conjeturas que estuve sacando en torno a lo sucedido en el manga antes de que éste concluyera.


Prólogo: La leyenda de los amantes separados

El amor es el inicio de todo mal, eso todo el mundo lo sabe. El problema es que nadie tiene el valor de decirlo.

El amor es presentado ante todos como la panacea instantánea, la resolución de cualquier mal cuando, en realidad, la mayoría de ellos son causados por el amor mismo. El amor al dinero, al poder, al dolor, a la muerte, a otra persona… ¿comprenden lo que digo? Nadie dice el precio que se paga por el alivio temporal que provoca.

Eones atrás, cuando el mundo conocido apenas había abierto los ojos a la luz del alba, los primeros humanos creados por los dioses antiguos fueron puestos en el lugar donde el reino celestial se unía con la tierra. Ahí, los hijos del sol y los hijos de la luna compartieron la isla de Ama, manteniendo guardados los secretos de sus padres y protegiendo el equilibrio entre el mundo recién creado.

Se dice que un día, la princesa de los hijos de la luna se encontró por casualidad con el heredero de los hijos del sol y ambos quedaron perdidamente enamorados al instante. El contacto entre los de un pueblo y otro estaba estrictamente prohibido, pero una vez que el amor se instaló en sus corazones, aquello no importó. Cada día, los enamorados se encontraban al atardecer, en ese espacio entre el día y la noche que no pertenecía a nadie, manteniendo así su amor en secreto.

Pero la vida nunca es fácil, ni siquiera al principio de todo.

Un día, el hermano mayor de la princesa de la luna descubrió la relación y temiendo que eso desatara la ira de los dioses, le informó al rey de los hijos del sol sobre la situación por lo que entre ambos idearon un plan: el príncipe envió una carta a su hermana, la princesa, haciéndose pasar por el príncipe del sol, donde la citaba a las orillas del lago para finalmente pedir el favor de los dioses para su unión. Mientras tanto, el rey de los herederos del sol enviaría a su hijo a tierra firme.

La princesa se presentó a la hora señalada, esperó día y noche la llegada de su amado; pero éste nunca apareció. Su corazón se hizo pedazos de manera irremediable y al final del noveno día, la tristeza la consumió e hizo que se suicidara, sumergiéndose en las aguas del lago sagrado.

Al regresar el príncipe del sol a la isla y enterarse de lo sucedido, el dolor lo quemó por dentro y una terrible sed de venganza despertó en lo más profundo de su ser. Asesinó a su padre y a toda la familia real, y declaró entonces la guerra contra los hijos de la luna.

Pero el príncipe no era tonto y sabía que ni con todo el poder del dios de su lado iba a conseguir su objetivo, así que para asegurarse de la destrucción de todos aquellos que lo habían separado de su amada, y maldiciendo al dios del sol y a la diosa de la luna por condenarlos desde el principio, invocó al antiguo dios de la oscuridad. Éste le ofreció un pacto: a cambio de su vida y lealtad eterna, él le entregaría el poder necesario para deshacerse de todos.

La noche y el día se tiñeron de sangre sobre la isla cuando el príncipe consumó su venganza. Hombres, mujeres y niños sucumbieron ante la ira y el dolor del príncipe.

Arrepentido por lo que había hecho, y temiendo que su hermana fuera regresada de entre los muertos para unirse a la oscuridad que había envuelto al príncipe del sol, el heredero de la luna selló el alma de la princesa en un pergamino sagrado y lo ocultó en el sitio donde el universo entero había surgido para luego finalmente hundirse en las aguas del lago sagrado con la esperanza de que sus descendientes continuaran la custodia de todos los secretos del mundo y del alma de su hermana, bajo la protección de su diosa creadora.

La isla sigue ahí, en medio del mar, siendo el primer lugar que toca el sol al alba y la luna al anochecer, sumergida en la completa desolación. Nadie puede decir su localización exacta porque nadie que haya puesto un pie en ella ha regresado a tierra firme. Se dice que los pocos herederos de las antiguas deidades continúan velando, protegiendo el alma de la princesa para que el hijo del sol no pueda resucitarla. Si lo hace, el dolor de la princesa se unirá al del príncipe y se convertirá en el inicio de una maldición y un odio tan grandes que sumergirán el mundo entero en la oscuridad…

1. Después de la Guerra

"Espero que esto termine pronto…"

Ino giró la cabeza a su derecha y después a su izquierda. Los seis shinobis a su alrededor no dejaban de discutir airadamente con la mujer que se encontraba detrás del escritorio. Bueno, no todos los shinobis; Hinata se mantenía callada, un paso detrás de Kiba, con su mano apoyada en la barbilla y una expresión realmente mortificada deformando las delicadas facciones de su rostro. Era obvio que no le gustaba la intensidad de las voces que sacudían los muros de la oficina de La Quinta.

