Hola, hola, Luna de Acero reportándose. Les traigo una historia a pedido, he tratado de respetar el deseo de su dueña y a la vez espero que ustedes también la disfruten a pesar de los exabruptos que encuentren.

Bien, esta historia se desenvuelve en el universo canon de Ataque a los Titanes entre el capítulo 30 y 31 (tomo 7 al 8) en adelante. Justo después que la titán hembra matara al escuadrón de Levi.

Esto como para ubicarse espacialmente, la historia irá acompañando los hechos del manga pero centrándose principalmente en las relaciones entre los protagonistas. Lean las advertencias y por favor lean con discreción, esto es pura ficción. Otra cosa, es probable que "flexibilice" algunos acontecimientos del manga para poder centrar la historia, es decir, trataré de no modificar los hechos de la historia original, pero si es necesario lo haré, están advertidos.


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son de Isayama Hajime al igual que el contexto.

Advertencias: Personaje coaccionado, palabras vulgares, uso indiscriminado del OoC (especialmente en Levi), se ruega discreción. Reitero, esto es pura ficción, dilemas morales aparte hay cosas que leerán con las que no comulgo en mi vida personal, de todas maneras les pido precaución en la lectura. Eso es todo.


NOTA DE AUTOR: ESE FIC LE PERTECENE POR COMPLETO A "Dante Ackerman" (FB), hermosa, muchas gracias por ayudarme y confiar en mí! Le pondré mucho amor a esta historia como ya te dije antes. Les recomiendo que pasen por la página de Facebook que tiene mucho fanart de las shipps de esta historia: Riren/Rivarmin/Rivahisu y mas, realmente es una página genial, donde nadie pelea a la ship de nadie y consiguen unos artes geniales! A sus administradores, muchas gracias por el apoyo!

.

.

"La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano".

Voltaire

.

.

Todo era una revolución debido a los ataques del titán hembra. Más de cien reclutas y líderes habían sido masacrados por esa gigante de la cual no sabían su procedencia.

El sargento Levi estaba imposibilitado de luchar con su reciente lesión en el tobillo, no era un esguince, probablemente se tratara de una fractura, no importaba lo que fuera, lo tenía cabreado a más no poder. Le hubiera gustado exterminar a la dichosa traidora que había aniquilado a sus mejores soldados, pero tenía que priorizar el rescate de Eren y contener a la amiga de éste que era demasiado temperamental. Si no hubiera actuado a tiempo también hubiera resultado gravemente herida o quizás la hubiera matado la fastidiosa titán rubia, quien sabe. A tiempo estuvo de pensar fríamente cual era la mejor elección en ese momento.

Había furia corroyendo dentro de sus venas. Y sin embargo su semblante se mantenía tranquilo, aunque en apariencia. Bebió un poco de té, últimamente solo podía hacer eso.

No era poco lo que había en juego, pues se trataba de ni más ni menos que la salvación de la humanidad, muchos misterios estaban siendo develados a pasos agigantados y lo que en un principio parecía simple se empezaba a complicar demasiado. Todos elucubraban nuevas conjeturas y en la privacidad de sus mentes formulaban teorías de lo que sería el destino de la humanidad.

Pocas eran alentadoras. Había una especie de crisis grupal flotando en el aire y del que nadie quería hablar. Seguían viviendo el día a día de la manera más normal posible, con ese miedo latente, escondido, infiltrado en el pecho que ya formaba parte de todos. Miedo a morir de una manera horrible, de ver morir a los camaradas en gritos de terror absoluto, miedo a ser derrotados, a no tener más esperanzas.

Excepto Levi. De hecho, para él hubiera sido una novedad no tener esa presión constante en su vida de tener que enfrentar a cada momento el peligro y el dolor. Eran constantes que formaban patrones que se repetían sin descanso. El hombre parecía haber sido forjado con hierro, ya que nunca le temblaba el puño para desenvainar sus espadas o para tomar una decisión en la peor situación posible. El arrepentimiento no era una posibilidad.

Nunca.

Fuera de su vida de soldado y dedicado completamente a sus tareas como uno de los líderes más emblemáticos de la Legión, no había demasiadas cosas que pudieran llamarle la atención. Pero ahora cuando el fuego de la lucha había mermado, al menos momentáneamente, lejos de las toneladas de papeles que se debían firmar y presentar a diario, había mucho espacio para la reflexión y el ocio. Y dicen que el ocio es la madre de todos los vicios.

