¿QUIÉN LO DIRÍA?

Por Cris Snape

Disclaimer: El Potterverso fue creado por la señora Rowling, así que la única que gana pasta con Harry Potter es ella. Yo escribo esto sólo por diversión.

Para Alicia Malfoy

PARTE I

—A ver si ahora viene la niña.

Esas fueron las primeras palabras que Harry Potter pronunció después de que Ginny le dijera que estaba embarazada otra vez. El héroe por excelencia del mundo mágico adoraba a sus hijos y disfrutaba muchísimo jugando con ellos. A sus cuatro años, James era un crío revoltoso y espabilado capaz de volver loco a cualquiera. Albus, dos añitos recién cumplidos, era mucho más tranquilo y cariñoso, un niño al que todos encontraban adorable.

Ginny y Harry se convirtieron en padres poco después de contraer matrimonio. Después de una vida repleta de calamidades, Harry únicamente aspiraba a tener la familia de la que se vio privado desde pequeño. Los hijos eran una prioridad y Ginny había estado encantada de ser la encargada de proporcionárselos. No habían dudado a la hora de tener ni a James ni a Albus y habían planificado la llegada del nuevo bebé con cuidado. Ninguno de los dos sabía si en el futuro habría más niños, pero el único importante ahora era el que estaba por nacer, ya fuera niño o niña.

—Lo importante es que nazca bien.

Había dicho Ginny, logrando que Harry chasqueara la lengua y negara con la cabeza. Sí, obviamente la salud de la criatura era algo primordial, pero uno también tenía derecho a expresar sus preferencias en cuanto a sexo y Harry quería una niña. Ya sabía cómo eran los chicos y tenía una idea bastante clara de lo que podía esperar de ellos en el futuro, pero una niña suponía un interrogante en su vida. Y además, tenía que llamar Lily a uno de sus hijos y no podría hacerlo si tenían otro chico. ¿Verdad?

Los jovencísimos señores Potter estaban encantados con la idea y su felicidad aumentó cuando Hermione les dijo que ella también esperaba un bebé. Ron y ella ya tenían una niña de la edad de Albus y Harry sabía que su amigo se moría por tener un chico. Se pasaba todo el tiempo hablando de quidditch y de cosas que podría hacer con un niño y que no había manera de hacer con una Rose a la que sólo le gustaban las muñecas y los lápices de colores.

A Harry le hizo ilusión saber que sus mejores amigos también repetirían paternidad porque eso significaba que su hija (porque ese bebé iba a ser una niña) tendría un primo de su edad con el que jugar. James tenía a Fred y Albus tenía a Rose, y a Lily (porque su niña se llamaría así) no le iba a faltar un compañero de juegos. Y tal vez por eso se puso tan contento cuando Luna les anunció su propio embarazo: más bebés significaban más tardes de diversión compartidas.

Después de la guerra, Luna se había quedado un tiempo en casa de su padre, pero en cuanto la situación en el mundo mágico se estabilizó un poco, la chica cogió sus bártulos y se fue a recorrer el mundo en busca de animales mágicos exóticos y, probablemente, inexistentes. Había estado lejos de Inglaterra mientras sus amigos se casaban y formaban sus propias familias y había vuelto al país tan solo tres meses antes, acompañada por su marido.

A Harry y a Ginny les sorprendió descubrir que Luna ya no era Lunática Lovegood. Seguía teniendo ese aire raro tan característico de ella, pero ahora era la señora de Rolf Scamander, un biólogo de criaturas mágicas al que había conocido durante una expedición en el desierto del Gobi. Scamander era algo mayor que Luna y su aspecto era ciertamente desgarbado. Escuchaba los desvaríos de su esposa con la paciencia de un santo y parecía genuinamente enamorado de ella.

Rolf no fue la única sorpresa. Como quien no quiere la cosa, Luna había comentado que en unos pocos meses tendría a sus propios bebés, dos niños a los que tendría que proteger de alguna clase de bicho imaginario que, supuestamente, podía anidar dentro de los pañales de las criaturas. Harry y Ginny había intercambiado una mirada cómplice y una sonrisa y no pudieron evitar preguntarse cómo serían los hijos de dos personas tan peculiares como los Scamander.

