Capítulo I – Prólogo
Era una noche de tormenta en el pueblo de Oia en las afueras de Atenas, recuerdo estar observando por horas la lluvia caer en la cima de la montaña, pero de pronto los rayos normalmente azules se volvieron dorados, casi amarillos, en ese momento pasaron mil cosas por mi mente pero jamás imaginé que ese día conocería a la persona más importante de mi vida, Aioros.
No pude contener la curiosidad de saber que sucedía en la cima de la montaña, sabía lo peligroso que podía ser al ver caer los rayos, pero era como si con cada impacto con la tierra me estuviese llamando más y más fuerte.
Caminé durante aproximadamente 25 minutos, llegar a la cima de la montaña no resultaba nada sencillo a pesar que Oia es una pequeña isla; tuve que atravesar las colinas que a medida que seguía lloviendo se inundaban de barro, luego la parte más difícil no consistía en caminar, sino en escalar un pico de unos 15 metros de alto, en situaciones normales los habitantes de Oia estamos acostumbrados a escalar pero con un clima tan fuerte se complicó muchísimo la situación.
Estaba a punto de llegar a la cima y para mi sorpresa mientras mas me acercaba, podía notar que el rayo que venía del cielo impactaba con un rayo que salía de la tierra. En ese momento para mi era imposible saber que se trataba de un "Athomic Thunder" de Aioros.
Casi en la cima entre los nervios, el miedo y la curiosidad, sentí un fuerte relámpago que me hizo perder el equilibrio y con las rocas tan húmedas caí al precipicio. Grité una sola vez, cerré los ojos aceptando mi destino, mi inevitable muerte producto de una innecesaria aventura. Si me encontré con mi destino aunque no de la forma que yo esperaba, no llegue a sentir el golpe letal y cuando abrí los ojos solo podía ver una imagen borrosa por las gotas de lluvia que caían en mis ojos, quizás entre lluvia y llanto pude ver a un chico de pelo castaño tenía unos protectores en los antebrazos y en el pecho de color marrón, me miraba y por el movimiento de sus labios estoy segura que me decía algo, algo que ya no puedo recordar y mis ojos se cerraron.
Cuando volví a abrir los ojos la noche y la lluvia ya se habían ido, pero yo seguía en la cima de la montaña sobre una pequeña cama hecha de algunas hojas que habían quedado sueltas en el lugar, frente a mi solo puedo ver los restos de lo que seguramente fue una fogata para calentar mi cuerpo durante la noche, entre el shock y la claridad de la mañana me preguntaba constantemente si lo de anoche fue solo un sueño ¿Realmente estaba en la cima de la montaña? Entendía que a esa hora mi destino sería ser encontrada al pie de la montaña sin vida por algunos lugareños, por supuesto no habrían sabido a donde llevarme, nunca conocí a mi Madre pues murió cuando dio a luz y mi Padre había muerto cuando solo tenía 5 años de edad de alguna enfermedad que por fuerte o débil que fuera, los habitantes de Oia no tienen a dónde acudir.
A pesar de la extinta fogata frente a la que desperté, me sorprendió muchísimo cuando por mi espalda sentí que posaba su mano en mi hombro y con una voz amigable me preguntaban cómo había dormido. Salté de inmediato ante la sorpresa y estaba aquel chico, el que anoche me salvo de la muerte, el que se encontraba en el pico de la montaña que yo tanto deseaba explorar, me miro fijamente y esbozó una pequeña sonrisa para luego decirme.-
- No te haré daño, si quisiera que te sucediera algo te hubiese dejado caer anoche, ¿Sabes? Cuando estabas de aventurera.
En este punto no sabía que esperar, él tomó asiento en la grama frente a mí y desde la distancia me miraba como examinando, pero simplemente a los ojos. A lo que yo le dije.-
- ¿Qué tanto me estas mirando?
Con su mirada aún clavada en mis ojos me contesto.
- Estoy apreciando tus ojos, te he mirado toda la noche y lo único que no había podido volver a ver eran tus ojos.
- ¿Mis ojos? Y, ¿Acaso ya los habías visto? -le dije-
- En el precipicio, cuando te sujeté los abriste por unos segundos, y fue suficiente para querer volver a verlos.
En ese momento por más que lo pensé una y otra vez en mi mente no supe que decirle, y de mi boca solo salió:
- Helena, mi nombre es Helena.
Me miró, y ahora con el gesto aún mas sonriente se puso de pie y me dijo:
- Con que Helena… No estaba entre mis apuestas anoche mientras dormías, pero sin duda es un bonito nombre, yo soy Aioros el chico que te salvó.
Con esas palabras solo pude devolverle la sonrisa, con confusos sentimientos entre la emoción y la vergüenza. En ese momento jamás habría imaginado todo lo que sucedería en nuestras vidas, con solo conocer su nombre… Aioros.
