SUPERMAN: LA SEMILLA DEL MAL

(Parte Dos)

Reparto

Christopher Reeve...Clark Kent / Superman / Bizarro

Margot Kidder...Lois Lane

Tom Welling...Thomas Kent

Anthony Hopkins...Lionel Luthor

Michael Rosenbaum...Lex Luthor II

Uma Thurman...Elizabeth Kane / Black Cat

1

Edificio LexCorp.

Tarde por la noche.

-¿Trabajando hasta tarde?

Lionel entró en su oficina y sorprendió a Elizabeth, su secretaria, delante de su escritorio.

Ella le devolvió la mirada, helada. Sabia que estaba fisgoneando donde no debía, pero no pensó que su jefe se apareciera justo en ese momento por la oficina.

El empresario caminó despacio, renqueando con su bastón, hasta ponerse a su espalda. Le echó una mirada a lo que ella leía en la computadora.

-Los archivos confidenciales de la planta – dijo. Miró a Elizabeth con una sonrisa gélida en el rostro – De modo, señorita Kane, que la curiosidad pudo más.

-Señor, yo…

Lionel le apoyó una mano en el hombro. Ella tembló.

-Dime qué es lo que sabes – ordenó – Ya mismo.

-Eh… er

La siniestra sonrisa en el rostro de Lionel se ensanchó peligrosamente. Elizabeth sudaba.

-Estoy esperando, señorita Kane.

-La planta… la planta de energía nuclear… es en realidad un contenedor gigante… en lugar de generar energía va a… a…

-…Va a absorber toda la energía de Metrópolis y almacenarla – continuó Lionel por ella – Dando así a LexCorp el control total del suministro eléctrico y la supremacía absoluta sobre otros entes reguladores de energía del país.

Se hizo el silencio. Elizabeth se puso de pie. Miró a su jefe desesperada…

-¡Señor Luthor, le juro por Dios que nunca se lo diré a nadie! – exclamó - ¡Su secreto está a salvo conmigo! ¡Se lo aseguro!

Lionel la empujó contra un ventanal de vidrio. Sus claros ojos la taladraron. Ella pensó en gritar, pero recordó que de nada le serviría.

Estaban en LexCorp.

-¿Qué hizo la curiosidad con el gato? – le preguntó él, acercando su rostro a centímetros del suyo.

-Señor Luthor, por favor…

-Lo siento, señorita Kane. Usted es muy buena, pero me temo que está despedida.

Lionel se alejó de ella. Elizabeth tragó aire. Por un minuto, creyó (estuvo segura) de que…

El empresario la tomó por sorpresa al abalanzarse sobre ella. La empujó con fuerza por la ventana, rompiendo el vidrio.

Elizabeth se proyecto al vacío gritando.

Desde la cima del rascacielos, Lionel miró al horizonte de Metrópolis, soñador. Un ruido a su lado lo alertó…

Se volvió y se topó cara a cara con Lex.

-¿Qué haces aquí?

-¿Limpiando la oficina, abuelo? – Lex caminó lentamente hasta su lado. Miró a la ventana rota – Menuda ventilación tienes… Oye, ¿eso que cayo no era tu secretaria privada?

-Ella… ella saltó.

Lex rió. Meneó la cabeza y se volvió hacia la computadora de Lionel. La apagó.

-Cierto – dijo – Ella saltó… estaba muy deprimida… angustiada… prácticamente, fue un suicidio, ¿verdad?

-Así es.

Lex asintió. Cruzó los brazos y pensó un momento.

-¿Problemas con el novio?

-Stress.

-Hum… creo que ambascosas estarían bien. Ok, tienes un testigo que te avala – Lex comenzó a irse – Me debes una.

Lionel solo se dedicó a observarlo en silencio.


Abajo, en la acera, el cuerpo de Elizabeth yacía sobre un camión de arena estacionado.

Se levantó, totalmente dolorida pero intacta. Con la ropa desgarrada y prácticamente tambaleándose, volvió a su casa…

Estaba viva.

¡Estaba viva!

Era un milagro.

Pero Liz no creía en los milagros.

Se sentó en la cama y se miró en el espejo de su cuarto.

Una patética figura le devolvió la mirada. Un fantasma sucio de arena, el cabello revuelto, la ropa rota…

Gritó.

A pleno pulmón.

Llena de ira.

Se levantó de donde estaba y destrozó el espejo. Luego, tomó una silla y la revoleó por la habitación. A continuación, arrancó las sabanas de su cama, destrozó las almohadas, pateó una lámpara, acuchilló algunos sillones…

Cuando acabó, su apartamento lucia como si un huracán hubiera pasado por allí.

Pese a todo, lo había logrado: estaba en paz.

La calma se apoderó de ella. Sentada en mitad del caos, sonrió con locura al vacío. Aferró a su gata y la acarició con ternura.

Tenía muy en claro lo que tenía que hacer.


Smallville. Kansas.

Al día siguiente.