Durante todo el tiempo que duró el embarazo de Ginny, Harry hizo planes con el mismo entusiasmo que la primera vez. Los sanadores no tardaron en confirmarles que, efectivamente, habían conseguido engendrar una niña y Harry se volvió completamente loco. Ginny estaba entusiasmada, sí, pero fue Harry quien se vio sumido en una espiral consumista que le llevó a comprar todo aquello que pudiera hacerle falta al bebé. Ya tenían cuna, cambiador, parque de juegos y un largo etcétera de útiles para los niños, pero según el orgulloso padre eran demasiado masculinos. Ginny había hecho un vano intento por detenerle, pero no había manera de que Harry entrara en razón. Así pues, resignada a lo inevitable lo dejó hacer y se limitó a compartir entusiasmo cuando llegó la hora de comprar ropita de niña. Dijeran lo que dijeran, era mucho más bonita que la de niño.

Cuando llegó el momento del parto, Ginny no sintió el miedo de la primera vez. Sabía perfectamente lo que le esperaba y dio a luz sin más complicaciones. Lily nació grande y regordeta, enrojecida y con la cabeza cubierta por una fina pelusilla pelirroja. Harry la había observado embelesado durante un buen rato y no había dejado de expresar su satisfacción en ningún momento. San Mungo pronto se vio invadida por una oleada pelirroja y la pequeña Lily Luna Potter fue de unos brazos a otros sin despertarse del sueño en el que estaba sumida.

Habían escogido aquel segundo nombre porque Luna iba a ser la madrina de la niña. Harry quiso darle la buena nueva, pero cuando intentó ponerse en contacto con ella descubrió que sus gemelos habían elegido el mismo día que Lily para venir al mundo. Nacieron en Nueva Zelanda porque sus padres andaban investigando por sus zonas montañosas, pero a pesar de la distancia a Harry Potter le pareció que existía cierta conexión entre Lily y los pequeños Scamander. Sólo el tiempo diría si estaba en lo cierto.


A Lily le gustaba muchísimo el día de su cumpleaños. Sus padres siempre organizaban una fiesta a la que acudían todos sus primos y sus amigos y en la que era imposible aburrirse. Ese año, Lily cumplía cinco años y estaba ansiosa porque llegara el momento de soplar las velas de la tarta. Su madre le había puesto un vestido de princesita, su padre se había pasado horas y horas haciéndole fotografías y la abuela Molly había ido a casa para ayudar a preparar una fantástica comilona. A Lily le gustaba observar todo el caos que se desataba en ocasiones como aquella y no perdía la ocasión de jugar hasta caer rendida.

En ese momento estaba sentada junto a una mesita de té, dándole de merendar a todas sus muñecas. La acompañaban un par de amiguitas y el primo Hugo, aunque el niño parecía un poco fastidiado. Seguramente hubiera preferido estar con los niños más mayores, haciendo el burro en el jardín y todas esas cosas que Lily encontraba tan, tan fastidiosas.

—¿Cuándo va a empezar la fiesta? —Preguntó su primo.

—Ya ha empezado, Hugo.

Pues era un rollo. Hugo era lo suficientemente listo como para no decírselo en voz alta a su prima. El mal genio de Lily Potter era sobradamente conocido por el clan Weasley y Hugo, que era el que más horas pasaba con ella, sabía que no era una buena idea provocarla. En cualquier paso, le parecía terriblemente injusto que él tuviera que estar allí, aburriéndose como una ostra, mientras los demás se lo pasaban en grande a solo unos metros de distancia.

—¿Por qué no jugamos a pillar? —Sugirió, muerto de ganas por correr y saltar y gritar y reír. Lily frunció el ceño. Eso era un no.

Hugo estaba convencido de que aquella sería la peor fiesta de cumpleaños de la historia cuando algo hizo saltar por los aires la mesita del té. No había visto llegar a ese niño rubio y de ojos oscuros, pero en cuanto lo vio supo que lo iba a querer durante el resto de sus días. Lily, en cambio, se había puesto en pie como un resorte; la estupefacción no hacía que su enfado fuera menor.

—¡Eh! ¿Qué haces, tonto?

