Aclaración: Madlax y todos sus personajes son propiedad de Bee Train. ©2004 Bee Train, Mashimo Koichi, Kuroda Yousuke. Todos los derechos reservados.
Créditos:
Historia: Carrie Asagiri
Asistente de historia y diálogos: Regie027
Corrección, edición, beta reader: Regie027
La primera cita
Capítulo 1
El atardecer cubría con su manto rojizo el follaje espeso de la selva. Los últimos rayos de sol todavía marcaban el camino angosto por donde un jeep solitario continuaba su marcha iniciada hacía una media hora atrás. Quienes viajaban en ese vehículo habían dejado a sus espaldas un escenario de muerte y tragedia instalado en el corazón de la jungla. El mismo lugar que hacía más de doce años había sido la cuna de la guerra civil y que hoy se había convertido al parecer en la tumba de la misma. Limelda Jorg conducía todavía pasmada ante los sucesos que le habían tocado vivir y presenciar en esos últimos días y principalmente aquellos que habían tenido lugar hacía escasamente unas horas antes. Pero a su sorpresa se le sumaba una sensación de paz interior que no había sentido desde hacía mucho tiempo, como si hubiese sido exorcizada y un demonio hubiese salido expulsado de su cuerpo. Sabía que muchas de las cosas que había visto jamás tendrían una explicación razonable y lógica, pero eso no negaba el hecho de que habían sucedido realmente. Uno de esos misterios se encontraba precisamente sentado a su lado observándola detenidamente con una mezcla de curiosidad e inquisición. Nadie que viese a esa jovencita rubia de expresión traviesa podría adivinar a simple vista que se trataba de la agente más letal con que contaba el país, sin embargo la sola mención de su nombre ponía a temblar a cualquiera. La leyenda conocida como Madlax era un enigma al cual casi nadie que la hubiese enfrentado había sobrevivido para descifrar. La teniente Jorg era una excepción. El destino de manera caprichosa había unido a estas dos mujeres en un juego de rivalidades y obsesiones que las había llevado a enfrentarse en muchas ocasiones. En esos duelos habían sobrado las oportunidades para aniquilarse mutuamente; de hecho era difícil de explicar cómo las dos mejores francotiradoras del país nunca habían dado un tiro certero y mortal para acabar la una con la otra. Y muy por el contrario, con el correr del tiempo, de esos enfrentamientos ambas habían aprendido a respetarse, admirarse y reconocerse como iguales. Por mucho tiempo Limelda había creído que el motor de esas batallas había sido el odio y el deseo de venganza, pero después de haberse despojado del impulso de destrudo que la había consumido hasta sus límites, comenzó a comprender que debajo de esa capa primaria de rencor había otro tipo de sentimientos que estaban más allá de su entendimiento inmediato.
Ahora su antigua rival continuaba mirándola con una curiosidad casi infantil y la ex oficial de la Guardia de Elite sentía como esas pupilas violetas se clavaban sobre ella perforándola hasta el alma. Arqueando una ceja, le dirigió una fugaz mirada a Madlax.
- ¿Por qué me miras así?
Madlax quebró por un instante la concentración que la había tenido focalizada en la ex oficial.
- Es que quiero descubrir de que estás hecha, has sobrevivido a muchas cosas…- respondió manteniendo en su rostro esa expresión naif que lograba desconcertar a cualquiera.
- Uhm, no entiendo tu comentario…¿Cómo de que estoy hecha?
- ¿Eres real?
-¡Por supuesto que sí!
-¿Eres humana?
Las preguntas de la chica confundían cada vez más a la teniente que realmente no sabía si hablaba enserio o sólo estaba bromeando. Más allá de parecerle aún sorprendente de que después de todo lo que acababan de pasar, la chica tuviese en mente preocupaciones tan triviales.
- Hasta donde sé, soy bastante humana…a ver…pellízcame para que puedas comprobar que tengo piel y no plástico.- El tono de voz de la mujer denotaba cierta contradicción, presentaba una mezcla de provocación y al mismo tiempo inseguridad. Y esa confusión en su ex rival, indujo en Madlax una sonrisa maliciosa.
- ¡Ouch!- exclamó Limelda ante el pellizco inmediato. - ¿Ves? Me dolió…
- Hmm…no sé…tal vez tenga que asegurarme luego con otros métodos. – La fingida falta de convencimiento de Madlax, ponía abiertamente de manifiesto la forma en que buscaba de instigar a su compañera de viaje. La manera en que la agente había resaltado "otros métodos" hizo que Limelda tragara saliva lentamente y que su mente se disparara por oscuros callejones.
