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Esa mañana salió de su casa después de que un anbu tocara su puerta con un llamado de la Hokage. Se apresuró a caminar las principales calles de Konoha, pasando obligatoriamente frente al afamado puesto de ramen Ichiraku, donde aceleró aún más el paso, intentando inútilmente no ser vista.

—¡Hey, Sakura−chan! —se detuvo en seco al escuchar el grito proveniente de su mejor amigo, Naruto.

Suspiró hondamente y viró.

—Naruto —le sonrió—. Sasuke.

Sasuke asintió en señal de saludo y Naruto expandió una enorme sonrisa por su rostro.

—¿A dónde vas? —preguntó el rubio.

—Con Tsunade−sama —le dirigió una significativa mirada—. Solicita mi presencia urgentemente.

—Oh —parecía decepcionado—. Se me había ocurrido que el equipo siete podría compartir un rato juntos en Ichiraku, ya sabes, como en los viejos tiempos.

Una ola de nostalgia invadió a la Haruno. Se dijo a sí misma que hace mucho tiempo que no pasaba un momento de diversión con su equipo más allá de los entrenamientos. Ya casi no pasaba tiempo con Naruto, Sai, Kakashi, Yamato y Sasuke.

Sasuke.

Él la miraba tan indiferente como siempre. Como si ella no le importara en lo más mínimo. Lo cual, muy posiblemente, era exactamente así.

Sacudió levemente la cabeza para despabilarse—. Lo siento, Naruto. Será en otra ocasión.

El Uzumaki la miró hasta que ella giró en una esquina y desapareció de su vista. Encogió los hombros y entró a Ichiraku. El Uchiha se mantuvo mirando el camino por el cual se había ido su compañera de equipo, hasta que los ruidosos gritos del rubio dentro del local lo obligaron a entrar.

Trató de normalizar su respiración una vez que estuvo frente a la puerta de la oficina de su maestra. Quizá había exagerado con la prisa de su caminata para huir de sus compañeros de equipo, pero en la situación en la que se encontraba, más valía prevenir que lamentar.

Permaneció unos momentos más frente a la gran puerta de madera. Alcanzó a escuchar con claridad varias voces, todas ellas de mujeres. En ese momento reparó en la repentina llamada de la Hokage. Últimamente no había misiones, ni siquiera de esas inútiles que Naruto detestaba y que Sasuke decía que solo eran una pérdida de tiempo.

Tocó la puerta y giró el picaporte cuando la voz de la líder de Konoha la invitó a pasar. Al entrar la recibieron los rostros sonrientes de todas las kunoichis de su generación. Ino, Hinata, Tenten y hasta Temari. Aquello la desconcertó un poco. ¿Qué hacía ella ahí, una kunoichi de Sunagakure?

Sonrió dudosa a su maestra, quién le devolvió el gesto con una mirada maliciosa. Un escalofrió atravesó su espalda con rapidez.

—Bien, ahora que están todas presentes — las miró fijamente—, les explicaré el motivo por el que están aquí.

Hubo un asentimiento general.

—Como kunoichis, ustedes son muy diferentes de los shinobis —entrelazó las manos frente a su barbilla—. No lo digo solamente por el sexo, sino porque ambos tienen una función diferente.

—¿Función? —se atrevió a preguntar la Yamanaka, claramente confundida.

La Hokage sonrió.

—Tenten —llamó. La castaña la miró con atención—. Como kunoichi en tu equipo, ¿cuál es tu función?

—Eh, pues… —se rascó la nuca—. No creo hacer algo en específico en mi equipo —dijo con nervosismo.

La sonrisa de Tsunade aumentó—. ¿Estás segura? —Tenten tragó con pesadez—. ¿No hay algo que solo tú puedas hacer en tu equipo?

La castaña pareció divagar unos segundos antes de que sus ojos se abrieran más de lo normal repentinamente. La Hokage se mordió la lengua para no reír.

—A decir verdad, soy yo quien se ocupa de que Lee y Gai−sensei no se salgan de control a causa de la "llama de la juventud" —frunció levemente el ceño—. También debo soportar a Neji hablando todo el tiempo del futuro predestinado de todos.

Tsunade asintió.

—¿Qué hay de ti, Ino? —cuestionó a la rubia.

