Capítulo 1:

La intervención de un amigo

"Yo, Cornelius Fudge, elegido nuevamente como ministro de magia, declaro que ante los evidentes ataques de mortífagos al mundo mágico y considerando la seguridad como prioridad, el ministerio proporcionará a cada familia con seguridad mágica evitando así daño alguno a miembros de nuestra sociedad. Y a los nacidos muggles se les pondrá como condición para esta protección que estén unidos políticamente por las leyes mágicas a una nacido de familia mágica (sangre pura), con la única finalidad de que existan más uniones entre el mundo mágico y el mundo muggle.

Sin más por el momento

Cordelius Fudge"

…..

Sirius Black caminaba por el pasillo del ministerio de magia.

Se dirigía como todas las mañanas a su oficina.

Mientras caminaba, le guiñaba el ojo a una que otra bruja guapa que se encontraba en su camino. Y solo a unas cuantas les sonreía con coquetería.

Entró a su oficina (elegante y sofisticada) y se sentó tras su escritorio.

Un momento después alguien tocó la puerta.

-Adelante –Indicó el mago de cabello negro azulado, moreno, alto y de ojos grises que ahora expresaban libertad en lugar de dolor. Simplemente guapo.

-Buenos días –Saludó su amigo Lupin al entrar.

Él seguía casi igual, con ese aire de cansado, pero con expresión de radiante felicidad y una que otra cana.

-Hola, Remus –Sonrió Sirius –Toma asiento –

Su viejo amigo le hizo caso y se sentó frente a él.

-¿Qué te trae por aquí? –Preguntó como nada el ojigris mientras revisaba unos pergaminos que tenía sobre su escritorio.

-Anoche Teddy, Dora y yo te estuvimos esperando para cenar –Le recordó.

-¿Era anoche? –Preguntó sorprendido Sirius –Lo olvidé por completo -

-¿En dónde estuviste? –Entrecerró los ojos el licántropo con suspicacia.

Sirius sonrió pícaramente.

-Por ahí, hubo una fiesta sensacional –Explicó recordando la noche que había pasado.

-Sirius, puedes tomar mi consejo o dejarlo, pero ya no tienes 20 años… quiero decir que la vida que llevas, no es vida –Se preocupó Remus por su casi hermano.

-Claro que es vida ¡estoy libre! Y me encanta como vivo –Siguió sonriendo el animago.

Remus negó con la cabeza con tristeza.

-Remus, de verdad lamento mucho no haber ido con ustedes a cenar, pero no hace falta que te preocupes por mí, yo soy muy feliz así –Anotó con fuerza.

-Como tú quieras, pero algún día sentarás cabeza y alguien aparecerá para lograrlo –Sonrió Remus.

-Ja, eso de vida en familia es para ti y no para mi –Aseguró sonriendo.

-si… ya veremos –No quitó su sonrisa el licántropo, se levantó y caminó a la puerta –Te esperamos en la noche para cenar -

-Ahí estaré –

Entonces el licántropo salió.

Sirius se quedó viendo la puerta por donde se fue su amigo y negó con la cabeza. Lo pensó. Era mentira lo que Remus le había dicho. Él no. El gran Sirius Black nunca sentaría cabeza. De eso estaba seguro.

….

Harry Potter miró con detenimiento la puerta de madera. Encima de ella había un rótulo que leía:

"Sirius Black: Subdirector de la confederación internacional de magos"

Respiró profundo y luego tocó la puerta.

-Adelante –Le indicó la voz de su padrino.

Sirius miró entrar a su ahijado de ahora 24 años. Era idéntico a su padre James, excepto sus ojos que eran como los de Lily.

El animago se levantó para recibirlo.

-Hola, Harry, cuánto tiempo sin verte –La saludó acercándose sonriente a él y dándole un paternal abrazo.

-Hola, Sirius –Sonrió Harry también –Yo también te extrañé -

-Pero pasa, toma asiento –Le indicó su orgulloso padrino -¿Cómo has estado? ¿Cómo están Ginny y James? -

-Muy bien, gracias –Tomó asiento Harry y le sonrió a su padrino.

-Hace mucho que no te veía –Se quejó Sirius detrás del escritorio.

-Nunca nos visitas, siempre estás ocupado –Rió Harry.

-Y lo dices tú, jefe de aurores –Se burló -¿Cómo te va con eso?-

-Pues muy cansado –Se quejó Harry –Pero estoy contento. Aunque con todo lo que está pasando tengo mas trabajo que nunca -

-Sí, me lo imagino, todos tenemos más trabajo en todo el ministerio -

-¿Supiste lo de la ley mágica? –Preguntó Harry disimulando su interés por ese tema en particular.

-¿La de la protección mágica?-

-Sí, esa, la de los nacidos muggles –Explicó Harry.

