Dormir es uno de los placeres más grandes para ellas y más después de una noche como la que tuvieron hasta hace unas horas, pero desde hace algunos años no podían darse ese gusto de quedarse en la cama, ya sea dormidas o despiertas, hasta la hora que quisieran porque tenían una gran responsabilidad, en realidad, tres, tres responsabilidades, hermosas y la luces de sus ojos.
-¡MAMAAAAAAAAA! – escucharon gritar desde algún lugar de la casa, no sabían cual, pero de la casa
-¿Tu o yo? – pregunto a su mujer que seguía con los ojos cerrados
- Tú – respondió sin abrirlos
-Pregunto por cortesía, te toca a ti – la empujo un poco
-No, ve tú. Tu preguntaste – se volteo dándole la espalda para tratar de seguir durmiendo
-¡MAMAAAAA! – otro grito
-Deberías ir antes de que aparezcan aquí – le dijo sin voltearse y podía jurar que aun con los ojos cerrados
-Estoy pensando dejar que aparezcan y nos vean así – se refería a su cuerpo desnudo y al de su mujer
-Que nos vean – dijo restándole importancia – Ahora, quiero dormir
-¡MAMAAAAA! – otra vez
-Suerte – le dijo burlona aun sin voltearse
-Te toca a ti, ¿lo sabes? – dijo algo molesta, siempre era lo mismo
-La última vez fui yo – esta vez se volteo
-Falso, fui yo, siempre voy yo – le dijo quejándose
Se escucharon unos pasos en el pasillo
-Ahí vienen – dijo
-Hazte la dormida, tal vez así se duerman también – dijo acostándose junto a su mujer
Rápidamente la otra se acostó sobre su pecho y ambas se hicieron las dormidas, aunque el sueño se las haya ido.
La puerta se abrió y tres cuerpos entraron a la habitación
Una manito al aire comenzó a contar con sus dedos.
Índice arriba, medio arriba y anular arriba.
- ¡MAMAS! – gritaron haciendo que las dos mujeres se sobresaltaran
-¡Dios mío! – se ponía la mano en el pecho mientras se tapaba y maldecía a su esposa por haberse dado la vuelta y no ir a atenderlas o ella misma no ir a atenderlas
-¡Niñas!- regaño - ¿Qué les he dicho de gritar así?
-Tenemos rato llamándolas y ninguna viene – se quejo y sus hermanas asintieron
-¿Llamándonos? Lo siento, pero a mí nadie me llamo
-Gritaron por nosotras que es una cosa muy diferente
-Mami – se quejo cuando estuvo de parte de la otra – Siempre vienes cuando gritamos
-Tu madre no me dejo ir, yo moría por ir con ustedes a ver qué pasaba – su mujer la miro incrédula
-Mama – la miraron dolidas
-¿Qué? Yo no hice nada – la seguían mirando igual - ¡Rachel! – se quejo
R: ¿Qué? – Pregunto – Yo quería ir con mis niñas y tú no me dejaste, igual que siempre, Quinn
Q: ¿De verdad le creen? Ella quería quedarse durmiendo – ver a sus hijas abrazando a su mujer les dio a entender que si le creían – Adivinen quien hará el desayuno
-Tú – respondieron todas
Q: Error. Su mami, ya que ella siempre quiere estar con ustedes y complacerlas – la morena la miro con los ojos entrecerrados
-¿Nos harás el desayuno, mami? – pregunto una de sus hijas ilusionada
R: Claro, mi amor. ¿Qué quieren?
-Panquecas
-Tocino
-Tortitas
Rachel miro a su mujer suplicante que la veía con una sonrisa burlona
Q: No – se burlo y se meto al baño
R: ¿Qué les parece cereal? – Las niñas negaron – Muy bien, vamos
Las cuatro salieron de la habitación directo a la cocina.
Quinn llegaba a la cocina donde se escuchaba el gran alboroto de sus hijas y su mujer. Se encontró con una imagen bastante graciosa, todas llenas de harina y algo de huevo.
Q: ¿Qué paso aquí? – dijo riendo
-Mami – gritaron señalándola
R: Traidoras – susurro
Q: Muy bien. Mimi lleva a Mel a bañar y Beth a tu baño… Y NO QUIERO JUEGOS EN LA DUCHA
-Sí, mama – gritaron las tres y se fueron escaleras arriba dejando a sus madres
R: ¿Yo también puedo ir a bañarme?
Q: No, lo siento. Tú debes quedarte y ayudarme a limpiar este desastre, preparar el desayuno como se debe y luego podrás bañarte
R: Pero tengo huevo en el cabello, ¡HUEVO! – Quinn rodo los ojos – Un animalito – sus ojos se cristalizaron
Q: Ve y vuelve, inmediatamente, Rachel Berry Fabray
R: Si, señora – hizo gesto militar y salió de la cocina, pero regreso – Antes – beso sus labios – te amo, Quinnie – dijo en broma
Q: Te amo, Rachie – le siguió la broma
Rachel podía ser demasiado dramática cuando quería, en exceso, pero estaba acostumbrada, era su trabajo.
