Disclaimer: Para bien del mudo, nosotras las fangirls y todo lo demás, Katekyo Hitman Reborn es completamente propiedad de Akira Amano. Yo utilizo sus personajes y varias metáforas de su creación sin ningún fin lucrativo.
Cabello.
No podía creer lo que sus oídos trataban de decirle. Usualmente, Gokudera era testarudo en lo que concernía a su cabello, era que él, él y nadie más que él podía tocarlo y quien lo hiciera, por más leve que fuera el roce, se arriesgaba a que el susodicho le volara alguna sagrada parte de su anatomía con un cartucho de dinamita y simplemente todos a su alrededor habían concluido que ni aunque el muchacho estuviese dormido se podían tocar esas hebras color plata que instalaban intriga en muchos.
Pero es que simplemente no podía creerlo, tenía que ser una broma o una trampa para sacarle los sesos. Eso tenía que ser.
—¿Qué no me escuchaste? Muévete y hazlo si quieres que te explique. — Corroboró el italiano, de la manera más cortante, seca y brusca que se le pudo ocurrir escoger de todo su repertorio. De igual modo, no precisamente estaba de buen humor; bastante patético era tener que pedirle un favor el idiota del beisbol. Aunque tampoco era su culpa tener un brazo enyesado y estar imposibilitado para hacerlo por él mismo, pero no por eso dejaba de ser bastante denigrante.
—Yo no...
—¡Oh, por dios! ¡No puede ser que no sepas hacerlo! Sólo tienes que tomarlo todo con los dedos, sujetarlo para que no se caiga, y enredarla, no es difícil. —Acabó la frase más por burla que por cualquier otro motivo en particular. Si sus supersticiones eran correctas y el beisbolista no tenía idea de cómo se amarraba una liga en el cabello, era algo digno de divulgarse por todo el planeta tierra.
—Pero...
—¡Joder, Yamamoto! No voy a volarte la cabeza con dinamita por tocarlo. Te lo... —se interrumpió antes de continuar diciendo palabras tan degradantes -según decía- por algo tan trivial como lo era explicarle la tarea de matemáticas a Yamamoto—... Olvídalo y haz lo que te plazca. —Sentenció para culminar con la charla para después caminar rumbo a la puerta de la habitación del japonés.
Pero a pesar de que las palabras en la garganta de Takeshi se atoraron irrefutablemente, sus instintos le obligaron a correr en dirección al muchacho que estaba por retirarse y abrazarlo por la cintura para evitar que partiera. Gokudera se quedó estático. Esperaba una reacción similar por parte de Yamamoto cuando tratara de retirarse, pero no pudo evitar que un sonrojo involuntario se instalara en sus mejillas por más que se esforzara en erradicarlo.
—¿Seguro que no me matas? Hace dos meses lo hubieras hecho, sin pensarlo. —indagó el mayor rozando los labios contra el oído del Italiano mientras apegaba más crecientemente el pecho a su espalda.
—Tú eres más estúpido de lo que creí —aseguró mientras viraba el rostro para poder verlo a los ojos—. Hace dos meses sólo eras un beisbolista, intento de samurái idiota. —Y no se molestó en solicitar un beso, sólo lo tomó de los labios del guardián de la lluvia, para después girar su cuerpo por completo, enredando sus brazos por detrás del cuello de su acompañante.
—Entonces supongo que podría...
—Ya es tarde para eso, idiota. No tiene sentido hacerlo si se va a volver a desamarrar. —como si fuera un movimiento mecánico que conocía como la palma de su mano, le besó nuevamente, de un modo provocativo y dominante mientras comenzaba a empujarlo en dirección a la cama. Y ahí se iba otro día más sin estudiar en las tardes.
