Buenos días, tardes o noches, queridos sempais. Mary les quiere dar la bienvenida a su primera historia de Kyou Kara Maou (owo). Y vengo esperanzada de que ustedes la encuentren merecedora de su tiempo (uwu). Se lo quiero dedicar por supuesto al Yuuram —entonces, queda implícito que habrá Yaoi (owó)—, que se volvió tan literalmente una obsesión de mi parte que no me dejó pensar en absolutamente nada hasta tener lista esta... cosa rara (.w.U). Sin embargo, quise dar todo mi esfuerzo y espero que lo disfruten.

Kyou Kara Maou no me pertenece, yo solamente pedí prestados a sus lindos personajes (nwn). La historia y los personajes le pertenecen a Temari Matsumoto y Tomo Takabayashi.


(~*~Sentirse amado~*~)

"Algún día me bastaba con saborear tu cercanía. Una noche traté de despertar de una pesadilla en la que te ibas; vaya mi sorpresa al darme cuenta que esa era nuestra futura realidad"

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1.

Los sentimientos nunca se repiten igual

Debió saber que esas palabras saldrían un día de su boca, pensó amargamente el Mazoku de fuego, sin embargo, hasta no escucharlas se permitió tener la esperanza de que su pequeño mundo no pendía de un hilo, tenso y lo suficientemente desgastado como para romperse en cualquier momento; éste momento.

Por supuesto que era su culpa por andar tentando la suerte, pero después de tanto tiempo merecía una respuesta, ¿no? Una persona normal la querría, cualquiera por supuesto que la habría exigido desde hace mucho tiempo. Lo que le permitía empezar a preguntarse, ¿él era una persona normal? Para empezar, ni siquiera era humano. No obstante, sentía igual que uno, ¡por Shinou!, él también guardaba en su corazón muchas emociones, quizá no muy bien ocultas como le gustaría, pero eran sentimientos que le pertenecían incluso aunque fueran secreto a voces.

No le daba vergüenza admitirlo: Él simplemente amaba a Yuuri Shibuya, el enclenque, su mejor amigo, su prometido…y por encima de todas las cosas, su Rey. Era justamente por eso último que le dolía tanto lo que recién le había dicho el Maou, pues no se lo pidió de otra forma sino con una orden, incluso anteponiendo las palabras "Como tu Rey te ordeno…". Pocas veces se había enojado tanto con Yuuri; normalmente los malos humos se le bajaban en seguida. Éste día no se imaginaba cómo podría perdonarle tal insulto a su persona.

Se le estrujó el corazón de puro odio un momento antes de que fuera el dolor quien le presionara el pecho, con la misma fuerza que lo harían las garras de un dragón, acaso todavía más fuerte. El aliento ya se le había escapado y solo hasta que la imagen delante suyo comenzó a verse borrosa, se dio cuenta de dos posibles explicaciones: Una, que había dejado de respirar y a seguro se desvanecería en la oficina; dos, estaba a punto de llorar.

Ninguna de las dos opciones le pareció mejor que la otra y mientras aspiraba una fuerte bocanada de aire, se debatió sobre qué debía hacer justo ahora para contener las gotas cálidas que le amenazaban con escaparse de sus ojos.

Sin embargo, fuera su sorpresa al sonreírle mezquinamente a Yuuri, quien se mantenía serio y con el ceño fruncido. Wolfram todavía le sujetaba la manga de sus ropas negras con fuerza, temblando entre la ira y la discordia, ambas compitiendo por ganar terreno en el hermoso rostro que poseía, un rostro que tenía todos los atributos de un ángel y que sin embargo, estaba imposibilitado de ganar lo que, avergonzado por lo cursi que debió admitir en las circunstancias, le parecía la batalla más importante de su vida. ¿Era malo que amar a alguien le hiciera desear estar cerca de él todo el tiempo? ¿Había necesidad de llorar o suplicar que se te corresponda aunque sea un poco?

—Wolfram —le llamó el moreno, con una voz autoritaria—, suéltame un momento, por favor. —Al menos trataba de sonar amable, pensó con sorna el Mazoku—. Es importante que lo entiendas, o que te esfuerces en hacerlo al menos.

Hace unos años es seguro que hubiera montado un berrinche, pero el día de hoy se limitó a dejar escapar la tela que aferraba. Mientras veía el brazo de Yuuri regresando a su costado, sintió como si el alma se le fuera a los pies. Agachó la cabeza lo suficiente para recuperar el control de sus muecas y cambiar su expresión a una frívola e indiferente. Puede que lo hubiese logrado, deseó con cierta esperanza. A seguro ni siquiera le podían permitir esa pequeña satisfacción, pues la cara compungida de Yuuri le indicó del fracaso absoluto.

Quiso tener la fuerza para burlarse de él, y solamente fue lo estúpido que se sentía, lo que impidió que lograra abrir la boca siquiera.

—Wolfram —repitió Yuuri, a punto de extender la mano a su hombro. El Mazoku deseó quedarse quieto, recibir la caricia que su cuerpo necesitaba justo ahora, aún sabiendo que jamás significaría nada para su amigo—. ¿Entiendes por qué está mal?

¿Cómo podía preguntar eso? ¡Definitivamente no dejaría de sorprenderse porque alguien tan idiota se hubiera convertido en el rey de Shin Makoku! ¿No le daba vergüenza preguntar semejante imbecilidad? ¿A caso no estuvo presente cuando él mismo gritó que no quería tenerlo cerca? ¿Cuándo le rompió el corazón, entonces?

Se echó para atrás cuando las yemas de sus dedos estuvieron peligrosamente cerca de alcanzarlo. Posiblemente Yuuri era incapaz de darse cuenta que lo había lastimado, al menos hasta que terminó de decir sus imprudentes palabras. No, se dijo con un tono triste, la verdad es que no tenía nada de imprudente decir ese tipo de verdades.

—Vale, mira: En estos momentos necesito aclarar mis pensamientos. Quiero estar solo un rato y eso significa no ver a nadie —le había dicho hace apenas unos minutos—. Especialmente a ti, Wolf.

Las palabras le hicieron eco durante lo que pareció una eternidad, golpeándolo con fuerza.

Se encogió de hombros, y el mismo movimiento amenazó con terminar con su energía; toda la que le quedaba, la poquita que no había empleado para estar cerca de Yuuri esos años, de captar su atención y hacerle ver las palabras que quemaban por salir de sus labios y no se atrevía a decirle. No le daba pena admitir que estaba enamorado, pero temía justamente hacerle saber a Yuuri algo que podría terminar por romper su amistad y por ende, la única oportunidad de estar a su lado, aunque no fuera como él deseaba desde lo más profundo de su corazón. Se había comportado de tal manera que Yuuri probablemente —o eso esperaba— sintiera que su desacuerdo en que hablara con cualquier persona o se alejara demasiado fuera un simple margen a su compromiso claramente accidental.

Oh, y es que entonces entraba el verdadero problema: Yuuri simplemente no lo amaba.

Se enderezó y tragó saliva, ignorando la sensación de que en el pecho, su corazón se volvía un muñón inservible. Con un ademán elegante y calculado, se echó los cabellos para atrás.

—Si es así como Su Majestad lo dispone —fue lo único que su garganta fue capaz de pronunciar, con la voz medio ahogándose—, me sentiré honrado de cumplir su capricho. —Se inclinó lo suficiente como para dejar implícita una reverencia, que aunque burlona, hizo que Yuuri abriera los ojos desmesuradamente—. Con su permiso.

Se dio media vuelta, dispuesto a salir de ahí. Las piernas le temblaban un poco, y agradeció durante una milésima de segundo la mano que lo sujetó del codo con firmeza. No fue exactamente como si su prometido se hubiera dado cuenta de que le traicionaban las piernas, sino más bien, fue un movimiento instintivo, monopolizador y exigente, justo como él lo haría de encontrar a Yuuri "traicionándolo".

Dejó escapar el aire una vez más, pero no emitió ruido alguno mientras se soltaba del agarre del Maou.

—¿Estás enfadado? —Le preguntó el moreno, preocupado. Wolfram estuvo a punto de echar una carcajada poco refinada, aunque segundos después se le ahogaron las mil y un respuestas cínicas o burlonas con las que podría contestar a eso—. Escucha, lo que realmente quiero pensar es…

—No me importa —interrumpió el rubio, apretando los puños un segundo y aflojándolos—. Está bien, en serio. Puedes pensar lo que quieras en el tiempo que necesites.

—Estás enfadado —repitió, pero sin convertirlo en una pregunta. Wolfram suspiró y se dio media vuelta, encarando a su prometido con el ceño fruncido—. Lo siento, no era mi intención que malinterpretaras el asunto.

—Definitivamente no —respondió escuetamente—. Lo entiendo: No pienso lo que hago. De hacerlo, no te habría mostrado mis verdaderos sentimientos sin pensar; no te estaría diciendo que te amo. Te doy asco, por supuesto.

La cara de Yuuri le demostraba cuán poco había esperado esa respuesta. Pero Wolfram estaba tan cansado de darle vueltas al asunto que ni siquiera pretendió negar que sus propias palabras eran más que mentiras.