Si alguien le hubiera dicho a Ino aquella mañana, antes de cruzar las puertas detrás de ella, que esa reunión se convertiría en un hervidero de gritos, diplomáticamente, ella habría girado sobre sus talones para regresar justo por donde había llegado.

No necesitaba eso. Pero el problema era que sí lo necesitaba, realmente así era.

Tres años se habían ido a la velocidad de la luz desde que la guerra había terminado. El orden se había reestablecido en el mundo y la paz le había seguido en el camino. Ahora, más que una aldea de carácter militar, Konoha había comenzado a enfocarse en otra clase de actividades, principalmente las comerciales. Aunque, claro, a pesar de que la amenaza más grande del mundo shinobi actual había visto su final junto con la Cuarta Guerra, la maldad no se había desvanecido de la faz de la tierra ni tampoco ahora todo eran arcoiris y verdes campos repletos de flores.

De vez en cuando aparecían misiones como la que esta mañana les estaba siendo encomendada a ellos.

Días atrás había llegado una carta a la aldea para pedir ayuda desde un lugar llamado Ama, una isla de la cual ella nunca había escuchado hablar, y de cuyo templo habían comenzado a desaparecer sacerdotisas. Había pocos detalles al respecto y eso lo hacía una misión peligrosa, tanto que la Quinta Hokage no había dudado en catalogarla como una misión del más alto rango. No sabían quien era el enemigo, pero fuera quien fuera, el hecho de que estuviera perturbando esa isla pareció alterar a la única sobreviviente de los Sannin.

Todo había ido bien, Ino había creído que partirían al instante, pero entonces se mencionó al último integrante que iba a unirse al grupo elegido y eso resultó la chispa que hizo estallar el barril de pólvora.

Así que aquí estaba, dos horas y media después, siendo testigo de esta acalorada situación que no parecía tener un final próximo.

—¡Es suficiente! —La voz de Tsunade se hizo escuchar por encima de las demás como un fuerte grito después de golpear el escritorio con ambas manos. De inmediato todo se quedó en silencio y la Hokage se concentró en Shikamaru, quien estaba parado junto a ella. —Es una misión peligrosa, no sabemos con qué se enfrentarán estando allá y necesitan el mayor apoyo posible. Tienes un excelente equipo: una médico absolutamente capaz, una experta en espionaje, el mejor rastreador, una excelente localizadora, un gran ninja…

—Usted misma lo dijo —le interrumpió Shikamaru. —Éste es el equipo que necesito, no hace falta añadir a nadie más.

—Necesitas a un experto en genjutsu y él es el mejor —apostilló La Quinta, recurriendo al único argumento racional del que podía valerse.

En realidad Ino creía, al igual que la Hokage y Naruto, que no les vendría mal incluir a alguien más en el equipo que saldría de misión tan pronto como consiguieran ponerse de acuerdo; pero considerando quién era el candidato, no podía culpar al resto por su reacción.

—Puede ser cualquier otro menos él —declaró Shikamaru con voz sombría. Si ella era testaruda, Shikamaru era aun peor, sobre todo cuando se encontraban involucradas dos de las cosas más importantes para él: su trabajo y sus amigos. Cada cosa por separado lo hacía saltar al instante, ni que decir cuando las dos estaban inmersas en una misma cuestión.

Sin embargo, Tsunade seguía siendo la Hokage, y estaba realmente claro que tampoco iba a ceder.

—No te estoy preguntando tu opinión, Shikamaru —sentenció con firmeza, haciendo valer su papel como la máxima autoridad de la aldea. Tomó la carpeta que contenía el expediente de la tarea asignada y la deslizó sobre el escritorio hacia él. —Ésta es la misión y éste es el equipo que te ordeno que lleves. Si no puedes lidiar con eso, entonces buscaré a otro jōnin que lo haga.

Ino casi podía jurar que todos habían dejado de respirar en ese momento.