Clark y su hijo arreglaban un tractor. Mientras lo hacían, charlaban animadamente sobre la Universidad a la que asistía este último en el pueblo.

-Bueno, cuando yo iba a la Universidad, también me costó adaptarme. Al principio, lo tenia difícil – comentó Clark, mientras tocaba el motor – Pásame la llave.

Tom rebuscó en la caja de herramientas. Le alcanzó a su padre lo que le pedía.

-Si… recuerdo aquellos años… y estamos hablando de los setenta, una linda década, por cierto… - ajustó una tuerca - …algo loca, pero interesante.

-Papá, hablamos de la Prehistoria – dijo Tom, en broma.

Clark rió. Meneó la cabeza y se irguió. Se limpió la grasa de las manos con un trapo.

-Papá…

-¿Si?

-¿Te puedo hacer una pregunta?

-Claro. ¿Qué sucede, hijo?

Tom dudó un segundo. Miró en dirección a la casa.

-¿Mamá está bien?

-¿A que te refieres con eso?

Tom intentó ser mas explicito.

-¿No está enferma, verdad?

Clark frunció el ceño. Se acomodó los lentes.

-¿Lo dices por su continua tos?

-Eso y lo taciturno de su conducta. En estos días ha estado… no sé… como algo distante.

-Bueno, Thomas, es… comprensible. Está así por lo del hijo de Luthor.

Tom guardó silencio. Pensó un rato.

-¿Mamá siente culpa por haber matado a Luthor? – preguntó.

Clark suspiró. Miró a su hijo.

-Todos los días de su vida – confirmó – pero si no lo hubiera hecho, Luthor me habría matado a mí y destruido al mundo. No había otra opción.

El silencio fue rey entre ambos por un largo momento. Tom miró a la casa. Lois hablaba por teléfono en ese momento mientras fumaba.

-No deja el maldito vicio – comentó.

Su padre asintió. Echó un vistazo a su esposa, preocupado.

-Si no deja de fumar, las cosas pueden acabar mal – siguió diciendo Tom - ¡Me da rabia que no se cuide!

-Te entiendo, Tom… me pasa lo mismo.

-¿No puedes hacer algo al respecto?

Clark suspiró ruidosamente.

-Como hacer, lo único que puedo hacer es insistirle en que vaya al medico…

-¿Ya la chequeaste por las dudas con tu visión de rayos X?

Clark no contestó. Volvió su atención al tractor.

-Creo que arrancara ahora – comentó – Mira que este tractor tiene sus años…

-Papá, estas evadiéndome.

-No. No lo hago.

-Sí, sí lo haces.

-No lo hago.

-Sí lo haces. Hablábamos de mamá y me sales con este tractor de mierda. ¡Si eso no es evadir una conversación!

-Thomas Jonathan Kent… ¡Cuida tu lenguaje!

-¡Y un cuerno! ¡Papá, mamá no está bien de salud! ¡Tenemos que hacer algo! ¿Qué tal si lo de la tos empeora? ¿Y entonces?

-¿Acaso no crees que me he hecho la misma pregunta? – estalló Clark - ¡No hay día que no pase en que ese pensamiento no me torture! Tengo mucho poder y, sin embargo, no me serviría para curarla de una posible enfermedad. ¡Todos los días pienso en ello, maldita sea!

Enmudeció. Bajó la mirada un momento.

-Hijo, si supieras lo difícil que es ser lo que soy – continuó diciendo, al rato – Si te hicieras a una idea aproximada de lo que significo para este mundo… entenderías el porque de mi impotencia ante esto. Yo… puedo mover montañas, puedo desviar ríos de su cauce… puedo volar a la Luna y volver, pero NO puedo curar enfermedades – miró a su hijo directo a los ojos – Si tu madre… si ella enferma de… algo malo… yo no podría hacer NADA. ¿Entiendes? No podría… salvarla.

Clark volvió a enmudecer. Miró a su esposa, que seguía dentro de la casa.

Tom no dijo nada por un rato. También volvió la vista hacia su madre.

La observaron toser otra vez.

-Papá, no puedo imaginarme lo que es ser tú – dijo el joven al fin – Yo… siento mucho haber sido bruto y malhablado con lo que dije, pero… pero creo que mamá debería ver a un medico. Ahora – su voz sonó firme – Es por su bien.

Clark asintió. Se volvió a limpiar las manos con el trapo, se ajustó los pantalones y se dirigió a la casa.

Tom observó a la distancia. Los vio discutir.

Su madre protestaba, alegando que estaba bien… que no había necesidad de ir a ver a ningún medico.

Aquello desató el enojo de su marido. Le espeto lo siguiente:

-¡Maldita sea, Lois! ¡Tienes una mancha en los pulmones! ¿Eso te parece sano?

Tom se quedó helado, su madre también.

De modo que SÍ la había revisado con sus rayos X.

Él sabía que ella tenía algo encima.

Por eso había evadido la cuestión.

No quería aceptar lo que era evidente.

Cinco minutos después, ambos se subían a su coche y partían hacia el Hospital General de Smallville.