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Serie: Sobrenatural AU. No capas, no héroes, no vigilantes.

Advertencias: Ninguna.

Summary: Y en la mañana del cuarto día, desesperado y cegado por una furia primal, llegó al mismo punto dispuesto a golpear a cualquier entidad que se le pusiera enfrente, más lo que encontró lo saco de sus casillas, pues afuera de la cueva no había ningún extraño ente, ni siquiera un espectro o criatura de la naturaleza. No. Lo que veía frente a él, sentado peligrosamente al filo de la cueva era en realidad un niño, un pequeño niño que calculaba, no podía tener más edad que la de él.

Notas Previas: Parte dos de éste universo sobrenatural. Esta historia en concreto se sitúa un par de semanas después de los eventos de: EL COLECCIONISTA. Lectura no obligatoria, sin embargo, para entender mejor la trama, solo necesitan saber que los personajes aquí, no son héroes ni tampoco vigilantes; son personas normales, comunes y corrientes pero con una peculiar característica, y es que ellos (tanto Bruce, como Dick, Tim y Damian… etc.) poseen habilidades psíquicas y/o parapsicológicas que los ayudan a la resolución de diversos crímenes que tienen que ver con la inserción de situaciones con carácter sobrenatural; además, en este universo se estarán insertando elementos típicos de fantasía que pueden o no estar apegados a costumbres/folklore/rituales y/o situaciones de la vida diaria, así que si algo no cuadra con la realidad, es intencional. Como último punto, cabe mencionar que esta historia estará centrada mayoritariamente en Damian y que muchas de las situaciones desarrolladas en la historia girarán en torno a él.

Finalmente aclaro que ningún personaje -más allá de los creados por mí- me pertenece.

Sin más que decir, disfruten la lectura.

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El niño se ha quedado dormido con sus ojos cerrados,

Tan lejos de casa.

En el cielo, todas las estrellas velaran por él

Desde las profundidades de la noche. (1)

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El NIÑO EN LA CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS.

Capítulo 01.

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Damian tenía un oído excepcional, cierto; él podía escucharlo todo, desde el bullicioso sonido de la ciudad hasta un suave caminar, desde el canto de los insectos hasta el melodioso aullar del viento, él podía escuchar todo eso. Era como estar siempre en alerta, siempre pendiente, siempre escuchando, siempre atento a cada pequeño cambio en su entorno; más eso no era todo. En sus oídos siempre habría un sonido. Un ruido. Un molesto ruido que no se podía mitigar, del cual no podía escapar, que lo abrumaba hasta el punto de volverse insoportable, que lo hacía rabiar porque no importaba lo que hiciera, Damian no lo podía apagar.

Eran esas voces.

Las voces que llegaban a él desde el más allá, que escuchaba todo el tiempo como susurros en el viento.

Y había vivido así toda su vida. Con esta maldición. Y a éste punto creía que era una habilidad que todo mundo poseía, quizá… aunque a veces se preguntaba si a alguien más le pasaba, si alguien más lo escuchaba, si había alguien más en este vasto mundo que sintiera lo mismo que él; y a veces… solo a veces, hasta sería capaz de olvidarlo, pretender que no estaba ahí, hacer como si no existiera, como si no lo oyera, más otras por el contrario; sería muy difícil ignorarlo.

Pero gracias a eso y a que era capaz de escuchar hasta el más pequeño de los sonidos es que también, podía ser capaz de escuchar la voz con la que clamaban ellos. Sucedía en ocasiones, a veces, sin previo aviso, sin una advertencia, sin avisar; lo escucharía entonces tan fuerte y claro como el sonido que produce el eco, como un profundo eco, como un malestar que aunque físicamente no estaba ahí lo asecharía como una sombra; y la única forma en la que efectivamente lo podría describir sería decir que era como un mal presentimiento, débil y pequeño al inicio, pero tan chocante que sobresalía por sí mismo.

Era una maldición, y lo sabía.

Su maldición.

Y una contra la cual solamente él podía luchar.