- Fíjate en mi hombro, allí todavía tengo la herida del balazo de esta tarde. Si fuera un robot no tendría cicatrices, sino más bien circuitos y plástico chamuscado. ¿No te parece?
"No precisas ser una máquina para no ser humana…", fue el razonamiento silencioso que surcó la mente de Madlax, pero que prefirió guardarse para sí misma antes de entrar en explicaciones existencialistas que no venían al caso en ese momento. En cambio prefirió disfrutar de ese intercambio lúdico. La joven no sabía qué era lo que más le parecía divertido, si seguir actuando incrédula para molestar a Limelda, la manera en que la teniente intentaba convencerla de su humanidad, o el notorio sudor que recorría la frente de la mujer. – Eres muy fuerte y resistente.- agregó como última observación. Aunque detrás del juego y las bromas, la muchacha no dejaba de estar intrigada sobre la fortaleza de la ex oficial. No sólo había sobrevivido a cada uno de sus duelos, sino que en medio de la jungla también había logrado sortear otras situaciones extremas, logrando salir caminando sobre sus dos piernas a cosas que cualquier otro jamás hubiera sobrevivido, y aún así los únicos daños visibles eran unos raspones y una cicatriz.
- Eh…digamos que tengo una buena constitución física…Pero…¿Qué hay de ti? Tú no pareces humana.
Madlax trató de disimular el pequeño sobresalto que esa última frase le causó. Sabía que Limelda no lo había dicho con una doble intención porque era totalmente ignorante de su origen, pero por un segundo volvió a cuestionarse si su naturaleza era realmente humana. Limelda lo era, de eso no había dudas. Sin embargo lograba igualarse a Madlax en muchas cosas. Su destreza, instinto, talento, precisión como francotiradora y resistencia física la convertían en un hueso duro de roer para la agente que poseía un 98 % de éxito en sus misiones. Y era justamente eso lo que más desconcertaba a Madlax. La muchacha ya había aceptado y asimilado su origen poco común, el hecho de que había sido una falsa existencia, y eso le había hecho comprender el porqué de sus muchas cualidades. Pero la teniente no poseía ninguna característica paranormal, aún así siempre se las ingeniaba para estar a su misma altura. Quizás ese era el eje de la rivalidad que habían compartido. Aparentemente estaban destinadas a ser una la némesis de la otra. O tal vez no…
- Digamos que es una larga historia…- respondió tras un breve suspiro que intentaba encubrir ese lapsus mínimo pero inquisidor sobre su existencia.
- Todavía no logro explicarme como lograste recuperarte tan rápido de la herida en el costado…¿No serás tú la cyborg aquí, verdad?- La ex oficial no se había percatado de la breve turbación de la agente y continuó con su broma de forma casual.
-¿Quieres averiguarlo?- inquirió Madlax sin titubeos.
Madlax había hecho de la provocación un arma más de su arsenal que combinada con su natural sensualidad y esa inocencia fingida, lograba descolocar hasta a la persona más puesta. En realidad ese era su verdadero secreto, el desconcierto y hasta a veces la desilusión. Nadie esperaba que una jovencita tan encantadora pudiese ser capaz de matar y asediar como ella lo hacía, y era justamente ese factor, mezcla de sorpresa y de negación lo que en muchas oportunidades le brindaba una ventaja a favor. Limelda volteó momentáneamente su vista de la carretera para mirarla. La pregunta que más bien denotaba una invitación tácita la había desconcertado.
En ese preciso momento, Madlax era dueña de la situación y lo sabía. De alguna manera lograba intuir las emociones de Limelda, siempre lo había hecho y ahora no era la excepción. Desde hacía tiempo que notaba cuan susceptible era la ex oficial ante ciertas situaciones, como si debajo de esa máscara de hielo y esa actitud amenazante se escondiese un deseo latente. Una emoción difícil de describir pero que Madlax percibía como algo cálido y agradable.
Finalmente, la teniente se animó a responder con su característica voz ronca.
-Si me dejas escoger el método…
-El que tú quieras.- respondió la muchacha de manera muy sugestiva.
Limelda debió maniobrar de súbito para recuperar el control del jeep que se hallaba rozando la banquina del camino gracias a la momentánea distracción producida por el comentario de la agente. Mientras, Madlax disfrutaba de su pequeño triunfo con una incipiente sonrisa observando de reojo a su compañera. Limelda aclaró su garganta para disimular el descuido que acababa de cometer, sin darse cuenta que lo evidenciaba aún más.
-¿Y …tienes algún destino en particular además de estar lo más lejos posible de la selva? – preguntó la teniente intentando llevar la conversación a un terreno más casual.
