Y este es mi nuevo fic Elsanna. No sé por qué sigo publicando cuando debo, pero supongo que son mis impulsos elsannicos (?). Como sea, espero que se les sea placentero el fan fic, porque yo gocé mucho escribiéndolo ^-^. Aviso, Elsa y Anna no son hermanas, y Elsa mantiene sus poderes de hielo.

Disclaimer : Frozen NO me pertenece, sino a Disney y sus asociados.


Helado

Por E. Waters

Capítulo I

El próspero reino de Arendelle, se caracterizaba por ser un reino justo y noble con todos los pobladores de éste, no importando la casta social u origen del ciudadano de este mismo, siendo esa práctica impuesta por el rey Friederich III.

El mismo rey el cual junto a su esposa, Eliza, habían muerto hace poco menos de un mes atrás, dejando a su única hija, la entonces princesa Elsa, como única y exclusiva heredera contando ella con exactamente veintiún años de edad, los años suficiente como para convertirse en la total soberana del reino.

La coronación sin embargo, no se haría de inmediato, como el rey Friederich hubiese deseado, sino que tres meses más tarde, tiempo que Elsa, como regente de Arandelle, había pedido para prepararse para tomar el puesto.

—Así que, princesa Elsa, ¿cuáles son sus planes a seguir? — preguntó el duque Gustav, el cual era el mano derecha del fallecido rey.

—Un buen soberano, estimado Gustav, debe de conocer a su pueblo para conocerse a sí mismo, por lo cual he planeado hacer una gira por el reino.

—Si me permite decirlo, el rey Friederich hubiese estado muy orgulloso de su procede, princesa.

Elsa esbozó una sonrisa, como pocas veces lo hacía. Y es que la muchacha, a pesar de estar el plena juventud, apenas sí sonreía, siempre mostrándose seria y estoica en su diario actuar, como alejando a todos en el acto.

Tal vez todo se debía a que la princesa poseía un extraño y raro poder, un poder tan bello como peligroso, un poder que no cualquiera podría comprenderlo.

Y ese poder era el de producir hielo.

Siendo una especie de secreto de estado, Elsa se crió en las sombras, sólo mostrándose en escasas ocasiones en público, todo para evitar que la gente supiese de su extraño don, un don que para ella era más bien una maldición.

—Mientras usted use sus guantes, majestad, todo estará bien. —decía Gustav, mirando amablemente a la que aún era una princesa.

—Lo sé, Gustav, lo sé. —respondía siempre ella, más que nada como para mantener el control sobre sí misma.

De esta manera, la imagen que el pueblo tenía de su futura reina, era una imagen distante, fría y lejana, una imagen que Elsa haría lo posible como para poder revertirla, o al menos crear una buena imagen.

Ella, en realidad, no era nada de tonta… es más, ya tenía un plan en mente.

Había decidido que de todas las campesinas del reino, llevaría y escogería a una para apadrinarla, para educarla y hacerla una mujer de la alta nobleza, como dando a entender al pueblo que todos tenían posibilidades de surgir.

—¿Quiere que anuncie una convocatoria, su majestad? —preguntó Gustav, cuando él y Elsa iban solos en el carruaje real.

—No, Gustav. Escogeré a esa chica, por su desplante común y normal, que no se sobre esfuerce para provocar mi simpatía por ella.

—Como usted lo desee, princesa.

Siendo así, la gira comenzó, gira que para la futura monarca eran casi una tortura, en vista que sus poderes de hielo se descontrolaban cuando estaba ella bajo presión. —Los guantes, Elsa, los guantes. —se decía ella misma, como entregando toda su seguridad a ellos.

Ajena a todo esto, se encontraba Anna Anderson, hija de un humilde leñador de un pueblo al sur de la capital de Arendelle.

Anna era una chica feliz, de hecho una chica muy feliz. Hija única, contaba con el incondicional amor de sus padres, y como se ha dicho ya mientras su padre era leñador, su madre era mucama en la familia Southern.

—¡Ahhh! ¡El joven Hans Southern es un sueño! —comentaba Anna con Hilde, su mejor amiga, quien además era hija de otra criada de la casa de los Southern.

—¿Bromeas? ¡Es guapísimo! —contestó ella.

Ambas chicas entonces rieron de buena gana, hasta que los ojos de Anna se abrieron mucho al toparse con un cartel pegado a un poste, el cual decía que en tres días más, la futura reina Elsa de Arendelle vendría a visitar el pueblo.