Cuando no estaba pensando en luchar, analizando estrategias o afilando sus espadas, la diversión carnal era la única necesidad que deseaba aplacar, sobre todo después de tanta inactividad física. Su tobillo dolía bastante, pero estaba acostumbrado al dolor, sus cuantiosas cicatrices demostraban que podía hacerle frente a los daños colaterales sin mayores problemas. Y en sus circunstancias, inútil para luchar cuerpo a cuerpo, solo le quedaba una única opción para canalizar sus ganas de asesinar y torturar, y eso era a través del sexo. Para eso contaba con su más reciente adquisición, la pequeña y hermosa Krista.

La había encontrado una vez toda deprimida y triste luego de un entrenamiento en uno de los dormitorios de los cuarteles. Estaba vigilando la evolución de Eren y tuvo la fortuna de encontrarse con una presa fácil y lista para ser devorada.

Levi tenía debilidades, grandes fallas dentro de su presencia superficialmente intachable. Estaba lleno de deseos insanos y un hambre invisible que afilaba sus dientes cuando de inocencia se trataba. Tal vez por eso nunca había tenido una pareja estable, tal vez por eso el amor le era tan desconocido como la libertad, una palabra que aparentemente existía pero de la que podía prescindir sin problemas. No necesitaba amor mientras pudiera cubrir esa cuota de perversión a la que se había vuelto adicto hacía tiempo ya.

En su visión había diversos tipos de "presas" que podían caer en sus fauces. Algunas más deliciosas que otras. Muchas veces había aceptado revolcones ocasionales, cuyas ofertas le sobraban a manos llenas, bendita la hora en que a Erwin se le ocurrió inventar eso de: "El soldado más fuerte de la humanidad", porque si bien las actividades sociales no eran lo suyo (y muchas veces estuvo obligado a participar de eventos para recaudar fondos) también le permitió acceder a un universo de personas dispuestas a hacer de todo por pasar una noche con el capitán. Noche que nunca se tomaba literalmente, ya que una vez zanjados los asuntos pertinentes del sexo, el sargento tomaba su ropa para retirarse o bien para echar al intruso de sus aposentos.

Pero si bien podía ablandar un poco el rango de sus gustos (especialmente cuando urgía alimentar sus deseos), tenía sus predilecciones. Mientras más tiernos, suaves, lindos de ver e ingenuos en los ámbitos de la pasión, más apetecibles. Que Krista hubiera bajado la guardia y le hubiera abierto sus sentimientos, que se hubiera ablandado ante su falso interés, le había venido como anillo al dedo. Vulnerable, inestable, con una necesidad afectiva inmensa, fueron todos factores a su favor. Ni él mismo pudo creer lo fácil que fue convencerla.

El destino tiene caminos extraños, pero complacientes.

La joven aceptó rápidamente la clandestinidad de esa relación, un pacto secreto entre ambos mediante palabras duras que doblegaron a la soldado. Levi sabía persuadir a su manera; una manera retorcida pero que ella aceptó desesperada por aferrarse a alguien, por sentirse importante en la vida de otra persona. Además descubrió que Krista era resistente a su forma de follar, se quejaba muy poco, parecía sufrir algunas veces, pero luego regresaba sedienta de más. Tal vez por eso no la desechó de buenas a primeras, porque le complacía más que los últimos amantes que hubiera tenido, porque era hermosa, flexible y sus gemidos y jadeos lo excitaban sobremanera.

Si algo le gustaba más que un té bien preparado, un cuarto sumamente limpio o matar titanes, era saberse victorioso de haber conquistado a Krista. Notaba como el resto de mocosos (y algunos líderes incluso) no le quitaban los ojos de encima, o esgrimían sonrisas que escondían filosos dientes y garras, como depredador podía reconocer a sus rivales y pares, sin embargo ella no reparaba en ellos, sus ojos lo buscaban a él, solo él conocía el sabor de sus besos, el perfume de su cuerpo luego de haberse entregado, sus bonitos ojos suplicantes, solo él, todo era para su persona.

Claro que era cuidadoso de no prometer algo que no podía cumplir, aunque se daba cuenta en su mirada emocionada que la joven necesitaba algo más que sexo, pero no era su maldito problema.

Suficiente hacía por la humanidad en arriesgar su vida en cada expedición, ya estaba dando demasiado, que no le rompieran los cojones con mayores compromisos.

