Se titula: Amanece, que no es poco.
Lo escribió: Soly Stalin.
Aclaro que: este fanfic pertenece al reto 74: el séptimo arte del foro Alas Negras, Palabras Negras, tu mejor foro en español sobre Canción de Hielo y Fuego.
Descargo: todos los personajes que aparecen en este documento son propiedad de Martin. el título, pertenece a la película.
Le despertó el dolor en sus articulaciones, poco antes del alba. el ardor, semejante en intensidad a las horas más calurosas de sol en Dorne, consiguió que apretara los dientes y gimiera quedamente. Sabía, fruto de la rutina, que pronto tendría la frente bañada en sudor y los ramalazos en sus torturadas piernas se sucederían hasta hacerle desear de nuevo la inconsciencia.
Nunca gozó de la fortaleza y vigor de su hermano menor, así y todo, a veces lamentaba el despojo fofo e hinchado en que los años le habían convertido.
Los ligeros cortinajes aún se hallaban oscurecidos, la pesada silla de ruedas era un vulto informe en la habitación, la respiración de Hotah era la profunda de los durmientes, y Doran Martell tenía dolores más acuciantes que el físico.
Dorne estaba de luto, sal y lágrimas lloraba el pueblo por el príncipe menor, y remordimiento y angustia se cernía sobre el espíritu del gobernante de las tierras desérticas. De buena gana se habría quedado en sus añorados jardines un día más, una luna o quizás toda una vida, viendo la inocencia de los niños y recordando cuando, en ocasiones, veía jugar a sus dos hermanos fallecidos. el dolor y la miseria de los dornienses no tenía parangón con el propio.
Se movió en la cama y un pinchazo de dolor le estremeció la pierna derecha, hinchada y amoratada. Sabía que sus sobrinas irían a pedirle cuentas aquel día, pues era el estipulado para su regreso a Lanza del Sol. Soltó un suspiro, y hasta él dudaba de que fuese solo por su malestar físico.
Miró por la ventana, añorando que llegase la mañana. Un minuto más con su pena y se volvería loco. Durante el día, los niños vivos le alegraban las horas; por la noche, pensaba en Oberyn y elia, y en todo lo que un hombre más valiente y fuerte habría podido hacer para protegerlos.
Loados fuesen los Dioses. Al menos, ya estaba amaneciendo.
—Areo —Llamó en voz suave—: Deseo levantarme.
