¡Hey! Lamento no pasarme por acá en un rato pero entre la escuela, el beteo de un fic que amo, algunas ayudas en traducciones y problemas personales no he podido escribir tanto como me gustaría o tan fluido pero es que a veces, aunque tenga el tiempo, estoy tan perdida y dispersa en varias cosas que termino no haciendo nada más que ver mi vida pasar entre mis dedos (?)

En fin, espero disfruten este fic de la OTP que hice desde una canción llamada "When you were young" de "The killers", si no la han oído, escúchenla ya que este fic está basado plenamente en esa canción que es ngh,hablando de...Esto es un fic ubicado varios años en el futuro,so...pero no es un AU,creo.

Como siempre, agradezco que me den la oportunidad de ser leída y, claro, no me enojaré si me dejan un fav/review/etc...Al contarrio, sería algo muy bueno.

Sin más que agregar (a excepción de que este fic trataré de actualizarlo una vez a la semana), ¡Gracias por leer!

Por cierto, Haikyuu es plena pertenencia de Haruichi Furudate y la canción When you were young de The Killers, igual Piano man es de Billy Joel


Sábado en la noche y una típica canción de Billy Joel resonaba en el bar donde miraba su whisky en las rocas derretirse con el transcurso del tiempo.

¿Cuánto había pasado desde que entró a ese lugar con olor a nicotina barata, sueños destrozados y alcohol? No sabía pero a juzgar por la manera en que las gotas del hielo caían en su amarillenta bebida, podía deducir el gran rato ahí sentado ya que de la pila de hielos iniciales ahora solo quedaba un pequeño cubito que luchaba desesperadamente por no descongelarse.

Inútil e irónico.

Sonrió un poco antes de agitar su bebida y deshacer ese pequeño cubo que dio una férrea batalla contra la temperatura durante ese tiempo. Al igual que él por tantos años.

¿Cuánto?

No tiene idea pero ¿En realidad importa?

Honestamente no sabe y, aún con más honestidad, no quiere saberlo porque en cualquier momento, el ahondar en esos pensamientos le haría terminar de derretirse como ese pedazo de hielo y diluirse en recuerdos dolorosos y fragmentos relativamente amargos.

"It's nine o'clock on a Saturday…"

Escuchó Tsukishima salir de las bocinas del bar, riendo un poco ya que el reloj exactamente marcaba las nueve de la noche del sábado. Justamente de todas las estúpidas canciones de ese hombre, debían poner esa.

Esa jodida canción que le recordaba los últimos veinticinco años de su vida, de su "exitosa y feliz" vida.

Giró sobre su asiento junto a la barra para observar a los demás clientes y ver si podía satisfacer su mente creando alguna historia loca que le sacara de ver el hielo derretirse y moverse de lado a lado mientras ayudaba a Billy con los coros de "Piano man".

Uno era un joven de cabellos negros y tez morena obsesionado con tomarle fotos a todo lo que pudiera. Pasó unos diez minutos haciendo de fotógrafo hasta que una pareja que constaba de un hombre azabache de lentes junto a otro hombre, que lucía mayor a comparación con el azabache, de cabellos grisáceos platinados y azules ojos llegó al bar. En instantes pudo observar como el brillo en la mirada del moreno desaparecía, opacada por el resplandor de los anillos que ese par usaba. El brillo era tanto que Tsukishima chasqueó la lengua y desvió la mirada, temiendo que si miraba otro rato a sus sortijas seguramente se quedaría ciego por el destello dorado que salía a todas direcciones.

No pudo escuchar mucho ya que el par de enamorados solo entró al bar a dejarle algo al moreno antes de salir entre risas y pequeños besos; el rubio en ese instante decidió tomarse de un tajo su whisky y pedir una bebida cargada de vodka para ver si así evitaba que su índice glucémico se disparara por la dulzura que la pareja desprendía.

Al recibir su trago, observó al hombre que minutos antes felicitaba a la pareja por su boda oficial (o algo así pudo distinguir entre Billy Joel y el marcado acento ruso del hombre de ojos azules) mirar a su celular con una sonrisa nostálgica, pidiendo un Tonic & Gin en lo que limpiaba sus lágrimas.

Ah, con qué era eso.