—Eso no es ni remotamente lo que quería decir —murmuró Yuuri, haciendo una mueca de impaciencia. Wolfram se fijo directamente en su mirada, tan oscura como la noche. Luego le echó un vistazo completo, preguntándose un poco sobre el por qué todo en su prometido debía parecer una absoluta oscuridad: La ropa, los (ahora) largos cabellos, los ojos, los zapatos. Todo; nunca había rastro de luz, a excepción del brillo en su mirar, tan gentil y despistado, aunque debió admitir que un poco más sabio que aquellos primeros días. Esa mirada que lo desquiciaba por la simple razón de que nunca la encontraba con la suya, al menos de la misma forma que él deseaba—. ¿Qué rayos pasa? ¿Por qué no puedo darme a explicar contigo?

—Poca falta hace —sentenció Wolfram, chasqueando la lengua. Yuuri arrugó el ceño y se cruzó de brazos—. Ya lo dejaste muy claro.

—Escucha —le dijo, medio sonriendo con la esperanza de aliviar la tensión—, no es como si te estuviera pidiendo anular el compromiso o algo así. Así que no te pongas tan serio.

Wolfram le miró con los ojos encendidos de ira. ¿Por qué siempre lo llamaba el compromiso? ¿Ni una sola vez en su vida podía decir que les pertenecía? Oh, cierto… todo aquello había sido un ridículo accidente, ¿verdad? Bajó la mirada, indispuesto a gritar o reclamar como lo haría siempre.

—En efecto, solo estoy exagerando —murmuró, dándole la espalda al Maou y saliendo de la oficina en la que pocos momentos antes habían estado hablando.

Cerró la puerta tras de sí, con un tremendo suspiro. No era tiempo para deprimirse; de hecho, entre mejor pudiera ocupar su mente sería mejor. Pero, ¿en qué? Hace mucho que buscaba todo tipo de excusas para librarse del peso que representaba la constante seriedad del Maou, una cosa a la que, se entristecía admitir, empezaba a tomar como una señal rutinaria y casi la adoptaba como una verdad, algo que era natural. Bueno, ¿qué más iba a esperar? Durante años realmente trató hacer de todo con tal de que Yuuri no se separara de él y mira nada más, solamente hacían falta esas palabras para hacerle saber que había perdido el tiempo.

Solamente lo veía como un amigo y nada más. ¿No era cruel? ¿Acaso realmente le parecía a ese estúpido enclenque que él, Wolfram von Bielefeld, estaría dispuesto a llevar un compromiso accidental hasta este punto sino estaba enamorado? Lo hería en su orgullo y también simplemente le dolía porque no le comprendieran.

Lanzó un bufido antes de empezar a caminar en silencio, con la absurda esperanza de escuchar la voz y los pasos de Yuuri detrás de él, pero no hubo nada. Bueno, sinceramente ya no le extrañaba. La amabilidad del Maou ciertamente tenía un límite.

0*0*0

Yuuri Shibuya, el enclenque, el Maou, Su Majestad; ninguno de ellos lo entendía. Ver a Wolfram saliendo de la oficina, sin nada que decir ante sus palabras es algo con lo que nunca había tenido que liarse. Normalmente, el rubio se pondría a hacer una pataleta enorme y le recalcaría lo infiel o traicionero que era. Una parte de él, segura de que eso era una regla sobre su —accidental— relación, lo había visto como algo invariable: Wolfram no podía odiarlo, por más que eso pareciera. Wolfram era su amigo, eso mucho antes que su —accidental— prometido. Y no le cabía en la cabeza que él pudiera alejarse de esa manera tan frívola, en especial luego de lo que pasó entre ellos hace apenas momentos. Le dolía, eso le pesaba admitirlo, pero era cierto.

Justo por eso se quedó congelado, analizando qué había sucedido durante los últimos minutos.

Esa mañana no despertó con mucho ánimo y realmente se sintió malhumorado, como si los bravucones de su primaria le hubieran puesto polvos pica-pica en la ropa interior —que conste, no lo decía por experiencia propia, gracias a Shinou—. Y ver a Wolfram solamente logró ponerle de los nervios, algo muy extraño en vista de que, lo primero que sintió al ver esa cabellera rubia y los ojos verde esmeralda, fue una profunda y absurda tranquilidad y regocijo.

Sí, lo supo casi de inmediato, a dónde lo estaba llevando su amistad y la estúpida insistencia del Mazoku por acompañarlo a todos lados, como una fiel sombra de la que descubrió, no quería separarse nunca. Lo asustó la intensidad de ese miedo, en especial teniendo en cuenta que la distancia que se iba marcando entre ellos le refutaba la verdad, de la misma forma en que alguien lo abofeteara.

Eso fue lo que le molestó tanto: Saber que, a pesar de repetírselo una y otra vez, se había rendido por fin y tenía que dar su último esfuerzo por hacer a un lado esos sentimientos, porque simple y sencillamente no van para nada con él, porque ambos son chicos y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo.

—Si tan solo fueras mujer —susurró, con cierto desdén contra sí mismo por pedir tal imbecilidad. Se recargó en el escritorio y lanzó una maldición—. Pero ahora, estar solo fue lo que pedí, ¿no tendría que aprovechar el momento para meditarlo todo muy bien?

No logró nada durante lo que pareció una eternidad, y para entonces, Gunter ya estaba entrando en la oficina con un montón de libros. Yuuri despertó de sus ensoñaciones para alzar la cabeza y chocar miradas con su mentor, que tenía los cabellos plateados atados en una cola de caballo; esa forma de peinarse le hacía ver mucho más delgado el rostro y el cuello largo le lucía con elegancia, incluso a pesar de las ropas. Shibuya se quedó estupefacto al darse cuenta de que Gunter no corría abrazarlo, ¿tan mal aspecto estaría dando?

—¡Su Majestad!—llamó el más alto, con preocupación. Yuuri forzó una sonrisa, dispuesto a mentir—. ¡Lo he extrañado tanto! —Exclamó el hombre, dejando los libros en el escritorio y corriendo a abrazarlo hasta quitarle el aire. Una vez que, con unos empujones algo desesperados y conteniendo la irritación que le volvía como vómito verbal, Yuuri logró separarse y dejarse caer en la silla, con un montón de papeles y la pluma descansando en el tintero—. El día de hoy debe firmar mucho, ¿cierto, Su Majestad? ¡Oh, verlo trabajar tan arduamente por su pueblo, me hace sentir tan dichoso! Igual que una flor que entre sus manos estuviera descansando, tan cerca de su rostro cuando aspirase su aroma tan gentilmente.

—Sí, sí —dijo Yuuri, tratando de sonar amable—. No hace falta que digas todas esas cosas, Gunter.

—Es que el día es perfecto para estar a su lado.

Yuuri puso una mueca triste; había una persona que realmente no parecía pensar de la misma manera.

Durante casi una hora estuvo firmando papeles y medio escuchando a Gunter hablando sobre quién sabe qué cosas. Pasaba las hojas, una tras otra, sin leerlas y firmándolas mecánicamente, sintiéndose un muñeco autómata al que pronto se le terminaría la cuerda.

Varias veces fue atrapado mirando la ventana con cierto anhelo, pensando en levantarse y mirar hacia abajo, con la esperanza de ver a Wolfram caminando por los jardines, tal vez de un humor natural, indicándole que todo estaba bien y que no existía ningún problema. A la mejor, el rubio levantaría la cabeza, como intuyendo que lo estaba observando y lo saludaría… No, tal vez se limitaría a gritarle algo como "Enclenque, ¡pon atención a tus malditos deberes o iré a prenderle fuego a tu cabello!". Sí, porque el Mazoku ponía delante de cualquier cosa al país. Ese era su Wolfram, de carácter tan tsundere.

Sonrió por inercia.

—¡Ah, Su Majestad! —Exclamó Gunter repentinamente haciendo que despertara de sus ensoñaciones—. ¿A caso le parece divertido oír sobre el holocausto de la guerra de hace veinte años? —Parecía que en cualquier momento se echaría a llorar, entre decepcionado y destruido. Yuuri se apresuró a negar con la cabeza frenéticamente, empezando a lanzar excusas—. ¡Su Majestad! ¿Qué le ha hecho ese Lord Mocoso a usted?

—¿Wolfram? —Es sorprendente cómo uno empieza a identificar los modos de ciertas personas para algunas otras. Puede que no fuera más que la tranquila discusión. Tragó saliva ruidosamente antes de fruncir el ceño—. Wolfram no ha hecho nada. —Hizo una pausa y añadió con un tono cortante y demasiado gélido—. Y para de una vez con tanto "Su Majestad"; por favor, solamente llámame Yuuri.

Lo había notado desde hace mucho tiempo, pero solamente era cuando repetía esas palabras cuando se daba cuenta de que, entre todos —e ignorando el Enclenque de siempre—, Wolfram era el único que lo llamaba por su nombre la mayoría de las veces; ni siquiera Murata, que siempre lo nombraba por Shibuya. Cierto, además de su familia nadie aparte de Wolfram y Greta lo llamaban así; eso los convertía en algo cercano y muy íntimo, así como algo en demasía preciado a su persona.

