Disclaimers: Este fic participa en el Reto "¡Crossovea… si te atreves!" del foro "Hasta el Final de la Pradera". Se desarrolla en el universo de The Hunger Games (Suzanne Collins) introduciendo personajes y temáticas de la serie televisiva canadiense Orphan Black (creada por Graeme Manson y John Fawcett). Quienes conocen la serie saben que aún no se descubre la verdadera intencionalidad de haber creado a todas estas clones, sólo se ha enunciado la teoría neo-evolucionista del Dr. Leekie (evolución autodirigida), por ello en este fic voy a tomar la idea de la película "La Isla" (2005), en la cual plantean que el fin último de estos clones es la reposición de órganos y tejidos para sus originales.
Sin más, aquí va mi participación.
Orphan Games
Cuestión de Evolución
Año 65:
Ciudad Capitolio – Dyad Institute
Dr. Aldous Leekie (Genetista)
Resulta casi increíble pensar que mis deseos de conocimiento y el anhelo de nuestro tiránico presidente por la vida eterna hayan permitido el más notable avance científico del hombre en toda su historia. Que lo que ayer era apenas un sueño hoy es una tangible realidad, las doce niñas rebosan de vida y buena salud, son aparentemente tan funcionales como cualquier otra.
Perfectas.
Mis maravillosas creaciones.
Lo que me indigna fue la decisión de Snow de separarlas, de mantenerlas en entornos diferentes para saber cómo éstos las podían afectar. Hubiese preferido mantenerlas en el laboratorio del Distrito Dos. Separadas, pero bajo observación constante. No despilfarradas cada una en un distrito diferente y con un escaso control de sus condiciones de existencia, él tan sólo ha asignado un monitor a cada una, que da cuenta de cualquier novedad en su desarrollo, pero no es ningún renombrado científico, sino apenas un habitante cualquiera del distrito, deseoso de un poco de dinero extra. Definitivamente el malnacido no entiende nada de ciencia. Por si fuera poco ese absurdo, ha decidido someterlas a la posibilidad de ir a los juegos. No se da cuenta de que todo podría irse por la borda por culpa de sus malditos Juegos del Hambre.
Snow no es capaz de ver el riesgo de que todo se descubra, o peor aún el peligro de perderlas, ciego por el poder, por saberse amo y señor de todo Panem. Porque supone que puedo crear doce más, quinientas más, millones más… a él le da igual, su pellejo no está en juego, como el mío.
No sabe que estas doce chicas son las únicas que habrá por un largo tiempo y a pesar de que le he suplicado que no incluya sus nombres en las cosechas, no me ha oído, irritado porque algunas de ellas han pedido teselas, cree que han querido tentar su suerte, cómo si acaso supieran qué o quiénes son. El que lo tuvieran que hacer sólo responde a las condiciones de miseria a las que ha expuesto a la mayoría de mis chicas. Todas llegaron a los dos años a los orfanatos de los distritos. Todas, excepto Rachel, que fue adoptada tras nacer por los prominentes científicos Ethan y Susan Duncan, padres del proyecto. Los cuales a cambio de tenerla prácticamente renunciaron a su ciudadanía capitolina y se mudaron al Distrito Dos. La pequeña Rachel fue la más favorecida de todas, hasta la súbita muerte de sus padres.
Snow está al tanto de que, en un arranque de locura al acercarse el decimosegundo cumpleaños de Rachel y serle negada la vuelta al Capitolio junto a la niña que ha criado como suya, Ethan incendió intencionalmente el laboratorio subterráneo del Distrito Dos, acabando con la vida de su esposa, la suya propia y arrasando con todo el genoma original del Proyecto Leda. Rachel, que participaba en la prueba para nuevos aspirantes en la academia de su distrito, se salvó de una muerte segura. Si bien el presidente sabe que el laboratorio fue destruido, no tiene idea de que Duncan nunca nos consignó soporte alguno sobre sus investigaciones, que se llevó todo indicio, todo procedimiento, todo avance consigo. Para tener éxito debemos partir desde cero nuevamente y sin él, además sin el genoma original, es prácticamente imposible. Puedo clonar a cualquiera, ese procedimiento lo he podido replicar antes, pero hacerlos resistentes, con un sistema inmune mejorado, un coeficiente intelectual notablemente superior y una capacidad de sanación mayor al común de los mortales… eso… eso sólo lo replicaría Ethan. Si tan sólo tuviese las pistas necesarias. Si hubiese permanecido como una sombra tras él, si hubiese notado toda la tensión y el miedo, todo el amor que sentía por su Rachel. Todo, todo se pudo haber evitado, más aún si Snow entendiera razones. Pero no es así y no será así.
