Las maravillas de un buen trago

Había comenzado estúpidamente. Tales cosas, siempre empiezan estúpidamente.

Un "geez", una copa, un gesto que le dijo "No te atreverías, Garbanzo" y un sorbo de vodka. Hasta que ello desencadenó muchos otros más.

Pasada la medianoche, y la ahora desierta refectoría de la Orden Negra resonaba con el tintineo de las copas, siendo llenadas, y las insensateces proferidas por un Kanda ebrio y su actual compañero retado a la borrachera, Allen, ambos blandiendo sus vasos como si fuera poderosas espadas.

-¿Sabes? Una vez le di un beso a la Reina de España.

-Son estupideces. No podrías besar mi soba, aunque te lo propusieras, siendo objetos inanimados. Ellos no te lo permitirían.

-¡Claro que sí! Sólo tendría que darles un par de tragos y…

-¿Embriagas fideos? Cada vez que te miro, tu estupidez va en aumento. Tal vez poseo una especie de poder. O sea, te miro y…

-¿Y qué?

-Dices cosas más idiotas.

-Es bueno saber que sigues siendo amable cuando estás ebrio.

-¿A quién le dices "ebrio"?

Allen decidió olvidar ese comentario, y siguió con lo suyo.

-Pero¿Sabes? Puedo mostrártelo si quieres…

-¿Qué cosa¿Cómo emborrachas mis fideos? No jodas.

-¡No! Más bien… Ya sabes… Eso.

-Ah. Sí. Eso. Vale. Ya sé de qué estás hablando.-Le respondió Kanda, que por supuesto, ni pista tenía de lo que Allen intentaba decirle.

Y ya sabemos a dónde llevan ésta clase de momentos. No pasó mucho tiempo hasta que estuvieron boca a boca, respirando el mutuo hedor del alcohol, bebiéndose uno al otro como si cada quien no fuese más que un nuevo, exótico, dulce, delicioso licor de los que habían hecho arder sus gargantas, y que a penas si acababan de descubrir. Era sucio. Maloliente. Pero se sentía bien.

Fue en éste punto cuando Rinalí entró en la cafetería, con una vela en la mano.

-¿Allen?¿Kanda?-Preguntó, caminando hacia ese par, confundida. Al comprender lo que sucedía , se excusó con una de esas sonrisas de quien capta que algo es un secreto. Cuando hizo ademán de irse, Allen la observó, en tanto Kanda procedía torpemente a besar su cuello.

-Una Rinalí…-Pensó Allen, mirando el lugar que ella hubiera ocupado unos minutos antes.-Otra Rinalí…-Pero ahora, observaba a Kanda, quien, con cierta satisfacción, había enterrado la cabeza en su pecho.

-¡Oh, bueno¡El espectáculo debe continuar!-Concluyó, alzando el rostro de Kanda a su misma altura y haciendo que "el espectáculo continuara" en el sentido más literal de la frase.

Fin

Autor original: Aroe. Cut rió mucho, no pudo evitar traducirlo (?)