Capítulo 1.- Dueño de su destino

Había pasado ya tanto tiempo en la bañera que el agua se encontraba fría, sin embargo, a Ren no le importaba. Seguía recostado en el borde de porcelana, con los ojos cerrados, pensando en la llamada telefónica que había recibido unas horas antes. No había podido dormir a causa de ello, y ahí estaba ahora, tomando un baño a solo unas pocas horas del amanecer.

Algo en esa llamada lo mantenía incómodo. No era solo un presentimiento sino la certeza de saber que todo aquello que tenía que ver con los Tao no podía traer algo bueno. Y esa era una de las tantas razones por las que Ren odiaba ser un Tao. Odiaba el día en el que su padre había decidido darle su apellido y había transformado su vida por completo.

Esos pensamientos le obligaron a recordar a su madre, una mujer buena y hermosa, cuyo único error había sido enamorarse demasiado de un hombre que no la merecía. Ren lamentaba no poder rememorarla con exactitud, pero estaba seguro de que había sido muy feliz a su lado.

El joven Tao suspiró fustrado. Odiaba ponerse nostálgico, odiaba saber que su vida era un infierno y sobre todo, odiaba sentirse vulnerable. Decidió salir de la bañera y comenzar con su día. No iba a permitir que esa llamada lo arruinara todo.

Ren miró el reloj en la pared: eran casi las seis de la mañana, por lo que se apresuró a vestirse con un pantalón negro formal y una camisa blanca, la cual arremangó hasta la altura de los codos. Cuando estuvo listo, tomó las llaves de su vehículo y salió de su departamento tratando de no despertar a ninguno de sus empleados. Al cerrar la puerta tras de sí, el joven Tao se detuvo, sorprendido al ver a una persona frente a él.

-¡M-Madre..!-

-Buen día, Ren.- saludó una elegante mujer de mediana edad.

El muchacho hizo una respetuosa reverencia y adquirió una actitud de sumisión. La fría imagen de esa mujer siempre le causaba esa reacción, desde la primera vez que la había visto, cuando era un niño pequeño.

-Vine por ti para que tengamos esa charla de la que te hablé anoche, por teléfono.- dijo la dama mirándo fijamente al joven -Sé que no ibas a presentarte a la cita, ¿o me equivoco?

Ren desvió la mirada y apretó los puños. A esas alturas le sorprendía que su familia no entendiera los motivos de su rechazo y alejamiento. La mujer suspiró con resignación

-Es algo muy importante, Ren. Nos involucra a todos en esta familia. Así que me gustaría que tomaras esto con más madurez.

Sin decir más, Ren asintió e hizo una seña a su madrastra para que comenzara a caminar. Ran Tao insistió en que el joven abordara la limusina junto con ella, pero él prefirió ir en su propio automovil. La siguió hasta la mansión Tao, el lugar que había sido su hogar durante muchos años y que le traía recuerdos bastantes dolorosos. Ren no pudo evitar que su semblante se endureciera. Había luchado demasiado por huir de ese sitio y deseaba mantener la promesa de no tener que regresar jamás. Pero ahí estaba.

-Espera un momento, Ren. Vuelvo enseguida.- dijo la mujer antes de salir del recibidor, donde el muchacho esperaba.

En tanto, el joven Tao inspeccionó el lugar. Era tal y como lo recordaba: los mismos muebles antiguos y retratos en las paredes y algunas repisas. Entonces se dio cuenta de que faltaban algunas fotografías. Todas aquellas en las que aparecía Jun, su hermana mayor. La mirada de Ren mostraba un profundo enojo, y a la vez pesar. La echaba mucho de menos. De no haber sido por ella no habría podido soportar su vida en ese lugar. Jun había sido lo único bueno que había tenido.

Ran regresó al recibidor, sacándolo de sus pensamientos. Ella puso una bandeja sobre una pequeña mesa antes de tomar asiento.

-¿Te sirvo un poco de té?- le preguntó a Ren, quien seguía de pie, observando todo a su alrededor.