Tsukishima suspiró a modo de comprensión con ese hombre ya que varias veces había visto esa sonrisa; era esa sonrisa que aparecía para aparentar que el dolor no existía, que solamente rememorabas bellos recuerdos sin que te dolieran cuando por dentro miles de cuchillas se clavaban en tu alma a la misma vez. La misma asquerosa sonrisa que veía en su espejo desde hacía veinticinco largos años.

Por un momento sintió pena por el moreno, quizá porque esa silueta de un vaso lleno de alcohol siendo sujetado por una temblorosa mano adornado por una triste sonrisa le reflejaba al Kei de hace veinte años que se aferraba a torturarse viendo sus fotografías mientras decía que estaba feliz por él, que no era nada y demás estupideces hasta que la botella quedara vacía o su juicio lo suficientemente nublado como para ni siquiera saber bloquear el celular y seguir con el dolor de ver esas imágenes que rompían el poco corazón que le quedaba.

Mejor volteó nuevamente hacia la barra antes de que otra persona con el corazón destrozado entrara. Antes de ver su mísero reflejo y proyección en algún otro cliente de ese descorazonador lugar, después de todo, la gente ahí iba bajo la premisa de "El alcohol es la solución".

Otro trago a fondo de su bebida y, ahora, un nuevo encargo al bartender que lucía un llamativo lunar bajo el ojo no cubierto por su negra mata de cabello. Tsukishima se quedó observando con cierta discreción el hermoso gris de su mirar y la buena figura que se le marcaba cuando se volteaba a preparar los tragos, por lástima, el anillo que colgaba de la cadena en su cuello paró cualquier fantasía que al de lentes se le ocurriera (erótica o no).

El hombre al terminar su bebida la puso en la barra y para cuando Kei tocó el vaso, sintió el suave roce de los dedos del bartender con los suyos, mirándolo para notar una coqueta sonrisa seguida de un guiño antes de pasar a retirarse a atender a alguien más.

—Con que sí eres la solución ¿Eh? —Preguntó el rubio a su vaso irónicamente al sentir la estupidez invadirle por coquetear con el bartender que, con facilidad, era mínimo unos veintitantos años menor que él aunque, si el chico se lo proponía, no se negaría ante tal adonis prometedor de varios gemidos placenteros y un par de orgasmos que dejarían su cuerpo sin una gota de alcohol por el sudor del salvaje sexo practicado durante toda la noche sin descanso.

Sabía que el hombre solo le haría sentir un alivio momentáneo pero, si olvidaba ese dolor que le carcomía el pecho desde hace décadas, podría hasta llamarle una segunda vez para repetir la dosis.

—Técnicamente sí es una solución ya que en tu vaso tiene un sistema homogéneo formado por un solvente y un soluto, siendo tu soluto el hielo que se derritió.

Perfecto, ahora un cerebrito venía a aclararle una metáfora.

Dirigió su mirada con molestia al tipo que no sabía distinguir una jodida metáfora con una afirmación científica y, además, era lo suficientemente molesto como para ir de metiche a colarse a auto conversaciones que precedían al intento de coqueteo con el bartender.

¿Qué sucedió? No tiene ni un atisbo de certeza pero su boca se abrió por inercia en lo que sentía su pupila expandirse y contraerse en cuestión de milisegundos ante la imagen presentada ante él. Como si fuera un retrato salido del mismísimo infierno para atormentarle el resto de vida.

El molesto metiche contestón era un joven que tomaba asiento a su lado, pidiendo un "París de noche" antes de voltear a verle con esa boba sonrisa gatuna que era idéntica a la del tipo que acababan de enterrar horas antes.

Al salir de su ensimismamiento, Kei parpadeó un par de veces para saber si solo era el alcohol trabajando demasiado rápido en su cuerpo o la realidad golpeándole nuevamente la cara contra el piso, para su mala fortuna, el hombre frente a él no parecía etéreo.

Limpió sus gafas con cierta desesperación y nuevamente nada, al contrario, el joven parecía aún más divertido e interesado en sus acciones. Tras gruñir un poco finalmente decidió observar su bebida para cerciorar si no tenía una sustancia ajena a la de la bebida u olía a algún componente distinto al alcohol e ingredientes del trago pero no, su famoso "medias de seda" parecía tan común y corriente como otro de los tantos que el bartender preparaba.

