Disclaimer: Este fic ha sido creado con fines de entretenimiento, Pokémon pertenece a Game Freak.
Breve nota del autor;
¡Hola! Bienvenidos a todos y todas a éste nuevo fic, el cual podría decirse que es una especie de reinicio o "remake" de la historia que estuve escribiendo antes que ésta: 'Hoenn:La aventura de Bruno'.
Antes de empezar, me gustaría dejar claros varios puntos:
—A diferencia de la anterior historia, ésta no estará narrada en primera persona, sino en tercera.
—Las localizaciones (nombres de personajes, ataques, lugares, etc.) que serán usadas en este fic, al igual que el anterior, serán las perteneciente a las versiones españolas de los juegos de Pokémon.
—La historia estará acordé a la supuesta línea temporal "oficial" de los juegos de Pokémon, por lo tanto ésta historia, basada en la 3ª generación (Juegos Rubí, Zafiro y Esmeralda) ocurre paralelamente a la de la 1ª generación (Juegos Rojo, Verde y Azul) por lo que si hice alguna referencia a alguno de los juegos posteriores en la parte anterior, será corregida como dije antes.
—Como último, quiero decir que habrá una mezcla de diferentes elementos de la trama de "Pokémon Esmeralda" y la de "Pokémon Rubí Omega/Zafiro Alfa", por lo que aparecerán tanto personajes, como sucesos y otros elementos de ambos juegos, mezclados, como antes he dicho.
En fin, creo que ya está todo, así que espero que disfrutéis mucho de ésta nueva historia, tanto como yo lo estoy haciendo escribiéndola.
¡Muchas gracias!
Capítulo 1: Despertar.
"Tenemos mucho en común, la misma tierra, el mismo aire, el mismo cielo, quizá si empezáramos a mirar lo que tenemos en común en vez de lo que nos hace diferente, bueno quien sabe..."
…
Un pequeño camión de mudanzas de color azulado se abría paso a través de un pequeño sendero algo abrupto que parecía encontrarse en mitad de la nada, rodeado por la exótica vegetación que parecía haber por la zona. De todas formas, lo que nos interesa aquí no era el camión, ni el tipo de plantas que había por el lugar, sino una persona que se hallaba dentro de aquel vehículo, y no, no se encontraba en la cabina del camión, sentado cómodamente, no. Aquel personajillo se encontraba junto a la carga, dudando sobre la preocupación por su seguridad que tenían sus padres y preguntándose así mismo como había llegado hasta allí. Se trataba de un adolescente de unos quince o dieciséis años, de tez morena y ojos marrones. Tenía un cabello corto y de color negro, el cual se podía apreciar poco ya que sobre su cabeza llevaba una especie de gorro de lana blanco unido a una banda de color verde con un semicírculo de color blanco impresa en ella, que cubría su cabeza casi por completo. A parte de esto, llevaba una camisa de manga corta negra con trazos naranjas, que conjuntaba con un largo pantalón de chándal gris y unas deportivas que mezclaban el naranja, verde y negro, al igual que sus otras prendas.
—Creo que a este paso voy a acabar vomitando... — Se quejó el azabache, llevando su mano diestra al abdomen propio, acción que se vio acompañada de una expresión de malestar que había aparecido en su rostro. Después de todo, soportar los baches del camino a la vez que intentar evitar que las cajas que había por allí se le cayeran en la cabeza resultaba una tarea titánica.
Por suerte para el chico, el vehículo se detuvo al poco rato y, casi al instante, la puerta del sitio se abrió, haciendo que toda la luz del sol entrase en el oscuro compartimento y cegase a nuestro "héroe" durante unos segundos.
En cuanto su visión se hubo acostumbrado a la luz del lugar, el joven reconoció perfectamente a la persona que había abierto la puerta; se trataba de una mujer madura, de cabello largo y castaño, de ojos azules. Vestía con una blusa de color negro y una larga falda rosada. Para acompañar, su calzado consistía en unos tacones de color negro.
—¡Mamá! ¡Ten más cuidado! ¡Por poco me quedo invidente por tu culpa! — El azabache refunfuñó, mientras se ponía de pie y salía de aquel claustrofóbico sitio. Una vez fuera, estiró un poco las extremidades, ya que sus músculos estaban medio dormidos por la postura en la que se había mantenido durante todo el viaje.
—¡Eres todo un quejica, Bruno! ¡Igual que tu padre! — Reprochó la mujer con sorna, soltando una breve carcajada por su propio comentario — ¡Alegra esa cara! ¡Estamos en 'Villa Raíz', en la región de Hoenn! ¡Este será nuestro hogar a partir de ahora!