Estaba ansioso porque llegaran al castillo, no soportaba el silencio que había quedado luego de la caída de su escuadrón. Pensar que le había llevado mucho tiempo prepararlos, enseñarles, mostrarles, moldearlos, meses y meses de arduo trabajo completamente en vano. Maldita titán de mierda. Pero la venganza era un plato que se disfrutaba en frío y él estaría esperando el momento en que esa mujer cayera en sus manos ¡Oh, sí! La haría arrepentirse de seguir viva, le mostraría que el infierno se vive en este mundo, le cobraría todas y cada una de sus muertes, pagaría por cada lágrima derramada por los parientes de sus reclutas. Ya llegaría su momento, estaba seguro.

Se supone que Erwin vendría con novedades, recordaba vagamente que le había mencionado algo de que uno de los reclutas era excepcionalmente brillante para las deducciones y la estrategia, aunque no le prestó mucha atención. El comandante solía emocionarse con cualquier cosa que le resultara intrigante, mientras que él prefería ir a lo seguro, a lo práctico. Y por el momento solo escucharía las teorías y luego se dedicaría a descansar para que su pie estuviera en buenas condiciones lo antes posible.

Eren estaba destruido. Él entendía perfectamente esa sensación, de saber que uno había tomado la decisión errónea, pero como soldado, como parte de la Legión de Exploración no podían darse el lujo de deprimirse mucho tiempo o de atormentarse con eso. Lo hecho, hecho estaba, había que mirar hacia adelante y seguir. De nada valía lamentarse, y nadie les podía asegurar que de tomar otra decisión el resultado habría cambiado, menos si sería favorable. Intentó hacerle ver eso al recluta, era parte importante de la nueva estrategia y sabía que su inestabilidad emocional afectaría los resultados, por lo que aún sin saber cómo consolarlo (joder, que él no estaba hecho para esas tareas), hizo su mejor esfuerzo para que dejara de sentirse un inútil. No lo era.

Pero estaba agotado y los tirones dolorosos en su pierna le urgían, por lo que le ordenó a Eren que se fuera a descansar. Era evidente que no llegarían esa noche, que se jodiera Erwin por hacerlos esperar tanto. Se retiró a su habitación. Caminar era doloroso, tenía vendada su pierna fuertemente hasta la rodilla, aunque presumía que se había fracturado y eso no se solucionaría en poco tiempo. No estaba acostumbrado a ser un estorbo, o quejarse, como siempre se tragó todos sus lamentos y siguió adelante. Tal vez sí era el más fuerte después de todo. Bufó en el pasillo. El más fuerte no podía solucionar el mundo, ni siquiera podía evitar un puñado de muertes, qué mierda todo.

Se debatió entre sentarse y descansar, porque era a lo que estaba acostumbrado, no le iba eso de dormir en camas. Para él las camas solo eran muebles donde se podía follar cómodamente, aunque no le molestaba hacerlo en la mesa u otros lugares. Pero Krista por ejemplo, gustaba de tirarse entre las sábanas y refregar su menudo y bien formado cuerpo desnudo retorciéndose como un gato.

El solo recuerdo lo comenzó a poner duro y decidió que sería bueno relajarse para variar. Con dificultad se sentó, se quitó los zapatos, tomó una toalla de cara que reposaba en el respaldar de su cama y abrió el único cajón de su mesa de luz. Tomó la ropa interior que guardaba celosamente allí, la que había capturado después de su último encuentro, detestaba su color ridículamente rosa y con puntillas, qué tanto adorno para un pedazo de tela que resguardaba un culo. Se recostó y apretó con su mano poderosa, llena de cayos por empuñar armas ese pedazo de tela y la puso contra su respingada nariz. Ahí estaba aún, la esencia de la rubia joven, permanecía casi intacta. Cerró los ojos, mientras su otra mano abría el cinto de su pantalón, la pudo recrear perfectamente, esa última vez que la vió antes de llevarse a Eren a su cuartel. Ella se había puesto un vestido largo, simple, como el que usaban las campesinas de las afueras. Tentándolo con su mirada, besándolo sorpresivamente, mordiéndose los labios y aguantándose los jadeos que solo él sabía sacarle a fuerza de besos y mordidas en su cuello y alrededores. La vió apretando su entrepierna, colorada a más no poder, y supo que estaba empapada antes de siquiera tocarla. Era fruto de su entrenamiento, de haberla moldeado a sus deseos, de haberla marcado como suya.