Un par de minutos de meditación en un estado ligeramente etílico lo llevaron a la única conclusión lógica a la cual llegaría un científico dolido y relativamente ebrio: Dos palabras. Demencia senil.

¡Seguro era la demencia senil que corría en su familia atacándole en el peor momento! ¡Sí, era eso! Porque, bueno, era imposible que ese tipo estuviera de verdad en el bar ya que estaba enterrado varios metros bajo tierra. MUERTO.

¡O quizá un mecanismo de defensa! De esos donde al no aceptar la muerte de una persona la imaginas o algo de ese estilo. Apostaría su casa a que era eso.

Con un temple más calmado y una suave sonrisa triunfal dibujada en su poco arrugado rostro por llegar a la conclusión de su momentáneo problema, dio otro trago a su copa para ver si con ello se iba su alucinación.

—Vaya, en serio que es usted interesante, señor Tsukishima—El aludido escupió su trago al escuchar la voz proveniente del hombre que lucía asquerosamente divertido y se le notaba que aguantaba alguna carcajada con varios esfuerzos por la forma de tensar su juvenil cuello.

—Tú…Se supone que estás muerto ¿Me oíste? —Exclamó Tsukishima algo alterado—Tres jodidos metros bajo tierra sin moverte, siendo devorado por fauna nociva y algunos gusanos que seguramente vomitarán o se morirán al descubrir que comieron basura putrefacta—Bien, debía admitir que se había alterado un poco pero eso era normal ya que su cerebro comenzaba a pasarse con la broma de ver espíritus y demás alucionaciones, por lo que, al terminar de un trago su bebida azotó la copa en la barra y comenzó a hacer algunos cálculos para pedir su cuenta.

Mientras calculaba, decidió ignorar al ente a su lado, chasqueando su lengua con molestia ya que probablemente debía volver a esos ansiolíticos que no tomaba desde hace una década aproximadamente o quizá volver al puto psiquiatra para ser internado de una vez por todas gracias a su masoquista imaginación.

—Pfft—Cuando escuchó esa risa, Tsukishima volvió a voltear al hombre que ya no pudo con sus carcajadas y recargaba su cara en la barra mientras la golpeaba un poco por lo divertido de la situación—Mierda, ese viejo me dijo que usted era brillante pero le sobrevaloró porque cree que soy su fantasma que viene de quien sabe dónde a atormentarlo.

Bien, Kei estaba muy confundido y a la vez muy molesto. Una rara mezcla de ambos sentimientos, los cuales le hicieron bufar y acomodarse los lentes con el ceño fruncido, agradeciendo entre siseos al bartender por su nuevo vodka (decisión cambiada de último minuto por su cuenta debido a la risa del tipo a su lado).

—No me es muy divertido ser el payaso de un mocoso que apenas aprendió a limpiarse el trasero ayer—Refutó el de lentes para callar de una vez esa estúpida risa de hiena que le irrita desde los malditos quince años.

El chico paró su risa de a poco, alternándola con un par de tragos para que su episodio terminara de una vez y no molestara más al hombre rubio, el cual, comenzaba a hacer notoria una vena saltándole en su blanca frente.

Tras un respiro, el joven terminó de calmarse; volviendo a sonreír como cuando vio por primera vez a Tsukishima. Soltando otro par de risas con cautela dio un último sorbo a su bebida antes de decidirse a hablar.

—A mí me agrada que alaben mis méritos y el de limpiarme el trasero fue uno que me costó un par de meses y varios calzones ¿Sabe? —Solo un chasqueó de lengua fue emitido por el rubio, instando al azabache a continuar con su explicación—Pero no vine aquí por mi reconocimiento sino para conocerle.

El rubio enseguida dejó su vaso para voltear a ver al joven que le miraba con esos felinos ojos que aún en ese instante le estremecían tanto como los de su dueño original. Tragó con dureza algo de saliva por los efectos del escalofrío recorrerle el cuerpo y asintió a modo de darle a permiso para seguir escuchando la historia.

—Como verá, me parezco demasiado al hombre del funeral—Una pequeña pausa de parte del azabache por el sorbo a su whisky solo alargaron más la tortura que azotaba internamente a Tsukishima pero divertía al bastardo de sonrisa retorcida frente a él—Soy Natsuki y como podrá usted deducir…