Bruno recorrió con la mirada sus alrededores, con desinterés. Aquel pequeño pueblo, en mitad de ninguna parte, se encontraba en una especie de pequeña llanura rodeada por la alta vegetación. Su vecindario estaba compuesto por una cantidad de casas tan reducida que podían contarse con los dedos de una mano. Aquel sitio era muy diferente a la gran ciudad de la que el chico provenía y si ya de por sí era una persona a la que no le gustaban demasiado los cambios, aquel era el peor que podría haberle tocado. Su madre, conociendo esta faceta del azabache, decidió intentar animarlo un poco.
—La casa ya está casi amueblada del todo, tu padre ya hizo el trabajo difícil cuando vino aquí para instalarse antes que nosotros. Además de que el servicio llevará las cajas al interior de la casa, así que, ¿por qué no te das una vueltecita por el pueblo? Seguro que acabas encontrando algo interesante.
La madre de Bruno le dedicó una afable sonrisa a su hijo tras decir aquello. El chico, tras pensarlo un poco, asintió con la cabeza, no quería que su madre se preocupase más de lo debido por él nada más llegar a su nuevo hogar, por lo que aceptó aquella propuesta para intentar así darle una pequeña alegría a su progenitora.
—¡De acuerdo! ¡Volveré a la hora de la cena! — Exclamó, esbozando una sonrisa de oreja a oreja, algo fingida, mientras se separaba de su madre y echaba a correr, sin rumbo fijo.
Tras varios minutos de caminata, el joven se detuvo, cerca de las afueras del pueblo. Aquel sitio no era como Ciudad Trigal, donde todos los días ocurría algo nuevo, todo en Villa Raíz era tan tranquilo... aburrido incluso. El azabache suspiró y, cuando iba a darse la media vuelta para volver a su nueva vivienda, pudo escuchar gritos de auxilio cerca de la zona donde estaba. Sin dudarlo dos veces, buscó la fuente de donde provenían los gritos, hasta acabar encontrándose con ella. La persona que estaba profanando la tranquilidad del lugar a base de gritos, se trataba de un hombre de mediana edad, al igual que sus padres. Era un hombre un poco bajo y regordete, su cabello era castaño oscuro y ondulado, tenia los ojos negros y vestía con una camisa azul marina de manga corta, que se veía cubierta por una bata blanca. También, adornaban su cuerpo unos pantalones beis amarrados con un cinturón y unas sandalias. Estaba corriendo en círculos, huyendo como podía de una criatura de aspecto inofensivo, de pelaje marrón y blanco, que se desplazaba a cuatro patas. Se trataba de un Pokémon, un Pokémon que Bruno desconocía, de hecho. Al ver a Bruno acercase a su posición, el hombre vociferó nuevamente, esta vez pidiéndole ayuda a él en especifico.
—¡Oye, chico! ¡En la bolsa que tienes justo delante de ti hay una Pokéball con un Pokémon dentro! ¡Sácalo y úsalo para salvarme, te lo ruego!
La escena era lamentable, sin duda, aquel Pokémon parecía querer hacerle a aquel tipo de todo menos daño. Bruno se encogió de hombros; le ayudaría, pero solo para que dejase de montar ese escandalo. El chico tomó la bolsa de cuero que había justo frente a él y de ella sacó una bola de color blanca y roja, que tenía un botón bastante grande en el centro de la misma. El chico se lo pensó dos veces antes de hacer nada, después de todo, los Pokémon no eran criaturas que le agradasen del todo. No los odiaba, simplemente no le acababan de gustar. Tenía sus motivos para pensar de esa forma.
—Al cuerno. — Murmuró casi para sí, a la vez que se daba la vuelta y se dirigía hacía la posición en la que aquel hombre se encontraba, siendo "atacado" por el Pokémon — ¡Muy bien! ¡Pokémon, te elijo a ti! — Dicho esto, apretó el botón que había en el centro de la Pokéball y la tiró al suelo en dirección al Pokémon salvaje.
De aquella bola salió un Pokémon de color verde casi en su totalidad, su abdomen era de color rojo y sus ojos puntiagudos y amarillos. También poseía una cola de color verde oscuro, que parecía estar formada por hojas. La criatura miró hacía atrás, parecía estar esperando a que Bruno le diese una orden.
—¡Pokémon, haz... algo!