Por respuesta, el niño le sacó la lengua. Lily se disponía a saltar sobre él para arrancarle los pelos de cuajo cuando una mujer apareció en escena. Venía acompañada por otro niño exactamente igual al destructor. Lily se sintió confusa. Era la primera vez que veía a dos personas tan iguales.

—¡Lorcan! Eso no se hace —La mujer agarró al niño por el brazo y le regañó. El tal Lorcan no se vio ni mínimamente impresionado por sus reproches —. ¿Estás bien, Lily? No se ha roto nada. ¿Verdad?

La niña miró a sus espaldas. Sus amiguitas se habían encargado de ponerlo todo en orden nuevamente y Hugo…

Hugo había aprovechado el momento para correr hasta el jardín y unirse a los maravillosos juegos de su hermana mayor y el primo Albus. ¡Eso sí que era diversión, por Merlín!

—¿Sabes quién soy? —La voz de la mujer impidió que Lily pensara en todas las cosas malas que podría hacerle a su primo por no querer jugar con ella—. Me llamo Luna Scamander. Soy tu madrina.

—¿Sí?

—Y estos son mis hijos, Lorcan y Lysander. Seguro que seréis grandes amigos. Lorcan no suele ser tan malo. ¿Verdad que no?

El niño asintió, pero había malicia en sus ojos y Lily supo que sí, que Lorcan era muy malo. Seguramente el niño más malo del mundo, aún más malo que James o el primo Fred cuando querían chincharla. Lysander, en cambio, le sonrió con timidez y Lily se dijo que tal vez sí que podría ser amiga de ese otro chico. Quizá fuera idéntico a su hermano en la cara, pero parecía más amable y más bueno que él. Sí, podría darle una oportunidad. Y se le gustaba jugar a tomar el té, mejor que mejor.


A Lysander no le gustaban mucho las muñecas, pero con el tiempo Lily había descubierto que le encantaba dibujar y eso tampoco estaba nada mal. Sus padres seguían viajando por el mundo y sólo pasaban en Inglaterra un par de meses al año, pero Lily tenía suficiente con eso. Lysander era el mejor compañero de juegos del mundo, más incluso que el siempre paciente Hugo, y Lily lo adoraba. Pasaban las horas muertas pintando, Lysander con mucha más fortuna que ella, y le hablaba de todas las cosas que veía en los lugares que visitaba con sus padres y jugaban a que eran dos aventureros en busca de reliquias mágicas perdidas en los lugares más misteriosos del mundo. Se divertían tanto que a Lily le daba mucha rabia cuando tenía que marcharse de nuevo. Incluso había llorado alguna vez al despedirse, pero era algo normal porque Lysander Scamander era simplemente genial.

Quién no tenía nada de genial era Lorcan. Lily no se había equivocado nada al pensar que era el niño más malo del mundo. Y no sólo porque la fastidiara a ella. Su madre le había hablado algunas veces del tío Fred, el hermano gemelo del tío George que murió durante la guerra contra esos brujos malvados. Le había dicho que sus hermanos habían estado tan unidos y se habían querido tantísimo que incluso parecían leerse la mente el uno al otro. Lily dudaba mucho que Lorcan quisiera a Lysander porque siempre se estaba metiendo con él. Le rompía los dibujos y le decía que parecía más una niña que un niño porque no le gustaba ir por ahí haciendo el burro. Lysander también le decía lo suyo, como que era un idiota y que no valía para nada, y Lily estaba de acuerdo.

Algo le decía que no estaba bien que dos hermanos pelearan tanto. Sus hermanos eran un poco pesados a veces porque quería protegerla todo el tiempo y siempre discutían por tonterías y se insultaban y todo eso, pero también eran capaces de jugar juntos y de formar frente común cuando alguien le hacía algo a ella. Lily sabía que se querían entre ellos tanto como la querían a ella y era bueno saber eso, pero no tenía la sensación de que Lysander y Lorcan compartieran momentos agradables. La tía Luna decían que eran como la noche y el día, totalmente opuestos entre sí, y Lily estaba de acuerdo. Y quizá no estuviera bien que se pelearan tanto, pero entendía al pobre Lysander. ¿Cómo iba a querer una persona normal tener a alguien como Lorcan cerca? Y todo el rato, además.

