000 La Huída (Prólogo)

Privet Drive solía ser muy caluroso en esa época del año, pero siendo las 12 de la noche el clima era tolerable, sobre todo por la suave brisa que recorría sus calles. Un chico de 15 años caminaba rápidamente por ahí, mirando nervioso a su alrededor y sintiendo su corazón agitado por lo que hacía.

Traía una mochila repleta en la espalda, unos pantalones vaqueros desgastados pero que al menos eran su talla (tuvo que esperar dos años para que le ajustaran), su cabello revuelto era sacudido con suavidad por el viento y en momentos dejaba ver en su frente una cicatriz en forma de rayo. Sus ojos verdes no se detenían, mientras trataba de ser cauteloso en su huída.

"No estoy huyendo", pensó, "sólo es un descanso, sí… ¡unas vacaciones!" sonrió al verlo desde esa perspectiva. Se alejo unos cientos de metros de la casa de sus tíos, tenía guardada la varita en el bolsillo trasero, por eso, al levantar la mano en aquella ocasión no llegó el autobús Noctámbulo salido de la nada, sino un taxi muggle se deslizó por la avenida y se paró suavemente enfrente de él.

- A la estación de metro, por favor, - pidió al subirse. El conductor, un hombre corpulento y con bigote avanzó sin hablar. Sintió sus piernas un poco más relajadas, tan sólo un poco antes de que el remordimiento lo embargara al recordar que no había dejado una nota, no por los Dursley, sino por sus amigos, Ron y Hermione.

¿Pero que sabían ellos? Hasta ahora no se habían enfrentado a Voldemort, ninguno lo vio renacer ni ha sentido el acoso de la prensa mágica al ser "el niño que vivió", además, comenzaba a dudar que les interesara siquiera, no había sabido nada de ellos ni de Sirius en tres semanas ¿acaso no se imaginaban que ahora más que nunca necesitaba de sus amigos?

Sin notarlo llegaron a la estación, pagó con el dinero que había ahorrado después de haber trabajado el verano pasada en casas de los vecinos (obligado por los Dursley, pero todo era mejor a la monotonía del encierro), debía cuidarlo ya que la herencia de sus padres no serviría de nada entre los muggles.

Parecía flotar, la poca gente que transitaba a esas horas corría para alcanzar el último tren del día, pero él aturdido no supo a donde dirigirse, optó por comprar un boleto y subir al primer vagón que vio, se trataba de poner tierra de por medio y dificultar una posible búsqueda. Necesitaba tomarse un tiempo lejos de ese mundo mágico y más aún de la prisión de sus tíos, para ser él mismo, sólo Harry Potter.