no son míos los personajes, eso ya está claro LOL
Rin x Haru
Rei x Nagisa
Rin Matsuoka era el más grande conquistador de la zona mediterránea, ya había invadido los reinos más poderosos de Europa y se había adueñado de sus tesoros y gente, los que trataban de rebelarse, él simplemente los mataba; se decía que tenía el poder de un Dios, se decía que tenía los ojos rojos y que podía crear fuego con sólo pensarlo y quemar mundos enteros.
Por eso el reino Iwatobi tenía tanto miedo. Era el reino más grande y próspero del medio oriente, el rey era muy tacaño como para comenzar una guerra y si lo hacía, de seguro perdería, todo el ejército del reino estaba atemorizados por los rumores sobre Rin, el sádico que quemaba a todos vivos o Rin, el desquiciado que se reía mostrando una sonrisa de tiburón a la hora de ver cómo un reino entero se sucumbía a sus pies en llamas.
Rin no se encogía ni por las mujeres ni por los niños, verlos sufrir y gritar mientras su carne se asaba excitaba su enfermo comportamiento. La gente no comprendía porqué hacía tantas cruzadas para conquistar reinos si ya tenía tantas joyas, coronas y monedas de oro. La razón era que al monstruo no le interesaba el dinero sino el simple placer de ver a los demás sufrir.
Free Prince
—Ir a guerra cuesta mucho —dijo el rey, negaba con la cabeza y golpeaba el brazo del trono —. Además, con las cosas que se dice de ese tal Rin Matsuoka, es un monstruo sanguinario que tiene el raro poder de crear fuego de la nada —sudó frío, tembló, se secó la frente con la mano regordeta.
—Yo tengo una idea —interrumpió el consejero, un hombre extremadamente delgado y ojeras —. Podemos ofrecerle un regalo.
—No hay oro que pueda saciarlo, a él le gusta matar.
—Le regalaremos al príncipe.
—Está loco si crees que voy a regalar a mi heredero.
—No lo haremos, señor —sonrió con malicia el consejero haciendo que el rey sonriera también.
—Eres un genio, podemos hacer que uno del pueblo se haga pasar por mi hijo y lo entregaremos a ese monstruo como una ofrenda de paz.
—Así es, mi señor.
—¡¿Qué coño esperas?! Ve por el desgraciado que daremos a ese monstruo.
...
Mientras tanto, en el pueblo, un grupo de huérfanos se divertían en el patio trasero del orfanato. Había un fuente en cuál los chicos se amontonaban con el pecho desnudo y se metían al fuente y se echaban agua como si aún fueran unos chiquillos.
—¡Ustedes! —gritó una monja apareciendo en la escena.
Pronto los chicos huyeron dejando a pocos atrás. La mujer con regla en mano ya sabía a quién golpear.
—Tú, Nagisa —dijo ella sacudiendo la regla mientras que el aludido se escondió detrás de la estatua que tenía la fuente, pero igual la regla era larga y alcanzó a golpearlo en la cabeza, después golpeó a los que lo acompañaban.
—Golpear a la gente no es bello —chilló Rei.
—Te enseñaré qué es bello —dijo ella golpeando la cabeza azul otra vez —. Ahora, a la dirección del director.
—Espera —intervino el más alto, Makoto —. No volveremos a hacer desorden, pero ir a la dirección ¿no es muy exagerado?
—Yo qué sé, sólo cumplo con las órdenes del director.
Los cuatro chicos se miraron, Makoto fue el primer valiente en dirigirse a la dirección, Rei y Nagisa lo siguieron mientras que el cuarto chico que había estado callado durante todo el tiempo, seguía observando el agua escurrirse por el fuente, no se movió hasta que recibió un reglazo.
...
Para cuando los chicos llegaron a la dirección, una pequeña sala con una pequeña ventana que apuntaba a la plaza del pueblo. No era una buena vista, los que estaban en la plaza eran gente de lo más miserable y pobre.
—Saluden al consejero real —dijo el director con un suspiro.
Los chicos confundidos se miraron y como siempre, Makoto fue el primero en mostrar cortesía, luego Nagisa y Rei lo siguieron con una reverencia para el consejero mientras que Haru apenas movió la cabeza haciendo que el consejero lanzara un resoplo de molestia, le gustaba poco la falta de respeto por parte de un mugroso huérfano.
—El consejero real ha venido aquí por una misión especial…
—Déjame ser el que lo explique —sonrió el enviado real y caminó de un lado a otro y miraba de reojo con perversión y lujuria a los cuatro chicos de pie en fila, cada uno estaba con el pecho desnudo, mostraba músculos fuertes y definidos, sus pantalones estaban húmedos, al parecer jugaron en el agua, eran tan jóvenes y viriles, él mismo los deseaba para su harén —. Ya habrán oído las amenazas del reino de Samezuka contra nuestro amado reino —dijo el hombre —. No podemos ir a guerra, nuestro amado rey ama demasiado a su gente como para enviarlos a las trincheras, por eso hemos creado un plan. Enviaremos al príncipe al monstruo de Samezuka como un regalo y así habrá paz y no nos atacará, por supuesto, no podemos enviarle a nuestro real y querido príncipe, por eso —miró filosamente al chico de contextura más pequeña, parecía el más apetecible.
Los huérfanos no eran estúpidos, al estar solos en el mundo sabían lo cruel que era y reconocían la mirada y voz del consejero. De una forma protectora, Makoto se puso en medio.
—Ustedes no tienen nada que perder, nuestro rey y príncipe sí, Iwatobi sería un caos sin un líder, por eso he sido enviado aquí para escoger a uno de ustedes para que se haga pasar por el príncipe y ser llevado al reino de Samezuka. Una vez que entreguemos al "príncipe" al monstruo Rin, firmaremos el tratado de paz —extendió la mano, la pasó por encima del hombro del más alto y estrujó la mejilla de Nagisa haciéndolo temblar.
—¡Yo iré! —exclamó Rei, un peliazul claro de rasgos masculinos y llevaba unas gafas que ocultaban unos brillantes ojos violetas.
—¡Rei! —replicó Nagisa temblando con más ímpetu, prefería ir él mismo que sacrificar a alguno de sus amigos.
—Estás hermoso —dijo el consejero con morbo como llevó la mano libre para agarrar a Rei del cuello, acariciarlo y perder sus dedos por su clavícula y bajar por el pecho —. Pero éste ser es bello —pellizcó la mejilla de Nagisa con fuerza dejándole marca.
—¿No es mejor un virgen? —interrumpió el chico que no había hablado hasta el momento.
—¿Quién es éste joven? —preguntó el consejero curioso ante éste de cabello azul oscuro, casi negro y profundos ojos azules eléctricos.
—Haruka Nanase —dijo el director que fingía no estar ahí, no quería abandonar a ninguno de sus huérfanos, pero si se negaba, el rey iba a matar a todos y destruir el orfanato.
—Creo que un virgen divertiría más a ese monstruo —dijo Haru —. Nagisa ya no lo es, pero yo… —no pudo evitar sonrojarse a pesar de que hablaba con firmeza —. Yo…
—Eres virgen —el consejero se relamió y admiró a Haru de arriba hacia abajo, sin duda tenía buen cuerpo como los otros, pero lo que lo hacía más atractivo era su expresión estoica e indiferente, se notaba que era rebelde. Tal vez a Rin le gustaría jugar con un ser así.
—No, Haru —murmuró Makoto como el horrible enviado del rey agarraba a su mejor amigo por el brazo de una forma tosca y pervertida.
—Entonces tú, Haruka Nanase, serás el "príncipe" que regalaremos a Rin Matsuoka.