Esa tarde estaba siendo muy agradable. Lysander había dicho que iba a pintar uno de los árboles del jardín de su casa y Lily se había sentado a su lado, abrazada a su muñeca favorita y observando al niño con una sonrisa en la boca. En la cocina, sus padres y los Scamander tomaban el té y recordaban tiempos pasados, y un poquito más allá, James y Albus jugaban con una pelota totalmente muggle porque papá les había prohibido intentarlo siquiera con el quidditch. Sí, la tarde era muy agradable, de las mejores de todo el verano. Y entonces llegó él.

—¡Eh! ¿Qué hacéis?

Lorcan siempre arrasaba con todo. Lo primero que hizo fue quitarle el dibujo a Lysander y mirarlo con los ojos entornados.

—¡Pero qué feo!

Lily sintió que la rabia le subía por la garganta y se puso en pie de un salto, encarando al terrible gemelo de su mejor amigo. Ni siquiera se dio cuenta de que Lysander estaba a punto de replicar. Cuando le venía el mal genio solamente podía dejarlo salir.

—¿Y tú qué sabes, idiota? ¡No sabes dibujar!

—¡Cállate, niña tonta! No estaba hablando contigo.

—Pues yo sí. Devuélvele el dibujo a Lysander o si no…

—¿O si no, qué?

Lily soltó un gritito de rabia y se arrojó sobre Lorcan. No le importaba que fuera más grande y fuerte que ella, lo único que quería era darle una lección para que los dejara en paz. Se divertía molestándoles y Lily cada vez soportaba menos tenerle cerca. Era el peor niño del mundo y no se cortó un pelo a la hora de morderle un brazo.

Lorcan gritó e intentó quitarse de encima a la niña rabiosa sin demasiado éxito. Por suerte, James y Albus se habían dado cuenta de lo que pasaba y habían acudido para poner orden. James entraría a Hogwarts ese mismo año, así que era un chico mayor y se las apañó para controlar el exagerado ímpetu de su hermanita. Todos sabían que Lily tenía mucho genio y Lorcan Scamander acababa de probarlo en sus carnes. Literalmente.

—¿Qué hacéis?

Ése era el mismísimo Harry Potter. Lily agachó un poco la cabeza, avergonzada porque sus padres se hubieran enterado de lo que acababa de pasar.

—¡Me ha mordido!

Le sorprendió que el peor niño del mundo sollozara. Cuando lo miró, vio a Lorcan sujetándose el brazo herido. Lily le había dejado bien marcados los dientes y le había hecho bastante sangre, así que debía dolerle un poco. Nunca antes había visto a Lorcan Scamander llorar y no le gustó mucho saber que le había hecho tanto daño, pero en el fondo se lo merecía, por no dejarles en paz a Lysander y a ella.

—¡Lily! —Su padre, que había examinado la herida con los ojos entornados, parecía muy enfadado con ella—. ¿Por qué has hecho eso?

—¡Ha sido su culpa! Lysander y yo estábamos dibujando y ha venido a molestar.

—Lorcan no vino a molestar. Quería jugar con vosotros.

—¡Mentira! Siempre nos fastidia. ¿A que sí, Lysander?

Lily esperaba un efusivo asentimiento por su parte, pero lo que hizo su amigo fue agachar la cabeza y apretar los labios. ¡Pues qué bien! Ahora resultaba que la mala era ella. ¿Por qué Lysander no decía la verdad? Seguramente no quería chivarse de su hermano por si le hacía algo horrible una vez estuvieran solos. Sí, eso debía ser.

—Suficiente. Estás castigada, Lily.

—¡Pero él ha empezado!

—No puedes ir por ahí mordiendo a la gente.

—¡No nos dejaba en paz!

Su padre no la escuchaba. Se la llevó al interior de la casa y la encerró en su cuarto, instándola a reflexionar sobre lo que había hecho. Después lo escuchó mientras se disculpaba con los padres de Lorcan. ¿Es que nadie entendía que ese niño era malo de verdad? ¡Hasta tenía aterrorizado al pobre Lysander!