Tomó su pene, completamente erecto y comenzó a friccionarse como le gustaba, lento y apretado, casi que podía opacar el dolor que le subía por la pierna, bueno, un poco de dolor estaba bien. Inspiró de nuevo para llenarse de ese aroma almizclado y delicioso que lo satisfacía tanto, abrió la boca y luego apretó los dientes sobre la tela con fruición. Maldita mocosa, le haría pagar por hacerse desear de esa manera, la próxima vez la haría llorar, la sometería debajo suyo, si osaba suplicar apretaría ese cuello fino de cisne bajo su mano de hierro y se adueñaría de su cuerpo de todas las formas posibles. Porque era suya, le pertenecía. ERA SUYA COMPLETAMENTE y como su dueño le demostraría quién mandaba.

Casi que la escuchó gimiendo, sabía exactamente cómo le gustaba, la velocidad y la forma en que podía destruirla, hacerla una marioneta de sus más viles pasiones. Sabía qué decirle para doblegarla, para que se arrodillara ante él y lo adorara como un dios. No. Como el dios que era para ella.

Le gustaba su sumisión, verla temblar (de placer o miedo, era igual), entregándose por completo. Se lo había advertido, y el que advierte no traiciona con sus acciones. "Te daré lo que buscas, pero a cambio debes jurar que serás mía", con una frase y su consentimiento sellaron un pacto ventajoso para el sargento.

La primera vez pensó que se había excedido un poco, pero luego ella volvió, tomó su mano, la misma que ahora le estaba brindando ese placer solitario, y besó su palma como si fuera un rey. Tal vez lo era, era SU rey, y ella era su conquista. "Le-levi… m-me gusta, a-así…". Casi podía saborear los dulces jadeos, podía visualizarla encima de él, los rubios cabellos pegados a la frente por el esfuerzo, la cabeza sacudiéndose y los músculos tensándose mientras su cuerpo lo aprisionaba más y más profundo.

Tomó la toalla y se secó la pegajosa mano, limpió lo que pudo antes de moverse para ir por una jarra y terminar de asearse apropiadamente. Volvió a guardar la prenda, un poco húmeda ahora por su saliva y se relamió los labios. Se sirvió un poco de agua y bebió un trago, hizo un mohín al sentir que su tobillo pulsaba y ardía. Tsk. Debería ir a sentarse y descansar, sí, claro, como si pudiera, como si no fuera a quedarse dormido y ser tragado por las incontables pesadillas que lo perseguían.

Se durmió tarde, cuando la vela sobre su mesa apenas alumbraba ya, prácticamente reducida. Sentado en la silla y recostando su torso sobre la mesa.

Se despertó momentos antes del alba, se puso presentable y se dirigió al comedor. Las malditas escaleras eran un infierno, pero hizo el trayecto con la mayor dignidad posible, al menos Eren ya estaba en la cocina prendiendo el fuego para el té. Eso era bueno.

Se saludaron escuetamente, pero mucho no pudo disfrutar porque la puerta principal fue azotada y se sintieron todas las botas chocando contra el piso de piedra. Eren se puso alerta y se paró firme a su lado, entonces apareció Erwin quitándose la capucha que estaba llena de gotas. Recién entonces se percató de que afuera lloviznaba. Parecían cansados, seguramente no habían dormido casi, igual que él. Atrás de Erwin, Hange venía con su usual energía hablando montones de mierda a un diligente Moblit que iba anotando todo. Pobre tipo, pensó.

—¿Cómo te sientes? —Habló Erwin tomando sitio en la cabecera contraria, Eren y un par de soldados fueron a la cocina, seguramente a traer pan y más té.

—Bien —respondió parco, como si fuera necesario aclarar lo que su cara amargada demostraba—. ¿Alguna novedad?

El semblante de Erwin era desolador, ya se imaginaba absolutamente todo lo que iba a decir, parecía tener una especie de sexto sentido para interpretar a ese hombre.

—Los altos mandos no están contentos con los resultados de la operación.

—Tsk, qué novedad —susurró mientras levantaba su taza para beber un sorbo del té de mala calidad que era lo único que les había quedado para beber en el cuartel.

—Muchos fondos fueron invertidos y se suponía que deberíamos haber detenido la amenaza, en vez de eso tenemos cien tumbas y una pérdida de recursos insostenible.

—¿Y qué harán? ¿Cerrar la Legión? Realmente no veo a Zacklay usando el equipo tridimensional de maniobras, somos valiosos, mucho más ahora que somos pocos. Nadie tiene la valía de ir a enfrentar esas cosas como nosotros.

—No parece importarles demasiado, nos han pedido una reunión. Van a dejar caer la espada sobre nosotros, ellos no asumirán responsabilidades.