Gunter pestañeaba rápidamente. No parecía molesto ni sorprendido por las palabras, que ya se le hacían tan comunes como respirar, más bien por el tono que había empleado: Seco, cortante y quizá mucho más descortés.

—Disculpa, Gunter —le dijo, dedicándole a una sonrisa que hizo feliz al mayor. Éste se limitó a asentir y continuar hablando de algunos asuntos que le traían sin cuidado. Asentía intentando mantener el hilo de la conversación mientras ponía su nombre en la línea de los papeles; agotado, se excusó para ir al baño y salió de la oficina, con un confiado Gunter despidiéndose como su madre lo hacía siempre en el primer día de clases, sino es que más exagerado.

Sintió una pizca de culpa; la verdad es que no pensaba regresar en un buen rato.

0*0*0

¿Cómo se puede explicar que no haya un solo lugar en todo Pacto de Sangre que esté completamente aislado de todos? Wolfram no podía explicarse que en un lugar así, faltaran espacios para poder meditar y sonsacarse los tristes sentimientos que ahora lo golpeaban. Pensó en ir a su habitación, pero si lo llegaran a necesitar sería el segundo lugar donde lo buscarían; el primero, definitivamente donde sea que estuviera Yuuri.

Se deslizó hasta el suelo, apoyándose en la fría pared de ladrillo. El sitio donde guardaban los tesoros de Shin Makoku le pareció infinitamente agradable justo ahora, incluso a pesar de la oscuridad, la soledad y el polvo acumulado. Se había buscado el rincón más alejado de la puerta, sin molestarse en sacudir el piso o deshacerse de las telarañas que colgaban demasiado cerca. No le gustaban mucho las arañas, pero no es que les tuviera fobia.

Encogió las piernas hasta el pecho y se las abrazó infantilmente, pensando una y otra vez en la conversación que mantuvo con Yuuri hace rato. Le dolía solo de recordarlo, pero se esforzó en buscar alguna vana esperanza de que todo terminara bien. Como era de esperarse, no logró nada.

Hundió la cabeza entre el espacio que formaba su propio abrazo y dejó escapar un gruñido. ¿Por qué Yuuri debía ser tan estúpido? ¿Y él, por qué demonios se había enamorado de alguien que jamás iba a corresponderle?

—Wolfram, tenemos que hablar sobre tu hábito de azotar la puerta —las palabras resonaron en su cabeza con fuerza, un eco acrecentado que le hizo doler un poco más. Las imágenes se repitieron en su cabeza de la misma forma tortuosa y lenta—: Creo que sería propio que la tocarás al menos.

El Mazoku de fuego miró hacia atrás, en un silencio para nada habitual en él.

—Necesitaba hablar contigo urgentemente —susurró y luego se aclaró la garganta—.Tenemos que tratar un tema delicado, Yuuri. —Su respuesta fue un largo suspiro, acompañado de la misma resignación molesta de siempre—. Tú actitud de éstos últimos días da mucho a qué desear respecto a nuestro compromiso y la gente está empezando a hablar con tonterías. Si tienes pizca de honor en tus venas, sabrás que es menester hacer pública la relación que tenemos.

Yuuri hizo una mueca de lo que se asemejaba mucho a esos personajes de reparto llamados zombi, pertenecientes a esas películas que tanto le gustaban a su prometido. Wolfram se contuvo e inflar los cachetes, consciente de que eso no iba a ayudarlo en nada.

—¿Más pública? —Se quejó el Maou—. Wolf, si te la pasas alejando a toda persona que se me acerca y gritándole a los cuatro vientos que estamos comprometidos. —Recargó el codo en la mesa y luego apoyó la cabeza en la palma, mirando hacia otro lado. Wolfram se ruborizó y apretó los puños a los costados.

—¡Tú sabes a lo que me refiero! —Le gritó, a modo de un infantil reproche… aunque para él eso era muy serio, por supuesto. Colocó las manos en jarra, asesinando con la mirada al desconsiderado e idiota Rey de Shin Makoku; en serio, poco faltaba para que le saliera veneno por los ojos—. ¡Yuuri, préstame atención cuando te habló!

El pelinegro levantó las manos en señal de no tener armas y luego rió nerviosamente.

—Lo estoy haciendo, Wolfram —murmuró, para luego echar un bufido. El rubio se quedó en silencio, esperando por alguna señal de que pudiera o no continuar. Sin embargo, lo haría, ¿verdad? Ese siempre había sido su carácter: Impulsivo y directo, ¿por qué se sentía como si algo de eso hubiera cambiado solo con Yuuri?—. No sé a qué te refieres, así que explícate un poco mejor —le pidió al fin el moreno, enderezándose y siguiendo con su tarea de firmar documentos. Wolfram se sintió algo encabronado por su actitud indiferente y que ni siquiera se molestase en levantar la mirada, pero ya no se lo expuso en voz alta.

—Ya sabes… —susurró, con la voz ronca y las mejillas ardiéndole—, cosas que hacen las parejas, como Hube y Nicola: Pasear juntos, sentarnos a tomar el té solos y hablar sobre nuestro día —hizo una pausa larga, por lo que Yuuri, alzando la mirada se dispuso a contestar:

—Paseamos juntos todo el tiempo, Wolfram —señaló, con una sonrisa divertida—. Incluso siempre insistes en acompañarme a mis viajes marítimos por mucho que tú no seas (y parece que nunca serás) apto para estar sobre un barco en alta mar. Y nos sentamos a comer, platicando de nuestro día.

—Quiero hacerlo cuando estamos los dos solos; sin Gunter detrás de ti todo el tiempo gritando "¡Su Majestad, Su Majestad!" o Conrad. Quiero momentos a solas.

Yuuri abrió la boca y la cerró un segundo antes de hacer una mueca extraña.

—¿Esa es tu manera de hacer pública la relación? —Preguntó, fingiéndose divertido. La poca paciencia que poseía para este tipo de situaciones y comentarios se esfumó de Wolfram en un segundo, y al menos, Yuuri pareció notarlo. Dejó de sonreír y se puso muy serio, tanto que un escalofrío le corrió por la espalda, aunque se obligó a no mostrarlo abiertamente.

—Quiero que me tomes de la mano —exigió Wolfram—, que lo hagas ante todos. —Se pasó la lengua por los labios y se removió, incómodo en su propia piel durante lo que le pareció una eternidad—. Que nos abracemos y… —creía ser capaz de escuchar los latidos de su corazón, y éstos ahogaban todo a su alrededor. Temió que el Maou pudiera escucharlos con la misma facilidad que él, sería realmente propia de un enclenque la situación en que él mismo se había metido; esta actitud no iba para nada con el orgulloso Wolfram von Bielefeld.

—Escucha, Wolfram —lo interrumpió Yuuri, poniéndose de pie lentamente. El Mazoku contuvo el instinto de retroceder—. Somos dos hombres, y nada de lo que hagamos, lo cambiará.

Pestañeó rápidamente y luego arqueó una ceja.

—¿Qué clase de excusa es esa? —Preguntó, con la voz ronca y el corazón medio destrozado. Shibuya le miró con desesperación—. ¡Yuuri!

—No me puedes pedir que renuncié tan pronto a todas las reglas que la sociedad en la Tierra me ha impuesto durante toda mi vida. Mis padres…

—Tus padres ya me han aceptado como tu prometido. Incluso el sobreprotector de Shori lo ha hecho —sentenció, con desdeño. Yuuri se echó los cabellos para atrás, pero éstos no tardaron en volver a cubrir su frente, con mechones tan negros como la noche—. ¿Qué tiene de malo que te pida que me muestres tu cariño?

—Puedo mostrártelo de muchas otras formas, ¿no crees? Además, solo fue un accidente; ya te lo dije.

Las palabras se le atoraron en la garganta demasiado tiempo. Cuando al fin recuperó la voz, se sentía abatido y no fue capaz de ocultarlo.

—¿Quieres decir que... si no hubiera sido por esa ignorancia tuya, jamás me habrías propuesto nada? —Lo sabía ahora y también entonces: Estaba echando tierra sobre su tumba—. ¿Eh? ¡Responde ahora!

—Exacto —respondió Yuuri, con sinceridad. A Wolfram se le cayó el alma a los suelos, y tal vez la cosa que escuchó romperse dentro suyo fue su dignidad y orgullo… o su corazón—. Somos dos hombres.

Silencio, un largo u tortuoso silencio. Wolfram se clavó las uñas en las palmas para controlar las lágrimas que amenazaban con escaparse de sus ojos.

—¿Y por qué nunca has dicho eso? ¡Sino me amas por qué sigues en este asunto del matrimonio!

—Tú eres el que nunca me dejaba intentarlo; te encerrabas en los armarios, ¿recuerdas?

