DISCLAIMER : Nada de FINAL FANTASY VII me pertenece.

Hola mis niños lectores! ¿Cómo están? Espero que muy bien. Aquí vengo con esta mi primera historia. Es la primera vez que escribo aquí, y por eso les pido que juzguen la historia a su gusto, que me digan, que me comenten que les pareció lo que leyeron. Muchísimas gracias ante todo. Un beso , ah y les aclaro que la historia que escribí no tiene que ver con la historia del videojuego, así que espero que les guste lo que escribí. Un besazo grande (K)

1.

En una pequeña vecindad de Midgar , varios niños corrían por la calle, divirtiéndose con distintos juegos, mientras las ancianas cosían a las puertas de las casas, puertas que estaban siempre abiertas a los demás, pues aquella vecindad era un sitio pacífico en medio de aquella ciudad tan alborotadora.

Los adultos paseaban con sus carros de un lado a otro, algunos iban a trabajar, otros iban a meterse en sus casas, deseando tomar un poco de aire fresco del ventilador, pues aquel día del mes de Junio prometía ser uno de los más calurosos del verano.

Y , en aquella pequeña casa , que tenía unas pequeñas florcitas en el balcón, en aquella casa vieja , pero bastante conocida por todos en el pueblo, vivía una curandera, una mujer adulta llamada Elmyra.

Era temprano aquella mañana calurosa, pero Elmyra ya estaba despierta, ¿y quién no? Se preguntaba la mujer, si aquella noche se sucedía el conocido "Festival del Verano", al que acudían todos los jóvenes de aquella pequeña vecindad.

Todos… hasta su pequeña hija Aeris. La hija de Elmyra tenía 18 años, y una larga vida por delante.

Eran muchos los muchachos que se acercaban a Aeris para coquetearle, pues la joven era una muchacha muy bella, de grandes ojos esmeralda, y pelo castaño y largo, que solía llevar recogido en trenza.

Pero Aeris no quería entrar en el juego del amor. Era una muchacha seria y que no tenía como principal meta el amor.

Elmyra terminaba de hacer un bordado que le había pedido una de las vecinas, cuando escuchó , como, alborotadamente, unos pasos bajaban la escalera. Era su joven hija, Aeris, que ya llevaba la ropa de sirvienta, un sencillo traje azul con un delantal blanco.

Ah, ¿qué no se los había dicho a ustedes? Aeris trabajaba de sirvienta en la casa de una de las familias con mas renombre y dinero de Midgar. Todos los días tenía que desplazarse a pie hasta el centro de la ciudad, que era donde convivía esta familia adinerada.

-¿Ya te vas , mi hijta? - preguntó Elmyra, dejando de lado su costura y mirando a Aeris con una sonrisa dulce y aniñada.

La joven, que había cogido una manzana , grande y roja, del frutero, sonrió a su mamá, y le dijo, con cariño.

-¡Si mamá! Ya tengo que irme a trabajar, sino , la señora Ifalna se va a acordar de mi y me va a echar…

-Ah, pues a como ¿todavía sigue con esa idea hija? - dijo Elmyra. La madre de Aeris conocía perfectamente a la señora Ifalna, ¡ y tanto que la conocía! Grande era el secreto que guardaba Elmyra, pero de su boca nunca saldría nada. No, Aeris nunca sabría la verdad.

-Pues , si. Pero bueno, ¡ya te dejo! Tengo que ir a trabajar a casa de esa bruja… - dijo Aeris , inocentemente. Pero la señora Elmyra enfureció.

-¡Hija! Respeta a esa señora…

Aeris se quedó bastante sorprendida, pues la primera que siempre hablaba mal de la señora Ifalna era su madre, Elmyra. Así que ahora se había quedado incrédula, y no comprendía apenas el motivo por el cual su madre ahora defendía a esa señora.

-Mamá, ¡no te entiendo! Tu eres siempre la primera que la critica y ahora…

-Lo sé hija, pero, eso se acabó…-dijo Elmyra, repentinamente nerviosa, y esquivando la mirada de su hija.

Aeris, dando por terminada la conversación, puesto que no iba a entender nada, se despidió de su mamá con un beso en la mejilla, y se fue corriendo a la casa de la señora Ifalna.

-X-

-¡Teresa! ¡TERESA! - gritaba la señora Ifalna, mientras caminaba a través de la enorme casa, propiedad de su marido, el señor Gast. La señora buscaba a su criada, la cocinera. Estaba bastante enfurecida, pues esa joven de cabellos castaños, esa tal Aeris, aun no había llegado a su puesto de trabajo. Al final tendría que cumplir su amenaza de despedirla, tal y como le había dicho a la joven semanas atrás, cuando había vuelto a llegar tarde por enésima vez.