Lily pasó toda la tarde aburrida en su cuarto, cada vez más convencida de tener la razón de su parte. Ya empezaba a hacerse de noche cuando alguien llamó a la puerta y Lysander asomó la cabeza.

—Hola, Lily.

—No puedes estar aquí. Estoy castigada.

—Tu padre me ha dado permiso para venir. Quería darte esto.

El niño le entregó el dibujo del árbol que había estado pintando y Lily lo recibió con una sonrisa. Le hizo tanta ilusión que casi se le olvidó el disgusto de antes. Casi.

—¿Por qué no le dijiste a mi padre que Lorcan nos estaba molestando?

Sin duda, Lysander no se esperaba el reproche. Se mordió el labio inferior y se puso un poco rojo. Aunque era idéntico a Lorcan en casi todo, no tenía el mismo color de ojos. Los suyos eran del mismo tono claro que los de su madre.

—Es mi hermano —Dijo con la cabeza gacha—. No está bien chivarse de los hermanos.

Lily fue a replicar, pero Lysander tenía razón. Estaba bastante segura de que Lorcan no dudaría a la hora de delatar a su hermano si es que éste hacía algo malo, pero el comportamiento de su amigo sólo demostraba lo bueno que era. Lily sonrió y decidió que dejaría correr el asunto.

—Te ha quedado muy bonito —Afirmó refiriéndose al dibujo.

—¿Te gusta?

—Sí. Lorcan no tendría que haber dicho que es feo.

—Ya —Lysander se metió las manos en el bolsillo trasero del pantalón y se agitó con algo de inquietud—. Tengo que irme.

Lysander se despidió y Lily tuvo que quedarse en su habitación, aunque ahora tenía motivos para sentirse mejor. Observó el dibujo con una sonrisa en la cara y decidió que lo conservaría para siempre. Era el mejor dibujo de un árbol que había visto en su vida.


A Lorcan se le quedó una pequeña cicatriz justo en el lugar donde Lily le había mordido. Después del incidente parecía haber decidido que no volvería a meterse con Lily nunca más, pero el verano anterior a su entrada en Hogwarts volvió a las andadas.

Lily había empezado a pensar que el chico no era tan malo como ella creía. Lysander solía decirle que se lo pasaban en grande cuando estaban de viaje con sus padres y la niña había comprobado con sus propios ojos que los dos hermanos ya no se peleaban tanto como antes. Seguían sin tener demasiadas cosas en común, pero existía entre ellos esa camaradería típica de los buenos amigos que a Lily le hacía sentirse un poco rara. Antes podía criticar a gusto a Lorcan cuando estaba en compañía de Lysander, pero ahora se veía obligada a cortarse un poco. Había intentado intercambiar opiniones con Hugo, pero a su primo no le caía mal Lorcan. A los dos les gustaba jugar al quidditch, quitar los gnomos del jardín y practicar una especie de lucha libre más típica de los primates. Lysander en cambio seguía siendo el mismo de siempre. Y su habilidad para el dibujo iba mejorando a pasos agigantados.

Ese verano había pasado las horas muertas retratando a todos los miembros de la familia. Hizo unas caricaturas de Albus y James que eran descacharrantes y luego demostró que tenía mano para la pintura realista cuando copió a la perfección la vieja foto de boda de los señores Potter. Lily estaba tan encantada con todo ello que le pidió a Lysander que le hiciera un retrato y, aunque el chico se puso más rojo que un tomate, terminó aceptando. Y en esas estaban cuando Lorcan se acercó a ellos.

—¿Qué hacéis? —Preguntó y, aunque sonó más curioso que otra cosa, Lily no pudo evitar responder de mala manera.

—Nada que te importe.

Lorcan frunció el ceño y se puso a la defensiva. A continuación le echó un vistazo al dibujo de su hermano y sonrió con malicia, como si hubiera vuelto a ser el Lorcan anterior al mordisco.

—¿Estás pintando a tu novia, Lys?

Lily abrió mucho los ojos. Estaba muda de la indignación y no supo cómo reaccionar, pero Lysander se había puesto en pie y miraba amenazante a su hermano.

—Cierra la boca, idiota.