Por primera vez en lo que parecen miles de años, me siento a ver la televisión. Por primera vez en décadas volveré a sintonizar una cosecha. Estoy temblando, pues temo por el destino de cada una de las chiquillas que este año se suman a la lista de elegibles: Allison, Antoniette, Aryanna, Cosima, Elizabeth, Helena, Jennifer, Katja, Krystal, Rachel, Sarah y Veera. Mis doce chicas...
Distrito 2
Rachel Duncan – 12 años.
Lo perdí todo en el incendio del laboratorio que tú provocaste, papá. No te importó llevarte a decenas contigo, pero me dejaste a mí. Me dejaste sin nada, me quitaste a mamá, a mis amigos, mis oportunidades de tener una vida digna, de no ser una miserable huérfana más.
Han pasado casi tres meses y no me acostumbro a estar confinada en una pequeña habitación que debo compartir con cinco niños más. Las lágrimas se me han acabado y me he prometido no volver a llorar jamás, sobre todo ahora que ha llegado otra huérfana y me doy cuenta de lo patética que fui, me juré a mí misma que no volveré a dar lástima. No quiero ser como la chiquilla nueva, no quiero andar llorando por los rincones, escondiéndome para que nadie me vea. No más. Ahora a todos los miro de frente demostrando el evidente desagrado que me provoca verme obligada a permanecer aquí, con ellos.
Tú y mamá no son más que recuerdos, a pesar de todo lo bueno que me dieron, de sus afectos y buenas intenciones, ustedes no están y no gano nada llorando como una bebé, se acabaron mis ventajas y comodidades, no seré nunca más la pequeña reina del laboratorio Leda, a quienes muchos rendían pleitesía, todos se han ido e incluso las ruinas fueron clausuradas hace días y se llevaron a todos los sobrevivientes que venían del Capitolio. Me ofusca y me llena de ira saber que por tu culpa cambió todo de un momento a otro. Nunca podré perdonarte…
No sé hasta qué punto fue buena idea que me contaras la verdad de mi existencia si ibas a dejarme sola, papá. Hay once chicas idénticas a mí en los demás distritos y no somos hijas de nadie. ¿Qué chica de doce años puede vivir con eso? ¿Cómo lograrlo si ni siquiera tengo alguien con quien compartir este secreto? Si se lo digo a alguien no tardarían en encerrarme por loca. Y sin embargo no dejo de soñar con esas chicas, esas que tal vez estén tan solas como yo, que necesiten de alguien que las ayude a comprender qué son... Lamentablemente no soy yo esa persona, pues te largaste antes de explicármelo bien…
No dejo de soñar con esa última conversación que tuvimos papá. No dejo de soñar con esa vida en el Capitolio que me prometiste, llena de lujos, de diversiones... No puedo perdonarte, porque me dejaste sola cuando pudiste llevarme contigo, contigo y con mamá. ¿Por qué se me ocurrió participar en el concurso de la Academia? ¿Por qué lo permitiste? ¿Por qué me abandonaste a mi suerte en este distrito miserable, cuando me enseñaste a soñar en grande? ¿Por qué, papá? ¿Por qué me hiciste esto?
La cosecha pasó para mí sin pena ni gloria, no me ha afectado, lo cual si a ver vamos es, quizás, un indicio de que la vida volverá a sonreírme. Eso quiero creer. De eso trato de convencerme. No iré a los Juegos del Hambre ni aunque salga cosechada pues aquí siempre hay chicos entrenados que dan su vida por largarse a la arena en busca de honor y gloria. Y yo no soy una de ellos, no corro verdadero peligro. ¿Por qué no viste eso si eras tan listo, Ethan?
Artemis y Giancarlo se empeñan en luchar en las camas superiores de las literas, alborotando a los otros dos que son más pequeños, mientras que Lindsay se cubre los oídos con los puños y gruesos goterones invaden sus mejillas, aparto la vista de inmediato, nada de lo que pueda decirle la convencerá de que el dolor cesará alguna vez. Me concentro en mirar las desvencijadas tablas que sostienen la colchoneta sobre la que en este momento salta Gene, pequeñas partículas de polvo caen sobre mí, pero decido pasarlas por alto, pues trato de concentrarme en los pasos que escucho en el pasillo adyacente, alguien se acerca rápidamente arrastrando los pies por lo que sé, sin lugar a dudas, que es la anciana señora Kimble, arriba los cuatro bribones siguen haciendo de las suyas riendo y divirtiéndose de lo lindo. Sonrío internamente, espero que la vieja los azote hasta el cansancio, a ver si aprenden que las noches son para dormir en paz.