-No te molestes, madre. Vamos directo al grano.

-¿No puedes disimular tan solo un instante lo mucho que odias esta casa?- cuestionó la mujer, sonriéndo con burla.

-¿Qué ha pasado con las fotografías de mi hermana?

-Fueron ordenes de En. No actúes como si fuera culpa mía.

Ren suspiró frustrado antes de dirigirse a un sofá y tomar asiento frente a la esposa de su padre.

-¿Qué es eso tan importante de lo que debemos hablar?

-Supongo que sabías que tu padre ha estado de viaje desde hace semanas.

-¿Cómo no saberlo? Se extraña su presencia en la empresa.- contestó Ren con sarcásmo. Su madrastra ignoró el comentario.

-Él no ha ido a un viaje de negocios, como todos creen. Él...fue a realizarse algunas pruebas médicas.

-¿Qué ocurre?- preguntó el joven Tao, adquiriéndo un semblante serio.

-Tu padre está muriendo, Ren. El cáncer pulmonar que padece ha invadido ya otros sitios de su cuerpo.

-¿Cuánto tiempo?

-Los médicos creen que con el tratamiento...puede ser hasta un año.

Ren permaneció en silencio durante algunos minutos. Definitivamente, En Tao no era una de las personas que más apreciara en el mundo, pero tampoco le deseaba la suerte que estaba padeciendo.

-Hay algo que tu padre desea antes de morir.- dijo Ran, sacando al joven de su ensimismamiento.

-¿Qué es lo que quiere?

-Quiere verte casado, Ren.

-Es absurdo. ¿Qué interés puede tener en que yo consiga una esposa?

-Entiéndelo. Quiere tener el gusto de ver a su hijo perpetuando su legado.

-Ya ha tenido ese gusto. ¿Acaso lo olvidan?

-¡No es igual, Ren! Además, tú eres su único hijo.

-No sé qué les hace pensar que aceptaré algo como eso.

-Tan solo piénsalo. Permite que En tenga esa dicha.

-Me sorprende que me lo pidan. Tal parece que los años han ablandado el carácter de mi padre. Si hubiese sido antes, me habría llevado a empujones a mi propia boda sin importarle mi opinión.

-Veo que para tí, En sigue siendo culpable. ¿Hasta cuando entenderás que no fue su decisión?

-Tampoco hizo algo por impedirlo. Obedeció al Consejo sin importarle pasar por encima de ella.

-¡Eso fue distinto! ¡Tú eres su heredero!

-¡Ella no tenía la culpa de no ser el varón que ustedes habían deseado! ¡Era su hija, maldición!

Ren se levantó de su asiento y comenzó a caminar alrededor de la habitación. Tener aquella conversación lo había alterado demasiado y usualmente no permitía que los demás percibieran sus emociones. Respiró hondo hasta que pudo calmarse un poco.

-No quiero tener que discutir más esto, madre. Me niego a una boda.

-No me respondas ahora, Ren. Piénsalo con más calma. Piensa que En podrá morir tranquilo si accedes.

El joven Tao no dijo más. Hizo una reverencia y se despidió de su madrastra, y salió apresurado de la mansión. Se sentía demasiado alterado. En su interior, toda la rabia que había acumulado a lo largo de su vida clamaba por ser liberada. ¿Cómo podía su padre hacer una petición así cuando le había causado tanto sufrimiento?

Ren sabía que su vida había sido mejor antes de ser un Tao. Cuando era solo un niño que no sabía que había sido concebido en pecado. Su madre había sido una joven hermosa. No hizo falta mucho para que llamara la atención del poderoso En Tao. Ella entregó todo su corazón a una relación que no tenía un futuro. Ese hombre ya estaba unido en matrimonio y no tenía más que ofrecerle que unas migajas de su amor. Aun así, la madre de Ren lo amo demasiado.