Con discreción bajó la mirada hacia la mano de Shikamaru y notó que se cerraba en un apretado puño que hizo resaltar sus nudillos blanquecinos. Sabía que a su amigo no le gustaba ser acorralado, de hecho, ella podía contar con los dedos de una mano las ocasiones en las que algo así había ocurrido, y también sabía que el silencio que ahora les rodeaba le estaba sirviendo para pensar en el siguiente movimiento. Era uno de los grandes estrategas de Konoha después de todo.

Quiso estirar su mano y darle un apretón para confortarlo, para hacerle saber que estaba a su lado sin importar nada, pero sabía que no era el momento. Él había sido asignado como su capitán y su amistad no tenía cabida ahora.

—Vayan a prepararse —ordenó Shikamaru, haciéndola dar un respingo. —Salimos en una hora y no esperaremos a nadie.

Sin otra palabra, lo vio dar vuelta y dejar la oficina de la Hokage con andar firme. Ella hizo el amago de dar el primer paso, acostumbrada siempre a seguir sus órdenes en cuanto a lo laboral se refería, pero se detuvo al ver que los demás seguían esperando a que la Hokage lo autorizara.

El único sonido que rompió el silencio a su alrededor fue el de su propia exhalación al cambiar la página del libro que estaba leyendo. Todo el día había sido tiempo muerto e Itachi no pudo evitar sonreír con amarga ironía para sus adentros al darse cuenta que todo lo referente a él lo era, incluyéndole.

Un cuervo apareció para picotear su ventana con un pequeño pergamino atado en una de sus patas.

Itachi hizo el libro a un lado y se levantó de la silla para abrir la ventana y coger el ave. Con cuidado le quitó el trozo de papel y después la liberó. No había muchas personas que quisieran hablar con él, así que casi podía adivinar quién era el remitente.

Entonces desenrolló el pergamino y leyó su contenido, un apenas perceptible ceño fruncido siendo su única reacción notoria ante la misiva.

—¿Está segura de que quiere que vaya, Hokage-sama? —preguntó, levantando la vista del pequeño trozo de papel cuando sintió que ya no estaba solo en el pequeño apartamento que ocupaba.

Lentamente se giró para encarar a la mujer que se encontraba parada en el marco de su puerta. Su cabello rubio había adquirido una tonalidad más oscura debido a la sombra que hacía el techo del pasillo sobre ella y aquellos intensos ojos ámbar permanecían fijos en él.

—Podrían necesitarte. —Fue todo lo que respondió y él no necesitó escuchar más. No le interesaba, en realidad.

Ahora que su vida se había convertido en un enorme agujero negro lleno de la porquería que él mismo había provocado y del cual, por lo visto últimamente, no podía escapar sólo le quedaba una sola cosa por hacer: su trabajo.

Al menos seguía siendo bueno en ello.

Cuando Ino llegó a las puertas de la aldea, sus compañeros de misión ya se encontraban reunidos ahí.

Shikamaru estaba recostado contra uno de los pilares de la entrada, fumando un cigarrillo. Naruto y Kiba no dejaban de discutir, aparentemente, por quién era capaz de comer más ramen sin morir en el intento; en tanto que Sakura y Hinata se dedicaban a escuchar entretenidas aquella conversación, la mano de la descendiente de los Hyūga siendo sostenida con seguridad por la de su novio y futuro hokage. Akamaru se mantenía fiel, como siempre, echado junto a su amo y permitiéndole recostarse sobre él.

Una sonrisa se dibujó en sus labios ante la escena.

Faltaba la mitad de los famosos "11 de Konoha", como era conocida su generación, pero aún así había algo realmente emocionante en esto. No había participado en una misión así de grande en los últimos meses, mucho menos una que incluyera a tantos de sus viejos amigos.

Todavía era capaz de traer a su mente los recuerdos de aquellos años de su infancia en la academia ninja, cuando la vida les había parecido tan brillante y llena de oportunidades. Después, todos habían descubierto que la vida también era dura, pero habían conseguido aprender la lección y sobrevivir a ello. Sí, habían perdido a personas valiosas en el camino, pero también se habían estrechado los lazos que los habían mantenido juntos hasta ahora.