—¿Es cierto? Pensé que a ella no le gustaba mucho la gente…—comentó Anna misma, recordando vagamente que hace algo así como diez años atrás, que la princesa Elsa visitó aquel preciso pueblo.

—Pues tendrá que acostumbrarse, después de todo ella será la futura reina. —dijo Hilde. — aparte, dicen que es toda una belleza… de hecho, muchos la califican como la mujer más hermosa del reino, ¿puedes creerlo?

—¿Si? Bueno, eso tendré que verlo.

Las chicas siguieron charlando, totalmente apartadas de la auténtica revolución que la vista de Elsa de Arendelle, provocaba en el pueblo.

—¿Lo sabes, cierto?

—Por supuesto que sí, padre. — Hans Southern, era el hijo menor del señor del pueblo, pero a pesar de ser el más joven, era a la vez él más guapo de todos. — conquistar a la princesa…

—Y poner en alto nuestro apellido. — finalizaba Petrov, el padre Hans.

Pero siendo sinceros, a Hans la idea de compartir su vida con la futura reina, no se le hacía mucho problema. La última vez que vio a la heredera al trono, había sido sólo hace un par de meses, y en realidad que el mito era cierto, que Elsa era la chica más guapa del reino.

Los días pasaron de forma rápida, y cuando menos los habitantes de aquel pueblo se lo esperaron, el tercer día llegó y con ello la llegada de la princesa a esas tierras.

—Es un honor tenerla como invitada, su majestad. — dijo Petrov Southern, haciendo una pequeña reverencia. — mi hijo menor, Hans, será su guía en el pueblo.

—El honor de estar como invitada en su casa es mío, lord Petrov. —respondió Elsa, fijando seguidamente su mirada en el guapo rostro de Hans.

Hans entonces, le ofreció el brazo a la princesa, y ambos se encaminaron hacia los jardines del cómodo castillo de los Southern.

—Que no me dejas ver, Hilde. — se quejó Anna, cuando ella y su amiga estaban escondidas en unos matorrales, viendo de lejos como Hans y Elsa paseaban.

—Aigh…a ver. —e Hilde colocó su codo hacia su pecho. — ¿puedes ver mejor?

´Pero Anna se había quedado muda.

—¿Anna?

Los ojos verdes azulados de la chica, estaban prácticamente embelesados observando como la actual princesa Elsa, caminaba del brazo con Hans. —¡No recordaba que fuese tan bonita! —pensó ella, abriendo ligeramente la boca.

—¿Anna…?

—Oh, lo siento, Hilde. —y sin una razón aparente, la chica se sonrojó. — simplemente, no creí que la futura reina sería tan guapa.

—¡Yo ya te lo había dicho! ¿No recuerdas que mi hermano Kristoff, se fue a vivir a la capital? Pues él la miró en vivo, ¿te imaginas? ¡En vivo! Y bueno, en sus cartas él decía que era la muchacha más hermosa que había visto en su vida.

Seguidamente, las dos muchachas hicieron lo que pudieron como para saber que de qué tanto Hans con Elsa hablaban, pero a medida que el tiempo pasaba, ambos jóvenes se alejaban más y más, de donde ellas estaban.

—¿Y si le pide matrimonio?

—¿Matrimonio? —Hilde casi estalló de la risa. — ¡Anna, apenas sí se conocen! No todo es como los cuentos de hada.

—Es que como ambos son nobles y guapos…—caviló Anna.

—Bueno, eso es cierto.

Ya resignadas, las dos chicas no tuvieron más remedio que volver a sus quehaceres actuales, en vista que ya era prácticamente imposible saber lo que hablaban tanto Elsa como Hans.

—Así que…— dijo entonces Elsa, caminando a paso prudente junto al otro joven. — ¿usted cómo diría que ve el pueblo a la monarquía actual?

—Pues yo diría que están bastante conformes… sobre todo por las últimas enmiendas de su padre, el fallecido rey Friederich.

—Lo sé. — dijo Elsa algo escueta, más que nada debido a que sentía un gran peso en la espalda, por el calmo y exitoso periodo de su padre como rey… período el cual ella planeaba mantener.

—Por cierto, mi padre ha organizado una pequeña cena en su honor… será algo íntimo, mis hermanos y los nobles más importantes del pueblo, claro está.

—Oh, genial. —Elsa esbozó una pequeña sonrisa. — ¿podría usted decirme, entonces, cuál es la materia más bruta importante, en este pueblo?