-Yo traté de que no se llevara acabo, pero nada pude hacer a final de cuentas desafortunadamente –Anotó Sirius.

-Sí, me lo imagino, Fudge lo decidió y nada se pudo hacer para impedirlo –Asintió el pelinegro –Es eso lo que me trae aquí -

-Dime, ¿En qué te puedo ayudar? –Ofreció Sirius poniendo atención a la petición de su ahijado y recargándole del respaldo de su silla.

-¿Recuerdas a mi amiga Hermione? –Comenzó con mucha decisión, Harry.

-Claro, Hermione Granger ¿Cómo no me voy a acordar de ella?-

-Pues ella es para mi como una hermana –Abrió su corazón el pelinegro –Igual que Ron como mi hermano. Y ella me tiene muy preocupado ahora con todo esto de la ley. Es hija de muggles y debe cumplirla. A ella lo que más le preocupa es la protección a sus padres mucho más que a ella misma. Pero no puedo dejar de pensar que algo le pueda pasar y todo por esa ley -

-Sí, te entiendo, pero ¿Qué no estaba en otro país? –Preguntó Sirius.

-Sí, se fue a estudiar pero regresó hace un par de años –Explicó Harry.

-¿Y cuál es tu petición? –Cuestionó el ojigris.

-Pues… Sirius, en verdad no te pediría esto si no fuera realmente necesario o que tuviera otra opción. Pero por más que lo he pensado, no encuentro otra solución -

-Dime –Insistió su padrino.

-Sirius –Harry suspiró –por favor cásate con Hermione-

-¡¿Qué? –Se asustó el animago abriendo mucho los ojos.

-Yo sé que te pido demasiado, pero en verdad es muy importante y es temporal, esa ley no es eterna –Se apresuró a decir el chico.

-Pues sí, pero tendríamos que hacer muchas cosas… ¡fingir! –objetó Sirius.

-Sí, ya sé –Admitió Harry –Pero eres nuestra única opción, esto es de vida o muerte y yo te lo agradecería infinitamente -

-No lo sé, Harry –Se detuvo Sirius –Es… mucho-

-Lo sé –Se preocupó Harry –Pero eres nuestra única opción. Piénsalo. En verdad sería una gran ayuda. Y hay otra cosa -

-¿Cuál? –Preguntó Sirius pensando que qué otra cosa más habría detrás de todo eso.

-Pues… Hermione no sabe que he venido a pedirte esto y nunca estaría de acuerdo –Habló el chico –En caso de que aceptes… tendrías que convencerla –

Sirius suspiró con cansancio.

-Piénsalo –Le repitió su ahijado –Y cuando decidas algo me avisas. No importa lo que elijas… entre tu y yo nunca va a cambiar nada -

-Está bien, lo pensaré –Aceptó el ojigris.

-Muchas gracias, Sirius –Se levantó Harry, abrazó a su padrino y con una leve despedida, salió.

Sirius se quedó anonadado.

Nunca en su vida se había metido en algo como esto.

La realidad era que quería como un hijo a su ahijado, pero casarse…

No

Era demasiado.

Y luego con alguien que medio recordaba y que casi no sabía nada de ella.

No.

Definitivamente no.

Un grupo de magos se aparecieron repentinamente en el lobby del ministerio de magia.

-¿Todos están bien? –Preguntó en voz alta Sirius Black.

-Si –Respondieron varios.

Algunos magos que estaban por ahí se aproximaron a los recién llegados. Entre ellos una bruja de unos casi 60 años que se apresuró hasta Sirius.

-Señor Black ¿Está usted bien? –preguntó.

-Sí, gracias Meryl –Le respondió a su secretaria.

-Pero está sangrando, señor –Le señaló su brazo que tenía una gran herida y del cual chorreaba sangre.

-Es cierto –Se fijó.

-Será mejor que vaya de inmediato a San Mungo –Sugirió Meryl. –No se preocupe por los demás. Los enviaremos de inmediato –Añadió al ver que su jefe miraba a sus compañeros.

-Muy bien, encárguese –Le ordenó.

Meryl asintió y Sirius giró sobre sí mismo y se apareció en San Mungo.

Llegó a una abarrotada recepción.

Miró el tablero que estaba detrás de la empleada que atendía la recepción.

Tenía que ir a la cuarta planta.

Caminó por el pasillo adornado con bolas de cristal con velas dentro, sosteniéndose el brazo y haciendo presión para que dejara de sangrar.

Aunque no les había ido tan mal, habría sufrido una emboscada junto con sus compañeros.

Un grupo de mortífagos los había tacado y aunque no sufrieron bajas él había salido lastimado.

Llegó hasta el cuarto piso y se dirigió hacia otra recepción.