Habían sido días tranquilos hasta esa noche. La noche en la que su Padre haciendo gala a su nombre había decidido ofrecer una elegante cena para la recaudación de fondos que serían donados a caridad, y en la que, aprovechando la presencia de la burocracia, lo presentaría oficialmente ante sociedad. Recordaba aún el elocuente discurso del hombre que hablaba con gracia sobre sus planes para mejorar la ciudad, recordaba aún la bebida y abundante comida que eran acompañados por las más exquisitas melodías, más fue al terminó de ese discurso que algo extraño en el salón, capturó totalmente su atención.

Fue pequeño y hasta cierto punto, molesto.

Fue un extraño sentimiento lo que le oprimió el pecho y de hecho, lo que percibió fue realmente un molesto eco, como un zumbido, como un desagradable zumbido en sus oídos, inquietante y resonante; y cuando nadie más lo veía aprovechó el momento para escabullirse hacía el pasillo buscando incesantemente la fuente, más sin embargo su mala suerte le hizo toparse con Grayson que sin mediar palabra lo envió de vuelta al salón donde se llevaba a cabo la elegante recepción.

Había maldecido entre dientes ignorando el ruido magistralmente hasta que estando bajo la luz de las lámparas y el flash de las cámaras mostrando lo mejor de sus modales lo notó nuevamente, débil al inicio, pero con forme la noche caía el extraño ruido iba ganando fuerza hasta volverse un potente repique que taladraba en el interior de sus oídos.

Se mantuvo inquieto mirando fijamente el paisaje a través de la ventana y cerrando los ojos, escuchó atento los sonidos que a sus oídos llegaban, aguardo un poco esperando, solo esperando, pero al comprender que así no descubriría el origen del ruido se puso en pie con dirección hacia el amplio pasillo. Anduvo despacio, con lento paso, caminó alejándose de la bulliciosa fiesta y de las palabras sueltas, de las risas sin sentido, de los murmullos, de los susurros y de la suave música para finalmente entender que el persistente ruido, no era nada de eso. El sonido que oía no era solamente un ruido sin sentido, era en realidad una voz, una pequeña, débil y frágil voz, un suave llanto que llegaba desde algún lugar lejano.

Y era tan molesto escucharlo.

Pero lo hizo. Prestó atención. Soportó con valentía el extraño ruido durante todo el tiempo en que duró la recepción, la cual afortunadamente, terminó esa misma noche varias horas más tarde y tan solo dos días después cuando el silencio volvió a hacerse presente, Damian notó como el desagradable llanto se hacía cada vez más y más fuerte. Había tratado de no darle importancia, había hecho de todo para poder ignorarlo, pero sabiendo que eso no ayudaría en nada, no le quedó otra alternativa más que salir a confrontarlo.

Esa mañana, Damian se había calzado los zapatos, y procurando dejar una pulcra nota en algún lugar visible salió sin rumbo fijo hacía los amplios jardines.

Como lo había hecho antes, caminó sin prisa por la enorme propiedad, dejó que el instinto lo guiara a través del cementerio para en algún momento adentrarse en sus profundos terrenos.

Damian miró embelesado los altos y viejos árboles que con su espesor tapaban el sol, cruzó por la alta yerba pisando las hojas secas que crujían al caminar sobre ellas; pero con forme más se adentraba en la espesura más cuidadoso debía ser, y no solo porque podía tropezar y caer al pasar por sobre las piedras sueltas, sino porqué de vez en cuando, su visión periférica captaría algo que por demás, era bastante extraño. Fue sutil. Casi imperceptible. Lo notó cuando caminaba tranquilo respetando a cada criatura que aquí vivía, intentó ignorarlo más sentía como si alguien lo estuviera observando, vigilando… casi asechando; pequeñas sombras se acercarían entonces a él para desaparecer enseguida antes de poder ser vistas, eras las siluetas de criaturas amorfas que con sus desagradables juegos buscaban perderlo por todos los medios.

Y vaya que lo estaban haciendo.