Aquel ser frunció el ceño al escuchar aquella orden por parte de su entrenador, sin duda estaba delante de un novato con todas las de la ley, después de todo, Bruno nunca había participado en un combate Pokémon ni había tenido uno propio, por lo que poco o nada sabía sobre lo que tenía que hacer. El hombre barbudo se llevó una mano a la cara al escuchar aquello, decepcionado.
—¡Ese Pokémon es Treecko, el geco del bosque! ¡Los ataques que conoce se llaman "Destructor" y "Malicioso"! — Exclamó aquel individuo, que se encontraba junto a un árbol, a punto de ponerse a trepar por este.
—A ver, pues... ¡Malicioso! — Exclamó Bruno, seguidamente, los ojos del Pokémon se iluminaron, haciendo que la guardia de su rival bajase un poco al ver la siniestra mirada de Treecko clavada sobre él.
—¡Vamos con Destructor, ahora! — Tras escuchar aquella orden, el geco del bosque se lanzó contra su adversario, dispuesto a atacarle con la cola. Por desgracia para este último, el Pokémon cuadrúpedo esquivó el ataque, haciendo que el golpe de Treecko fuese directo contra el duro suelo, provocando que acabase haciéndose daño a si mismo. —
Esta vez fue Bruno el que se llevó la mano a la cara, a este paso lo único que conseguirían es que su rival se acabase dejando ganar por lástima. Tenía que pensar algo si quería hacer que la situación fuese favorable para él. El geco del bosque, tras recuperarse del golpe se acercó a Bruno, y comenzó a gruñirle, como si intentase regañarle por su incompetencia. Aquel gesto por parte del Pokémon hizo que el azabache bajase la cabeza, avergonzado. Poco después el chico, se palmeó ambas mejillas con las manos, después se sacudió la cabeza y la puso nuevamente en alto. Después de ese pequeño improvisto, estaba decidido a acabar solucionando aquella situación tan extraña de una vez por todas. Miró con decisión al geco del bosque y después, añadió:
—¡Muy bien, Treecko! Sé que no hemos empezado con buen pie, pero tenemos que solucionar esto juntos para ya sabes, salvar a tu dueño. ¿Cuentas conmigo?
Al escuchar aquellas palabras, la forma en la que aquel Pokémon miraba a Bruno había cambiado un poco, con aquellas simples palabras había conseguido infundir cierto respeto en él. El Pokémon asintió, decidido y se dio la vuelta, colocándose frente a frente con su rival nuevamente, esperando una nueva orden del azabache. Bruno, reflexionó durante unos instantes, miró a su alrededor, buscando algún elemento que le sirviese para llevar a cabo la estrategia adecuada. La zona en la que se hallaban estaba plagada de árboles altos y frondosos... bingo.
—¡Treecko, subete al árbol que tienes a la derecha, ahora! — El Pokémon obedeció sin rechistar y se montó sobre una de las ramas que había en dicho árbol con una agilidad admirable.
Tras ello, su rival se dirigió hacía el árbol en el que Treecko había trepado, con intención de golpear el tronco de este para agitarlo y hacer que el geco del bosque se desestabilizase y cayese al suelo... justo como el azabache había planeado.
—¡Ahora, Treecko, Destructor! — Antes de que el Pokémon salvaje pudiese arremeter contra el tronco del árbol, el geco del bosque se lanzó hacía él, golpeándolo fuertemente con la cola y debilitándolo en el acto.
Bruno suspiró aliviado, al ver como su rival caía al suelo, completamente inconsciente por el golpe. Durante el combate se había percatado de que Treecko era mucho más rápido que su adversario, por lo que, aprovechando esto y el entorno favorable para el geco del bosque en el que se encontraba, había predicho lo que su rival iba a hacer con cierta facilidad. Conociendo estos factores y su superioridad en cuanto a velocidad, sabía que conseguiría atacarle antes de que golpear el tronco de aquel árbol y de esquivar aquel golpe que se le iba a venir encima.
Para empezar como Entrenador Pokémon no había sido un mal combate, no del todo, Bruno apuntaba maneras, aún así, no tenía demasiado interés en ser Entrenador, aunque claro, en ese momento el joven no sabía que era lo que el destino tenía preparado para él...
Breve nota del autor 2: Aquí estoy de nuevo, para dar el tostón un poco otra vez. Agradezco mucho el apoyo y las criticas constructivas que me ayudan a mejorar poco a poco. Pues eso, intentaré subir los capítulos de forma mínimamente regular, escribiendo cuando el poco tiempo que tengo me lo permita. En fin, eso es todo por ahora, muchas gracias nuevamente por leer esto y ¡Hasta el próximo capítulo!