El mundo los consideraba héroes, a veces exageradamente catalogados como leyendas vivientes, pero ellos sólo eran grandes amigos que se habían mantenido siempre juntos. Y en momentos así resultaba evidente que en gran parte se lo debían al rubio escandaloso que no dejaba de pelear con el chico perro.

La sonrisa en los labios de Ino se desvaneció cuando una fuerte presencia la hizo ponerse en alerta de forma automática.

Miró sobre su hombro y no pudo evitar un estremecimiento cuando vio la figura de Uchiha Itachi acercándose hacia ellos; la enorme capa negra que ocultaba su indumentaria trayéndole a la mente el recuerdo de la capa de los miembros de Akatsuki aunque su banda con el emblema rayado había sido reemplazada por una nueva que lo identificaba como uno de los ninjas de Konoha. Otra vez.

Su rostro era una máscara de absoluta inexpresividad, pero su chakra era tan fuerte que actuaba casi como un campo de fuerza que obligaba a todos a mantener la distancia debido a su poder.

A todos excepto a Naruto que tan pronto como lo vio aparecer, se acercó a él con una sonrisa para saludarlo como si se tratara de otro más de sus amigos.

Ino miró la escena con extrañeza.

De inmediato la jovialidad que había reinado entre ellos se desvaneció y una máscara de seriedad apareció en el rostro de Shikamaru. Lo vio tirar lo que quedaba de su cigarrillo mientras se enderezaba y luego les ordenó a todos acercarse.

De nuevo les explicó lo que horas antes Tsunade les había hecho saber sobre la misión y el plan que había diseñado para abordar la situación. Todos estaban reunidos en un círculo, con excepción de Itachi, a quien vio permanecer recostado en el tronco de un árbol cercano. Ino no pudo evitar preguntarse si él realmente alcanzaba a escuchar algo de lo que Shika les estaba diciendo en esos momentos.

Entonces él notó que lo miraba y centró sus ojos en ella, sorprendiéndola. Un escalofrío subió por su columna estallando en un chispazo en la parte trasera de su cabeza cuando notó la intensidad que había en esos profundos ojos negros que la miraban. No supo por qué, pero le dio la impresión de que él estaba viendo profundamente en ella, lo que la hizo sentirse expuesta e indefensa.

Fueron tan sólo un par de segundos, un breve lapso de tiempo en el que sus miradas se encontraron, pero Ino sintió que había pasado una eternidad completa.

—¿Entendieron? —preguntó Shikamaru, haciéndola volver su atención a la reunión del equipo de la que ella había perdido el hilo. —Habrá que esperar a obtener más información una vez que estemos en la isla.

El grupo comenzó a moverse después de que todos asintieran. Shikamaru iba a la cabeza con Sakura, Naruto y Kiba siguiéndole mientras que Uchiha Itachi esperó a que ellos hubieran avanzado un par de pasos antes de seguirles.

Ino respiró profundo preparándose mentalmente para encarar la misión, la emoción corría a toda velocidad por sus venas llenándola de expectación por lo que les aguardaría al llegar a su destino. Fue entonces que apenas había puesto un pie fuera de la aldea, una fuerte corriente de aire frío levantó el polvo a su alrededor convirtiéndose en una horrible sensación que la recorrió completa, congelándola en su sitio.

—¿Estás bien, Ino-chan? —le preguntó Hinata, quien se había detenido a su lado al notar que no avanzaba.

—Sí, es sólo que… "tengo un mal presentimiento" —completó en su mente, no queriendo inquietar a Hinata con un sinsentido.

Sin embargo, aquello no era un pensamiento, era una sensación. Un crudo sentimiento que le erizó cada centímetro de piel, colándose profundamente en su interior. Como si imaginara que algo malo iba a pasar. No, como si estuviera segura de eso.

Algo muy dentro de ella le decía que lo que fuera que iban a enfrentar, cambiaría su vida para siempre.

«Continuará…»


¡Hola!

Bien, por ahora no tengo mucho por decir, salvo que esta historia comenzó a fraguarse en mi cabeza desde que leí a mi adorado Itachi Uchiha resucitado en el manga. Desde ahí comencé a pensar que él más que nadie se merece su final feliz así que decidí escribir esta historia.

Muchas gracias por leer este primer capítulo, espero que haya sido de su agrado y me hagan saber sus opiniones al respecto. Cualquier comentario, queja, duda o sugerencia... soy toda oídos -o bueno, ojos-.

¡Hasta la próxima!