—¡Oh! ¡Lysander tiene novia! ¡Lysander tiene novia!

—¡No es verdad!

El niño le dio un empujón a su hermano y estuvo a punto de tirarlo al suelo. Lorcan no terminaba de creerse que hubiera hecho eso y boqueó como un pez fuera del agua. Y Lily se sintió muy bien porque Lysander la estaba defendiendo. Bueno, más o menos.

—¡No me empujes! —Y Lorcan le devolvió el empujón a su hermano.

—¡Déjanos en paz!

Lily hubiera jurado que llegarían a las manos, pero Lorcan apretó los dientes y se dio media vuelta, encerrándose en la casa con un sonoro portazo. Lily no terminaba de asimilar lo que acababa de pasar y, aunque le preguntó a Lysander si estaba bien, él no le dijo nada. Se sentó y siguió dibujando como si no hubiera pasado nada.

No hablaron demasiado durante el resto de la tarde. Lysander estaba concentrado en su trabajo, aunque tuvo el ceño fruncido todo el rato y se le veía bastante ofuscado. Cuando terminó el dibujo, se lo entregó a Lily con las mejillas encendidas. Ya le había dado más dibujos antes, pero ninguno era tan personal como aquel.

—Es precioso. Muchas gracias, Lysander.

—Voy a tener que hacer otro. Seguro que puede salirme mucho mejor.

—Éste está muy bien.

Lysander no parecía estar muy de acuerdo con ella, pero no le discutió. Lo que hizo fue tumbarse sobre la hierba y clavar los ojos en el cielo. No faltaba mucho para que se hiciera de noche, pero se estaba muy bien en el jardín. Lily se acomodó a su lado y se relajó tanto que pensó que podría quedarse dormida.

—¿A qué casa crees que irás? —Preguntó Lysander haciendo referencia a uno de los temas recurrentes del verano.

—No lo sé, pero mi padre dice que me parezco mucho a mi madre, así que seguramente terminaré en Gryffindor.

—Mi padre fue a Hufflepuff y creo que podría caer allí.

—Mi hermano dice que es una casa genial. Y mi prima Lucy también.

—Me hace ilusión ir allí. Las historias que mi padre cuenta son geniales. ¿Sabes? Y no es verdad que Hufflepuff esté lleno de mediocres.

—¡Claro que no!

—Lo que me fastidia un poco es que no creo que Lorcan vaya a estar en la misma casa que yo.

A Lily le sorprendió el comentario. No creía que hubiera nada de malo en estar alejado de ese cretino, pero Lysander no parecía muy contento con la idea, ni siquiera cuando un rato antes habían estado peleándose con fiereza.

—¿Dónde crees que terminará? —Preguntó, más por quedar bien que por verdadero interés.

—No lo sé, pero en Hufflepuff creo que no.

—Bueno, mientras no venga a Gryffindor —Las palabras le salieron del alma y Lysander la miró como si estuviera dolido.

—Lorcan no es tan malo como te piensas —Dijo, defendiendo a su hermano—. Lo que pasa es que no le conoces de verdad.

—Ni tengo ganas. Siempre está molestando y odio que se meta donde no le llaman.

—Tú tampoco es que seas muy amable con él. ¿Sabes? —La voz de Lysander sonó tensa y Lily pensó que aquella podría ser la primera vez que se pelearía con su amigo. Y no quería hacerlo.

—Ahora resulta que soy yo la que va a buscarle para fastidiar.

—No digo eso, pero si hablaras con él de vez en cuando te darías cuenta de que puede ser muy guay. Cuando estamos de viaje nos lo pasamos en grande. A veces se le ocurren auténticas locuras, pero siempre puedes confiar en él. Te lo digo en serio, Lily. No me gusta que os paséis el tiempo discutiendo. Estaría bien que pudierais llevaros bien.

Lily iba a protestar, pero entendía a Lysander. Para él, toda esa situación debía ser como estar entre la espada y la pared. La niña se mordió el labio inferior y habló con firmeza.

—Está bien, no te prometo que vaya a ser su amiga, pero procuraré no discutir con él. ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Los niños intercambiaron una sonrisa cómplice y siguieron observando el cielo. Había sido una buena tarde de verano.


