(Caminaba con sus compañeras por una calle poco transitada.
No debía tener más de dieciséis años.
-Yo quiero hacer odontología.-
Hablaban de lo que estudiarían al acabar el instituto. )
Las imágenes le llegaban un poco borrosas. Se dio la vuelta en la cama pero no despertó.
(De pronto, su amiga Emily soltó un gritito de emoción señalando hacia su espalda, todas se apresuraron a mirar y a reír escandalosamente, todas menos Jean, que ya estaba acostumbrada a lo guapísimos que le parecían el noventa por ciento de los chicos a su amiga.
-¡Jean por Dios este tienes que verlo!- Ella se dio la vuelta por fin, entre escéptica y divertida.
Y lo vio.
El chico estaba de espaldas, una sedosa cortina de pelo rubio platino le llegaba a los hombros.
Ella era una chica alta, pero él le sacaba la cabeza y, aunque odiaba reconocerlo, tenía un cuerpo impresionante.
Entonces él se dio la vuelta con un seductor movimiento de cabeza y dos ojos fríos y grises se clavaron en los suyos.)
Jean Granger despertó sobresaltada.
Habían pasado casi veinte años desde entonces y seguía apareciendo en sus sueños cada noche.
Volvió a darse la vuelta para quedar así de espaldas a su marido y tener más privacidad.
¿Qué habría sido de Lucius Malfoy?
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Hermione estaba sentada en el aula de pociones. Asignatura que volvía a enseñar Snape, ya que tras la batalla de Hogwarts, de la que casi no sale con vida, no quería volver a dar defensa contra las artes oscuras.
Estaba concentrada en su trabajo como siempre, cuando el profesor pasó como una sombra a su lado, para colocarse detrás suya, y así, observar lo que hacía.
Todo pasó muy rápido.
Ella, a diferencia de los demás, nunca había tenido problemas para concentrarse bajo la intimidante mirada de Snape.
Pero esta vez, no podía dejar de notar la proximidad del hombre. Sus manos comenzaron a temblar.
Él, notando el extraño nerviosismo de la muchacha, se acercó un poco más, hasta que ella pudo notar su lenta respiración acariciando su nuca.
Empezó a notar el atrayente, y hasta ahora desconocido, olor del profesor.
Esto le afectó de forma tan intensa que, de repente, no era capaz de recordar cuál era el siguiente paso en la elaboración de la poción que hasta hacía un momento tan bien llevaba.
-¿No se acuerda como sigue?- Susurró Severus muy cerca de su oído.
Ella se ruborizó ligeramente mientras intentaba hacer un esfuerzo por recordar, pero era inútil.
-Cinco puntos menos para Griffindor.- Dijo él con la misma suavidad.
El final de la hora sonó y la chica se apresuró a salir de la vieja mazmorra, sin siquiera protestar.
¿Qué demonios me está ocurriendo? Pensó enfadada cuando pudo volver a razonar.
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