-Buscar un lugar en donde poder pasar la noche…
-Eehh…yo sé de un buen lugar donde podemos refugiarnos.
- ¿Sí?
- Mi casa de campo.- Limelda respondió sin pensarlo, casi en murmullo.
-¿Y es muy lejos de aquí?
- No mucho, estaremos a unos quince minutos de allí.
Limelda aún no sabía que la había impulsado a ofrecer su casa de manera tan abierta. No sólo eso, sino que tampoco entendía porque su invitación había sido tan súbita, como si sus palabras se hubiesen generado en sus labios como un acto reflejo. El que hablaran animosamente y compartieran el vehículo, no descartaba el hecho de que Madlax había sido su enemiga, y que tratar con una asesina de su calibre por más encantadora que luciera no dejaba de ser potencialmente peligroso. Pero ya había abierto su boca y era tarde para retractarse. Además entre ambas se había dado una especie de tregua tácita, y en el fondo la teniente sentía que después de tantos errores cometidos de su parte, tal vez esta podría ser su oportunidad de resarcirse. Sus cavilaciones fueron dejadas de lado abruptamente cuando Madlax decidió romper el silencio iniciando un nuevo interrogatorio.
- ¿Vives sola?
No era una pregunta complicada, tampoco era provocadora y dadas las circunstancias, se podía decir que era completamente normal. Pero igualmente la tomó desprevenida a Limelda.
- Sí…¿Y a qué se debe la pregunta?
- Sólo curiosidad. No querría ser un estorbo en caso de que tuvieras familia…o pareja…
La francotiradora se mantuvo en silencio por un instante, recordando brevemente los motivos de su soledad.
- Al contrario, ahora me puedes hacer compañía y hasta pudiéramos ver si es posible cumplir con lo que me dijiste el otro día en uno de nuestros duelos.
- ¿Qué cosa?
- Que en otras circunstancias podríamos haber sido amigas…pues estamos en otras circunstancias ahora.
Madlax sabía perfectamente a que se refería Limelda. Recordaba cada uno de sus duelos hasta el mínimo detalle y ese encuentro de todos había sido bastante particular. Lo que jamás hubiese esperado era que la ex oficial aún tuviese presente esas palabras. La agente había preferido disimular, hacerse la distraída, porque si bien no lograba sentir ninguna emoción contradictoria de parte de su antigua enemiga, ambas pertenecían al mismo mundo y era sabido que el engaño era la moneda corriente entre quienes lo habitaban. La muchacha soltó una risita y con una expresión despreocupada en su rostro le dio a entender a Limelda que acababa de recordar la situación.
La teniente no sólo recordaba la posibilidad de amistad planteada por Madlax en aquel encuentro marcado al compás de las balas, sino que la proposición de ser abrazada por la joven si la situación de ambas hubiese sido diferente tampoco le molestaba en absoluto.
Limelda hizo a un lado esos pensamientos que tanto lograban dispersarla para retomar el hilo de la conversación nuevamente.
- ¿Y tú…acaso no tienes familia? – preguntó con una curiosidad genuina, tratando de ganar el rol de inquisidora que parecía ser exclusivo de Madlax.
- No, siempre he estado sola.
- ¿Enserio? Lo siento…es algo muy triste.
- Supongo que sí…
- Pues si estás dispuesta a dejar el pasado atrás, me gustaría ser tu amiga Madlax.- Sabía que el pasado no se dejaba atrás fácilmente y que ganarse la amistad de quien había sido su rival por mucho tiempo tampoco era tarea sencilla. Y más cuando ella misma había sido quien había alimentado esa enemistad de manera enfermiza causando tanto daño innecesario. No, lo que ella había hecho no se perdonaba de un día para otro, estaba casi segura que sus acciones jamás encontrarían absolución. Sin embargo, Madlax siempre había estado dispuesta a perdonarla y hasta le había abierto el camino hacia la verdad. Lo menos que ella podía hacer en ese momento era retribuirle ese gesto ofreciéndole lo que tal vez nadie le había ofrecido a esa chica en toda su vida, amistad.
Madlax no respondió inmediatamente con palabras, simplemente le ofreció su mano a Limelda. – Por un nuevo comienzo y una nueva amistad, entonces. – dijo.
- De acuerdo.- Limelda despegó su mano derecha del volante del jeep, se la extendió a la joven. Ambas se unieron en un fuerte apretón.
- ¿Ves? Es una mano de carne y hueso, por si todavía dudas que yo sea humana.- dijo Limelda - Hmmm, tu mano engaña…se ve delicada pero es muy fuerte.- acotó sin soltar a la muchacha.