La Yamanaka se basó en la explicación de la castaña para responder—. Debo ocuparme de que el vago de Shikamaru no se escabulla de los entrenamientos para ir a mirar las nubes. También debo vigilar que Chouji no acabe comiendo más de cinco bolsas de frituras en menos de una hora —se cruzó de brazos, ofendida—. Y, por si fuera poco, me encargo de que Asuma−sensei deje ese horrible hábito suyo de fumar sin parar.

—Temari, ¿el lugar cambia la situación?

—Claro que no —renegó la Sabaku No—. Tengo que, prácticamente, obligar a Kankurou a que limpie sus marionetas. Gaara —suspiró—… él será el Kazekage, pero sigue siendo mi hermano menor. Y Baki−sensei, bueno, él tiene la mitad de la cara cubierta —alzó una ceja—. ¿Qué hay con eso?

Sakura sonrió con ironía. Esa historia ya la conocía.

—¿Recordando algo gracioso, Sakura? —preguntó Tsunade, sobresaltando a la Haruno.

—¿Eh? No, nada.

Las miradas de las demás se posaron sobre ella con curiosidad. Suspiró.

—Cuéntanos de tu equipo.

—Naruto siempre hace idioteces —Hinata se sonrojó, a punto de negarlo—. Alguien debe evitar que se maten en los entrenamientos. Como usted bien sabrá, Tsunade−sama —la observó con acusación en su mirada—, soy también la encargada de vigilar que Sasuke cumpla con su castigo asignado después de volver a Konoha —la Hokage sonrió de lado—. Sai no sabe absolutamente nada de sentimientos y sus comentarios son irritantes, aunque no más molesto que tu sensei siempre llegue tarde y se excuse patéticamente. Eso sin contar lo atemorizante que Yamato−taichou puede llegar a ser.

Las demás asintieron, sintiendo lástima por su compañera.

—¿Y tú, Hinata?

La Hyuga se sonrojó al ser el centro de atención de todas las miradas.

—Pues, Kiba−kun puede ser atrabancado —tartamudeó—. ¡Pe−pero es muy fuerte! Y Shino−kun es muy serio, pero también muy inteligente y… Kurenai−sensei e−es muy buena persona.

Ino negó con la cabeza. Hinata era verdaderamente incapaz de hablar mal de alguien.

—Yo las entiendo, chicas —las kunoichis la miraron—. Yo también tuve un equipo —sonrió con nostalgia, como quien recuerda tiempos mejores—. Mi sensei era uno de los ninjas más fuertes de Konoha, pero Jiraiya era un pervertido —hizo una mueca— y Orochimaru daba miedo.

Todas asintieron, dándole la razón.

—Conozco todo lo que ustedes tienen que pasar con esos patanes que dicen ser sus maestros y compañeros.

Ino asintió firmemente convencida en las palabras de la Hokage.

—Ustedes son el cerebro de sus equipos.

Temari sonrió con arrogancia.

—Y, a pesar de todo lo que ustedes representan en ese equipo, no son valoradas como lo merecen.

—Tiene razón —apoyó Tenten con el ceño fruncido.

—Ustedes, kunoichis, deberían ser alabadas por su arduo trabajo —exclamó.

Todas estuvieron de acuerdo.

—No necesitan a esos hombres, y deben demostrárselos.

Sakura sonrió con repentina confianza. La Hokage tenía razón.

—Necesitan liberarse un tiempo de ellos —sonrió con los ojos brillantes—. ¡Ustedes necesitan vacaciones!

—¡Sí!

—¡Y yo se las daré!

Un grito de júbilo se escuchó en el despacho.

—El día de hoy, todas nos iremos a relajar en las aguas termales —exclamó emocionada la rubia.

—¿Todas? —interrumpió Shizune, entrando al despacho, curiosa por el alboroto que se oía.

—Así es, todas —afirmó la hokage.

—¿Y los pendientes? —cuestionó preocupada. Había mucho trabajo.

—Confío en que podrás terminarlos sin mí, Shizune —aseguró.

—¿Qué? ¡No, yo no puedo hacerlo sola! Tsunade−sama…

—Bien chicas, ¡vámonos!

