Las leyendas cuentan que hace miles de años titanes alados surcaban los cielos. Eran considerados dioses y adorados como tal. No había ser con el suficiente poder como para enfrentarse a ellos, puesto que con tan sólo una mirada, hasta el más bravo guerrero caería muerto.
Estos titanes alados poseían un enorme cuerpo cubierto de escamas más duras que el mismísimo diamante, zarpas tan afiladas que con un solo movimiento desgarrarían a la espada más poderosa forjada por el mejor herrero. Las leyendas cuentan que su rugido podía derribar islas enteras y su poder sobre los elementos alcanzaba tal perfección que no existía otro soberano sobre la tierra.
Eran seres imponentes, pero como toda gran raza en la tierra, su reinado sobre el mundo llegó a su fin. Ahora los libros hablan de ellos como mitos, seres efímeros de dudosa existencia. Pero aún quedan unos pocos que nos relatan sus aventuras, su sabiduría y su gran poder; sabiendo todo esto… ¿podrías dudar aún de su existencia?
Yo no lo hago, desde hace mucho tiempo que creo en su existencia. Sólo los hipócritas y los ignorantes podrían negar tan fervientemente la existencia de unos seres tan poderosos como los dragones.
Tal vez, simplemente, porque desde hace mucho tiempo que uno de ellos me hace compañía.
Songs For A Forgotten Dragon.
—Prólogo—
Lead Me Home.
Aunque las llamas lo extingan todo, ella sabe hacia dónde debe caminar. Ella sabe qué pasos dar, qué dirección tomar. Porque el fuego negro nunca llega a tocarla, dejándole paso por entre aquella ciudad derrumbada.
Algo tira de ella, algo la obliga a dar un paso tras otro, como una extraña atracción. La niña no pregunta, tan sólo sigue caminando, siempre en busca de aquello que la está llamando. Sabe que ahora es inútil volver la vista atrás. Ya no puede detenerse a esperar a su familia.
No hay tiempo.
Comprende que debe llegar cuanto antes hacia aquella fuerza que tira de ella. Arrastra con algo de dificultad la larga espada tras su espalda. No sabe por qué lo hace, pero siente que no puede dejarlo allí, consumiéndose en el fuego negro del abismo.
Las cenizas manchan su rostro y se enredan en su pelo, la tierra quemada se escurre entre sus pies y las llamas consumen su ya maltratado y sencillo vestido. Nada de eso importa ahora. Las nimiedades no tienen cabida ahora.
Porque algo malo está pasando y ella sólo quiere que la guíen a casa.
A un lugar que no esté rodeado por las llamas; un lugar dónde alguien la esté esperando. Y allí es precisamente a dónde se dirige. Un lugar dónde esa presencia aguarda por ella en silencio. No sabe qué hace allí ni cómo lo siente, simplemente cumple lo que sus pasos dictan.
El camino se abre con el crepitar de las llamas oscuras como las fauces de un lobo hambriento y de pronto se le cruza la idea de que ese lugar que ahora parece un cielo, podría ser el peor infierno.
Aunque eso ya no importa.
La niña sigue camina hasta que una alta presencia aparece frente a ella. No logra verla, aunque la luz del fuego luche por iluminar su rostro. La oscuridad es como un manto sobre aquel ser de majestuoso porte.
Ojos morados como la luna de aquella noche iluminan su rostro, dándole un aspecto más irreal aún. Son sabios y poderosos, la muerte se impregna en ellos. Por un momento ella quiere darse la vuelta y echar a correr, pero no hay vuelta atrás.
—Te llevaré a casa.
Y entonces ella no duda. Simplemente sujeta su mano y desaparece en la noche de luna violeta junto a aquella presencia.