La agente sonrió ante el comentario, mientras sus dedos se familiarizaban con esa mano que había captado su atención desde la primera vez que se habían conocido.
- Y la tuya es muy peligrosa…kowai hito.
- ¿Ah sí…eso es lo que crees? Yo diría que las tuyas son más peligrosas que las mías.
- Algún día podemos demostrarnos mutuamente cuan peligrosas pueden ser.- la respuesta de Madlax denotaba que había regresado a su territorio seguro y la balanza volvía a inclinarse hacia su lado.
Limelda ya había comprendido las reglas del juego y sabía que la única forma de mantenerse en su lugar era pagando con la misma moneda.
- Ya lo hemos hecho, pero no me molestaría una demostración exclusiva de tu parte.
Madlax se limitó a sonreír y permaneció en silencio por un rato observando la ruta que se desplegaba delante del jeep.
- Aún me resulta extraño que estés sola…- comentó.
- ¿Por qué?- preguntó Limelda mirándola de reojo.
- No lo sé, es que imaginé que alguien como tú tendría novio o algo similar…
- No es por desinterés de mi parte, pero creo que termino intimidando a los que se muestran interesados en mí. Me parece que les resulto ser muy fuerte e independiente.
Esa en parte era una de las caras de la verdad. Pero la teniente no tenía la suficiente confianza con su compañera como para entrar en detalles particulares sobre su soltería y soledad. La cara oculta de su problema era que muchas veces quienes se acercaban a ella sólo lo hacían para usarla, y en esa categoría cuadraba perfecto su último amante, Carroseur Dawn.
- ¿Alguna vez has tenido una cita, Limelda? – la pregunta de Madlax quedó flotando en el aire hasta que la teniente salió de su breve sorpresa y pudo responder.
- ¡Qué pregunta más curiosa…! Sí, varias. ¿Y tú? Porque alguien como tú debe tener muchísimos admiradores. - Limelda bajó su voz.- y amantes también…- agregó casi para sus adentros sintiéndose invadida repentinamente por una especie de celos.
- No sé bien si he tenido una cita…
- ¿Huh? Pero eso es algo que se sabe seguro. Si has salido con alguien y has compartido un momento con esa persona, has tenido una cita.
- Es que nunca he salido con nadie…
- ¡No te creo! – exclamó la ex oficial pensando que la joven definitivamente estaba bromeando con ella.
- ¿Por qué?
- ¿Cómo que por qué? Con sólo mirarte al espejo obtendrías la respuesta.
Madlax se sintió halagada al ver que quien había sido su más empecinada rival, al menos la consideraba atractiva. Sin embargo, no hizo ningún comentario al respecto porque admitía que ya había logrado incomodar lo suficiente a Limelda con sus otras provocaciones. Sabía que había cosas que la teniente jamás lograría comprender del todo. Si bien compartían el mismo universo y manejaban casi los mismos códigos, la vida de un agente y mercenario estaba moldeada por cinceles un tanto diferentes a la de un soldado. Madlax en verdad tenía muchos admiradores, y para su edad tal vez había tenido más amantes de los que nadie pudiera imaginar. Pero al final del día, siempre estaba sola aguardando como cualquier otra jovencita de 17 años, poder conocer a alguien especial. Ilusión que siempre se veía derrumbada en su próxima misión, cuando debía jalar del gatillo y matar quizás a quien momentos antes había tenido que seducir.
- Mi trabajo es un tanto complicado…- fue la respuesta de la muchacha, permaneciendo aún con la vista clavada en el camino.
- Entiendo…así que sólo has sabido hacer esto…¿Nunca has vivido algo de lo que podría llamarse vida normal? ¿No has ido al cine o al parque con algún muchacho?
- No…
- Madlax lo siento, no sabía…
La joven comenzó a recordar sus intentos fallidos de citas que había tenido en el pasado, las personas que habían llamado su atención lo suficiente como para sentirse atraída y desear algo más, y también las situaciones que a los ojos de cualquiera podrían ser consideradas citas pero no habían sido más que parte de su rutina de trabajo. Madlax le contó a Limelda de manera resumida y sin muchos detalles una de esas experiencias, donde el chico que se había mostrado interesado en ella y le había pedido de salir había terminado muerto para variar. La teniente se mostró algo afectada ante el breve relato que contrastaba notablemente con su idea un tanto glamorosa de la vida de la agente.
- Cielos…eso es muy triste…¿Así que nunca has salido con alguien?
- No.
- Entonces…¿Qué te parece si una vez que las cosas se tranquilicen en la capital, hacemos alguna salida? Estoy segura que ni bien entres en cualquier lugar encontraremos candidatos para que puedas tener tu primera cita.