—¡Eres el Maou, pudiste haberlo ordenado! —Y no crearle falsas esperanzas, agregó en su mente—. Yo habría…

—Me habrías descuartizado con tu espada y rostizado vivo —adelantó Yuuri, aunque no parecía molesto la veracidad de sus palabras hizo al rubio sentirse avergonzado; en ese entonces solamente veía por él mismo y si ahora él pedía que se anulara el compromiso… no, nada cambiaría; no quería que cambiara, deseaba seguir viviendo en esas escenas, aunque fuesen una mentira—. Escucha, Wolfram… no actúes como si para ti fuera otra cosa además de ese accidente. Lo has dicho: Mi ignorancia lo causó todo y tú aceptaste por tu orgullo o váyase a saber qué, pero no debería ser más para ti que para mí.

La ira explotó en su pecho y arrinconó lo poco que le quedaba de racionalismo. Sin embargo, en vez de desenvainar la espada y atacar, se limitó a gritar:

—¿¡Eso es lo que crees!? ¿Todo este tiempo y me juras por Shinou que no lo has notado? —Escupía las palabras sin control alguno, y fue acaso la cara de consternación de Yuuri lo que le pidió (sin éxito) que se detuviera—. ¡No puedo creer que seas tan imbécil!

—¿Ah? Pero… —antes de terminar la oración, Wolfram ya lo estaba sujetando del cuello de la camisa y lo zarandeaba con fuerza.

—¡¿Quieres que te lo grite?! ¿Eso es lo que quieres? ¿No te parece suficiente con todo lo que me veo forzado a hacer para que me hagas caso un momento? ¿O para que no te vayas de infiel cuando sé perfectamente que es estúpido de mi parte actuar así cuando sé que todo fue un incidente? ¡Sé que tú no me amas! Pero yo… yo… —las palabras se le terminaron, aunque no sabía si era por falta de aire o se estaba dando cuenta de lo que hacía. Como fuera, terminó por empujar a Yuuri contra el escritorio; no lo suficiente para tirarlo encima, pero sí para aturdirlo un poco y acercarse para besarlo.

Solamente eso le faltaba: Una equivocación real. Jamás se había imaginado el gran placer en el que sucumbiría al chocar sus labios contra los del moreno. Pensó absurdamente que sus cabellos debían contrastar como lo haría tener el sol en la más oscura noche y aunque no fue un beso pasional y experto como hubiese querido, le expresaba todo lo que sentía y que Yuuri decidió ignorar.

Escuchó el leve gemido de sorpresa de su prometido, mientras colocaba las manos en sus mejillas y lo apretaba más contra su rostro. A su forma de pensar, el cuerpo de ambos lograba encajar a la perfección y pensar que, durante un segundo la muralla que siempre lo separaba de Yuuri se vino abajo para ser correspondido, le causó un éxtasis perfecto.

Le dio la bienvenida a ese calor, a la forma en que su nariz podía aspirar el aroma de Yuuri: Un poco de pasto de cuando se había tirado a descansar luego de su "entrenamiento" matutino con Conrad, combinado con jabón y galletas de chocolate —las cuales Greta les había preparado a ambos—.

Puso una mano en la nuca de Yuuri y suspiro de alivio. Esto es lo que quería, lo que había necesitado y pedido en silencio siempre, desde el primer momento. Su prometido adúltero y bien parecido, tan cerca de él que podía sentir los latidos de su corazón por encima de la ropa y en una especie de torpe abrazo capaz de fundirlos en un solo ser.

Hasta que Yuuri lo empujó lejos.

En otras circunstancias debería admitir que le sorprendería que alguien tan debilucho como él pudiera hacer algo, hasta que recordó que en esos años algo de él hubiera cambiado, al menos físicamente. Pero ahora no tenía ni fuerzas ni ganas de comparar los músculos del chico de hoy y ayer, porque le dolió ese simple desliz que los separó a ambos. Sabía lo que significaba, y por eso, se quedó en silencio.

Observó a Yuuri, que tenía la cabeza gacha. Su flequillo le cubría los ojos y no le permitía ver su mirada, pero solamente bastó con que el Maou alzara el brazo derecho y se tocara los labios con las yemas de los dedos. Tal vez estaba sonrojado y no deseaba que lo viera; tal vez había actuado demasiado rápido.

Yuuri se talló los labios con fuerza, repudiando el beso ya demasiado tarde, pero de todos modos, haciéndolo.

No. A Yuuri simplemente le había dado asco, y nada más.

—Todavía no puedo aceptarlo —murmuró el moreno, reacio a levantar la mirada. Wolfram sintió que se le escapaba el aire, que lo dejaban sin una gota de sangre…—. No quiero que vuelvas a hacer algo así, ¿me oíste?

El Mazoku, respondiendo a un viejo instinto, lo sujetó de la manga. Yuuri no trató de soltarse, al menos no en ese momento.

—¡Yuuri, yo…!

—Wolfram, suéltame un momento, por favor —le interrumpió el chico, con una voz autoritaria—. Es importante que lo entiendas, o que al menos, trates de hacerlo.

Las siguientes palabras apenas entraban a su cabeza, taladrándola con fuerza, asesinándolo poco a poco. Y de verdad le dolía…No parecía que existiera (en este mundo u otro) algo que terminara con ese sentimiento de pesar, resignación y vacío. Nunca lo habría.

Se obligó a abrir los ojos y los sintió pesados. Las lágrimas cristalinas que corrían por sus mejillas y el maldito nudo en la garganta eran lo único que lo acompañaban además de la pesada soledad, el polvo y el dolor acumulados en todas partes. No podía esperar para convertirse en uno de tantos otros objetos olvidados.

0*0*0

Las peticiones de Wolfram no eran difíciles, ni nada que una pareja cualquiera no pudiera hacer o tuviera derecho a pedir. Sin embargo, Yuuri insistiría hasta la muerte en que ¡ambos eran hombres!

Mierda, entre más lo repetía más estúpido sonaba. No era más que otra de tantas excusas.

Se detuvo en seco y puso la mano sobre sus labios, recordando la fugacidad belleza de sus sentimientos hacia Wolfram en cuanto se encontraron en un beso.

—¡Agh, bastardo! —Exclamó, ruborizándose a tal extremo que parecía un tomate—. ¿Por qué has tenido tú que ser mi primer beso? —Hizo un poco más de berrinche, maldiciendo a Wolfram e ignorando a Dorcas y otro par de soldados que iban pasando por ahí y se le quedaron viendo extrañados, pensando que tanto trabajo podría estar deshaciéndose de la cordura del menor—. ¡Te odio, Wolfram!

Oh, problemas con el amor, parecieron pensar los soldados antes de retirarse. Dorcas le dirigió una última mirada de preocupación antes de seguir, aparentemente ignorando los gritos del joven rey.

Yuuri gritó, pataleó y maldijo tanto como pudo, hasta que minutos después, llegó Conrad a escena, con el ceño fruncido y una máscara seria; venía acompañado de Dorcas. Con un silencioso asentimiento, se acercó a su ahijado y el soldado se retiró con sus compañeros, que lo esperaban a varios metros.

—Buenos días, Su Majestad —le saludó Conrad y el menor se giró a verlo, algo furioso.

—Gracias a Wolfram, no lo son —indicó, enfurecido. El castaño sonrió comprensivo, de manera que los nervios de Yuuri se calmaron—. Lo siento, he tenido una mala pasada.

—Ya veo. ¿Quiere hablar de eso?

El chico consideró la opción y luego asintió. Conrad parecía saber exactamente en qué momento aparecer y se lo agradecía mucho. Sentándose en una estatua del jardín, comenzó a contarle todo lo sucedido, exceptuando claro, el beso que el menor de los hijos de Cheri sama, le había dado… seguían siendo dos hombres, maldita sea. Y eso no estaba bien.

¿No lo estaba? Pensó mientras hablaba con el castaño y lo veía asentir, igual que lo haría un psicólogo —bueno, quizá Conrad estaba diseñado para ser lo más parecido a uno—. Le dio vueltas al asunto con la mitad de su cerebro, mientras la otra parte intentaba darle coherencia a sus sentimientos y a los acontecimientos de ese día.

Terminó su relato diciendo que había escapado de Gunter. Para entonces, Conrad le sonrió divertido, aliviando un poco de la tensión.

—Ahora veo por qué gritaba tan histéricamente —admitió—. La tendencia de Su Majestad por escaparse ya es bien conocida.

—Yuuri —recalcó el chico como si no hubiese escuchado nada de lo anterior. Ahora al menos ya se sentía con la suficiente energía para corregir a su padrino—. Tú me pusiste el nombre.

—De acuerdo, Yuuri —a pesar de que lo dijera, no le duraría mucho el gusto. Al final, la sonrisa de Conrad desapareció y la seriedad en su mirada le ofreció una mínima oportunidad de prepararse para escuchar lo que fuera que iba a decirle el mayor—: ¿Todavía duda sobre los sentimientos de mi hermano?

No era la primera vez que la cuestión se planteaba entre ambos, lamentaba decir. Hace varios meses Wolfram había tenido una especie de semi declaración que lo dejó muy confundido a él. Le era desconocido cómo actuar ante situaciones así, por lo que agradeció que el rubio le diera su espacio y todo quedara en un perfecto olvido, en alguna de esas puertas mentales a la que nunca recurres aunque fuera para salvar tu propia vida. Al menos, para él.

—¿O es que no estamos para hablar de qué hacer con esos sentimientos? —aventuró Conrad y Yuuri apretó los puños, ruborizándose—. ¿Los suyos, Su Majestad?