Una mujer rechoncha y bajita, con el pelo largo y negro, apareció de un lado de la sala. Llevaba en sus manos una pañoleta, y un balde de agua, con el que limpiaba la estancia.

-¿Me llamaba usted, señora? - preguntó Teresa, la criada. Teresa sintió miedo, seguramente estaba así de enfurecida porque la jovencita Aeris aun no estaba trabajando en la casa. Pero a Teresa no le preocupaba encubrir mil veces a la muchacha de buenos sentimientos. Sabía que la joven era pobre y no podía permitirse un carro para llegar desde su vecindad hasta la casa de la señora Ifalna. Pero la señora desconocía este hecho, y por tanto, se daba el lujo de rebajar a la pobre Aeris.

-¡Pues claro que te llamaba! - dijo Ifalna, muy enfadada. Tenía las mejillas enrojecidas de tanto chillar. - Mira, ¿¡se puede saber donde anda esa Aeris!? ¿¡No piensa venir a trabajar hoy!?

Teresa se mordió el labio inferior, pero rápidamente inventó una excusa para salir al paso.

-Es que la joven muchacha me dijo anoche que su madre estaba enferma, si, muy enferma, y que tenía que cuidar por ella, mire usted, ¡ a lo mejor por eso se retraso! - inventó Teresa, mientras aguantaba la respiración.

La señora Ifalna era una mujer oscura, malvada, y engañarla era algo que no se debía hacer, pues si se daba cuenta… si se daba cuenta no iba a dejar títere con cabeza. En contables ocasiones, Teresa se preguntaba como el señor Gast, al que conocía desde que ambos eran pequeños, podía estar con una mujer como Ifalna, si el era tan noble y tan bueno. Pero Teresa se decía que quizá, la señora Ifalna no era mala, sino muy seria y mandona. Quizá pudiera ser ese el motivo, aunque con Teresa , Ifalna nunca había sido del todo simpática, pero , a veces mas y a veces menos, se llevaban.

-¿Se enfermó? Me parece que esa excusa fue la misma que me diste la semana pasada, Teresa. - la señora Ifalna clavó sus ojos verdes en los marrones café de Teresa, y la criada se asustó.

-No señora, se lo aseguro…

Pero antes de que pudiera decir nada más, apareció en la sala el señor Gast, que ya iba a trabajar.

-Pero bueno, Ifalna, ¿qué son estos gritos, amor? Desde tan temprano ya estás enfadada… - dijo el profesor, pues era maestro en una universidad de Midgar, mientras le daba un beso a su esposa en la mejilla.

-Nada, otra vez esta … muchacha. - dijo, pero se silenció al ver que la joven Aeris, llegaba con una esplendida sonrisa a su trabajo, y escoba en mano, y tras saludar a los presentes con un sonoro buenos días, empezó a barrer la estancia. Ifalna enfureció aun mas. No sabía porque, pero no soportaba aquella muchacha. Pero no podía evitar sentir algo especial por aquella joven. Sentía que era alguien importante en su vida, pero no sabía porque…

-¡Aeris! - la nombró Ifalna. La joven se sobresaltó , y miró fijamente a la señora. Seguramente ahora le echaría la bronca monumental…

-¿Señora?

-Ven a mi despacho - dijo Ifalna. Ambas, la señora y la joven, se ausentaron de la estancia. Gast y Teresa se quedaron mirando, y tras intercambiar miradas de incomprensión, Gast se despidió y se fue a su trabajo, mientras Teresa continuaba su limpieza.

-X-

Ifalna cerró la puerta del despacho una vez que Aeris hubo entrado. La joven, pensando que sería una conversación larga, se sentó, pero rápidamente, Ifalna le dijo que se levantara.

-¡No puedes sentarte sin mi permiso! - le dijo Ifalna.

-Lo siento mucho señora. - dijo Aeris con educación, mientras agachaba levemente la cabeza y cruzaba las manos en señal de respeto.

-Teresa me ha dicho que tu madre enfermó, y que ese es el motivo de hoy por el que llegas tarde. ¿Es cierto?

Aeris se quedó en blanco. Tenía que seguir el testimonio de Teresa, si no la peor parte sería para la criada y no para la joven. Tenía que agradecerle a Teresa que hubiese mentido por ella una vez más, y la única forma de hacerlo era seguir la mentira.