- Y seguramente tú también encontrarías a alguien.- Madlax respondió mirandola de reojo. Así como Limelda tenía la certeza del impacto que causaría la joven, Madlax misma sabía que su acompañante no se quedaba atrás. Después de todo, una de las cosas que le llamaban la atención a la chica era justamente esa combinación casi perfecta de rudeza y sensualidad que no solo se manifestaba en el carácter de la teniente sino que recorría todo su cuerpo como parte inseparable de su magnetismo.
- Hmm tu me opacarías…Además yo sé lo que es una cita pero tú no.
La muchacha se quedó callada por un instante. No estaba muy convencida de la propuesta de la ex oficial pero tampoco quería mostrar ingratitud ante la invitación.
- Te noto algo seria…¿No te agrada la idea? – Limelda había percibido la falta de entusiasmo en Madlax y por un momento pensó que se estaba tomando demasiada confianza con la joven. No hacía un par de horas que en teoría habían dejado de ser enemigas y ella ya estaba planeando una salida para conseguirle un novio.
- Si…claro que me gusta. Pero me conformo con salir a cenar contigo para que celebremos nuestra amistad.
- Pero…¿Y tu cita?
- ¿Quién dijo que esa cena no lo será?
Limelda se ahogó ante el comentario tan repentino de la joven. Y después de un pequeño ataque de tos logró recuperar su compostura.
- Yo pensé…pensé que hubieras preferido conocer a alguien más, porque no sé si una cena con una amiga califique como cita.
- Ya tendré tiempo de conocer a alguien más, por ahora sólo quiero conocerte a ti.
La teniente sin salir aún de su estupefacción, logró continuar con el hilo de la conversación.
- Sí así lo quieres…pues tenemos un compromiso entonces…¿Y qué tipo de comida prefieres?
-¡Pasta!- fue la respuesta automática y entusiasta de Madlax.
Limelda soltó una risa franca ante esa sinceridad casi inocente de la agente. Sin dudas, uno de los grandes misterios de Gazth Sonika era de cabello rubio y ojos violetas. Porque no había manera de lograr descifrar a Madlax a simple vista. ¿Cuál sería su verdadera cara? ¿Era todo parte de su actuación, del rol que jugaba dependiendo con quien estuviese? ¿O en verdad estaba frente a la Madlax real, que podía conjugar en una misma persona el candor de una niña, la letalidad de una asesina y la sensualidad de una mujer? Si Madlax deseaba tanto conocerla, ella también estaba dispuesta a embarcarse en la aventura de descubrirla.
- ¿Y a ti qué comida te gusta?- preguntó la agente con verdadero interés por los gustos culinarios de su compañera.
- Me gusta la comida autóctona de aquí y también la japonesa.
- Hmm, tienes buen gusto.
- Es una buena manera de combinar mi herencia. Mi padre era de Gazth Sonika, mientras que mi madre era japonesa.
- Se nota por tus rasgos.- replicó Madlax confirmando lo que siempre había sospechado desde que había conocido a la teniente.
- Eso me dicen. – Limelda miraba el camino con atención y dobló hacia la izquierda por un sendero angosto.- Ya casi llegamos…Madlax…
- ¿Sí?
- Tal vez no sea la gran cosa, pero si quieres te puedo invitar un trago o lo que quieras beber en casa…y esa podría ser tu primera cita…
- ¿Lo dices enserio? – la sonrisa amplia de la joven reflejaba en parte su ilusión.
- Supongo que hubieses preferido pasta con una buena botella de vino y una cena a la luz de las velas, pero al menos es algo.
- Te prometo que un día cocinaré pasta para ti y tendremos una velada así.
- ¿Enserio? Eso suena muy bien.- la teniente continuaba recorriendo atentamente con su mirada el paisaje hasta que en la espesura de los árboles pareció divisar algo conocido. - ¿Segura que no preferirías a un chico atractivo como acompañante para esa velada?- inquirió la ex oficial guiñándole el ojo a la chica.
- No. ¿Para qué? Sí tú eres muy atractiva.
Limelda frenó el jeep de súbito frente a una casa, sin poder disimular el rubor que cubría sus mejillas. – Disculpa…ya llegamos.
Madlax la miró con cierta curiosidad, tomó su mochila y bajó del jeep. Al salir de su turbación momentánea, la teniente observó detenidamente a su antigua rival. Y mientras se disponía a bajar del vehículo, un pensamiento cruzó su mente, "Espero que sepas lo que estás haciendo Limelda".
CONTINUARÁ…
