-¡Endou! ¡va hacia la portería!-
Vocea uno de sus aliados, nada que no fuera de por si evidente. A media cancha, restando el trecho a la carrera, irrefrenable, decidido, vertiginoso, como una serpiente que se acerca zigzagueante y, más que nada, certera e implacable.
El rival está dispuesto a todo
Ante sus pupilas marrones se proyectaron los aliados (sus amigos) hacinados en el área opuesta, la defensa del frente deshecha, desunida. El repliegue es tardío, azuzados por la frustración del error, se extiende como ajenjo que menoscaba sus rostros poco a poco, la rabia les hace correr con todo lo que sus agarrotados músculos ya no pueden dar (arduo encuentro, duro competidor) pero él ni se percata. No necesita mirar hacia ningún otro lado que adelante, por que el pasado ya no existe, el futuro es una aventura y el presente esta peligrosamente próximo y sigue devorando metro tras metro.
Se acerca, los demás no llegarán a tiempo. Nada se interpone entre un gol contrario salvo…
Endou.
Perfecto.
Da igual cuantas veces se enfrente a la violencia de ese esférico que es manso en su yugo, y recíprocamente, el mejor aliado y el peor arma en dominio del adversario. Siempre es emocionante, nunca está preparado, podría jurarlo
No es posible, no sabes que esperar, pero siempre estará dispuesto.
Su palmada apremiante se une al clamor atronador del estadio abarrotado. Miles de voces desconocidas retumban en sus oídos a coro, en lo hondo de su avivado corazón, y no logran estremecerlo ni un ápice. Donde otro se abruma, él se contagia de esa euforia antagonista, cuasi hostil. Debajo el césped cruje, sus pies se apostan y anclan con toda su firmeza, toda su seguridad, un coraje inquebrantable.
No pasarás.
El voto es absoluto.
Cerbero asume la postura defensiva, sin moverse; es un obstáculo fácil a la vez que un blanco, y lo sabe. Su rival desencadena toda la furia sobrenatural de su hissatsu cuando está seguro de que ni todas las técnicas del mundo podrían detenerlo.
Grandioso.
Ambos poseen la misma ambición de ganar y saben bien que solo puede ser de una manera la colisión de su voluntad.
Apasionante.
El suspenso se instala. La sonrisa del portero, el capitán, del Raimon permanece imperturbable
-¡Dejádmelo a mí chicos!