Lo estaba haciendo de nuevo: Hablarle con respeto cuando en realidad le estaba reclamando. No lo culpaba, después de todo Wolfram era su pequeño hermano menor; puede que Conrad no tuviera el mismo complejo que Shori, pero quería al Mazoku de fuego, y no dudaba en demostrarlo.

—Yo no tengo esa clase de sentimientos —insistió Yuuri, mirando hacia otro lado—. Todo esto ha sido un accidente.

—¿Te lo ha parecido hoy?

—Tsk.

—Yuuri —era la primera vez que él no debía pedirle que lo llamara por su nombre—; ¿puedo preguntarte qué sentiste en esa ocasión?

—¿De qué hablas? —no se estaba haciendo el desentendido, de verdad no comprendía. Conrad miró al cielo, tan claro y azul como hace días que parecía no estarlo. Yuuri lo imitó, como si arriba de sus cabezas hubieran letras que le explicaran algo, pero no había nada aparte de algunos Kohi y esas extrañas aves gritando "Mal augurio".

—Shoushu —fue lo único que murmuró, apretando ligeramente los dientes.

Yuuri supo entonces a qué se refería exactamente: Las cuatro cajas, los ojos rojos brillando con algo parecido a la emoción mientras extraía las llaves de los cuerpos de sus amigos, la sonrisa cínica y malvada de Shinou poseído, la oscuridad y una luz acompañada de una suave y dulce voz. Sin embargo, la única imagen que se repetía una y otra vez en su mente, fue esa niebla oscura atravesando el pecho de Wolfram y sacando la llave de su corazón, y justo después, el cuerpo del rubio desplomándose sobre el suelo. Todo ese miedo, la angustia, la increíble desesperación que sintió al escuchar a Conrad decir que el corazón de su amigo ya no latía… Fue insoportable; esa imagen todavía alimentaba sus pesadillas.

Bajó la cabeza, incapaz de reunir las palabras para describir esas emociones. No existían en su vocabulario, ni en la Tierra ni en Shin Makoku.

—Puede que solamente sea amistad —sugirió Conrad, al ver que el silencio no hacía más que acrecentar—. Eso solamente deberías saberlo tú, pero… —se quedó callado un segundo—, ¿puedes imaginar tu vida sin él?

—Para nada. —La respuesta fue firme, rápida, no daba pie a duda alguna. Conrad sonrió—. Pero eso no significa que lo ame.

—En efecto —admitió de nuevo, asintiendo como lo haría con un enfermo mental. A Yuuri le irritó, pero no mencionó nada—. ¿Has intentado considerar anular el compromiso? —Preguntó seriamente Conrad y Yuuri tragó saliva, sin mirarlo; su falta de respuesta pareció servir de contestación de todas maneras, porque justo después añadió—: ¿Por qué?

—Wolfram no me habría dejado.

—Él puede ser muchas cosas, pero habría respetado tu decisión.

—Es claro que no recuerdas a Elizabeth —murmuró, echando un largo suspiro. Conrad alzó las cejas.

—Por supuesto que sí —respondió, con paciencia—. Y no voy a obligarte a corresponderle a Wolfram, porque es algo que debes decidir por ti mismo, pero estoy seguro de que estás intentándolo. El problema, Yuuri, es que resulta mejor no hundir más el cuchillo.

—¿Qué cuchillo? —se hizo el desentendido. Conrad se puso de pie y le colocó una mano en el hombro con fraternidad.

—Lamento pedírtelo así —empezó, con una mueca de incomodidad—, pero si realmente te importa mi hermano, decide si continuarás con el compromiso o lo romperás. Pero escúchame bien, Yuuri, debes decidir por tus propios sentimientos no por el honor o todas esas tonterías.

—¡Conrad! —Gritó en reproche, con falta de aliento—. Solamente me lo has planteado más difícil.

—¿Por qué no tienen lo que en la Tierra llaman "una cita"? Tal vez, si dejaras de pensar que todo es un accidente tal cual y te propones a intentarlo, descubras algo… Aunque, si el beso no te demostró nada, me temo que está en problemas, Su Majestad. —Yuuri abrió la boca para corregirlo, pero Conrad ya se estaba dando media vuelta, deseándole un escueto "Buena suerte" antes de desaparecer por los pasillos de Pacto de Sangre.

—Arg —murmuró Yuuri, encogiéndose en su lugar, deprimido—. Esto es más difícil que ser el Maou. ¿Y ahora qué hago?

De cualquier modo, se propuso a considerar la sugerencia de su padrino. Podía aferrarse a ese último rayo de esperanza.

0*0*0

Wolfram estaba mirando la ventana. Hace un rato, quizá hizo el intento de ponerse a pintar, en un vano esfuerzo por desocupar la mente, sin éxito alguno. Así que ahora se había rendido; ya no podía echarle cabeza ni siquiera a su frustración o su enojo, en realidad puede que ya ni siquiera estaba enojado.

Vacío, así era justo como se sentía el Mazoku.

De pronto, a través del rabillo del ojo, vio a Yuuri caminando en los jardines, cerca de Dorcas y otros soldados. El corazón le latió fuerte y luego se oprimió de esa forma tan horrible en que lo hacía cuando descubría la verdad con respecto a su relación con el Maou.

—Me rindo —fue lo único que murmuró al espacio vacío. Sin embargo se quedó ahí, observando a Yuuri patalear y maldecir, sin poder contener una sonrisa que le curvó los labios de manera naturalmente bella; él no necesitaba de hacer mucho para resultar hermoso, pero definitivamente ese tipo de sonrisa (tonta y enamorada) hacía que sus ojos resplandecieran con más intensidad, por el simple hecho de estar cerca de Yuuri o poder verlo. Quizá una parte de él no quería rendirse, o simplemente era incapaz de no sentir estas cosas que explotaban en su interior—. ¿Por qué será, Yuuri, que tengo que estar destinado a verte tan lejos incluso cuando estás tan cerca?

Lo poético jamás había sido lo suyo. De hecho, casi nada respecto a lo artístico, suspiró.

Y entonces vio a Conrad acercarse a Yuuri y al moreno calmarse como si la presencia de su hermano fuera un sedante contra su humor alarmado. Sin embargo, sería indicado especificar que eso le ponía molesto e irritado. ¡Mierda, mierda y mil veces más mierda! ¿Por qué Yuuri acudía primero que nadie con su hermano? Lo había notado desde el principio, pero siempre se dijo que tenía que ignorarlo… Ahora precisamente, no logró hacer a un lado ese rutinario "¡Conrad! ¡Todos!", "Conrad y los demás me van a salvar", "Conrad…, les agradezco a todos" o el hecho de que cada vez que se lo llevaban, alzaba la mano y gritaba "¡Conrad!" a los cuatro vientos, como si entre la inmensidad de gente que estaba dispuesto a salvarlo… solamente pensara en Sir Weller.

Frunció el ceño y desvió la mirada.

—Definitivamente, me rindo —susurró, algo enojado. Era un mal momento para recordar las cosas que le molestaban y de alguna manera logró hacer a un lado.

Apretó los puños en cuanto vinieron a la mente unas palabras de Murata, pocos días después de regresar de su infortunada visita en Pequeño Shimaron: "El poder que se desató en Shibuya fue absolutamente increíble, ¿verdad? Ni siquiera cuando casi moriste reaccionó de tal manera. Creo que realmente le agrada Saralegui". Hizo como que simplemente le molestaba, y por supuesto que lo hacía, pero muy por encima de eso, le había dolido hasta la médula saberlo, notarlo incluso.

Con unos movimientos pesados, se dirigió a la cama y se recostó. Hace mucho que no arrastraba de esa manera los pies; definitivamente estaba deprimido. Y muy cansado. No tardó en quedarse dormido y no despertó hasta que una mano se puso en sus labios.

La sensación de alerta se le disparó en el pecho y se dispuso a defenderse, pero solamente se encontró con Yuuri, que estaba inclinado hacia él, y haciendo señal de que guardara silencio. Wolfram pensó primero en discutirle, y se permitió pensar que a la mejor la discusión que mantuvieron antes había sido un sueño. No obstante, descartó la opción de inmediato. Hacerse de ese tipo de ilusiones no le serviría de nada.

Chst. —Le pidió Yuuri, dedicándole una nerviosa sonrisa—. Nadie debe enterarse de nada.

Wolfram arrugó el ceño y le apartó la mano de un manotazo. Por la simple idea de molestarlo, pensó en gritar, con la esperanza de que alguien lo escuchara y Yuuri fuera desobedecido. Sin embargo, ahí estaba su estúpida manía por tratar de complacerlo. Ya sentado y ubicado más o menos en espacio y tiempo, susurró con cierta rudeza:

—¿Nadie debe enterarse de qué? —Le preguntó, con sorna. Yuuri asintió.

—Nos vamos a la Tierra.

El rubio pestañeó rápidamente, con la boca abriéndose poco a poco.

—¿Ah? —Fue lo único que pudo pronunciar. El moreno asintió.

—Que nos vamos a la Tierra.

