"Ven también ahora y de amargas penas líbrame, y otorga lo que mi alma ver cumplido ansia, y en esta guerra, se mi aliada"
1953, Ciudad Nacional, California
Una risa es lo que logra despertarla. No la desafortunada posición en la que dormía sentada y recostando su cabeza en el escritorio, ni tampoco el fuerte olor a whisky volcado a su lado. Fue el sonido más peculiar y más revitalizante que había podido escuchar, y una Luthor no se sorprende con facilidad. No podía simplemente desconocer su procedencia, así que se decide a levantarse y fijarse por la ventana cual era la persona que estaba emitiendo tal maravilloso sonido.
Al asomarse ve a un joven sosteniendo una caja y dirigiéndose dentro de la casa de al lado, es notablemente apuesto con contextura atlética y cabello castaño, pero no es lo que la lleva a estar como una señora fisgona en la ventana de su habitación del primer piso. Se ve que el muchacho está sosteniendo una divertida conversación con alguien más, una mujer, pero que claramente está muy ocupada tratando de sacando otra caja del baúl del auto.
Como ya le es costumbre, la impaciencia le termina ganando y se retira de la ventana para observar el desastre de su habitación, botellas de licores y whisky vacías tiradas por todos lados, la ropa que tenía puesta el día anterior al costado de su cama y por supuesto, la interminable pila de papeles de escritos fallidos desbordando el pequeño cesto de basura junto a su escritorio.
Con habitual pereza se acerca al espejo y a simple vista nota el deterioro que esta maldita rutina le estaba ocasionando. Su piel pálida, solo cubierta con lencería negra de encaje, revela moretones en sus largas piernas que seguramente se provocó ella misma en esas noches cuando trasladarse ebria por la escalera no era la mejor de las ideas. La creciente delgadez que está teniendo ya no es algo que la sorprenda, a su cabello enredado y sin brillo, que pedía a gritos un poco de cuidado, ya no le daba importancia. Lo único que todavía la impactaba era el ver su rostro. Sus mejillas que reflejaban la delgadez que su cuerpo le advertía, sus ojeras cada vez más oscuras y sus labios mostraban claros signos de ser mordidos entre momentos de ansiedad y enojos, todo esto contrastaba con lo único que aún se mantenía intacto, sus ojos. El color esmeralda de sus ojos seguía vibrante, llenos de ambición y proyectando tan solo una pizca del misterio que representaba Lena Luthor.
9:00 am, es lo que indica las manecillas del reloj colgado en la pared, no recuerda cuando fue la última vez que se levantó antes de las doce del mediodía. Se dirige al escritorio, se sienta frente la máquina de escribir e intenta describir la sensación que el sonido de esa risa le había provocado. Pero ¿Cómo se describe aquello que jamás tuvimos el placer de sentir? ¿felicidad? ¿jubilo? ¿alegría? Sin dudas como escritora, no era ajena a los bloqueos mentales, pero nunca se enfrentó a uno emocional. Se deja llevar por las palabras que se forman en su cabeza, la escritura siempre se le había dado bien, la liberaba. Aunque liberación y felicidad no siempre significaban lo mismo.
Un golpe rítmico en su puerta la saca de su tan añorada concentración, se pone su bata de seda color azul marino y baja rápidamente las escaleras, con la seguridad de que no se trataba de nada importante, solo el cartero o algún vecino quejándose del mal estado de su césped delantero.
Al abrir la puerta se encuentra con una muchacha rubia, un par de años más joven que ella y con una sonrisa en el rostro que no mostraba ningún tipo de rechazo como al que estaba acostumbrada de parte de sus vecinas, definitivamente era nueva en el vecindario.
"Hola, soy Kara Danvers-Woods, soy su nueva vecina" nota como la joven extiende incómodamente su mano, claramente esperando estrecharla "Encantada en conocerla, señora" Lena arquea su ceja, y responde el saludo apenas rozando la piel de la muchacha con sus dedos. Suave es lo único que se le viene a la mente.
"La verdad es que no esperaba visitas hoy... ni en un largo tiempo" Mira para atrás y nota lo oscuro que estaba el living de su hogar, claramente necesitaba dedicarle más tiempo que el que le dedicaba a actualmente a la limpieza.
"No quería molestarla, solo quería conocer a los vecinos y mi esposo estuvo insistiendo que comience lo antes posible a hacer amistades para no extrañar tanto mi hogar" No hacía falta ser muy lista para notar que los nervios de la joven la estaban haciendo divagar, así que Lena Luthor de todas las personas decide preguntarle algo que no había hecho en 5 años que vivía en estos aburridos suburbios.
"¿Quieres pasar y tomar algo?" La rubia asiente mientras sonríe ampliamente y eso le provoca un sentimiento levemente familiar, una extraña satisfacción que no le era para nada desagradable.
Ambas entran a la casa y al dirigirse a la cocina notan que no hay nada más que tomar que escoces, vino o agua de grifo. La Luthor le sirve agua en un vaso y se lo ofrece a la joven que claramente no parecía de las que bebía vino a las 10 de la mañana.
"Me dijiste que extrañas tu hogar, ¿de dónde viene señorita Danvers?" Pregunta con verdadero interés, algo que ya no pasaba muy frecuentemente.
"Vengo de un pequeño pueblo cercano a Vancouver, Burnaby" contesta la joven con una clara mirada de nostalgia "Deje todo, mis padres y amigos, por eso debo hacer amistades rápido... la soledad puede ser pesada"
"Veo que no vino por elección aquí, si no quería venir ¿Por qué lo hizo?"
Kara claramente no estaba acostumbrada a que alguien cuestionara lo que había hecho, hace un largo contacto visual con la mujer que tenía frente a ella y contesta lo que le enseñaron a responder durante toda su vida
"Porque es el deber de una esposa"
La morena sonríe con decepción, al parecer la rubia era una más de otras muchas atrapadas en estos barrios vacíos de valores y de libertad femenina.
La muchacha ve algo en esa leve y amarga sonrisa de la otra mujer, algo que nunca había visto antes... un reflejo de lo que ella misma estuvo sintiendo durante tantos años.
"Parece que no soy la única que cree que esa respuesta esta mal"
La respuesta de la rubia la deja atónita, justo cuando pensó que estaba perdiendo su tiempo. No puede evitar largar una carcajada, una que ni ella misma comprendía de donde venia. Si era del alivio de saber que no era la única en esta jodida ciudad que cuestionaba el rol asignado por la sociedad o por el hecho que la rubia había generado en ella una cierta empatía y le alegraba que esta le haya confiado esto que claramente nunca había confesado antes. No importaba la razón, la Luthor simplemente no podía dejar de reír.
La rubia la mira extrañada, pero la morena tenía una risa absolutamente cautivadora y no pudo evitar unirse a las carcajadas.
Y ahí fue, cuando Lena Luthor descubre de donde venia aquel sonido que la había dejado tan perpleja y se dio cuenta que no quería dejar de escucharlo nunca más.