-Disculpe –Habló a la empleada y le mostró su brazo -¿A dónde voy?-

-Siga el pasillo y en la última puerta espere a que llegue algún sanador –Le indicó.

-Gracias –Sonrió el animago y siguió las instrucciones.

Entró al lugar que le habían ordenado y miró la pequeña habitación que estaba acostumbrado a visitar cada vez que iba de urgencia a cualquier piso.

Tenía una silla, un carrito lleno de pociones de diferentes colores, una camilla y una vitrina llena de frascos de diferentes tamaños y artefactos extraños.

Sirius tomó asiento y esperó a que algún sanador lo atendiera.

Llevaba un par de minutos esperando cuando al fin la sanadora entró.

El pelinegro se quedó anonadado al ver a la sanadora.

Alta, de cabello castaño como enrulado ahora, y de ojos marrón, miró a Hermione Granger.

Y ella no lo miró porque venía leyendo su sujetapapeles.

Cerró la puerta tras de sí y comenzó a hablar.

-Buenos días, señor… -Y lo miró.

Ella también se sorprendió al verlo.

-Hola, Sirius –Lo saludó sonriendo -¿Cuánto tiempo sin vernos?-

-Unos cuantos años –Sonrió también él.

-¿Qué te pasó? –Le preguntó. Acercándose a examinarle el brazo.

-Un hechizo mal logrado en una emboscada –Respondió enseñándole la herida –Lo ataqué antes de que terminara el hechizo, pero me lastimó -

-Bien, igual te voy a lavar antes de curarte –Le explicó ella.

Con magia llevó hasta Sirius el carrito de curaciones, desapareció las pociones que no utilizaría y dejó una vasija con un poco de agua y un frasco grande con más agua. Se puso sus guantes y se dispuso a curarlo.

Sirius sintió ardor cuando la chica comenzó a lavarle.

-¿Hace mucho que trabajas aquí? –Le preguntó Sirius tratando de olvidar el dolor que sentía.

-Poco más de dos años –Contestó ella.

-¿Estudiaste en otro país? –Siguió él –No recuerdo haberte visto en el bautizo del pequeño James -

-sí, estaba en Vacouver estudiando medimagia y me perdí muchas cosas, lamento decir –Explicó ella secándole la herida y untándole un ungüento que le quitó el dolor. Luego le apareció un vendaje.

-Listo, te daré un poco de poción reabastecedora de sangre, te hará bien –Le ofreció un pequeño frasco que la sanadora sacó de debajo del carrito.

-Gracias –lo tomó él y se lo pasó de un solo trago.

-¿Cómo te sientes? –Le preguntó ella sonriendo.

-Con más energía –Respondió contento.

-Excelente, tienes más color –Observó ella y le puso una mano sobre su mejilla –No tienes fiebre –Lo miró a los ojos –Bien de la vista –Tomó su muñeca –Bien del pulso… estás muy bien. Si tienes un problema te vienes de inmediato. De lo contrario en 2 días te puedes quitar el vendaje sin problema -

-muchas gracias, Hermione –Le extendió la mano sana.

Ella se la estrechó.

-De nada –Sonrió –Nos vemos luego, tengo mucho trabajo –Y salió mientras le dictaba a su vuela pluma el procedimiento que le hizo a Sirius.

Y Sirius de nuevo se quedó anonadado.

Lo que más trataba de hacer era ignorar la petición de Harry.

Y se la encontraba a ella, para recordarle lo que estaba en juego con su decisión.

Regresó a su departamento.

Pensativo y callado se encerró y acostó en su sofá a pensar las cosas con calma.

Hermione Granger.

Ese nombre retumbaba en su mente.

No la veía desde la graduación de Harry de la academia de aurores.

En realidad la había visto fugazmente, porque ella rápido se había ido.

Y ahora que lo pensaba mejor, la había visto en la boda de Harry y Ginny, claro.

Tambien fugazmente.

No era fea.

En realidad era linda.

Y por lo que había visto era muy dedicada con su trabajo y muy buena también. Lo había curado de maravilla.

De pronto recordó algo.

Ella le había salvado la vida junto con Harry.

Sí, lo salvaron del beso del dementor.

Él le debía la vida a ella.

Si no fuera por ella ahora sería alguien sin alma.

Tenía una deuda con ella.

Y debía pagarla porque él siempre pagaba sus deudas.

Además, si él aceptaba podría salvarle la vida a ella y a sus padres.

No era tan malo casarse y fingir un matrimonio.

Harry tenía razón, esa ley era temporal.

Solo debian disfrazarse, casarse, uno que otro abrazo, besos fingidos y nada más.

Lo tenía decidido. Aceptaría.

Mañana mismo visitaría a Hermione para convencerla.

Después de todo, ¿Qué malo podría pasar con casarse y fingir ser pareja?

O eso era lo que él pensaba.

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