Rachel Barbra Berry Fabray, una actriz de teatro, cine y televisión, cantante. Lucy Quinn Fabray Berry, fotógrafa y directora de cine y teatro. Cada una ganadora de muchos premios. Ambas estaban casadas desde hace diez años, la prensa lo sabía y no tenían problema con ello, las mujeres tenían sus carreras lo suficientemente solidas como para dar la gran noticia. También tenían tres hermosas hijas.
Vivian en Los Ángeles, en un gran mansión con muchas habitaciones, piscinas, dos canchas de tenis, baloncesto y futbol soccer.
Rachel caminaba por el pasillo directo a su habitación, pero decidió detenerse en la habitación que tenía en la puerta una pasarela que con dos reflectores como iluminándola y arriba tenía el nombre de Beth en letra cursiva.
Toco la puerta y un "adelante" desde adentro le permitió entrar.
Se encontró con su hija luchando por sacarse la camiseta.
R: ¿Te ayudo? – dijo con una sonrisa. La niña asintió y Rachel la ayudo
Bethany Elise Berry Fabray, su hija del medio, de tan solo ocho años. Conocida como Beth, ya que no le gustaba que la llamaran Bethany. Una niña rubia, de hermosos ojos avellana, una sonrisa que enamoraría a cualquiera y una voz que podría matar. Fanática de la moda. Capaz de comerse libro tras libro sino la detienen, por lo que puedes hablar con ella de cualquier cosa. Bastante parlanchina y animada. Una versión miniatura de Quinn, físicamente.
R: ¿Qué te parece si tus hermanas, tu y yo nos damos un relajante baño en la bañera? – le propuso a lo que la otra asintió emocionada, amaba bañarse con su madre y sus hermanas – Le avisare a tus hermanas. Te espero en el baño – salió de la habitación y se fue a la habitación que esta frente a la de Beth
Al igual que Beth, Miranda tenía algo en su puerta. Una bailarina de ballet en un gran escenario, en una esquina superior tenía una máscara triste y en la otra esquina una feliz.
Toco la puerta y Miranda le abrió.
Miranda Rose Berry Fabray, su hija mayor de diez años. Apodada Mimi, cuando Beth no podía decir su nombre. Una niña de piel blanca, cabello negro liso y largo, hermoso rostro que la hacía ver más espectacular con sus ojos azules, que cambiaban según su estado de ánimo. A veces demasiado tímida y muy observadora. Llevaba la danza en las venas y le encanta pintar. Le encantan las artes. Fue adoptada días después de nacer, su madre biológica murió en el parto y no había rastros del padre, lo que ambas mujeres internamente agradecieron.
R: ¿Todo bien aquí? – pregunto con una sonrisa
Mi: Todo perfecto – abrió mas la puerta y mostro a su hermana pequeña
R: Vamos a bañarnos las cuatro juntas – le dijo con una sonrisa – como en los viejos tiempos – Miranda sonrió y la pequeña salto a los brazos de su madre – Me la llevo. Te espero en la habitación – salió de la habitación
Llego a la puerta de la habitación de su hija más pequeña que tenía una raqueta de tenis golpeando una pelota.
Melissa Alexandra Berry Fabray, la menor de sus hijas, seis años de edad. Una pequeña de cabello castaño, piel blanca, ojos café claro y una sonrisa compradora. Hermosa en todos los sentidos, una niña que podía conseguir lo que quería con solo batir sus pestañas. Amante de los deportes, sobre todo del tenis. Una personalidad explosiva, sumamente orgullosa y fiel a su familia. Una mini versión física de Rachel, aunque su nariz era pequeña y muy bonita.
R: Enanita, vamos a bañarnos ve por tu ropa
Me: Si, mami – corrió a su gran armario
Cuando su hija regreso las dos caminaron a la puerta y se encontraron con Mimi y Beth esperándolas en la puerta de la habitación de sus madres.
R: ¿Listas, mis amores? – pregunto a sus hijas. Todas asintieron y entraron a la habitación de sus madres guiadas por Rachel
Entraron al gran cuarto de baño y para su sorpresa se encontraron a la rubia mayor en la gran bañera.
Q: ¿Pensaban bañarse sin mí? – Pregunto con la ceja levantada - ¿Qué esperan? Entren
Las niñas no se hicieron esperar y todas se metieron a la bañera.
Este era uno de los momentos favoritos de las niñas, bañarse con sus madres en su gran bañera, tiempo en familia y se divertían cuando a su mami Rach se ponía a jugar con la espuma haciéndose peinados y poniéndose una barba, lo que hacia reír mucho a las niñas. Quinn lavaba en cabello de sus hijas y las ayudaba a mojar más su otra madre.
Quinn estaba en la cocina cuando escucho el abrir y cerrar de las puertas, eso solo le indicaba una cosa, Rachel planeaba algo y no se equivoco. Entro al cuarto de Miranda y le conto que se bañarían con su madre y hermanas. Inmediatamente se fue a su habitación y preparo la bañera para sus amores.
Rachel estaba más que feliz, tenía al amor de su vida y a sus niñas favoritas.
Hola :)
Este es otro nuevo fic de Rachel y Quinn con hijas
Espero les guste