Levi estaba harto de quejas.

—¿Me asignarás un nuevo escuadrón o qué?

—Por ahora traje a los reclutas de las otras divisiones, se quedarán temporalmente aquí. Primero debemos terminar con todo el papeleo, asistir a las casas de los caídos y dar las novedades, no pretendo que dejes el cuartel, no en tus condiciones, solo te pediré que me ayudes con los expedientes, Hange también. Luego de terminar esos asuntos iremos a la capital.

—Bien, como tú digas, Erwin.

—Levi, aquí está la lista de los nombres de los nuevos reclutas —dijo Hange alcanzándole el papel.

—De todas maneras quiero que tengamos una reunión con el recluta que te dije, su nombre es Armin Arlert. Para su edad ha demostrado una inteligencia superior y se ha destacado en los exámenes cuando estaba en entrenamiento. Tiene algunas teorías muy interesantes respecto a la titán hembra.

Levi miró de reojo a Erwin y soltó un suspiro ¿Armin? No era bueno con los nombres, después de todo era mejor olvidarse lo más rápido posible, nadie duraba demasiado como para que su nombre trascendiera.

—Es amigo de Eren, vaya que nos han sorprendido esos reclutas.

La reunión se realizó después del almuerzo. Lo natural, los recién llegados tenían que descansar un poco después de tan agotador viaje, y reponer energías con un suculento guisado. Levi dejó que se encargaran de la cocina por sus propios medios, estaba demasiado adolorido como para colaborar. Hange quiso meterse a su habitación para conversar, pero realmente no le apetecía en esos momentos, prefería el silencio.

No pudo cruzarse con Krista, pero notó que estaba en la lista, lo cual lo hizo sonreír internamente, eso era inesperadamente conveniente. Mejor, tenerla bajo su mando se le hacía práctico, además que de que podría ponerle un ojo encima y asegurarse de que nadie se le acercara demasiado. Oh, esa tal Ymir también estaba, la jirafona que no se alejaba de la rubia, bueno, ya la pondría a limpiar en algún rincón alejado mientras él se ocupaba de asuntos más importantes.

Levi era egoísta. Era una persona que había crecido entre miserables y delincuentes, en donde matarse por un mendrugo de pan era cosa diaria. Un lugar donde debías dormir con un ojo abierto y un cuchillo en la mano, desde que respiró que supo que debería luchar por lo que quería, que debería defender lo que consiguiera. Era su forma de sobrevivir, de entender cómo funcionaban las cosas, lo que consideraba suyo no era pasible de ser compartido, y si alguien osaba arrebatárselo, pues se encontrarían con ese demonio de dientes afilados y garras de acero que yacía dormido y encadenado muy dentro de él. Mejor era no provocarlo.

Estaba compenetrado en sus pensamientos cuando lo sobresaltó un sonido a su puerta, alguien llamaba. Descartó inmediatamente a Erwin y a Hange, quienes ingresarían sin preguntar, probablemente algún cadete a joderle su diatriba con sus pensamientos. Se acercó cojeando un poco y abrió.

Ya había caído la tarde, dentro del recinto del cuartel, entre pasillos de ladrillos y piedra, la luz no llegaba mucho, por lo cual las antorchas de los pasillos ya estaban encendidas. Un brillo naranja le pintaba la mitad del rostro al recluta. Sí, ahora lo recordaba, ¿cómo olvidarlo?

—Oh, Sa-sargento, disculpe usted, pensé que este era el cuarto del comandante, tenía que entregarle unos d-documentos —decía atropelladamente mientras sostenía unas especie de papiros entre sus manos blancas y pequeñas.

No era más pequeño que él, pero desde la posición de Levi, desde que el chico parecía amedrentado por su sola mirada (él sabía bien cuál estaba haciendo), le parecía que era como un pequeño cervatillo asustado al descubrir un cazador demasiado cerca. Entonces sintió ese cimbronazo dentro suyo, como un latigazo resonando en una cueva, una vibración interna, un deseo.

—N-no se pre-preocupe, yo, yo iré a… emmm, me disculpo y me retiro.

—Espera —le dijo con esa voz que no admitía réplicas, esa que le gustaba sacar a relucir especialmente con los reclutas novatos, para que supieran que con él no se jodía—. Pasa.

