La ciudad entera está de luto, desde la tarde de ayer cuando empezaron los rumores y esta mañana con la confirmación de los hechos: dos de los mejores magos del mundo han muerto. Los funerales de Daniel Atlas y Jack Wilder serán esta misma tarde, en el teatro municipal, para que quien quiera pueda asistir, y sus fanáticos logren despedirse como ellos hubieran querido. Los detalles del fatídico accidente en el truco de magia se los dejo a continuación con mi colega y-

Merritt apagó el televisor y se frotó las cienes. Estaba agotado luego de tanto, y lo único que necesitaba era dormir. Pero se levantó y se miró en uno de los espejos, estirando su traje negro en los lugares marcados por el mínimo momento en que se sentó. Odiaba usar traje, además. Pero lo hacía sólo porque la situación lo ameritaba; de todas maneras. Tocaron a la puerta.

―Adelante. ―dijo, con voz ronca, y se aclaró la garganta.

Dylan abrió la puerta y lo miró, dando golpecitos con su dedo al reloj que llevaba en la muñeca izquierda.

―Ya es hora. ―anunció, y salió de la habitación cuando Merritt asintió.

Suspiró, se miró una última vez la cara de cansancio en el espejo; trató de mejorarla, y salió. Después de todo, esa sería una larga tarde.

Lula estaba frente al espejo del baño, retocando su labial. No sabía qué pensar acerca de todo lo que estaba pasando; pues no estaba preparada, y ninguno de ellos en realidad. Pero no importaba; no dependía de ella.

Había decidido brindar su apoyo a los jinetes en todo momento y eso sería lo que haría. Salió por el pasillo en camino a la última habitación, abriéndola sin tocar siquiera.

Después de todo, seguía siendo una gran fanática de fingir muertes.

―¡No puedo creerlo! ―exclamó apenas entró. ―¡Lucen muy apuestos!

Jack le sonrió ampliamente, y Daniel simplemente asintió, resignado a su exceso de entusiasmo para todo.

―¿Cuánto tiempo tenemos? ―preguntó Jack.

―La verdad, debieron bajar hace veinte minutos. Merritt está que cae dormido en la alfombra. ¡Pero no importa! Estas cosas siempre se retrasan.

―Odio tener que perderme mi funeral. ―murmuró Daniel, sacando a Jack una sonrisa.

―Puede que tengas algo más importante que hacer, y por eso vas a perdértelo. ―le soltó.

Daniel se le acercó y le dio un suave beso en los labios, para luego tomar su cara entre sus manos.

―Lo más importante. ―le dijo. ―Darte un anillo y llevarte al lugar más lejano que encuentre en el mundo, luego de escucharte decir "acepto".

Jack apretó los labios, como si estuviera apunto de llorar. Daniel le arregló el nudo de la corbata, dándole a Lula una vista digna de poner en una tarjeta navideña.

―Chicos, basta. Van a hacerme llorar otra vez. ―dijo, y arrastró a ambos fuera de la habitación.

Para el mundo, ese día había sido el fin de ambos jinetes. Pero para ellos, ese día marcaba sólo el comienzo de lo que sería una vida completamente distinta para ambos.

Y ambos estaban seguros de eso; lo notaron cuando sus miradas se cruzaron, al ir caminando juntos, tomados de la mano, hasta el altar.


14/08/16

Santiago de Chile