Sin embargo, cuando la puerta se abre, me sorprende ver entrar tras ella a dos enormes agentes de la paz, entiendo y de hecho celebro que castigue a los indisciplinados, pero no es necesario exagerar llamándolos a ellos. Inmediatamente cesan las risas, los saltos, todo. Todo, excepto los hipidos de Lindsay, que ni se da cuenta de lo que está pasando, me siento sobre la cama, mirando con los ojos muy abiertos las relucientes armas, el impoluto y atemorizante uniforme.
—Es esa…— Dice la mujer torciendo el gesto y señalando directamente hacia mí. Inmediatamente me levanto y la miro a los ojos antes de replicar:
—¿Qué… yo qué?
—No te hagas la tonta, mocosa.— Grita la vieja, haciendo temblar a todos mis compañeros. Sin embargo sigo firme y sin parpadear, no me da miedo. Por lo menos no ella. —Vete ya. No sé por qué te buscan pero seré feliz de no volver a ver tu engreída cara más nunca.
Me aterra irme con ellos, pero no le daré a la vieja la satisfacción de rogar por su ayuda. Le dedico la más fría mirada de la que soy capaz y salgo de la habitación escoltada por los agentes, no me llevo nada porque no tengo nada. No me despido porque no tengo a nadie. No lloro porque el orgullo lo impide. Tan sólo avanzo hacia lo desconocido, una vez más...
Distrito 8
Helena Maslany – 12 años.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
—¡Helena! ¡Helena! ¡Cría estúpida!
Sus gritos me advierten que viene de mal humor, otra vez. Y no hago más que encogerme en el suelo lo más que puedo, ocultando mi rostro, temblando. Tengo miedo, de nuevo viene hacia mí y no será gentil, lo sé. Nunca lo ha sido.
Cuando me escogió del orfanato, hace dos años me creí afortunada, creí que mi vida cambiaría para mejor, no imaginaba que la estrafalaria mujer cubierta de collares de cuentas, que me sonreía tan agradablemente, estaría más loca que una cabra. "Eres una hija de Dios. De Dios Padre. Sólo tú Helena. Sólo tú. Las demás son una aberración y es tu deber eliminarlas. Pecado. Pecado, son obra del demonio…" ¿Qué diablos se supone que debo hacer con eso? Aprendí las plegarias que me obliga a recitar día y noche. No salgo de aquí, no hablo con nadie, obedezco todo lo que me ordena... Y aun así no me he ganado ni un ápice de su confianza.
Me cuesta convencerme a mí misma de llamarla, pero es preferible que me encuentre lo antes posible, a que conforme pasen los minutos aumente su mal humor. Apenas levanto el rostro y la voz para decirle:
—Señora, Maggie. Estoy aquí.— Justo dónde me ha dejado atada, asegurando que no pueda ir a ninguna parte. Cada vez que sale me ata, casi desnuda, a pesar de que jamás he intentado huir. A veces siento que es capaz de escuchar mis pensamientos porque, definitivamente, si se presentara la oportunidad me largaría de esta casa.
—¡Por supuesto que estás aquí! Precisamente por eso te tengo atada. Para que no te vayas. Para que no huyas.— Repone dirigiéndose a grandes zancadas hasta mi ubicación, a cada paso me encojo más y más... Sé lo que viene aunque no haya hecho nada malo para ocasionarlo.
—Nunca lo haría, señora Maggie.
—¿Crees que me engañas, estúpida chiquilla? —me sujeta con rabia del pelo, que apenas está creciendo pues me lo cortó todo a principios de abril, las lágrimas acuden rápidamente a mis ojos, lo cual parece agradarle, pues un atisbo de sonrisa eleva casi imperceptiblemente las comisuras de sus labios.
—Tengo hambre… — Susurro inaudiblemente. Y me estremezco al notar que me ha escuchado.
—Sólo en eso piensas —escupe con evidente rencor. —Pues harás ocho horas más de ayuno, Helena. Y reza, reza por tu alma. Pídele a Dios las fuerzas que necesitas para cumplir tu misión. Debes acabarlas a todas.
Las heridas en mi espalda apenas han sanado. Ahora son las de mis tobillos las que están en carne viva. Necesito que me suelte, que me desate, haré lo que sea. Así que empiezo a rezar en voz alta, mientras ella se aleja, dejando la puerta abierta para poder escucharme desde el fogón, donde comienza a preparar la comida.
—Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús...
N de A: He aquí el primer capítulo de mi fic, una breve introducción, pues tengo pensado hacer un fic corto de unos seis capítulos. Sus opiniones, sugerencias, críticas serán bien recibidas.
Traté dentro de mis posibilidades de mantenerme lo más fiel a las personalidades de los personajes, aunque son mucho más jóvenes.
Stelle