—¿Por qué? ¿Ha sucedido algo? —Preguntó, sacando las piernas de la cama. Yuuri asintió; a estas alturas pareciera que su discusión había quedado en el más profundo olvido. Por delante de todas las cosas, Wolfram era un soldado con la obligación de proteger al Maou y por la cara que tenía su prome…amigo (era mejor hacerse a la idea de que todo iba a terminar), debía de ser algo urgente—. ¿Qué necesitas?

—Solamente que te apresures. Debemos pasar desapercibidos incluso por Ulrike y cualquier otro, así que será mejor que vayamos a los baños.

—Yuuri.

Chst. Hay que ser rápidos —ordenó, y lo tomó de la muñeca, jalándolo y sacándole de la habitación hasta los baños. No se cruzaron con casi nadie, y aquellos pocos que los vieron, simplemente se quedaron algo sorprendidos antes de girarse a hacer sus tareas.

—¡Greta! ¡Greta, ya vamos a jugar! —Gritaba. Wolfram lo seguía incrédulo; solo al enclenque se le podía ocurrir semejante "distractor". Para bien o para mal, estaba funcionando.

El pasillo que daba a los baños estaba vacío, así que Yuuri hace varios momentos que había terminado de gritar. Wolfram se permitió pensar sobre la resistencia de Shibuya, que mejoró en esos últimos años.

Yuuri los encerró en los baños y, asintiendo firmemente, se tiró junto a Wolfram al agua. Ni tiempo le había dado al rubio de preguntar o replicar nada; simplemente se vio absorbido por el vórtice, de la mano del Maou, que lo sostenía con fuerza segundos antes de sacar la cabeza de la tina en la casa terrenal del chico.

Jaló una bocanada de aire y alzó la cabeza para mirar a Yuuri. El chico se veía bastante serio y solamente cambió su expresión cuando Jennifer apareció en el umbral de la puerta del baño, con su despampanante sonrisa y su mandil rosado; a Wolfram le llegó el delicioso aroma del curry que preparaba la mujer.

—¡Yuuri! —Exclamó la mujer, echándose a correr y abrazar a su hijo—. ¡Te has tardado mucho esta vez!

El chico hizo una mueca.

—Madre, voy a mojarte —fue su excusa para zafarse (o intentarlo) del abrazo de oso. Wolfram se quedó mirando cómo la castaña restregaba la mejilla en el chico—. ¡Madre!

—Es mamá, Yu-chan. —Jennifer lo soltó y le dirigió una amable mirada que le hizo sonreír automáticamente. Vaya, por más que su humor estuviera por los suelos, la madre de Yuuri le sacaba siempre una sonrisa—. Y también viniste con Wolf-kun. ¡Ah, qué grata sorpresa!

—Me alegró mucho de verte, Mamá. —Era mucha costumbre como para pretender cambiarlo ahora, se excusó. Se puso de pie en la bañera mientras Jennifer se daba media vuelta y cogía un par de toallas antes de pasárselas. Ambos comenzaron a secarse cuando se escuchó la exclamación de la fémina.

—Oh, el día de hoy no vinieron Conrad, ni Gwendal o Murata. ¿Ha sucedido algo? —Preguntó, algo seria. Antes de que cualquiera pudiera contestar, ella golpeó la palma con su puño, formando una simpática y tierna "o" con la boca—. ¡Ya lo sé, ya lo sé! Ambos se han fugado por el bien de su amor. ¡Qué romántico!

A Wolfram esto le parecía un deja vú, aunque en vez de la figura menuda de Jennifer, estaba la voluptuosa guerrera (por amor) de su madre. En cierto sentido, el humor de ambas era parecido…

—¡No, no, claro que no! —Exclamó Yuuri, sonrojado—. ¿Qué cosas dices?

—¡Yuuri! —Se escuchó el grito de Shori. Wolfram ya estaba poniendo un pie fuera de la tina cuando apareció el Maou de la Tierra, con el ceño fruncido y su apariencia de hermano sobreprotector—. Qué bueno que has llegado. Espero que esta vez te quedes más tiempo —murmuró antes de encontrar mirada con Wolfram y dedicarle un asentimiento a modo de saludo que el rubio correspondió rápidamente—. Tienes muchos exámenes que hacer, hermanito —le indicó a Yuuri. El chico se quejó de inmediato.

—¡Si acabo de llegar desde Shin Makoku justamente de estudiar!

—¿Te has escapado para no cumplir tus deberes? ¿Es así como te ha enseñado tu Onii-chan?

—No, Sho-chan —lo interrumpió Jennifer, juntando sus manos y meciendo las caderas—. Se ha fugado con Wolf-kun.

—¡QUE NO! —Gritó Yuuri. Wolfram se esforzó en sonreír… sea lo que sea que pasaba ahora, iba a ser algo difícil, ¿verdad?

0*0*0

La cena había resultado tortuosa con su madre imaginando cosas, pensó Yuuri acostándose en la cama y dejando su cuerpo descubierto, en espera porque Wolfram saliera de lavarse los dientes y se acomodara a su lado. Bueno, sería propio decir que aunque su cama no era tan grande como en Shin Makoku, ambos cabían casi a la perfección…hasta que el sueño inquieto del rubio se hacía presente.

Se sentó, nervioso por lo que estaba a punto de sugerir. Su corazón le latía con fuerza y al ver a Wolfram salir del baño se le hizo un nudo en el estómago. Lo primero que notaba de cuando venían aquí, es que el rubio no llevaba su camisón largo y rosado, en vez de eso, uno de sus pijamas de color verde era lo que portaba, y Yuuri se dijo como muchas otras veces, que el color de la tela le iba a la perfección con los ojos, a pesar de ser un poco más claro. Eso, y que trayendo un pantalón le permitía ver un poco mejor el contorno de las piernas lo hacían mil veces mejor y le quedaban aún más hermoso… Espera, ¿qué?

—Buenas noches —le dijo Wolfram, dándose media vuelta para salir de la habitación. La alarma de Yuuri le hizo estar a punto de gritar.

—¡Espera! —o quizá sin el "estar a punto de". El rubio se paró en seco antes de volverse y mirarlo con seriedad. Tragó saliva ruidosamente; le ponía nervioso que lo mirara así—. ¿No te quedarás aquí?

—Solamente estoy cumpliendo la última orden que Su Majestad me dio.

—¿Cuál…? —Apretó los labios en una fina línea y asintió, admitiendo su error. Wolfram se inclinó ligeramente, disponiéndose a salir de nuevo. Algo desesperado, se limitó a dejar escapar las palabras a lo bruto—: Quiero que tengamos una cita, Wolfram.

El Mazoku de fuego volvió a congelarse en su lugar, sin decir absolutamente nada. Se giró a verlo sobre el hombro y Yuuri procuró su mejor sonrisa, pero la mueca de Wolfram le delataba lo poco esperada o querida que era su propuesta.

—¿Ah? —Preguntó inaudiblemente el rubio. Yuuri se pasó la lengua por los labios.

—He estado pensándolo bien —continúo, bajando la cabeza y respirando profundamente, en un (fracaso de) intento por calmar los latidos desbocados de su corazón—, y creo que esto me podría ayudar a aclarar todo. Mucho más que estar solo. Mucho más que estar lejos de ti —hizo una pausa y se decidió por expresar lo que su boca se propusiera, sin preguntarse qué era o por qué lo diría—; porque no puedo pensar en nada claramente sino estás a mi lado —se escuchó decir eso, al menos una parte lo hizo, y fue precisamente esa la que le hizo ruborizarse y dejarse caer en la cama, con la almohada encima de la cara, meciéndose de un lado a otro—. ¡No puedo creer que haya dicho algo así! ¿A caso he estado leyendo demasiado manga Shojo?

Wolfram se quedó en silencio, ignorando la pataleta de su prometido. ¿Qué acababa de escuchar? Seguramente no había oído bien… ¿verdad?

—Yuuri —murmuró y en seguida, el chico se sentó, descubriéndose el rostro y mirándolo seriamente.

—Solamente responde si tendremos una cita o no; por favor, evita comentarlo, sea cual sea tu respuesta.

—Er… supongo que, está bien —susurró, con las mejillas ruborizadas, por lo que Yuuri se sintió absurdamente feliz. No se diga por la respuesta. Cuando se dio cuenta de eso, se obligó a rechazar la idea y asentir.

—Entonces tendrás que levantarte temprano, Wolfram. ¡Tendremos una…! —su voz se fue apagando—. Tendremos una cita —repitió, más bajo. Se volvió a acostar—. ¿Qué esperas, Wolf? —Añadió, con un ademán molesto—, ¿vendrás a dormir o no?

Le pareció una eternidad lo que pasó desde haber dicho eso hasta que Wolfram se recostó en la cama, cobijándose y también a él. Yuuri se acomodó, agradecido por darle la espalda y el rubio también se giró hacia el otro lado, echó una bolita —como si así pudiera mantenerse media hora luego de dormir, pensó medio divertido—.

Fue un largo silencio en el que se sumieron y estaba claro que no sabía si acaso el otro ya se había dormido. Ya cuando estaba por cerrar los párpados, sintió que Wolfram se volteaba. Estaba despierto, lo supo por cómo se movía. Él no hizo ademán de cambiar posición durante unos largos instantes, pero al fin, se giró y encaró a su prometido.

