Declaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Hajime Isayama.
N/A:Hace bastante que no escribía un fic en esta cuenta, y desde hace mucho que tenía la idea
Este es el primer fic que tengo visualizado desde un principio para ser largo, y con el cual me comprometeré a actualizar lo más pronto posible.
La pareja puede que no sea del agrado de muchos, pero en lo personal a mi me agrada bastante.
Espero que puedan darle una pequeña oportunidad :)
Disfruten!
"Nosotros teníamos un sueño. Uno estúpido e infantil
Cuando el caos terminara, huiríamos de todo y nos iríamos al pequeño pueblo en que nací
Nos casaríamos y viviríamos cerca de la costa, donde veríamos juntos el atardecer
por siempre y para siempre"
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Capítulo I: "Un encuentro"
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Sentado en el rincón de un bar de segunda, un hombre de baja estatura y expresión severa esperaba con impaciencia que la robusta mesera se dignara a tomarle la orden.
La mujer, una señora de mediana edad demacrada por la mala vida que llevaba, se acercó al sentir la mirada molesta del hombre y le preguntó de mala manera lo que deseaba pedir.
La actitud de la camarera cambio de inmediato luego de observar con detención a su cliente. No solo por la mirada asesina que el sujeto le brindaba, sino por el uniforme que llevaba puesto. Era un militar.
En aquel país de mala muerte, los soldados eran personas con poder y autoridad. Nadie los juzgaría si asesinaban de un solo balazo a alguien que les estaba haciendo pasar un mal rato, después de todo, sus vidas dependían por completo de ellos.
El militar ignoró todas las palabrerías de la mujer que estaban llenas de disculpas, halagos y recomendaciones del menú. Solo pidió una jarra de cerveza, la más grande y barata que había, esperando que tras su pedido lo dejara solo de una buena vez.
Mientras bebía, observaba la pequeña televisión con mala señal que estaba encendida para los clientes, aunque estos estaban borrachos en su mayoría e ignoraban lo transmitido. Estaba puesto el canal de noticias y relataban los resultados de la batalla realizada en la frontera, cuya cifra de muertos y heridos era abismal para el país.
Aun cuando algunos soldados del campamento en que se encontraba se sentían aliviados de encontrarse en una ciudad central y estar alejados, momentáneamente, de los conflictos. Al militar no le interesaba si estaba a salvo o en pleno campo de batalla, ya que no tenía demasiadas razones para no morir. No tenía a nadie que llorara su pérdida o esperara su regreso en su pueblo natal, solo luchaba para hacer algo por su existencia.
Su nombre era Levi Ackerman, un soldado cuya vida no tenía sentido y que ni siquiera él mismo entendía porque seguía viviendo.
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OoOoOoO
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En los campos de entrenamiento, el comandante Edwin, un hombre alto y fornido de cabello rubio, observaba junto al capitán Levi a los cadetes que formarían parte de su tropa en un futuro no muy lejano.
Para Levi era completamente inútil el estar ahí parado viendo como esos inútiles mocosos trataban de resistir los entrenamientos. Sin embargo, el comandante insistía en que era necesario hacer acto de presencia al menos una vez antes de que se volvieran oficialmente soldados.
Probablemente si las miradas mataran Edwin habría muerto hace ya bastante tiempo, puesto que Ackerman lo fulminaba con sus frívolos orbes grises, asustando a varios de los jóvenes aspirantes.
Cuando Levi creyó que al fin había terminado aquel absurdo y patético intento de esos niñatos de ser soldados. En una fracción de segundos vio, en el fondo de la multitud, como un mocoso de ojos verdes se aventuraba a jugar con uno de los rifles de entrenamiento.
En tan solo un momento, el capitán de la tropa central atravesó a la multitud de cadetes, demostrando una gran agilidad y destreza que solo él poseía, hasta llegar al muchacho de ojos verdosos sin que este pudiera siquiera percatarse.
Sorprendido por la repentina aparición del soldado, el cadete jaló accidentalmente el gatillo del rifle. En cuestión de segundos, Levi evitó lo que pudo haber sido un desafortunado y fastidioso accidente, agarrando la punta del rifle y jalándola hacia abajo para que la bala impactara contra el suelo.
Los cadetes observaron con asombro y admiración al militar, pero no fue lo mismo para el chico de ojos verdes, quien se estaba enfrentando directamente a la terrorífica mirada del soldado.
—¿Cuál es tu nombre cadete? —preguntó Levi de forma monótona y tosca.
—¡Eren Jeager señor!—Contestó nervioso el muchacho mientras hacia un saludo militar.