—¡Sí! —sonrieron todas, siguiendo a la máxima autoridad de Konoha.

—¡Tsunade−sama, espere! —gritó Shizune, pero la máxima autoridad de la aldea ya se había ido. Volteó a ver la cima de documentos en el escritorio de la rubia e, internamente, lloró.

¿Por qué siempre le pasaban esas cosas a ella?


—¡Increíble! —exclamó Temari al entrar.

—Hermoso, ¿no? —habló la Godaime.

—Jamás había estado aquí —dijo Sakura, admirando el recinto.

—Yo tampoco —secundó Tenten.

—Es uno de los lugares más caros de Konoha —informó Hinata, aferrando una toalla a su pecho.

—¿De verdad? —preguntaron las kunoichis a coro.

La Hyuga asintió con las mejillas sonrojadas a causa del vapor.

—¡Ah, qué bien se siente! —exclamó Ino al entrar a las cálidas aguas.

—La temperatura es perfecta —apoyó Temari.

—Ésta vez se lució, Tsunade−sama —elogió Sakura.

La rubia sonrió orgullosa.

—Quién diría que siendo usted tan tacaña… eh, ahorrativa —corrigió Ino ante la fulminante mirada de la hokage—, pagaría un lugar como éste para nosotras. ¡Somos tan afortunadas de que comprenda como nos sentimos!

La Hokage suspiró estirando las piernas por debajo del agua—. Debo ser sincera con ustedes, chicas —atrajo la atención de las kunoichis—. Sí las traje aquí es porque tenía cupones.

—¿¡Qué!? —preguntó incrédula su aprendiz—. ¿Nos invitó solo porque tenía cupones?

—Sí. La dueña me debía un par de favores y me dio unos cupones para compensarme —afirmó despreocupadamente la Godaime.

—¿Y todo eso de las funciones de la kunoichi? —cuestionó escéptica la Sabaku No.

—¿Eso? Fue solo un invento mío —soltó una carcajada—. Pero pueden creérselo si quieren.

Sakura frunció el ceño. Todo había sido una mentira, pero, sí lo veía por el lado amable, estaba en las mejores aguas termales de Konoha sin haber pagado nada. Lo mejor sería relajarse y olvidarse de sus problemas por un momento.

Cerró los ojos y dejó que la tibia agua relajara su cuerpo. Sentía el cuerpo ligero y sus hombros ya no estaban tensos. Vaya, aquello sí que le venía bien. Empezaba a sentir que la relajación en su cuerpo se convertía en somnolencia cuando escuchó la alarmada voz de Tenten.

—Tsunade−sama, ¿qué es eso?

Sakura abrió los ojos levemente. Cuando vio a que se refería la castaña, sus orbes se abrieron desmesuradamente.

—¿Esto? —miró la botella que sostenía entre sus manos, examinándola—. Sake —respondió mirando a la chica como si fuera retrasada.

—¿Có−cómo la metió aquí? —preguntó nerviosa Hinata.

Tsunade sonrió maliciosamente—. Ventajas de ser Hokage.

Todas se miraron entre sí, asustadas. Todas sabían que la Hokage y el sake no era una buena combinación.

—No creo que esté bien que beba, Tsunade−sama —trató de razonar Sakura—. Estoy segura de que ni siquiera se permite ingerir bebidas alcohólicas aquí.

—No te preocupes, Sakura —le quitó importancia a su advertencia con un movimiento de mano—. Yo soy la Hokage, te aseguró que nadie me dirá nada. Además, he traído suficiente sake para todas —señaló una caja llena de la bebida embriagante.

—¿Cómo ha logrado meter todo eso? —preguntó la Yamanaka sorprendida.

—Solo hubo que negociar un poco con el portero —sonrió con ironía la rubia mientras se tronaba los nudillos.

—¡Tsunade−sama! —reprendió Sakura.

—Tranquila, no morirá —aclaró despreocupada.

Exasperada, Sakura se llevó una mano a la sien, frotándola con fuerza.

—¡Vamos! —animó—. ¡Es su día libre, hay que disfrutarlo!

Las kunoichis se mantuvieron escépticas.

—¡Olvídense de sus problemas, al menos por hoy!

—¡Al demonio! —concedió Ino tomando una botella—. Merezco un día de relajación —exclamó antes de darle un largo trago al sake.