-Si, señora, así es. Mi madre enfermó mucho anoche y … pero ya hoy mejoró. - contestó la joven con un hilo de voz. ¿Se daría cuenta la señora Ifalna que era mentira?

-Bueno… espero que no se vuelva a …

Pero alguien interrumpió a la señora Ifalna con un golpeteo de la puerta.

-¿Quién? - preguntó la señora. Entonces alguien entreabrió la puerta, y la joven Aeris, como siempre que lo veía, no pudo evitar ponerse nerviosa , como tampoco pudo evitar que sus mejillas enrojeciesen. - Ah hola, hijo, eres tú.

Se trataba del único hijo de la señora Ifalna. Su nombre era Cloud. El joven tenía los cabellos rubios, y un intenso color azul en sus ojos. No hace falta decir que era bastante apuesto, ¿no? O al menos así lo pensaba la joven Aeris. Lo que era extraño , para todos los que conocían a la familia, que el joven Cloud no se pareciese a ninguno de sus padres, aunque todos achacaban el tema a la genética, algo incomprendido para muchos. Y así terminaba el tema.

-Mamá , hola. - dijo , dándole un beso en la mejilla. Aeris contempló la escena, con profundo pesar. Se preguntó, cuando podría hacer lo mismo, no con su madre, sino con su padre. Pero como Elmyra le había contado desde pequeña, su padre había muerto en un accidente automovilístico, y las había dejado solas al amparo del destino. - Hola . - saludó el joven rubio a la muchacha, que se había quedado algo traspuesta observando la escena.

La joven sonrió levemente, otra vez el rubor acudió a sus mejillas. Aeris tampoco podía evitar que el hijo de la señora Ifalna le gustase. - ¿Interrumpo algo? - volvió a intervenir el joven, risueño.

-Si… retírate Cloud, hablaremos en otro momento. -dijo Ifalna, mirando a su hijo con ternura.

-Vale mamá, de todas formas ya tenía que irme a la universidad, tan sólo pasaba para saludarte y ver como estabas - dijo el joven con una ligera sonrisa. Se volvió a despedir de su madre y como no , de Aeris , con una pequeña sonrisa, y se fue.

-Bueno… - dijo Ifalna - Esta vez lo perdonaré, dado que se trata de tu madre. - dijo la señora. - Pero para la próxima… ya sabes lo que pasará. No tengo que volver a repetírtelo, ¿no?

Aeris negó con la cabeza.

-Retírate.

-X-

Aeris salió del cuarto de la señora Ifalna, cerró la puerta y respiró hondo. ¡Se había librado de nuevo! Pero ya, ya no podía volver a tentar a la suerte de nuevo, se dijo la joven, así que de ahora en adelante, se levantaría pronto.

Aeris caminó un poco por el pasillo, alejándose de la puerta, cuando de pronto, unos brazos fuertes la estrecharon.

-¿Qué le pasa a mi muchacha bonita? - dijo el joven Cloud al oído de la muchacha. La joven se sonrió a si misma.

Ah, ¿Qué tampoco se los conté? Cloud y Aeris eran pareja, pero en secreto, muy en secreto, pues , debido a las condiciones sociales del uno y del otro, nunca serían aceptados.

Pero Aeris, asustada porque alguien pudiera sorprenderlos en esa guisa, se separó rápidamente del joven.

-¡Cloud! Ya sabes que aquí no… - susurró, asustada.

-Pues, ¡ya me dirás donde! Si es aquí donde único nos vemos… - repuso el joven, risueño. El joven Cloud era un muchacho bastante alegre y soñador, Aeris también lo era, pero ella era una joven bastante precavida y serena, a la que no le gustaba mucho demostrar sus sentimientos, pero sobre todo, por miedo a ser herida.

-Ya, pero tu madre puede sorprendernos… - dijo la joven, mirando a un lado y a otro con miedo.

-Bueno… por lo menos , me dejarás darte un pequeño beso, ¿no? - dijo el rubio, agarrándola por la cintura.

Aeris miró a ambos lados y le dio un pequeño beso.

-Nos vemos después, en la tarde. - susurró Cloud.

-Adiós - dijo Aeris , también en un murmullo amoroso.

La joven muchacha se sonrojó. El joven Cloud la hacía muy feliz. Corrió a terminar las tareas de la casa.

Pero, ¿cuánto durará tanta aparente felicidad?

..

Hasta aquí el primer capítulo. ¡Espero que les haya gustado mis niños! Un beso y no se olviden de comentar, gracias a todos!