"Los odio, los odio tanto a todos"
Fragmento:
El verano se acercaba, y el calor ya empezaba a sentirse. Las clases habían comenzado hace un par de semanas, era el último año para los de tercero de preparatoria, un año más y cada uno tomaría su propio camino. En la clase E, que se podría decir la clase más alborotada debido al bajo rendimiento del alumnado, a excepción de un alumno que sus notas doblaban a la de sus compañeros, Arthur Kirkland, un "come libros" como le llamaban, nadie entendía porque estaba en esa clase con tales notas, además de no llevarse bien con ninguno ya que lo molestaban solo por ser un cerebrito.
En esa clase había todo tipos de alumnos, pero el que más resaltaba era Alfred F. Jones, un bravucón de casi 20 años que debía haber terminado la escuela hace ya unos años. Tenía un hermano, Matthew que estaba en el mismo año, pero él estaba la clase C ya que sus notas eran mejores que su hermano…
Un día.
- Hey ¿Hoy molestaremos a Kirkland? - preguntó Francis con un cigarrillo en su boca.
- ¿Tienes alguna idea? - repregunto Alfred dejando su teléfono en su bolsillo.
- Qué te parece si creamos algún tipo de carta de alguna de una chica pidiéndole que se encuentren en la azotea para que se le confiese o algo así, y cuando él vaya lo golpeamos.
- ¿Piensas que se lo creerá?
- Es tan idiota que yo creo que si - ambos rieron.
- Le avisare a los demás - Alfred volvió a tomar su celular y mandó un par de mensajes.
El receso había terminado, Francis había ido unos minutos antes de que terminara a dejar la carta sobre el pupitre de Arthur, cuando este la leyó se sorprendió y una pequeña sonrisa apareció, dobló la carta y la guardó en su bolsillo. Alfred y Francis vieron la escena, intercambiaron miradas y sonrieron, su plan estaba en marcha.
Luego de unas horas, el día había terminado y cada alumno se podría ir a su hogar, a excepción de Arthur, y una gran sorpresa que le esperaba. Guardo sus cosas y se dirigió a la azotea, al salir frunció el ceño al no encontrarse con nadie, dio un par de pasos hacia adelante y se detuvo al oír que alguien cerraba la puerta con llave.
- Que interesante...no creía que podía ser más imbécil de lo que ya eras - Alfred y Francis se apoyaron en la puerta y rieron.
De los ojos de Arthur un par de lágrimas peligraban en salir de sus ojos.
- Oh mira él bebe va a llorar - dijo Francis burlándose de él.
- ¡Cállate! ¡No estoy llorando! - grito el ojiverde quitando las gotas que habían descendido de sus ojos.
- Mira, a mí no me callas - Francis se acercó a él y tomo el cuello de su camisa. El bolso de Arthur cayó al suelo.
- ¿Que podríamos hacer con él? - Alfred también se acercó.
- ¿Por qué mejor no llamas al grupo primero? - le dijo Francis con una leve sonrisa en su rostro.
- ¡Hey, ineptos salgan! - gritó Alfred y 4 chicos aparecieron Yao, Iván, Gilbert y Antonio. Arthur logró reconocerlos ya que eran de su misma clase.
- ¿Qu-ue van a hacer? - pregunto con temor el ojiverde.
- ¿Tu qué crees? Tu golpiza semanal - contestó Alfred.
- No, ¡Por favor no! - grito e intentó retroceder, pero Yao y Antonio habían tomado sus brazos.
- No servirá nada que grites - le dijo el ojiazul.
Arthur antes de que uno de los puños de Alfred llegará a su abdomen logró zafarse del agarre, corrió hasta una de las vallas de la azotea, pero el ojiazul fue mucho más rápido y lo alcanzo tomándolo con sus brazos y levantándolo.
- ¿A dónde crees que vas?
- No ¡Déjame! - dijo intentando soltarse pataleando y tirando con su cuerpo, hasta que logró zafarse dándole un golpe con uno de sus codos a Alfred. Desgraciadamente cuando cayó al piso tropezó con su pie y al chocar con una de las vallas, la cual estaba suelta, cayó al precipicio. Alfred intentó tomarle el brazo, pero ya era tarde, el ojiverde ya había caído.
- No... - Alfred se acercó a la orilla y guío su mirada a donde había caído Arthur, no había tenido la mejor suerte de caer arriba de unas vallas con puntas filosas que habían traspasado su cuerpo.
Los 6 bajaron de la azotea a donde estaba Arthur, en completo silencio miraron su cuerpo. De las partes donde estaban las vallas corría la sangre y uno que otro pedazo de piel que se había quedado pegadas en ellas, en total 6 vallas lo habían traspasado, casi 7 porque donde estaba su cabeza no la había logrado pasar.
- No, no puede ser, esto no puede estar pasando - Francis rompió el silencio y tomo su cabeza con sus manos.
- Francis cálmate - dijo Iván intentando tranquilizarlo colocando una de sus manos en su hombro, pero Francis la quito rápidamente.