Damian chasqueo la lengua sin hacerles caso, siguió su camino quejándose abiertamente cuando tuvo que volver sobre sus pasos tras perder la ruta por la cual había llegado, maldijo entre dientes ya que ellos debían ser los culpables. Los únicos responsables. Madre los llamaba elementales. Criaturas sin forma que habitaban los terrenos de profunda y verde vegetación. Ella los odiaba, a Madre no le gustaban, los detestaba, pero para ser sincero a él no le molestaban… mucho. ¡Claro! Estas criaturas eran molestas, extremadamente desagradables y solían hacer todo tipo de pesadas, crueles e injustificadas bromas; robaban sus cosas, lo hacían perder, se metían con él y últimamente habían agarrado el gusto de meterse con Grayson también… más eso nada tenía que ver con él, de verdad, eso nada tenía que ver con él; sin embargo, al final, suponía que nada de eso era del todo malo ya que en cualquier caso, ellas eran en extremo cuidadosas y un tanto quisquillosas, y nunca se acercarían a alguien que creyeran no iba a valer la pena; así que si perdías tus cosas, desaparecían, o simplemente cambiaban de lugar, solo podía significar que estas criaturas estaban cerca y que de menos, les agradaba tu presencia, e incluso si tenías suerte hasta podrías conseguir pequeños favores de ellas; era una ventaja en realidad, pero si actuabas mal, si las ofendías o las hacías rabiar, serían tus eternas enemigas.

Atravesando un riachuelo siguió dando vueltas por varios minutos hasta que finalmente sus pies se detuvieron. Damian aprovechó el momento para memorizar el lugar por completo. Frente a él se alzaban altos y delgados árboles y más adelante, lograba ver una gruta que parecía profunda. Se acercó despacio, frunció las cejas y arrugó la nariz al penetrante y pútrido hedor que sin misericordia lo golpeo.

Nada parecía tener sentido ahora, se dijo en silencio, pues aparte del fuerte olor que lo inundaba no veía nada ni escuchaba nada que ameritara haber perdido tanto tiempo para dar con este sitio en concreto.

Aquí no había nada, solo una cueva. Una profunda, negra y maloliente cueva.

Una cueva de murciélagos.

Aspirando una buena cantidad de aire limpio se cubrió la nariz con la manga de su sudadera y caminando muy cerca del borde comprendió al instante que la negra cueva era de hecho bastante profunda y que realmente, se extendía en diagonal perdiéndose en el interior de la húmeda tierra.

Chasqueó la lengua y acto seguido, Damian se arrodilló por sobre las rocas inclinándose peligrosamente para asomarse al interior, hizo una mueca al nauseabundo y picante hedor, pero más allá de eso no sentía nada que lo pusiera en alerta. No sentía nada ni veía nada, solo el más profundo negro que llegaba hasta las entrañas de la mismísima tierra. Frunciendo las cejas cerró lentamente los ojos y soltando el aire contenido espero tranquilo, en calma, sintió entonces el viento frio sobre su cuello y escuchó atento el ruido que hacían los insectos.

Tan molesto.

Podía casi verlo. Sus grandes fauces mordían y mordían, trituraban y devoraban las verdes hojas de los arboles mientras que en furiosa orquesta frotaban sus largas patas sobre hinchados y gruesos apéndices.

Tan ruidosos. Pensó agriamente.

Más aparte de eso aquí no había nada.

Ningún animal, ninguna entidad, solo un atípico silencio que perforaba a través de su cerebro.

Lentamente Damian abrió los ojos comprendiendo que la voz que en un inicio lo atrajo hasta este sitio simplemente había desaparecido. Se había ido. Suspiró molesto levantándose, y desempolvando sus vaqueros pensó que pudiera ser que aquello ya se hubiera marchado, pero volvería… lo intuía…

Eso regresaría.

Fue al siguiente día cuando el ruido volvió como un molesto llanto, tan molesto y fuerte que no podía simplemente ignorarlo. Pasaron tres días más en los que él tuvo que repetir el mismo ritual, solo ir a la cueva y esperar a que apareciera quienquiera que lo llamaba, solo para buscar ese algo que solamente lloraba.

Pero hasta ahora no lograba encontrar absolutamente nada.

Y en la mañana del cuarto día, desesperado y cegado por una furia primal, llegó al mismo punto dispuesto a golpear a cualquier entidad que se le pusiera enfrente, más lo que encontró lo saco de sus casillas, pues afuera de la cueva no había ningún extraño ente, ni siquiera un espectro o criatura de la naturaleza. No. Lo que veía frente a él, sentado peligrosamente al filo de la cueva era en realidad un niño, un pequeño niño que calculaba, no podía ser mayor que él.

