Una vez, miles de años atrás, inició una terrible guerra que transformó a los amigos en enemigos y viceversa. Olvidada y dejada de lado con el paso de los siglos, la esencia de esa guerra despertó en la mente de varios líderes quienes intentaron revivir la causa por la cual luchaban. Sin embargo, junto con esos líderes surgieron otras personas: gente que no estaba dispuesta dejarles continuar, gente que creía que existían otros caminos para alcanzar la paz tan buscada por ambos grupos, la justicia... y la venganza. A pesar de sus diferencias se conformaron dos bandos, y ambos estaban condenados a pelear hasta que uno ganase.

Y así la guerra volvió a comenzar...


Prólogo

Las lágrimas escurrieron por sus mejillas y resbalaron por su cuello hasta perderse entre sus ropas. Apretó sus manos con firmeza, lo mismo sus labios, de tal manera que lo único que denotaba su sufrimiento interno eran esas traicioneras lágrimas, esas lágrimas de las que no se arrepentía y de las que jamás renegaría. Alzó una de sus manos y con ellas intentó traspasar el cristal aunque no pudo hacer otra cosa más que tocarlo con las yemas de los dedos, deseando con desesperación el ser ella quien se encontrara al otro lado luchando, protegiendo con su fuerza y su astucia a aquellos a quienes amaba.

Pero… ¿Con qué fuerza y con qué astucia podría ella defenderles? ¡No tenía nada, nada de valor para hacerlo aparte de sus buenos deseos y sus anhelantes palabras!

-¡Confiamos en ustedes! –gritaban a su alrededor, y hacían bulla de tan simples palabras hasta casi transformarlas en un solemne himno-. ¡Pase lo que pase, estamos con ustedes!

Un brazo rodeó sus hombros mientras una mano la obligaba a girar la cabeza con suavidad. Sus ojos se encontraron con los ojos de uno de sus más queridos compañeros, , y sintió su alma quebrarse bajo el peso de esa mirada tan intensa. Apartó la vista, bajó la cara hacia el suelo, y sus puños se cerraron con fuerza.

-Edlyn, te está mirando –susurró una vocecilla en su cabeza, apremiante-. ¡Anda! ¡Sonríe, o haz cualquier cosa para que él sepa que sigues de su lado!

Sonrió con amargura, apenas alzando el rostro sin mirar a nadie en especial. ¿Qué caso tenía el que siguiera de su lado? Lo había echado todo a perder, no había sido lo suficientemente fuerte como para defenderlos.

-¡Edlyn! –alguien tomó su cabeza con sus dos manos y la zangoloteó con fuerza, haciendo que casi cayera al suelo por el mareo-. ¡¿Qué crees que haces? ¿Piensas que Harry te dejaría ser tan estoica? ¿Para qué crees que te encomendó esta misión? ¿Por tu linda cara o por el lazo que te une hacia él?

Aturdida, apenas si pudo distinguir a Hermione entre las sombras que parecían sobrevolar su cabeza. Se inclinó, agarrando sus rodillas con sus manos para tomar aire y despejar la cabeza, sabiendo que su amiga tenía razón. ¿Qué estaba haciendo? ¿En qué momento había comenzado a sentir lástima de sí misma?

-Ajá –musitó, sacando de entre sus ropas la varita que había desterrado desde que el duelo había comenzado. La blandió con furia y de la punta de madera surgió un haz de luz plateada que comenzó a recorrer la cúpula de magia que mantenía apartados a los duelistas de los otros chicos-. Lo lamento –se disculpó a todos los que la rodeaban con voz baja.

-Pues no lo sientas –espetó Hermione, imitando el hechizo de Edlyn con secreto orgullo-. No es momento de sentirlo, sino de apoyarlos. ¿No es así, chicos? –se volvió para mirar a quienes los rodeaban con los ojos abiertos como platos, tan sorprendidos que habían dejado de gritar su apoyo durante unos segundos.

-…

Edlyn siguió moviendo su varita con suavidad, murmurando tranquilas palabras que se le atoraban en los labios. Sus ojos, momentos antes tan tristes y deshechos de dolor, se mostraban firmes e implacables, y su voz poco a poco iba subiendo de nivel. El hilo del hechizo que había convocado también cambiaba de color, pues aunque en un principio era plateado rápidamente se transformó en un color verde brillante, alumbrando con su fantasmagórica luz a aquellos quienes se encontraban en pleno duelo.

-¡Yugi! ¡Tú puedes lograrlo! –ladró Tristán, saliendo de su mutismo inducido por la sorpresa para alzar su puño en alto-. ¿Nos ves? ¡Estamos contigo pase lo que pase!

-Exacto, así que demuéstrale a ese niñato lo que eres capaz de hacer –prosiguió Tea, apartando de un manotazo el rayo de luz que salía de la varita de Hermione para ver mejor.

En respuesta Yugi, o mejor dicho su alter ego, alzó un pulgar en dirección a ellos, y una sensación de tranquilidad atravesó las barreras mentales de Edlyn para fundirse con su conciencia. Ese simple contacto hubiera bastado para dejarla desconcertada hasta hacía unas horas, pero en esos momentos se encontraba más preocupada por el bienestar del duelista que por su salud mental así que hizo caso omiso de ello.

-Si gana este duelo –giró la cabeza para ver los labios de Seamus moverse como en cámara lenta-, estaremos más cerca de alcanzar a Potter y a los otros –sonrió, con los ojos brillantes.

-También podremos descubrir el secreto de la Lápida –aventuró Duke, señalando hacia el otro lugar de la cúpula mágica mientras se rascaba la cabeza-. Yugi por fin podrá descubrir partes de su pasado…

-El Faraón ya conoce su pasado –cortó Tea con los brazos en jarras y el ceño fruncido-. La Lápida será lo de menos, aunque…

-De todas formas, primero tiene que ganar –replicó Edlyn, callándolos a todos-. Despertará a las fuerzas ocultas del pasado, y después uniremos fuerzas con Harry –se miró la mano, sorprendida de haber sido ella quien pronunciara esas palabras. Sacudió la cabeza, implacable.

-¿Dudas de que gane? –Tristán la miró con cara de pocos amigos, incrédulo-. ¡No sabes lo que dices!

-…Pareciera que lo sé –murmuró la chica sin que nadie la escuchara, estremeciéndose por dentro. Las miradas que le lanzaban Tea y Tristán, por no mencionar la de Yugi y su alter ego le ponían los pelos de punta aunque ni ella misma lo pudiera comprender.

Como fuera, algo más oculto que sus aciagos pensamientos le indicó que Yugi no se dejaría vencer. Ella lo sabía, y con una mano en su pecho deshizo el haz de magia, dejando la vista despejada a sus compañeros para que vieran el ataque del Mago Oscuro contra el dragón del contrincante de Yugi.