Jamás había intentado negarlo: Wolfram era el ser más hermoso que hubiera visto en su vida, aunque fuera hombre —y él también—. Hasta ahora no conocía a nadie que superara lo sedoso y brillante de esos cabellos rubios como el mismísimo sol, ni los ojos tan verdes como las esmeraldas. Por si fuera poco, tenía el rostro perfilado y delicado, aunque de la última no tenía una pizca en el carácter, y las largas pestañas que le enmarcaban los ojos grandes, eran largas y enchinadas. Los labios para él eran quizá demasiado tentadores, suaves y carnosos; y ahora no podía dejar de verlos.

Mierda, parecía una colegiala enamorada de, efectivamente, un manga Shojo.

—¿Por qué quieres tener una cita? —Preguntó Wolfram repentinamente, y las palabras lo trajeron de vuelta a la vida. Yuuri fijó la vista en sus ojos, preguntándose cómo era que se veían tan brillosos en la noche. Oh, había olvidado apagar la lámpara. Aunque lo pensó, no hizo nada. Se mantuvo quieto, en espera de que Wolfram añadiera algo más, pero él se quedó callado.

—No lo sé —admitió—. Conrad me dijo que eso podría ayudarme a aclarar todo.

—¿Conrad? —Se oía molesto—. ¿Qué tiene que ver mi hermano?

—Necesitaba hablar con alguien sobre… eso —murmuró y luego apartó la mirada—. Él estaba ahí por casualidad y me sugirió que hiciera esto.

—Entonces —dijo el rubio, sentándose—, haces esto para complacer a mi hermano que seguramente te pidió que lo hicieras por lástima, ¿no?

Yuuri se sentó erguido, negando con la cabeza.

—Lo hago por mí —le dijo, con demasiada seriedad.

—¿A sí? ¿Por qué tú necesitarías esto?

—Necesito saber a quién engañó —sentenció, con cuidado—, si a ti o a mí.

—¿Engañarte? ¿O engañarme? ¿Qué quieres decir, Yuuri?

—Necesito saber si no hemos anulado el compromiso porque yo no quiero perderte como mi amigo y que desaparezcas de mi vida —anunció y luego añadió con la voz muy queda—; o porque simple y sencillamente es cierto que te amo.

La expresión del joven Mazoku daba mucho que desear, y aunque durante un largo segundo pensó en sonreírle, se dio cuenta de que eso no era prudente y se limitó a volver a recostarse, mirando el techo y por el rabillo del ojo a Wolfram.

—Lo que tú me dijiste antes, sobre estar lejos de mí…

—Solo duérmete, Wolf. —Le indicó el Maou, ciertamente aliviado del silencio que siguió después—. Mañana lo averiguaremos… espero.

—Gracias —murmuró Wolfram, bajando la mirada. Yuuri lo contempló extrañado. Antes de que pudiera preguntar por qué, se le adelantaron—: Por intentarlo aún ahora. —Sonaba triste, ¿por qué sonaba triste? ¿No le había dicho que lo amaba?

—Oye… —empezó a decir y luego se quedó en silencio. Las preguntas que murieron en sus labios eran importantes, pero Wolfram ya se había dormido—. Mierda, ¿acaso eres pariente de algún oso? —Relajó su expresión, tratando de hacer caso omiso de su propio cuerpo mientras alzaba la mano y acariciaba el rostro de su amigo. Le descubrió la frente con un gesto de tranquilidad y luego se inclinó para darle un beso en la frente; agradecía que Wolfram no pudiera darse cuenta de que lo hacía.

Ya más tranquilo, se dispuso a dormir.

0*0*0

Wolfram se preguntaba en qué parte de una cita, era propio llevar ese tipo de chaperones, pues sin importar cómo quisiera verlo, Jennifer y Shori eran justamente eso; al menos antes de irse cada quien por su lado.

—¡Una cita entre mi hijo y su prometido debería ser a solas! —Había exclamado Jennifer hace rato, mientras se llevaba a Shori de la mano hacia la librería donde según parecía, iba a comprar una revista de cocina—. ¡Disfruten de su cita!

—¡No es necesario que lo grites, madre! —Exclamó Yuuri, sonrojado. Su madre y su hermano se fueron… al menos cinco minutos antes de que Wolfram sintiera su presencia detrás de ellos, como espías, malos en el oficio, pero a fin de cuentas, espías.

—Aún vienen siguiéndonos —susurró algo molesto; tenía las manos en las bolsas del pantalón y jugaba con un hilito que se había salido y se enredaba, cada vez más largo por los constantes jaloneos, entre sus dedos. Yuuri lanzó un suspiro cansado.

—Imposible —comentó el moreno, al parecer no deseaba ser escuchado—. Imposible que me haya preocupado por decirles a mis padres que estaba comprometido contigo y que actúen de esa manera tan infantil.

—¿A ti te parece que aceptar una relación como la nuestra es infantil? —Al momento de decirlo, se arrepintió. No había ningún noviazgo o nada serio, todo era un accidente y Yuuri no podía amarlo. Bueno, durante la noche fue incapaz de alejar la vaga esperanza que le ofrecieron las últimas palabras que escuchó de Shibuya, pero aún así cada vez que su corazón latía rápido y estaba a punto de sonreír se obligaba a recordar que en un principio, y aún ahora, todavía lo alejaba de él—. De todos modos —dijo, para distraerse—, ¿qué se supone que vamos a hacer?

—Oh —exclamó Yuuri, rascándose la nuca—, no he pensado en eso.

—¡Qué! ¡Enclenque, cómo se te ocurre! Al menos tomate la molestia de planear todo con cuidado.

—Yo jamás he ido a ninguna cita con un hombre para saber nada —sus palabras susurradas y la mirada furtiva no le pasó desapercibida a Wolfram, que ya empezaba a dar el caso por perdido… otra vez. Realmente, ¿no había dicho que renunciaba? Entonces, por qué demonios seguía aquí. ¡Por Shinou! Solo estaba perdiendo el tiempo.

—¡Yay! Podrían ir al cine —gritó Jennifer detrás de un poste de luz. Llevaba un amplio gorro y unos lentes oscuros. Detrás suyo Shori se dio un golpe en la frente antes de sujetar a su madre por los hombros y decirle que definitivamente, ella no servía para seguir discretamente a su hermano y el prometido de su hermanito.

—Tienen que dejar de decirlo en voz alta, no todos lo verán tan normal —se quejó Yuuri. Wolfram frunció el ceño, aún más molesto.

—Hmph. Si tanto te molesta, ¿por qué no tuvimos la cita en Shin Makoku?

—Sencillo: Gunter.

Wolfram tuvo que darle la razón; en alguna parte de sus sueños, escuchaba a Gunter gritar histéricamente porque Yuuri lo odiaba.

Suspiró, nada podía ser peor que lo triste de su situación.

Era consciente de que Yuuri buscaba cómo deshacerse de la tensión, pero no estaba de humor de esforzarse en hacerlo también. Acaso le dirigió unas escuetas respuestas cuando le preguntó si quería ir a ver una película, comer un helado, sentarse en el parque, ir a una biblioteca o entrar a una tienda de juegos y CD de música… y a todas ellas, él contestó que no.

—¿Sabes? Esas son todas mis sugerencias —murmuró Yuuri, agachando la cabeza—. Tienes que decir que sí a una o la pasaremos dando vueltas en todas partes sin hacer nada.

—Parece que eso también te viene bien —ahora que lo pensaba, no creía tener nada en común con Yuuri. Además, la sola idea de sentarse a hablar con él le causaba pánico; tal vez no habría estado mal declinar la oferta de la película o la biblioteca. Pero odiaba la segunda y la primera normalmente le aburría.

—¡Pasen por aquí, por aquí! Vean las cosas más asombrosas del mundo —vociferaba un hombre al otro lado de la calle.

Un personaje alto se acercó a ambos con cuidado, alzando un brazo con tatuajes que le hacían ver la piel escamosa y verde de un cocodrilo. El otro brazo estaba cubierto por unas mangas acampanadas color blanco con diamantina y cuando Wolfram encontró la mirada con la mueca feliz de un chico que no tendría más de treinta años humanos y le mostró un panfleto del anunciado "Le cirque Étoiles de feu". Ladeó la cabeza mientras aceptaba la hojita y examinaba las estrellas ardiendo alrededor de varias sombras que no se alcanzaban a distinguir.

El chico se volvió hacia otras personas y continúo ofreciendo más panfletos. Mientras tanto, Wolfram concentró toda su atención en las difusas imágenes.

—Yuuri —llamó al joven, que estaba mirando hacia donde Jennifer decía que era un buen lugar para esconderse. Se giró hacia el rubio justo a tiempo para que él preguntara—: ¿Qué significa esto? —El moreno se acercó a su lado.

—Agh. Eso es francés —indicó, haciendo una mueca; los idiomas no era lo suyo—. Solamente entiendo "el circo".

—¿Circo? —Repitió—. Nunca nos has presentado algo así en nuestros viajes a la Tierra.