—¿Y bien? —preguntó con una sonrisa la Hokage.

—¡Mucho mejor! —respondió la rubia.

Sakura alzó la ceja, levemente sorprendida. La verdad es que no le extrañaba demasiado que Ino cayera tan pronto, ella siempre había sido más atrevida.

Temari suspiró y sonrió levemente. Tomó una botella y le dio un ligero trago.

Hinata, Sakura y Tenten las miraban desde una distancia prudencial.

—Rubias —soltó Tenten como si ya se lo esperara.


Veinte minutos más tarde, y sin saber realmente cómo, las tres rubias estaban en un estado apenas consciente.

—¡Únanse! —intentaba persuadir una eufórica Temari a las sobrias del grupo.

—Te−Temari−san —murmuraba preocupada la Hyuga.

—Yo paso —negaba Sakura.

Tenten negaba con la cabeza. Al poco tiempo, el trío de rubias la rodearon.

—Vamos, Tenten —la Hokage pasó un brazo por sus hombros—. Solo un trago.

—¡Sí! —apoyaba Temari—. Un trago de esto y verás cómo se van de tu cabeza tu maestro y compañeros.

—Dudo mucho que eso sea posible —decía contrariada la castaña.

—¡Que sí! —se carcajeó Ino—. Incluso Neji —sonrió ladinamente—. Un poco de esto y lo olvidas, así de fácil.

—¿Neji? —cuestionó escéptica—. ¿De verdad?

—¡Claro! —coreó el trío.

Apenas visible a los ojos de Sakura y Hinata, Tenten tomó la botella, empinándosela sobre la boca. Las rubias festejaron su hazaña a carcajadas. La castaña separó la botella de sus labios y soltó un suspiro satisfecho.

—¡Ah! —sonrió ligeramente aturdida por la quemazón del alcohol en su garganta—. ¡Se siente bien!

—Tenten−san —murmuraba una asustada Hinata.

Ella siguió bebiendo a la par de Temari, Ino y Tsunade. Las cuatro rieron antes de acercarse a una Hinata que parecía un farolito de navidad. La Hyuga no parecía dispuesta a ceder ante la insistencia de las mujeres, así que Tenten decidió ser más directa, empinándole la botella al igual que ella lo hizo, acabando de un trago con casi la mitad de la botella, atragantándola de paso. Hinata tosió cuando logró liberarse del agarre de la castaña y sus mejillas se colorearon de un rojo intenso. Sakura se sorprendió de la rapidez con la que la chica llegaba al estado etílico.

Todas soltaron una sonora carcajada cuando Hinata buscó por sus propios medios —torpemente— más bebida.

—¡Únete! —canturreó Ino pasándole un brazo por los hombros.

—No —soltó de tajo Sakura.

Temari chasqueó la lengua, restándole importancia a la presencia de Sakura, dando inicio al más fatídico de los eventos de ese día. La kunoichi de la aldea de la arena inició una charla sobre hombres.

—¡Son lo peor! —afirmó Tenten.

—¡Y malagradecidos! —secundó una ya nada tímida Hinata—. He vivido siendo amable con todos y jamás nadie se detiene a darme las gracias.

—Los hombres son unos desconsiderados —soltó Ino despectivamente. Si normalmente la rubia era una feminista, con cantidades incontables de alcohol en su cuerpo Sakura no quería ni imaginar lo que despotricaría a continuación—. Mi estúpido equipo depende de mí y no me consideran en lo más mínimo.

—¡Todos los hombres son iguales! —comentó la Hokage no del todo ajena a la plática de las jóvenes.

—Lo peor es que nuestros equipos son un cliché —rió Temari—. Con un idiota, un inexpresivo y un sensei que no es exactamente el mejor mentor que digamos. Y nosotras.

—¡Tienes razón! —se sorprendió Ino entre la nube de alcohol que la rodeaba.

—¿Quién es el idiota en sus equipos, chicas? —cuestionó Tsunade.

—¿Chouji? —Ino se rascó la cabeza—. Shikamaru es un genio y—

—Nara es un idiota —interrumpió la Sabaku No.

—¡Lee! —gritó de la nada Tenten—. Siempre hablando de la llama de la juventud —hizo un gesto de asco.