Cuando ella dió a luz a ese bebé, él siguió con su vida como si ellos no existieran. Y a pesar de eso, esa dulce mujer continuó amándolo, casi tanto como amaba a su pequeño hijo. Ren era un niño dulce e inocente, lleno de amor por su madre y era feliz a pesar de no tener a un padre a su lado.

Luego las cosas cambiaron. Su madre se notaba triste y cansada la mayor parte del tiempo y él no sabía lo que ocurría. Después, lo llevó a conocer a un hombre, que más tarde sabría que era su padre. Entonces su madre fue a dar a un hospital. A partir de ese momento, los recuerdos de Ren comenzaron a enturbiarse y poco después, se convirtió en el heredero de los Tao.

Sabía lo que eso implicaba. Estaba consciente de que su vida estaba llena de reglas y restricciones y que él no era dueño de sus propias decisiones. Y lo odiaba. Pero aún así, estaba dispuesto a revelarse contra su destino. Él no iba a ser como Jun.

Su hermana había sido una víctima de su propio destino. En y Ran siempre se lamentaron de su condición femenina. Ambos deseaban un heredero. Pero el parto de Ran había sido bastante difícil y ella había corrido con suerte al sobrevivir de aquello. Después, ella quedó imposibilitada para concebir, y años más tarde, En llevó a su hijo ilegítimo a vivir con ellos, como el heredero de los Tao.

Jun se había mostrado reticente a la llegada de aquel niño. Había decidido que en cuanto tuviese oportunidad, iba a poner en su lugar al pequeño bastardo, sin embargo, cuando Jun lo tuvo enfrente, no pudo evitar sentir pena...y un inesperado deseo de protegerlo. Le bastó ver su carita y sus ojos llenos de lágrimas para quererlo. Ren también llegó a amar a su hermana.

Ren y Jun mantenían un cariño fuerte y una extrema complicidad. Ren era el único que sabía sobre el amor secreto de su hermana. Sabía que deseaban casarse, pero entonces en destino alcanzó a Jun. Por orden de la dinastía, ella fue obligada a contraer matrimonio con uno de sus miembros. No se opusó, y hasta renunció al amor de su vida. Deseaba por lo menos darles gusto a sus padres. Y pronto lo lamentaría, pues como era de esperarse, un matrimonio sin amor no llega a florecer.

La vida de Jun se convirtió en un infierno. Odiaba al hombre con el que se había casado, pues era un mujeriego y un tirano. Ren le propuso ayudarle a escapar, a renunciar a su matrimonio. Él la esperaría en Japón y le daría asilo y protección. La huída de Jun fue un éxito, hasta que su esposo se enteró de su ausencia y la buscó como un loco. La encontró. Y cuando ella lo vió esperándola en el aereopuerto, trató de escapar en su auto, donde la velocidad y un mal movimiento le hicieron perder el control. No sobrevivió al accidente. Fue un golpe terrible para Ren.

En y Ran no parecieron sufrir la muerte de su hija, sino la deshonra de sus actos. Se avergonzaban de lo que había tratado de hacer. No merecía ni cariño ni respeto. No lloraron su muerte. En lugar de eso, se empeñaron en pretender que no era más un miembro de esa familia. No volvieron a mencionarla. Ren no había podido perdonarles eso y se convirtió en la gota que había derramado el vaso. Él no deseaba vivir más junto a sus padres, no quería vivir más bajo sus reglas. Y hasta ahora lo había cumplido.

Lo ocurrido esa mañana era algo inesperado. A pesar de las circunstancias, Ren no iba a obedecer a las exigencias de su padre. No iba a cometer el mismo error que su hermana. Él iba a ser dueño de su propio destino.

0/0/0/0/0

Como se habrán dado cuenta, este es mi primer fic de Shaman King. Hacía ya algunos meses que deseaba comenzar a publicarlo, pero mis oblicaciones no me lo permitían. Ahora es una realidad.

Espero que les guste el fic. Se lo dedico con mucho cariño a ire yamichii, a quien considero la reina del RenxTamao y que es una gran inspiración.

¡Nos leemos pronto!