Armin lo observó con duda, evaluó la situación pero finalmente ingresó a su habitación. Levi se movió hasta la silla más cercana, el tobillo lo estaba matando y necesitaba sentarse. Con un cabeceo le indicó al rubio que se sentara en la cama. La misma cama que la noche anterior fue protagonista de su desfogue sexual. En cierta manera le daba cierto morbo que el jovencito estuviera sentado allí.

—Erwin dijo que eras brillante, que al parecer puedes darte cuenta de muchas cosas que pasan desapercibidas. Hange ha coincidido, sin embargo yo no tengo tanta buena fe como el resto de ellos, porque yo sé que hay cosas peores que los titanes, como los traidores.

El sargento estudió atentamente las reacciones del recluta, parecía un poco acobardado por su presencia, pero no por sus palabras, sus ojos brillaban con tenacidad, al parecer había mucho más de lo que aparentaba, que ganas de jugar que tenía, y parecía que el chiquillo ese se podía ajustar perfectamente a sus perversiones. Parecía limpio, punto extra.

—Yo… yo no me considero inteligente —respondió bajando la cabeza, como avergonzado de que le reconocieran eso—. Solo que como usted dijo antes, noté detalles curiosos y atando cabos saqué algunas conclusiones, que de ser ciertas ayudarían mucho, solo quiero lo mejor para la humanidad.

¡Ah, qué lindo discurso! Pensó Levi, de una manera muy sarcástica, claro estaba.

—Lo mejor para la humanidad, ¿eh? Bueno, te deseo buena suerte con eso, veremos si dentro de unos años sigues creyendo lo mismo… Si es que no te conviertes en un bocadillo de titanes antes —agregó con un tinte burlón.

Armin analizó la reacción del capitán, y le pareció que era la primera persona sensata que conocía dentro de la Legión, hablando de los líderes. Porque Hange tenía un cierto grado de locura, aunque fuera muy brillante, Erwin poseía una frialdad para actuar aún si debía sacarificar vidas humanas en el proceso (de hecho ni siquiera ponía empeño en ocultarlo), y esta era la primera vez que notaba que alguien desconfiaba de plano de otro soldado. Desde el día del juicio de Eren, Levi le había parecido una persona que se llevaba perfectamente con la violencia y eso hacía que le tuviera cierto recelo, ¿miedo tal vez? Pero merecía respeto, y ahora con ese discurso se daba cuenta que no era fácil comprar la confianza del capitán.

—Le aseguro que yo solo quiero lo mejor para el escuadrón.

—A mí no me van las palabras, soldado —dijo poniéndose de pie, una punzada espantosa le atravesó del pie a la ingle, pero no se notó en absoluto, se acercó hasta el recluta a quien se le aceleró el pulso y lo miró desde arriba a una escasa distancia, entonces le habló con rudeza y frialdad—. Puede que quieras ayudar, puede que no, por lo pronto te diré que voy a estar vigilándote muy de cerca Armin Arlert, y que si se te ocurre despistarnos o hacer cualquier cosa en contra de nosotros, ni siquiera te enteraras que ya estarás muerto y sepultado, ¿has entendido?

El joven apenas pudo asentir, apretando los documentos contra su pecho para que no se notara que le temblaban las manos.

—Bien, ahora ve a hacer lo tuyo.

El joven se puso de pie y notó que Levi ni se había movido de su lugar, tuvo que hacerlo con cuidado para no chocárselo porque lo tenía prácticamente encima. Una vez completamente de pie sintió la mano de Levi sobre uno de sus hombros agarrándolo firmemente y se quedó helado. El sargento se acercó hasta su oído, y le susurró lo siguiente.

—Un bonito joven como tú, debería cuidarse mucho.

Luego el hombre lo soltó y se alejó para sentarse de nuevo. Le tomó varios segundos a Armin poder moverse para dirigirse a la puerta, ni siquiera se giró a mirarlo, solo salió de allí y una vez en el pasillo recuperó su respiración, ¿qué había sido todo eso? ¿Era una amenaza? ¿Por qué el capitán desconfiaba tanto de él? Sacudió la cabeza y se volvió sobre sus pasos, mejor preguntar a alguien que supiera bien dónde quedaba el cuarto del comandante.

Luego de la cena se hizo una grilla para determinar la vigilancia nocturna. Afortunadamente a Armin le tocó una buena parte de la noche. Prefería hacer guardia de noche que de día, el calor sofocante era agotador y su piel blanca solía resentirse, las altas temperaturas siempre lo mareaban. En cambio la noche era mejor, fría, pero más tranquila, le gustaba el silencio o al menos toleraba los pocos sonidos, la luna planeando serena y el brillo de las estrellas a lo lejos. Le hacía recordar a un libro sobre constelaciones que su abuelo le había dado hacía años.

