Aquí estoy, escribiendo sobre el amor (se podría decir que nuevamente?). Siempre he creído que estos dos debieron terminar juntos; se me hace una pareja tan perfecta el uno con el otro…

1. Amor a primera vista (por Neville)

Fue tan vergonzoso cuando la conocí. Ella estaba sentada allí, en el más solitario vagón de todo el tren. Cuando entramos, se que me miró primero a mí, se que me dedicó una sonrisa; y yo solo pude ponerme rojo y atragantarme con las palabras… Tal vez pensó que era un tonto, porque ella permaneció en silencio el resto del camino, solamente levantando ocasionalmente su vista sobre las gafas de mil colores; y al mismo tiempo yo, completamente rojo y sin atreverme a hablar, me la pasé observándola de reojo: sus ojos enormes y expresivos, siempre soñadores; su cabello dorado, que reflejaba la luz; su boca, que sin proponérmelo me hizo soñar besarla… ¡No puedo creer que dije eso! Seguro que jamás estuve tan rojo en toda mi vida.

Cuándo llegamos al colegio, subiéndonos todos juntos en aquellas negras carrozas, ella se sentó a mi lado. Podría jurar, aún ahora, que lo hizo adrede, que procuró siempre que fuera así. Yo reunió valor y le sonreí a medias, mientras ella tenía la vista fija en su revista, colocada al revés. Entramos al colegio en silencio, ella y yo, apartados de las risas que soltaban, casi como siempre, Ron, Harry, Ginny y Hermione.

Yo fui el único que se despidió de ella al entrar al gran salón, aún con la cabeza baja y sin poder verla directamente. Ella me sonrió, de la forma más genuina que he visto a alguien sonreír, y se alejó con ligeros y hermosos saltos disparejos. Pensando aún en ella, me senté junto a Ginny; la ceremonia comenzó en ese momento…

Había pasado un mes, y poco a poco logré comenzar a acercarme a ella. No se de donde reuní el valor para hablarle, pero pronto comencé a contarle mis problemas y ella los suyo; se sentía tan bien. Ella me miró con otros ojos, más dulces, tan llenos de confianza y de aprecio; si soy sincero, soñaba una y otra vez con el momento en que pudieran volverse de amor. Yo sabía que no debía darme falsas ilusiones, que nadie se enamoraría de un inútil inseguro como yo, pero no podía evitarlo.

Me senté junto a ella en el almuerzo, riendo en un rincón alejado de la mesa de Ravenclaw. Nadie jamás nos molestaba allí, pero tampoco nos dirigían siquiera la mirada; era la más fría indiferencia de los miembros de aquella casa. A Luna no le importaba, me dijo que era porque yo estaba allí; eso me hizo sentir bien, me hizo sentir, por primera vez en mi vida, como si yo importara realmente, como si yo realmente fuera importante para ella.

Con el Ejército de Dumbledore nos unimos aún más, nos hicimos inseparables. Solamente ella y yo, por siempre, era lo que me decía durante las noches (siempre soñando con sus ojos, sus labios, sus besos…) aunque en el día siempre estuviéramos rodeados de aquellos amigos. Por momentos, aunque jamás me atreveré a decirlo en voz alta, deseaba que nos dejaran solos.

Pero Luna era feliz, demasiado feliz. Eso me alegró. Su sonrisa tan pura, que solo se asoma entre su mirada perdida en tan contadas ocasiones, ahora siempre estaba fuera. Ese amor, que en un tiempo fue solo enamoramiento, ahora se hizo profundo cuando logré verla en todo su esplendor, siendo feliz, siendo ella misma sin temor a los prejuicios y las malas habladurías…

Fue amor a primera vista… Desde que me senté en el tren, desde que la vi con sus espectogafas, aunque ella solo viera a un joven inseguro e inútil…

1. Primer amigo (por Luna)

El me miró, aunque pensará que no me había dado cuenta, pero sé que el me miró. Desde que entró en el compartimiento, nunca despejo sus ojos de los míos, que perdidos divagaban por todos lados, sin ver realmente a nada. Solamente me interesaba saber porque me miraba, sin decir una palabra; tal vez tenía miedo, tal vez me consideraba una loca, tal vez tenía curiosidad sobre mí. Esos eran demasiadas posibilidades, incluso para mí debo decir.

Se sentó junto a mí en el carruaje, pero aún así no dijo una palabra. Yo dejé de prestarle atención, al menos en apariencia; comencé a leer distraídamente, mientras Ginny, Harry, Ron y Hermione platicaban distraídamente. El tiempo se pasó muy lentamente para mi propio gusto, pero finalmente se divisaron las enormes y negras puertas del castillo: siempre me han parecido como de prisión, como si fuéramos convictos rumbo a su condena. Eso sería divertido…

Cuando llegaron al comedor, todos corrieron hacia sus respectivas mesas, sabiendo que seguramente los de primer año ya vendrían subiendo las escaleras principales. Acostumbrada a estar sola, no reparé en que alguien se quedó parado a mi lado; Neville esperó hasta que me diera cuenta de su presencia, antes de hablar con voz ligeramente temblorosa. "Hasta la otra, Luna" me dijo simplemente, antes de caminar a su mesa.

Yo me quedé viéndole, antes de sentarme en un rincón alejado de mis compañeros…

Las horas pasaron, convirtiéndose en días, semanas… Neville comenzó a hablar conmigo; solo el sabe porque, de repente, decidió confiar el mi, contándome todos sus problemas, aquellos que guardó ante todo el mundo (incluido el). Yo no sabía que hacer, así que acabé contándole los míos; poco a poco se ganó mi confianza, mi aprecio, mi cariño.

Era ese amigo que siempre desee, aquel que me escuchara sin criticarme, sin decirme lunática. Eso era todo para mí, tal vez más; tenía la ilusión de ser lo mismo para el, aquella luz al final del túnel que te verá tiernamente y te dirá que todo está bien; quería ser para el su soporte, su mejor amiga.

Los meses se esfumaron frente a mis ojos, pareciendo únicamente borrosos multicolores; todo iba demasiado bien, como cuando la calma llega antes de la inminente tormenta. El ejército de Dumbledore iba la mar de bien, y cada vez se sentía más cerca de ese grupo, a pesar de saber que no pertenecía a él…

Ginny se había convertido, lentamente, en una amiga del alma. Comenzamos a llevarnos mejor, a volvernos demasiado cercanas; pronto, aunque no era mi intención (tal vez, realmente no lo se), dejé de lado a Neville. Pobre, solitario, que pasaba el tiempo mirando en la lejanía… Me sentí mal por él, para preguntarle que le pasaba. Dijo "nada, estoy feliz si tu lo estás"; yo esbocé una sonrisa sincera, el también sonrió, como nunca lo había hecho antes… Nos miramos a los ojos, hasta que el se apartó.

En algún momento de esto, no estoy segura de cual (seguramente algún ser invisible me nubló el pensamiento), la amistad se volvió amor…

Continuará (obviamente, pero no se cuando) …