- ¿¡Cómo quieres que me calme!? ¡Está muerto! - Francis estaba a punto de llorar - Esto no tenía que pasar.
-No, no podemos culparnos, además se lo merecía, ¿O no? ¿Alfred? - pregunto Iván mirando hacia en donde estaba Alfred, pero este no contestó mirando hacia ningún punto en particular, aún estaba en shock no podía asimilar la situación, habían matado a una persona inocente. Todos volvieron a quedar en silencio intercambiando algunas miradas.
- ¿Qué hacemos? - preguntó de repente Yao.
- Enterrémoslo - contestó Alfred, todos lo miraron algo sorprendidos por tal respuesta.
- El cementerio queda a media hora de aquí - dijo Antonio.
- Y además no tenemos donde llevarlo - completo Francis.
- Quien dijo que tenía que ser en el cementerio, hagámoslo en el bosque de al lado - todos intercambiaron miradas nuevamente y asintieron.
- Iré por una pala - dijo Yao entrando al edificio de la escuela.
En la noche, los 6 se dirigieron al bosque que estaba al lado de la escuela, habían esperado a que oscureciera para que nadie los vea arrastrando un cuerpo sin vida. Iván y Antonio, con las palas hicieron un agujero lo suficientemente grande para que cupiera el cuerpo.
- Listo - Alfred se quitó las gotas de sudor que estaban cayendo por su frente, miró hacia donde estaba Iván y Antonio y les dio una señal para que metieran el cuerpo de Arthur en el agujero, estos rápidamente lo entendieron, y con algo de cuidado tiraron el cuerpo - Que esto quede nada más entre nosotros, si alguien nos pregunta qué sucedió con él, no sabemos nada ¿De acuerdo? - dijo mirando hacia cada uno.
- De acuerdo - dijeron todos al usono.
Luego de tapar el cuerpo con tierra, cada uno se dirigió a su respectiva casa. Alfred cuando llegó a su hogar, su madre lo ahogó con preguntas y el cual las ignoró completamente subiendo su habitación mientras ella le gritaba reiteradas veces que bajara, cuando cerró la puerta se tiró en su cama durmiéndose rápidamente.
Alfred abrió sus ojos, estaba acostado en el césped y una briza recorría su cuerpo. Volvió a cerrarlos disfrutando del viento y cuando los abrió en cielo se tornó un color oscuro, no podía mover su cuerpo y el miedo se apoderaba de él.
"Ustedes me hicieron esto"
"Merecen lo mismo que me sucedió a mi"
"Espero que cuando mueran se pudran en el infierno"
"Y yo que pensaba que eras una buena persona"
Estas y entre tantas frases podía escuchar desde lejos sin saber de dónde venían, guío su mirada hasta donde más podía y cuando miro hacia arriba unos cuchillos se habían clavado en sus ojos.
Alfred se despertó gritando, sus ojos estaban levemente húmedos y su pecho que subía y bajaba rápidamente. ¿Qué había sido ese sueño y por qué se había sentido tan real? Hasta había sentido el frío y el filo de los cuchillos cuando se clavándose en sus ojos.
Luego de ese sueño no había podido dormirse en toda la noche, había sido tan impactante para él que no quiso volver a cerrar sus ojos porque si lo hacía era muy probable que ese sueño volviera a pasar.
Estaba en su pupitre con una de sus manos apoyando su cabeza intentando no dormirse.
- ¿Mala noche? - preguntó Francis sacándolo de sus pensamientos.
- Del asco - contestó Alfred bostezando.
- ¿Por qu...
- Díganme que no fui el único que soñó con Kirkland - interrumpió Iván.
- No, yo también soñé con él, y aun tengo escalofríos de lo que pasaba - contestó Gilbert exaltado.
- Yo también tuve un sueño con él - dijo Francis - ¿Y si los sueños fueron una señal?
- ¿Señal? ¿De qué? - preguntó Iván.
- En sus sueños... ¿Él los mataba, no?
Nadie contestó, pero todos asintieron con algo de terror, Francis iba a decir algo nuevamente pero el profesor había entrado al aula.
- Buenos días clase - dijo tomando asiento - ¿Arthur Kirkland falto? - tomo su libreta donde tenía todos los nombres, y un silencio se formó al escuchar ese nombre - Que extraño él siempre es el primero en llegar... - la puerta se abrió de repente interrumpiendo al profesor. Alfred y su grupo quedaron helados al ver a la persona que había aparecido.
- Lo siento tuve un percance camino aquí - Arthur había entrado y su imagen era completamente diferente de la de hace un día, su uniforme impecable que siempre tenía estaba desordenado, su cabello estaba despeinado y su piel parecía de porcelana de lo blanca que estaba además de que tenía unas enormes ojeras debajo de sus ojos - Un imbécil casi me choca con su auto, sentí que casi moría - le dio una mirada fulminante a los 6 mientras sonreía.