—En el mío… es Kiba−kun. Siempre anda por ahí con su perro… ¿cómo se llama?

—Akamaru —aportó Sakura.

—¡Sí, ese! —le sonrió estúpidamente.

—Al menos su mejor amigo no es una marioneta.

—Eso es poco al lado del mayor pervertido de Konoha —continuó Tsunade.

Todas miraron a Sakura.

—Naruto —soltó con simpleza. Todas —excepto Hinata— asintieron dándole la razón.

—Pues el cubo de hielo en mi equipo es Neji. No ve más allá del bienestar de Hinata —la Hyuga la miró con pesar. Tenten suspiró.

—Ahora que Gaara es el Kazekage apenas puedo verlo —confesó una deprimida Temari.

Hinata bajó la cabeza—. Shino−kun es amable conmigo, pero a veces me gustaría poder mantener una conversación que no fuera sobre insectos.

—Shikamaru ni siquiera notó cuando cambié mi peinado —renegó la Yamanaka.

Sakura las miró con lástima. Habían dado un repentino cambio de humor de la euforia a la tristeza. Analizó su propia situación. Era cierto que Naruto era un idiota, pero era también un héroe, de eso no había duda alguna. En cuanto a Sasuke… bueno, él la ignoraba. Pero la había ignorado siempre, así que no era algo que le afectara terriblemente.

—Y en el equipo siete —salió de sus cavilaciones al escuchar las arrastradas palabras de Ino—. ¡Es Sasuke−kun! El amor eterno de la frente de marquesina.

—¡Cerda! —protestó—. ¡Deja de decir tonterías!

—¡Te has sonrojado! —se burló Temari.

—¡Es porque llevamos demasiado tiempo aquí!

—¡Sí, claro! —rió Tenten—. ¡Sigues enamorada de él, Sakura!

Todas rieron al unísono. Sakura sintió la cara arder y la ira fluir con rapidez por sus venas. Una idea llegó a su mente y una sonrisa maléfica empezó a extenderse sobre su rostro.

—Vale, yo podre seguir enamorada de Sasuke−kun —aceptó son poder evitar sonrojarse—, ¡pero ustedes no están exentas tampoco! —las chicas la miraron confundidas—. ¡Ustedes también están enamoradas!

—¿De qué hablas, frente?

—Oh, vamos —sonrió con sorna—. Tenten, estás loca por Neji —la castaña abrió la boca con sorpresa—. Temari babea por Shikamaru —la aludida la miró con gesto indignado—. Ino siempre está detrás de Sai —la rubia rodó los ojos—. Y, obviamente, Hinata ama a Naruto —ella se sonrojó—. ¡Acéptenlo! Están enamoradas. Aquí la única que se salva es Tsunade−shisou —ante la sonrisa arrogante de su maestra, agregó—: ¡Y ni tanto, porque es una alcoholica!

—Por Dios —exclamó Tenten aún sin salir del asombro—. Sakura tiene razón.

—Estúpido vago.

—Na−Naruto−kun.

—¡Él me llamó preciosa primero!

—¡Yo no soy una alcohólica! —gritó la Hokage.

—¡Sí lo es! —refutaron todas.

La estancia se sumió en un pesado e incómodo silencio. Todas y cada una de las kunoichis perdidas en sus propios pensamientos.

—¡Vamos chicas! —intentó animar la Hokage—. Quiten esas caras largas, es su día libre —pero no hubo cambio alguno—. ¡Ya sé! —exclamó emocionada—. Para animarnos deberíamos hacer un brindis. Y Sakura debería hacerlo.

—¿Y yo por qué?

—Porque tú iniciaste esto —advirtió con una mirada atemorizante.

—Vale —tomó una botella, balanceándola entre sus manos—. Brindo por—

—¿Que el tamaño de tu frente reduzca? —bromeó Ino. Todas rieron.

Sakura sonrió forzadamente, frunciendo el ceño—. No. Brindo por los hombres —la diversión desapareció del rostro de las kunoichis—. Porque no se puede vivir con ellos… pero tampoco sin ellos —acto seguido, le dio un largo trago al dulce sake.

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Uh, dividí este fic en dos, ya que era muy largo.

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