PUM, PUM, PUM.

El corazón de Lily Potter nunca había latido tan rápido ni con tanta fuerza. Estaba sentada frente a todos los alumnos de Hogwarts, con el Sombrero Seleccionador sobre la cabeza, a la espera de ser enviada a una de las cuatro casas. Sus padres le habían dicho que no les importaba dónde terminara porque se sentirían muy orgullosos de ella de cualquier manera, pero Lily quería ir a Gryffindor. Sus dos familias, la paterna y la materna, tradicionalmente habían ido a esa casa y la niña había crecido escuchando maravillas sobre ella. No podía ser de otra manera y, cuando el Sombrero Seleccionador gritó "Gryffindor", la niña casi saltó de alegría.

Soltó una risotada y, entre aplausos y vítores, corrió hasta el lugar en el que la esperaban su hermano James y varios de sus primos. Aquello era genial. Antes había estado terriblemente nerviosa, pero ahora se sentía muy feliz. Tanto que no le importó que James le revolviera el pelo ni que Rose empezara a hablar sin parar ni que Fred la mirara como si le prometiera un montón de bromas futuras.

Consiguió controlarse lo suficiente como para ver el resto de la selección. Quería saber dónde terminaban Hugo y, sobre todo, Lysander. Hugo era su primo y lo quería un montón, pero Lysander era su mejor amigo y estaría encantada de poder compartir casa con los dos. Sin embargo, el primero en ser nombrado fue Lorcan. Se le veía nervioso, pero caminó con bastante aplomo hasta el lugar en el que le esperaba el subdirector de la escuela y apenas se movió cuando el Sombrero Seleccionador le tapó los ojos.

A Lily no le sorprendió que lo eligieran para Slytherin. Sus padres podían decir lo que quisieran, pero la mayor parte de gente que iba allí no era de fiar. Había excepciones como su prima Molly, pero Lily no creía que Lorcan fuera a demostrar nada bueno. Hasta la fecha no había hecho gran cosa para que Lily cambiara su opinión respecto a él. Lo sintió por Lysander, eso sí, porque su amigo se había quedado muy serio tras la selección, pero solo por él. Además, un par de minutos después el segundo de los gemelos Scamander recuperó la sonrisa cuando el Sombrero lo envió a Hufflepuff. Su sueño se había hecho realidad. El suyo y el de Hugo, que fue el último alumno en ser enviado a la casa de Godric Gryffindor.

—¿No es genial que estemos juntos? —Le dijo Hugo a Lily en cuanto estuvo sentado a su lado—. Mi madre me ha hablado de la P.E.D.D.O. Si estamos en la misma casa tendremos más tiempo para organizarlo todo.

—¿De qué estás hablando?

—Ya lo verás, Lily. Ya lo verás.


El primer año de Lily Potter en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería transcurrió con relativa normalidad. Hugo estuvo a punto de volverlos locos a todos con su plan de liberar a los elfos domésticos, pero al final se había dado por vencido y Lily lo agradecía inmensamente. La chica había hecho un buen puñado de buenos amigos entre los miembros de su casa y, ante todo, había seguido viéndose con Lysander. Él también había logrado hacer amistad con sus compañeros, pero era menos sociable que Lily y muchas veces optaba por pasar su tiempo libre inmerso en sus dibujos. Había hecho un par de retratos de Lily y la niña los atesoraba como si fueran algo grande y único.

En resumen, Lily había sacado buenas notas, no se había metido problemas y ni siquiera había tenido un enfrentamiento con su odiado Lorcan. El chico estaba hecho todo un Slytherin e iba por ahí haciéndose el chulo, pero Lily sabía que no acostumbraba a meterse con nadie. No era un matón y únicamente parecía encontrar cierto placer cuando se burlaba de Lily. Era algo injusto y carente de toda razón, pero de todas formas la chica agradecía haber podido mantenerse alejada de él, durante todo el curso y durante el siguiente verano.

