Mini-Albertfic AU época actual en la preparatoria "Lakewood" donde Candy es la profesora de Albert. Inspirado en la canción "Si tú me miras" de Alejandro Sanz para el Reto musical 80s y 90s. Es la primera vez que participo en un reto, así que a ver qué tal sale... deseéme suerte! y porfa comenten!
Los personajes pertenecen a Nagita e Igarashi.
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Al terminar el ensayo del coro de la preparatoria "Lakewood" el salón de música quedó vacío, salvo por dos siluetas que se refugiaban en la penumbra.
-Qué fácil decir te quiero cuando estamos solos -dijo Albert, abrazando a Candy contra su pecho. El uniforme escolar le sentaba maravillosamente, con la camisa blanca, el saco marino y los pantalones a cuadros escoceses.
-Lo difícil es hacerlo cuando escuchan todos -contestó Candy, dando un paso hacia atrás y mordiéndose la uña del pulgar-. Sigo sin comprender cómo es que hemos llegado a esta situación. Soy tu maestra de instituto, siete años mayor que tú… y me he enamorado como una chiquilla.
Albert acarició la mejilla de Candy y dijo:
-Es el destino. No tengo otra forma de explicarlo.
-Ha sido una debilidad mía -dijo Candy, llena de culpa.
-¿Debilidad? ¡No lo dices en serio! Hemos tenido que ser tan fuertes y valientes para estar juntos… ¿O ya se te olvidó que me hiciste esperar hasta que cumplí los dieciocho para besarnos?
-¡Ay, Albert! -dijo ella y se cubrió el rostro con ambas manos.
-Creíste que con eso me olvidaría de ti.
-Sí, pensé que con eso sería suficiente para tomar distancia y entrar en razón. No lo hice solo por ti, también por mí, pero no pude sacarte de mi corazón. Es que… si tú me miras… si tú me miras…
Candy fue incapaz de terminar la frase, pero Albert sabía muy bien lo irresistible que era estar juntos.
-Vamos, Candy, nuestro amor nos hace fuertes. Así como tú enseñas música que no tiene palabras, yo te enseñaré a decir te quiero, sin hablar, mientras tengamos un secreto que ocultar.
Albert, a pesar de su juventud, entendía lo peligroso de esta relación, especialmente para Candy. La locura de quererla como un fugitivo lo había hecho distanciarse hasta de sus amigos, que no podrían entender esa relación.
Curiosamente, cuanto más crecía la injusticia, más grandes eran las ganas de luchar por su amor.
Candy miró a Albert. Era un muchacho muy maduro para su edad. Desde la primera vez que lo había visto en un festival escolar, tocando la gaita y vestido con el traje tradicional escocés, había quedado impactada por la dulzura de su rostro, pero no imaginaba que algunos meses más tarde, él tendría el atrevimiento de cortejarla.
Al principio había tomado sus halagos y pequeños regalos como un intento de ganarse una buena calificación, pero pronto la mirada persistente de Albert logró inquietarla y remover sentimientos que no eran apropiados entre una maestra y su alumno menor de edad.
Aunque había intentado hacer como que no sucedía nada, Candy pasaba grandes apuros porque lo que ella callaba, lo gritaban los rubores encendidos en su rostro cuando estaba cerca de Albert. Lo peor era que él se daba cuenta y lo hacía notar con sonrisas suspicaces.
Así que los rubores de una y las sonrisas del otro se convirtieron en palabras de un lenguaje nuevo construido solo para ellos, amantes perseguidos que tenían que esconder su voz.
La situación había sido tolerable mientras la atracción creciente entre ellos era algo no hablado. Todo el teatro y el disimulo se acabó para Candy cuando debió ser chaperona en un campamento escolar, en las colinas cercanas a la preparatoria "Lakewood".
Albert había buscado un momento a solas para declararse a Candy. La oportunidad llegó cuando el grupo buscaba leña para la fogata al anochecer.
En una de las colinas, a la luz de las estrellas, Candy creyó estar sola y se detuvo a mirar la luna. Cuando se dio cuenta de que Albert estaba a su lado, tuvo un sobresalto enorme.
Él se había acercado con decisión y, sin perder un momento, había dicho:
-Estoy enamorado de usted… de ti, Candy. Si he tardado tanto en decírtelo es solo porque quería estar seguro de que tú también sientes lo mismo por mí. Y ahora no me queda ninguna duda.
Candy no había podido desmentirlo y le rogó que se olvidara de ella por el bien de los dos. Con lo que no contaba era con el temple de Albert, que le dijo:
-Sé que piensas que para mí esto es un juego, pero te aseguro que no lo es. Pídeme la prueba que quieras de que mi amor es sincero.
Fue entonces que Candy lo había hecho prometer guardar la distancia hasta que cumpliera la mayoría de edad.
-¿Significa que cuando cumpla dieciocho podré besarte? -había respondido Albert, dejando boquiabierta a Candy. Y ella, en su desconcierto, aceptó el trato.
Ahora, al recordarlo, Candy volvía a sentir un acelerón en el corazón. Pero no debido al primer beso, secreto y arrebatador, que habían compartido en el cumpleaños de Albert, hacía algunos meses… sino por que se acercaba el plazo de cumplir otra promesa hecha a Albert: Después de la graduación, cuando ya no fueran más alumno y maestra, harían el amor por primera vez…
