Abrió los ojos sorprendido. Su habitación estaba a oscuras y no se escuchaba absolutamente nada.

¿Qué había sido eso?

Recordó con perfección como los labios de ella se posaban en los suyos en un delicado beso. Los labios de una sangre sucia, de Hermione Granger.

Se levantó intentando olvidar aquello sin éxito. Todo le hacía recordar a ese sueño espectacular y su cabeza le ordenaba que lo hiciera realidad. Pero él no podía, sería asqueroso besar a una sangre sucia.

Durante semanas soñó con esos dulces y carnosos labios. Espiaba a Hermione a escondidas. Ella no tenía nada de fenomenal. Sus ojos castaños eran demasiado grandes para su rostro —aunque aquello le daba un aspecto tierno e inocente—, su cabello caía en rizos desordenados —pero a diferencia de años atrás, ya no estaba tan desastroso— y su ropa —demasiado grande para ella— no dejaba ver su cuerpo. Era una chica sencilla.

Después de un tiempo logro olvidar eso y seguir normal, hasta aquel día.

Ella estudiaba con la cabeza metida en el libro, y él solo jugaba con su pluma mientras sus amigos terminaban sus deberes, pues él ya los tenía hechos. Decidió levantarse por algún libro en lo que Blaise y Theodore terminaban, pero en el camino choco con Hermione tirándola al suelo.

— Fíjate por donde vas, Malfoy —le espetó la castaña molesta.

Él ignoro su comentario y le extendió una mano para ayudarla. Cuando ella la tomó, él la jaló hacía arriba, pero la fuerza con lo que lo hizo provocó que ella chocara con el cuerpo del rubio. Él no se pudo resistir y le levantó el rostro con su otra mano.

Antes de que alguno de los dos pudiera reaccionar el estampó sus labios en los de ella. Comenzaron un dulce vals suave y tierno. La lengua de él empezó a jugar con la de ella delicadamente.

Aquello era mejor que en su sueño.

Lo que más le sorprendía al rubio era que ella le estuviera respondiendo el beso. No supieron cuánto tiempo estuvieron así, solo que aquel era el paraíso en el cual jamás habían estado.

— Siempre tuve deseos de besarte —le confesó ella avergonzada en cuanto se separaron.

— Yo llevo meses deseando lo mismo.

Aquellos labios cálidos se volvieron a poner sobre los de él y se besaron de nuevo. Él solo podía pensar en lo suertudo que era en poder besar aquellos dulces labios color durazno.