Los Scamander decidieron llevarse a sus hijos fuera del país y Lily no vio a Lysander en todo el verano. Se enviaban cartas a diario y se contaban sus cosas, ansiosos porque el curso comenzara de nuevo. Septiembre llegó en un abrir y cerrar de ojos y el segundo año de estudios transcurrió con total normalidad. A Hugo le dio por pedir la dimisión del profesor Binns y a Lily le daba pena que los profesores le castigaran tan a menudo.

—¿Sabes qué? —Le dijo un día a Lysander. Durante las vacaciones, Lily había dado un estirón y le sacaba una cabeza a su amigo—. Entiendo a Hugo. Las clases con el profesor Binns son horribles.

—Pero es el profesor. No podemos echarlo.

A Lily le hubiera encantado que Lysander compartiera sus ganas de librarse de ese fantasma, pero al chico no le interesaba demasiado el tema. Sólo quería aprobar Historia de la Magia y centrarse en las asignaturas más importantes. De vez en cuando se quejaba de que Hogwarts no ofreciera clases de arte y seguía tan dedicado a la pintura como siempre.

Lamentando no contar con el apoyo de su mejor amigo, Lily no hizo más comentarios al respecto y se dispuso a olvidarse del asunto hasta que un día Hugo apareció en la sala común loco de contento.

—¿A ti que te pasa? —Le preguntó Lily realmente intrigada. Hugo acostumbraba a estar tan indignado por las injusticias del mundo que a veces se le olvidaba sonreír.

—Es un secreto, Lily.

—¿Y no puedes adelantarme nada?

—No te preocupes, primita. Pronto te enterarás.

Efectivamente, dos días después supo que su primo se había metido en un buen lío. Hugo y alguien totalmente inesperado: Lorcan Scamander. Al parecer, los dos chicos habían unido fuerzas e intentado un ritual mágico para ayudar a Binns a cruzar al otro lado. Obviamente fracasaron, pero su acción tuvo varias consecuencias. En primer lugar, el profesor Binns se llevó un gran disgusto y desapareció de la vista de todos durante varias semanas. Hugo y Lorcan fueron severamente castigados, por supuesto. Y lo peor de todo, Lily se sintió tan intrigada por lo que Scamander había hecho que se vio obligada a hablar con él.

Por primera vez desde que podía recordar, Lily fue en busca de Lorcan. Lo encontró cuando el chico se dirigía al Gran Comedor, justo antes de la hora de comer. Lo abordó en el pasillo y no se molestó en saludarle.

—¿Por qué lo has hecho?

Lorcan alzó una ceja, sorprendido y un poco molesto por la interrupción. Sus amigos se detuvieron un instante, pero siguieron su camino como si consideraran que Lily era demasiado poca cosa como para considerarla un peligro o una enemiga.

—¿Por qué he hecho qué?

—¿Por qué has ayudado a Hugo a hacer esa tontería?

Lorcan alzó las cejas y sonrió con petulancia.

—Hugo es mi amigo, necesitaba a alguien que le echara una mano con el ritual y me ofrecí voluntario.

—Sí, claro. Porque es muy típico de ti ir ayudando a los Gryffindor. ¿No?

—¿Y tú qué sabes de mí? —Lorcan pareció repentinamente airado—. No me conoces de nada, Potter. Te repito que Hugo es mi amigo, me pidió ayuda y se la di. Además, estoy de acuerdo con él. Binns es un pésimo profesor y a mí me gusta la historia. Ojalá tuviéramos a alguien que la hiciera medianamente interesante.

Tras decir aquello, Lorcan pasó a su lado a la velocidad de una snitch y Lily se quedó medio paralizada en mitad del pasillo. Así que a Lorcan Scamander le gustaba la historia. Y seguía siendo amigo de Hugo. ¿Quién lo diría?

OoO

Hola, holita ^^

Había pensado en colgar toda la historia de una vez, pero se está alargando más de lo que yo pensaba, así que la dividiré en dos partes. El fic es un reto lanzado por Alicia Malfoy, así que espero que esté siendo de tu agrado; lo bueno viene ahora, así que no te preocupes si por el momento no vemos mucho de lo que pediste.

Procuraré tener la siguiente parte lo antes posible, aunque no me pondré plazos porque luego pasa lo que pasa. Eso sí, espero que hayáis disfrutado de esta primera parte.

Besetes.