—Tienes suerte mocoso. Las armas de práctica de los recién ingresados están trabadas para que las balas tarden más en salir disparadas que un arma normal. Debido a que estamos en guerra no podemos perder soldados por un accidente estúpido como este ¿Comprendes?
—¡S-SI SEÑOR! —Exclamó el muchacho, sintiendo como un escalofrío recorría su espalda por cada palabra de parte del capitán de la tropa.
—Como castigo estarás a cargo de cuidar del almacén toda la semana durante las noches. Me asegurare personalmente que no haya cambios en la cantidad de provisiones durante tus turnos.
El cadete asintió con firmeza para luego retirarse cabizbajo junto a un mocoso rubio y de aspecto afeminado, quien trataba de animarlo en vano. Después de todo, le habían encargado la peor tarea del campamento.
Levi suspiró con pesar al ver que los nuevos reclutas eran tan solo un puñado de niñatos inmaduros que causarían problemas más de una vez. No obstante, no los culpaba del todo, ya que fueron obligados a enlistarse al ejército y llevar acabo la formación básica necesaria para ir al campo de batalla.
—Es satisfactorio ver que se ha evitado un posible accidente—Comentó Edwin con su usual seriedad, al ver regresar a su compañero.
—Bastardo, también viste lo que ese mocoso estaba haciendo y no moviste ni un solo dedo.
—Bastaba con que tú los detuvieras.
Levi volvió a fulminar con sus ojos a Edwin, pero este último hizo caso omiso a ello.
—Por cierto, deberías ir a que te atiendan esa herida— señaló el rubio una leve quemadura en la palma del capitán, producto a la maniobra con el rifle.
—No es necesario— Replicó con brusquedad.
—Tú mismo dijiste que no podíamos perder soldados por un accidente estúpido, en especial a uno con experiencia.
El pelinegro chasqueó la lengua con molestia. A veces deseaba asesinar a Edwin, pero aunque odiara admitirlo lo respetaba como soldado y estratega, lo que llevó a convertirlo en una de las pocas personas que valoraba como compañero.
Una vez que el entrenamiento y las labores administrativas terminaron en el campamento, Levi se dignó a obedecer las palabras del comandante y de malagana se dirigió al hospital.
Era un edificio grande y a maltraer, cuyo número de personal era bastante escaso. La mayoría de los pacientes allí eran soldados o familiares directos de estos debido al convenio del ejercito con el hospital, pero esto no significaba una buena calidad en atención. Es más, el militar la consideraba de las peores.
Luego de llegar a la recepción, en donde solo debió mostrar su placa e identificación, se dirigió a la sala de espera. Una habitación rodeada de paredes blancas descuidadas y con asientos viejos y duros.
Levi optó por esperar de pie a su llamado, en lugar de hacer el vago intento de acomodarse en aquellos asientos que estaban desde antes que fuera un cadete. Procedió a recargar su espalda contra el muro y cruzar sus brazos sobre su pecho. Cerró sus ojos para ignorar las posibles miradas curiosas del resto de los pacientes, y agudizo su oído para cuando dijeran su nombre. Paso un buen rato hasta que al fin fue llamado para tratar esa miserable quemadura.
—Disculpe ¿Usted es el señor Levi Ackerman? —Preguntó una delicada voz femenina a su lado.
Cuando el soldado abrió los ojos para observar a su interlocutor, se encontró con unos brillantes y amables orbes ambarinos.
Era una chica joven con una corta y lacea cabellera pelirroja, vestida con el pulcro uniforme blanco de enfermera. En su rostro estaba dibujada una cálida sonrisa dirigida hacia el militar.
—Mi nombre es Petra Ral, practicante de enfermería, y seré quien lo trate esta vez. Por favor ingresemos para realizar las curaciones apropiadas para su herida.
El soldado se sorprendió al recibir un trato decente dentro de aquel hospital de segunda, sin embargo, no devolvió la amable sonrisa que la muchacha le había brindado. Se limitó a asentirle a la enfermera y entrar a la sala indicada, sin decir palabra alguna.
El capital de la tropa nunca se hubiera imaginado lo que ese encuentro tan casual e insignificante entre un soldado y una enfermera significaría en el futuro , hasta el punto de cambiar su absurda existencia.
Desde ese momento, las ruedas del destino habían comenzado a moverse para ellos.
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Y bueno, aquí termina el primer capitulo
Lamento mucho si hay errores de ortografía o redacción, puesto que soy un tanto despistada
El próximo capítulo lo subiré esta semana que viene :3
Espero que les haya agrado aunque sea un poco
Muchas gracias por leer!