De repente, soplaron en su oído y por poco terminó cayendo del techo, sino fuera que unos brazos fuertes lo capturaron de la cintura.

—¿Así es como haces guardia, cadete? —Sintió la voz rasposa y dura de Levi que parecía acariciarle la mejilla al tenerlo tan cerca—. Soldado que se descuida, es soldado muerto.

Lo arrastró hacia una zona segura y podría jurar que demoró más de la cuenta en soltarlo, tenía la lengua enredada y el corazón le latía desbocado. Gris y celeste se encontraron bajo los débiles destellos de la luna.

—Lo siento, sargento —respondió con voz derrotada y débil, tímida—. Realmente no lo escuché llegar.

—Soy naturalmente sigiloso, pero eso no quita tu imprudencia. Estás montando guardia después de todo. Es tu responsabilidad cuidar de tus camaradas.

—Sí, lo siento.

—Ni modo, tendré que quedarme aquí también a vigilar que no la cagues. Otra noche sin dormir.

El sargento sonó fastidiado y Armin no supo qué otra cosa hacer más que apretar su escopeta y mirar al horizonte sintiéndose fatalmente culpable de perturbar su sueño. Trató de no dar más problemas, pero se sorprendió cuando sintió que se sentaba a su lado. Estaba demasiado cerca, demasiado, sin embargo decidió quedarse quieto y atento al campo.

Levi lo observó un largo rato, a su gusto, sopesando las posibilidades y elucubrando planes para lograr su nuevo objetivo. Estaban tan cerca que sus muslos rozaban uno contra el otro.

—¿Te sientes solo Armin? —habló el hombre en voz baja y el joven lo miró de reojo.

—No mucho, la mayor parte del tiempo estamos todos los soldados juntos de todas maneras.

—¿Ni siquiera por las noches?

Armin no supo qué responder, ni qué se proponía con esas preguntas tan extrañas.

—No, capitán, a veces me cuesta dormir un poco, pero luego lo hago y ya.

—Llega un momento en la vida de todo soldado en que uno necesita… compañía. Es bueno aliviarse de tanto en tanto —Armin estaba mudo, ¿realmente el capitán estaba hablando de lo que él creía que estaba hablando? ¿En serio?—. ¿Qué prefieres hombres o mujeres?

—Eh, ah… yo, no, eh…

—Te diré una cosa —dijo mientras sacaba una navaja de un costado y una piedra de afilar de un bolsillo y procedía a rasparlas entre sí, mientras hablaba pausado—, para empezar deberías buscar un hombre experimentado. Nadie mejor que otro hombre para conocer tu cuerpo y los lugares que te hacen sentir bien —Armin no daba crédito a lo que escuchaba, jamás hubiera pensado que el capitán podía hablarle de esa manera tan… explícita, además el tema era un poco, tabú—. Además, pareces naturalmente suave, si te dejas guiar conocerías placeres que no sabes que existen.

Al joven le ardía el rostro, no quería siquiera girar su cabeza para mirar al sargento. Sintió como su cabello era levantado levemente cerca de su oreja y se alejó de repente como si el tacto con el capitán hubiese quemado.

—¿Qué sucede? —preguntó el hombre con suma tranquilidad, con la navaja aún en la mano.

Armin respiró un poco y lo miró sintiendo que tal vez había malinterpretado, y exagerado, la situación.

—Lo siento, estoy algo nervioso.

—Tranquilo, no voy a comerte —le soltó con un leve matiz burlón. No, no era hora de comer, todavía.

Por un instante el rubio se sintió como un pedazo de costeleta asada y jugosa frente a las fauces de un lobo famélico.

—Es solo que no pensé que usted hablara de… de esas cosas —ni él supo de donde juntó coraje para enfrentar a su superior. Levi enarcó una ceja y se puso de pie (tragándose todo el dolor que esos movimientos le producían) para acercarse hasta el joven que estaba con una rodilla doblada en el suelo.

Desde esa posición la entrepierna del capitán le daba justo a la altura del rostro, Levi ladeó la cabeza considerando que desde ese ángulo el rubio se veía apetecible. Cómo le gustaría tomarlo de los cabellos y empujarlo contra sus caderas sintiendo su erección perderse en esas jóvenes fauces.

—Es lo natural, no debes tener vergüenza conmigo. El sexo forma parte de nuestra naturaleza —Levi se agachó para tener los hermosos ojos celestes a la altura de los suyos—. Estoy dispuesto a enseñarte, considéralo un honor. Qué mejor manera de demostrar tu lealtad, ¿no te parece?

Armin abrió grande sus ojos quedándose petrificado, sin saber qué responder, su cabeza había explotado y realmente no sabía cómo sentirse al respecto. Levi lo acorraló contra la esquina donde estaban y le habló tan cerca que el olor a jabón blanco del capitán le inundó las fosas nasales.

—Baja a las caballerizas cuando termines, esta charla no ha concluido. Es una orden, Armin.

Las siguientes dos horas el joven sintió tanta tensión que le dolía hasta la mandíbula. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo, en menos de un día su vida se había puesto patas arriba, ¿qué pretendía el capitán? ¿Qué se supone que debería hacer? Si aceptaba su invitación quién sabe a qué peligros se estaría exponiendo pero… ¿acaso podía desobedecer una orden? Su cabeza era un hervidero de pensamientos que suponían escenarios de los más variados ¿Qué hacer? Oh, Dios, ¿qué iba a hacer? Finalmente Sasha tomó el relevo y ni siquiera la regañó al ver que tenía dos hogazas de pan en su bolso de dudosa procedencia.

Usó el sanitario, se mojó el rostro, caminó silenciosamente por la estancia, el resto dormía profundamente. Se debatió varias veces entre irse a dormir y decirle simplemente que el sueño lo había vencido, pero al fin la culpa de desobedecer hizo que se dirigiera al lugar.

Bien, le diría claramente al capitán que él no estaba interesado en ese tipo de "enseñanzas" y que preferiría que su privacidad se mantuviera… bueno, privada. Se colocó de nuevo la capa verde, hacía frío y calculaba que serían más de las tres. Con pasos temblorosos se dirigió a las caballerizas. La puerta estaba destrabada y levemente abierta, lo suficiente como para dejar que alguien se colara a su interior. Estaba todo demasiado oscuro, pero al fondo, allá donde se acumulaban los fardos de alfalfa le pareció que vislumbraba cierta luz.

Estuvo a punto de llamar al capitán, pero sus oídos captaron unos sonidos para nada familiares. Parecían unos cuchicheos y luego… ¿gemidos? Se quedó paralizado en el mismo lugar por unos segundos, ¿y si no era el capitán? Sin embargo decidió avanzar, su curiosidad fue más fuerte. A medida que se acercaba los murmullos se volvían más claros y nítidos.

—¡Ngh! D-despacio… Ah…

Un sonido como de palmas batiéndose suavemente le llamó la atención. Su mente era un caos, no entendía qué estaba sucediendo, hasta que escuchó la voz del capitán, aunque era extraña, como distorsionada, fragmentada.

—Pídelo, pídelo claramente.

—Le-levi… Ah, m-más profundo.

—Te lo dije, sé exactamente cómo te gusta, ¡mfh!

—Ah, ah, Levi, Levi, aaaah.

Estaba aún cubierto por las sombras del recinto, pero al frente tenía un escenario que jamás se podría haber imaginado en sus más retorcidos sueños, o pesadillas. Krista, una de sus compañeras, estaba parcialmente desnuda, debajo del sargento, ambos llenos de heno y alfalfa. El hombre tenía su torso desnudo, algo perlado de sudor, los músculos marcados y poderosos tensándose en cada embestida. Una minúscula lámpara de petróleo en un costado parpadeaba débilmente, de allí venía la luz. Levi tenía una expresión que jamás le había conocido antes, perversa, malvada, mientras no dejaba de moverse sobre la joven que a decir por sus jadeos y palabras estaba más que satisfecha con su desempeño. Armin quería salir corriendo, pero a la vez no podía dejar de mirarlos, o más bien de mirar al capitán.

En cierto momento Levi levantó la mirada, aunque estaba protegido en la oscuridad, supo que lo estaba mirando a él y más cuando le sonrió de medio lado. Él, ¡deliberadamente había orquestado todo esto para que lo viera haciendo aquello!

Debería haber corrido.

Debería haber regresado a su cama, con sus compañeros.

Pero no lo hizo.

No pudo.

No quiso huir…

.

By Luna de Acero.


Holitas mis amores, recuerden que las comisiones siguen abiertas, ustedes también pueden pedir una, para más información a través de mensaje privado por aquí o por mi perfil de FB cuyo link encontrarán en este mismo perfil. Muchas gracias!