—Están de temporada estos meses, pero cuando vienen normalmente no hay —explicó, dedicándole una sonrisa—. ¿Te gustaría ir?

Wolfram arqueó una ceja.

—¿Qué hay ahí?

—Hum —meditó un segundo Yuuri—, mejor vamos y te enteras por ti mismo.

Traducción: Y me ahorras el esfuerzo de tener que pensar en algún sitio al que podamos ir, pensó Wolfram. Se encogió de hombros, mientras algo más entusiasmado, Yuuri agarraba el panfleto y leía la dirección.

—No está muy lejos —indicó, mirando una vez más al rubio—. Si apuramos el paso podríamos llegar a punto de una función. —El rubio suspiró pesadamente y arqueó una ceja, poniendo las manos en la cintura.

—Te comportas como un verdadero niño, Enclenque.

—Vamos —le dijo, sujetándolo del brazo. Wolfram se quedó en silencio un momento antes de retroceder y soltarse del agarre tan súbitamente que no pudo evitar trastabillar hacia atrás. No sabía por qué lo hizo, ya que en otra ocasión habría amado el tacto de Yuuri. Pero, había algo diferente ya, algo que lo impulsaba a no darle una segunda oportunidad de darle esperanzas y romper su corazón.

Si era así, ¿por qué aceptó que lo llevara de la mano por todas partes y por qué accedió a dormir a su lado, como si nada hubiese pasado? Maldijo interiormente mientras trataba de pararse con firmeza sobre sus propios pies.

Ya sentía que se iba de sentón cuando vio la cara de Yuuri voltearse precipitadamente hacia él, con una especie de mueca preocupada. Siempre hacía eso, pensó con una mueca molesta, no necesitaba su lástima ni su preocupación. Así como antes, no necesitaba verlo girarse para comprobar que seguía a su lado, porque nunca lo había hecho y él se acostumbró a eso —o al menos quería creer eso—… Exacto, pensó amargamente, Yuuri jamás volteaba a verlo, ni siquiera entonces cuando desapareció por lo que supuestamente iba a ser el último portal que lo llevaría a su mundo. Quizá ese hubiera sido el último momento en el que se vieran, y el Maou no volteó a verlo, incluso cuando le llamó.

Siempre era lo mismo y nada iba a cambiar, así que no se arrepentía de haber roto el contacto.

—¡Ouch! —Exclamó alguien a sus espaldas, atrapándolo antes de que se cayera al suelo. Wolfram sintió la firmeza de otro cuerpo y se dignó a voltear hacia atrás—. Lo siento —se disculpó un chico apenas más bajo que Conrad. Tenía los cabellos de un color negro, aunque más claros que los de Yuuri y sus ojos eran de un increíble color azul, la tez más bien blanca y sobre el puente de la nariz lo decoraban unos anteojos delgados con forma rectangular—. No me fijé por donde… —el chico se quedó silenciado ante la visión de Wolfram, lo que le hizo sentirse azorado al menor por alguna razón—. ¿Estás bien?

—¡Wolfram! —Exclamó Yuuri, haciendo una mueca cuando encontró la mirada con el otro moreno. El Mazoku asintió nerviosamente hacia el chico y luego se separó de él, agachando la cabeza y ruborizándose ligeramente. Luego de tragar saliva ruidosamente levantó la mirada y se cruzó de brazos, con la intención de tener algo qué hacer con ellos—. ¿Por qué te soltaste así?

Tan ridículamente ingenuo como siempre, pensó frunciendo el ceño.

—Es que me jalas de repente —contestó, y volvió la mirada hacia el chico, que sonreía divertido—. Me resbalé, así que muchas gracias por sostenerme.

—Un placer —dijo el chico, con una sonrisa amable—. Mi nombre es Yukimura Keisuke, aunque puedes decirme Kei. ¿Y tú?

—Soy Wolfram… —se interrumpió a punto de decir el resto de su nombre, con una voz avisándole que sería extraño para alguien escucharlo completo— Bielefeld —terminó.

—Oh, ¿Americano? ¿Inglés? —Preguntó Kei, sonriendo—. Hablas perfectamente el japonés. — Wolfram abrió la boca para responder algo, pero fue interrumpido por Yuuri.

—Oye, oye. Hay que apresurarnos para llegar, ¿no te parece? —Preguntó, con una mueca. Wolfram se giró hacia él y asintió apenas de manera perceptible.

—En ese caso, nos vemos después, Wolfram —le dijo el joven, despidiéndose con una mano—. Ten más cuidado a partir de ahora.

—S-sí —tartamudeó el rubio antes de que Yuuri lo volviera a jalar del brazo. Aturdido como estaba, no rompió el contacto ni siquiera para echar un último vistazo a Kei, que se mantenía observándolo ya desde el otro lado de la calle y alzó el brazo para despedirse una vez más antes de seguir con su camino.

0*0*0

Una, dos, tres, cuatro, cinco veces se volteó a ver a sus espaldas para encontrar a Wolfram sin prestar atención al camino delante de ambos. Sus vistazos algo fugaces y la mayoría de veces involuntarios, no hacían más que encenderle la chispa de malhumor, lo que por supuesto era muy extraño viniendo de él, pues nunca se enojaba… tanto por algo estúpido.

Yuuri prácticamente arrastró a su amigo hasta que, luego de un par de cuadras, vio la gran carpa de rojo y azul alzándose entre las casas, en dirección de uno de los parques. Apresuró el paso, echando un vistazo más a Wolfram; éste al menos ya prestaba atención al camino.

Como siempre quiso negarse lo mucho que le molestaba las actitudes de su prometido, pues casi nunca les encontraba ni cabeza ni cola. Bufó irritado, pero inmediatamente después decidió que era patético echarle demasiado cerebro a un asunto por lo demás insignificante.

—Yuuri —llamó Wolfram en determinado momento y el chico hizo un extraño sonido ronco que le indicaba al otro que lo escuchaba. Al ver que no decía nada más, trató de sonar lo más afable posible:

—¿Qué sucede, Wolfram?

—Me estás apretando demasiado fuerte el brazo —le indicó, con una voz seca. Yuuri notó que incluso le temblaba la mano y, avergonzado, aflojó el agarre, pero no pensó un instante en soltarlo—. Yuuri, quiero que me sueltes.

El moreno se giró hacia Wolfram, nervioso. El Mazoku miraba hacia otro lado.

—¿Qué dices, Wolf? ¿Por qué…? —recordó que él había sonado muy parecido el día anterior, en Shin Makoku y cortó sus palabras antes de decir algo estúpidamente arriesgado. Miró su mano todavía aferrada al brazo de Wolfram y lo soltó tan lentamente que le pareció una eternidad—. Creí que querías que te tomara de la mano.

—Para empezar —reprochó Wolfram, cruzándose de brazos—, así no es tomarme de la mano. Por otro lado… —hizo una pausa y frunció el ceño tan notablemente que Yuuri creyó que estaba a punto de invocar un montón de llamas. Pero hubo algo que le hizo sentirse marchito por dentro, algo diferente en la mirada brillante de Wolfram lo que le contuvo decir algo más, incluso cuando deseaba interrumpir justamente lo que iba a decir su prometido—, realmente no quiero que me toques.

Yuuri sintió que se le iba la respiración y se preguntó durante un segundo, si aquel dolor tan punzante y destructor fue lo que había sentido Wolfram el día anterior. Es claro que no podía actuar como si nada; y, para bien o para mal, las cosas estaban a punto de cambiar. De eso estaba muy seguro, lo que hizo que le hiciera más daño.

Continuará.


Un horror de historia, ¿cierto? (xDU). Y con un tema al parecer algo recurrente: El rompimiento del compromiso y las —obvias— excusas de Yuuri por no aceptar su relación con Wolfram —es decir, ¿notaron lo extrañamente apegado que estaba con Saralegui? ¡Una patada si dice que no le gustan los hombres y actuaba de esa manera con aquel sujeto,... ¿o yo me lo imaginé? (xD), eso no es del todo imposible, supongo—. Sin embargo, quiero abordarlo desde un ángulo más profundo y rebuscado, más como lo que los llevaría a "decidir" romper con el compromiso que otra cosa. Aunque no se me presenta la idea de separarlos (-w-) —lo que es un claro milagro, teniendo en cuenta la forma que suelen tener mis ideas—.

¿Les gustó Kei? Es seguro que el OoC paseará por aquí de vez en cuando, pero normalmente prefiero apegarme solo a los personajes, así que no se preocupen (nwn)

De cualquier forma, a quien lo haya terminado de leer se lo agradezco y lo haría mil veces más, si dejaran un review. La verdad, me encanta tener idea de cómo va la historia y para mí es sumamente importante saber que el esfuerzo de sacar tiempo contra la Universidad y mis otras historias, vale la pena (nwn). Además de que es una buena manera de conocer a los lectores de éstas páginas (owo).

En fin, la verdad es que así como está mi obsesión espero no tardar lo que usualmente llegó a tardarme (-.-), así que espero darme vueltas por aquí lo más seguido posible, por supuesto gracias a su aportación de comentarios y/o sugerencias.

Mary les agradece