Y mientras comenzaban a hablar de cosas de más bien índole política, Anna y su amiga Hilde estaban corriendo emocionadas, casi al punto de tropezarse, hacia la pequeña casa de la familia Andersdon.

—¡Mamá! —exclamó Anna, casi brincando. —¡hemos visto a la princesa Elsa, casi al frente de nosotras!

—¡Es cierto, señora Anderson! —secundó Hilde a su amiga. — ¡La vimos paseando con el joven Hans, en los prados de los Southern!

La madre de Anna sólo rió un poco, pero seguidamente se puso algo más seria aunque sin borrar la afabilidad de su rostro.

—La esposa del lord Southern, me ha pedido que les pregunte a ustedes, si están dispuestas a trabajar como sirvientas en el castillo esta noche, debido que se hará una cena especial para la princesa Elsa.

—¿Bromeas? ¡Claro que iremos! ¿Cierto, Hilde? —dijo emocionadísima Anna, mirando contenta a su amiga, la cual asintió igual de efusiva.

Ya estando todo listo, todo como debía ser, llegó las ocho en punto, hora en la cual comenzaría la cena.

De cabecera, al menos por esa ocasión, estaba la propia Elsa, teniendo a su derecha a los señores Southern, y a su izquierda al propio Hans, siendo más que evidente que en esa familia deseaban que sus lazos fuesen más que una mera amistad.

Pero ahora mismo, lo que menos preocupaba a Elsa era tener un prometido. No, primero ella se establecería bien como reina, y después de hacerlo, quizás en unos dos o tres años más, buscar un buen prometido. Por supuesto, esos sólo eran las verdaderas intenciones de la princesa aún, puesto que todo dependía de lo que el reino necesitase.

Siendo así, apareció en escena la misma Anna, quien vestida como una criada más, fue la encargada de servir la sopa a la propia Elsa. Cuando la menor de ambos dejó el platillo frente a la potra chica, ambas cruzaron miradas.

Al chocarlas, Anna inevitablemente se sonrojó y algo nerviosa al sacar la mano del platillo, derramó algo de sopa en la azulada vestimenta de Elsa.

—¡Pero…!

—No importa. — dijo de inmediato la princesa, antes de que lord Southern pudiese decir algo en contra de la pobre Anna, quien ahora estaba hecha un manojo de nervios. — ¿me puede indicar, donde se encuentran los lavados?

—Anna, acompaña a la princesa. — ordenó lord Petrov, casi traspasando a la chica con la mirada.

La muchacha asintió, poniéndose aún más nerviosa todavía, y tímidamente fue junto a Elsa hacia los lavados.

—Y-yo lo siento mucho, su majestad. — titubeaba Anna, mientras que con una toalla humedecida trataba de sacar la mancha de sopa.

—No te preocupes…—Elsa miró con cierta ternura a Anna, y es que le parecía adorable su actuar. —¿hace cuánto que trabajas con los Southern?

—En realidad, mi madre es quien trabaja directamente para ellos… yo ayudo de vez en cuando, cuando necesitan mano extra.

Seguidamente, y mientras Anna hacía lo posible por sacar la mancha, que de a poco comenzaba a salir del vestido, ambas siguieron charlando, y hubo un cierto punto en el cual casi las dos olvidaron las formalidades.

—Listo. —dijo finalmente la criada, sonriendo ampliamente.

—Gracias, Anna. — y los ojos de Elsa se posaron sobre la mirada de Anna, lo que ella no pudo más que sonrojarse hasta la raíz del cabello. — y esta no será la última vez que nos veamos, te lo aseguro.

—¿Ah?

Pero antes que Anna pudiese añadir una pregunta, ya la princesa se encontraba afuera de los lavados.

La cena, entonces, continuó según lo planeado, siempre con Hans haciendo a menudo aduladores comentarios a Elsa, todo para que él y su familia quedasen bien parados frente a la próxima reina. Pero claro, ella no era alguien fácil de ganar…

—Gustav. — dijo ella, una vez que se reunió ella con su mano derecha, al terminar la cena. — creo que ya tengo a la chica.

—¿Y quién es la chica, su majestad?

—Anna, Anna Anderson. — y una sonrisa genuina y sincera, se dibujó en los delgados y pálidos labios de la princesa Elsa.


¡Y eso =P! Salió algo cortito, respecto de mis otros fics, pero igualmente espero ansiosa sus reviews (: