Advertencia: Los personajes no me pertenecen / Posible OoC / Contenido sexual / Palabras fuertes / Mayores de 18 años /

Resumen: Hinata era la común oficinista de un común empleo, no era persona que resaltará mucho o que pasará desapercibida. Realizaba su vida de forma normal como cualquier neoyorquina. La cara de su antiguo prometido le salia hasta en la sopa y odiaba ver su sonrisa y peor aún, verlo con su futura esposa. Es por eso que decide olvidar su recuerdo metiéndose a un bar, lo que no sabia, es que allí conocería al hermano de su jefe, Sasuke, donde ambos comparten una noche en la cama de este. Pensando que era sólo un hombre más en su vida continua con su vida normal, pero su jefe, Itachi, le manda indirectas de quererla llevarla a su cama y ella no se negaría. Podría una simple mujer tratar con los hermanos Uchihas que querían llevarla por segunda vez a su cama.


—¿Conoces a alguien que quiera casarse? –dijo entre carcajadas Hinata, una simple oficinista de Nueva York, tras considerar la pregunta de su mejor amiga y compañera de trabajo. La buena educación no se le permitió una respuesta más directa —. No, seguro que no.

—¡Pero si casi todas las mujeres quieren casarse! –le espetó Ino —. Todas andamos con el vestido en la cartera.

Hinata la miró sin mucho interés. Tenía sus motivos del porqué odiaba al compromiso y hasta ahora lo quería en mantener en secreto no le interesaba que su círculo de amigos supiera mucho de su pasado, era algo que intentaba borrar pero era imposible y eso lo sabía perfectamente.

—Debiste haber nacido hombre Hinata –Ino se llevó un pedazo de tarta a su boca —. Aun no entiendo tu deseo de permanecer soltera ¿Cuántos años tienes? ¿Veinte?

Negó. La verdad es que ya estaba rodeando los treinta años y no tenía ni un solo deseo de casarse.

—No eres fea como para no conseguirte a un hombre. Puedes tener a cualquiera -. Volvió hablar la amiga cuando terminó de tragar su pedazo de tarta.

Hinata era bella, con su estatura de un metro setenta y tanto, con el pelo color negro con reflejos naturales azules, su cuerpo lleno de curvas proporcionadas de una piel blanca, suave e incluso cremosa. Un rostro de ángel. Pero lo que más resaltaba en ella eran sus ojos color grises.

Aun siendo tan hermosa podía tener a cualquiera menos a uno.

Hinata miró a su amiga, a veces le gustaría ser como ella: rubia, de belleza sin igual, tan alta que competía con una modelo al igual que su figura, los ojos azules almendrados y labios perfectos, su nariz de forma aristocrática. Pero lo que más le gustaba de Ino era su libertad, su personalidad tan alegre y también por su poder de decisión. Cualidades que le hubiera gustado tener.

Si hubiera sido como Ino, en su momento, quizás ahora ya estaría casada.

—¿Hasta cuándo seguiremos con esto? –ya aburrida por escuchar siempre lo mismo.

—Hasta que me digas porque tu rechazo al compromiso.

—Por la misma razón por tu rechazo por las grasas. –dio por terminada la conversación al ver la hora en su reloj y que estaba justo para volver a trabajar.

—Bien señorita esta vez tú ganas. –le siguió el pasó hasta el basurero para vaciar el resto de comida que le quedaba.

Hinata sólo pudo sonreír y negar repetidas veces. Siguió botando su comida, no le gustaba desperdiciarla pero no había logrado probar bocado desde el desayuno y solamente por la fotografía del periódico.

Aun odiaba que él tuviera el control de la relación, cuando no había ninguna. ¿Por qué se había mentido tan adentro de su piel? Tenía que odiarlo por todas las cosas que le hizo pasar, por las humillación, por el rechazo y la rabia.

No debía de afectarle tanto la noticia de que él estuviera nuevamente comprometido, pero la verdad es que aun su estomago se apretaba, la garganta se le secaba y los ojos se ponían lloroso. Lo quería odiar con todas sus fuerza pero ella no podía odiarlo a final de cuentas

Quería olvidar el rostro de él y el de su prometida. Olvidar su pasado a como dé lugar, pero aun los lazos estaban y las heridas aun seguían abiertas.

Necesitaba olvidarse por una noche de él. Lo olvidaría con otros besos, olvidaría todas sus caricias, haría que otro tomara el lugar por una noche, pero sólo por una… porque al día siguiente él nuevamente estaría en todos sus pensamientos.

(…)

Cuando llegaron a la oficina tanto Ino como Hinata tomaron caminos diferentes cada uno a sus puestos para comenzar con el pendiente que habían dejado antes de ir almorzar.

Hinata tecleaba con rapidez sin dejar de ver la pantalla y analizando los datos de unos archivos que se encontraban en su escritorio. Al mover unos centímetros esos papeles salió el periódico de la mañana donde estaba la noticia del reciente compromiso. Nuevamente se le estrujó el estomago, iba a tomar el papel para arrugarlo y tirarlo a la basura pero una gran mano se le adelantó.

—Hyuga –le llamó una voz ronca muy, lamentablemente, conocida para ella. Su jefe.

—¿Si señor Uchiha? –enfrentó la dura mirada del hombre que aun sostenía el periódico.

—Evite distraerse en el trabajo señorita –. Luego lo botó.

Hinata se fijó que esa simple acción había hecho marcar demasiado los músculos de los brazos de su jefe. Quizás era la falta de hombre en su cama, pero su jefe estaba demasiado bien para ella. Los ojos negros al igual que su cabello que contrastaban con la perfecta piel del hombre y su cuerpo era lo que toda mujer necesitaba para estar sumamente satisfecha estéticamente y sexualmente.

No sabía si eran los hombros anchos o las grandes manos o tal vez sus gruesas piernas que dejaba ver a un hombre bastante peligroso en la jungla de cemento pero era lo que necesitaba una mujer para sentirse lo suficientemente protegida contra cualquier cosa.

Eso era lo que necesitaba Hinata: un hombre como Itachi Uchiha; con gran cuerpo, un carácter frio, calculador e inteligente.

—¿Me está escuchando señorita Hinata? –preguntó lo suficientemente cerca como sentir el aroma del hombre. Madera.

Hinata se quedó mirando y guardando en sus memorias como se escuchaba su nombre en la gruesa voz de él. Porque diablos eso era lo más sensual que había escuchado en mucho tiempo.

—Sí… Sí -. Tartamudeó. Nerviosa por la peligrosa cercanía de él —Lo siento. ¿Necesita de algo?

"Que te desnudes para hacerte el amor hasta que ya no puedas gemir mi nombre" hubiera querido escuchar de sus labios pero la realidad era otra.

—Que haga su trabajo….

Él no estaba interesado en ella.

—Lo siento.

—No se disculpe tanto Hyuga.

Luego de eso se marchó. Hinata pudo soltar el aire de sus pulmones y se desparramó en la silla. Se quería dar contra el escritorio, por Dios era su jefe con el que estaba teniendo fantasías y ¡al frente de él, en sus narices! Esperaba que no se diera cuenta.

"Imagínate a tu primo desnudo" se dijo mentalmente, esperando que toda excitación se esfumara pero en vez de ver la cara de su primo vio la de su jefe. Se tiró del pelo, maldito jefe que era condenadamente sexy para una mente tan frágil para ella.

Se puso a trabajar antes de que volviera el jefe para volver a llamarle la atención, como niña de prepa.

Itachi se parecía tanto a su primo Neji, en lo serio y en que siempre estaban tras ella castigándola o regañándola todo el tiempo por no hacer las cosas bien. Hace ya mucho tiempo que no sabía nada de su primo.

Cuando había escapado de casa, se había prometido dejar a toda su familia atrás eso incluía a su madre, a su hermana y a su primo. El primer mes había sido horrible, muchas veces había querido regresar con el rabo entre las patas pero no se lo permitió, no iba a dejarse a volver a humillar por su padre y muchos menos por el hombre que había hecho trizas su corazón.

Luego del tercer mes vinieron las sorpresas para ella, su abuelo le había dejado una jugosa herencia. Una herencia que se había enterado gracias a Neji o sino nunca hubiera sabido de ella, pero como ya estaba económicamente estable en Nueva York no la necesitaba y había hecho un trato con su primo.

Él manejaría toda su herencia, Hinata confiaba plenamente en su primo y conocía en sus habilidades para los negocios.

Aunque al principio, Neji sentía odio hacia su prima porque lo tenían atado a ella por ser su cuidador al ser de la rama secundaria. Ambos fueron a la misma escuela, aunque este era dos años mayor que Hinata siempre la mantenía vigilada.

Pero un dia todo cambio, Hinata había hecho algo incorrecto, estaba deshonrando el apellido Hyuga y él debía detenerla, como obligación. Las palabras subieron de tono y Neji estuvo a punto de golpearla cuando fue detenido por otra mano antes de que llegaran a la mejilla de ella.

Él había defendido a Hinata y amenazado a Neji de que si intentaba tocarla, tendría que pasar por encima de él primero. Días después supo el nombre del salvador de su prima, Naruto, un joven rubio de ojos azules que intentaba defender a todos.

Neji lo miraba desde lejos y pensaba que era un estúpido, la rivalidad entre ellos comenzó aumentar, ambos tenían pensamientos muy distintos y chocaban constantemente, hasta que un día todo explotó.

Ambos se pusieron a pelear fuera de la escuela, nadie se atrevió a intervenir en la pelea.

La pelea duró hasta que ninguno de los dos pudo levantarse. Ambos tirado a un costado, sangrando y respirando agitadamente.

El estar tirado allí, ver a los pájaros volar libres por el cielo y querer ser uno entendía su odio contra su familia.

Hinata se acercó preocupada, no dudo, a su primo y le tomó su cabeza y con su pañuelo le limpio las heridas de la cara, y lágrimas le suplicó que nunca más peleara porque ella lo necesitaba no por ser su cuidador porque era su prima. Y ese día también entendió que su prima no quería ser cuidada quería ser de igual libre que él.

Desde ese momento ambos lograron cuidarse mutuamente.

Neji se sintió con una responsabilidad al recibir toda la herencia de su prima y manejarla, por primera vez sintió miedo que no logrará cumplir con las expectativas de su prima. Pero la dulce mirada de Hinata le dio a entender que el haría lo correcto con el dinero. Y meses después de ese suceso se logró independizar de la familia Hyuga.

Nunca se imaginó que la persona que lo mantenía atado seria su liberadora.

Ahora Neji estaba casado, con una hermosa familia de dos hijos y un trabajo que le gustaba. De vez en cuando se comunicaba con Hinata, para saber cómo seguía con la ruptura de su noviazgo.

Seguía tan sobreprotector como antes.

Terminó las últimas líneas del informe y se volvió a relajar en su silla. Rememorando toda su vida. Se volvió acomodar en su silla para poder darles los últimos toques al informe para enviarlo a la impresora y dejarlo en el pulcro escritorio de su jefe.

Después de esto iría directamente por un trago y un hombre.


No diré nada, ustedes juzguen.