Damian parpadeo un par de veces mirando al niño con confusos ojos percatándose en ese instante que el extraño tenía una expresión perdida en su rostro. Recorrió con escrutinio su delgada silueta notando que en efecto, el niño se hallaba sentado manteniendo sus rodillas al pecho y la cabeza enterrada ligeramente en el poco espacio que quedaba en su cuerpo; pero Damian lo supo, lo supo al verlo, que este niño era quien había dado origen a todos sus problemas y dolores de cabeza.

Sin pensar mucho en consecuencias Damian se acercó con sumo cuidado. La acción fue simple, tan solo un par de pasos, pero el niño pareció notar su proximidad ya que de inmediato parpadeo moviéndose apenas de donde se hallaba sentado sobre un montón de grandes piedras; el desconocido alzó entonces su cabeza y gracias a eso, Damian pudo tener una vista certera de su apariencia; ojos azules fue lo primero que Damian notó, suaves y muertos ojos que lo miraban con embrujada expresión. Damian trago saliva frunciendo las cejas diciéndose así mismo que debía actuar con prudencia.

Dio otro corto paso hacia adelante mirando al niño como si esté fuera a desvanecerse en cualquier instante.

-"Dime…"- La voz de Damian fue tranquila. Controlada. -"¿Quién eres?..."- Preguntó sin rodeos, despacio pero con autoridad, más el niño que tenía enfrente no reaccionó ni tampoco se movió, solo se mantuvo quieto mirando fijamente a la nada con las rodillas al pecho y sus brazos tensos que abrazaban su propio cuerpo.

Damian chasqueó la lengua perdiendo inmediatamente la paciencia.

-"Te he hecho una pregunta y espero que respondas. Dime-quién-eres."- Deletreó cada palabra arrastrándola para ejercer presión. -"¿Qué estás haciendo aquí?"- Pero el joven niño permaneció en su sitio sin mostrar reacción. Damian estrecho los ojos observando detenidamente a su alrededor. El aire estaba inquieto. Podía saberlo. El aire soplaba violentamente envolviendo el pequeño cuerpo. Le estaban advirtiendo. Era una advertencia. No debes estar aquí. Ellos decían. No debes estar aquí. Los oía. Márchate, márchate, ¡Márchate! Lo querían lejos, querían que se fuera y nunca volviera, pero esos deseos, no iban dirigidos a él.

No eran para él.

Eran para ese niño.

-"Estás perdido…"- No preguntó. Damian lo declaró con tanta firmeza que la sola frase pareció meter algo de razón en el desconocido que parpadeo confundido.

-"Perdido…."- Susurro apenas aquel niño con la claridad llegando a sus ojos vacíos. -"Yo… estoy perdido…"- Repitió despacio abrazándose a sí mismo mientras densas sombras danzaban a su alrededor como si intentaran consumirlo.

Damian entrecerró los ojos con suspicacia mirando a las sombras que danzaban. No era bueno, se dijo a sí mismo, esta sensación que se arrastraba a su cuerpo no auguraba nada bueno.

Cansado suspiró, y rodando los ojos pensó que por esto los infantes no eran de su agrado.

Siempre era así, siempre de esta manera, porque siempre habría algo de maldad inherente en su esencia; es así como todos los niños eran, tan frágiles y nobles, tan inocentes y benevolentes pero llenos de tanta ira que sus puros sentimientos podían ser mancillados tan fácilmente por la más absoluta y repugnante negrura.

Negando ligeramente Damian dio otro corto paso hacia delante intentando nuevamente llamar la atención del extraño.

-"¿Por qué estás aquí?"- Insistió. -"Dime por qué estás aquí."-

-"Yo…"- La delgada vocecita resonó. -"… no lo sé."-

-"¿Cómo llegaste aquí?"-

-"No lo sé."-

-"Tu nombre…"- El extraño negó. -"Dime tu nombre…"-

-"No sé cuál es."-

-"Dímelo."- Exigió.

-"No…"-

-"¡Dímelo!"- Presionó.

-"¡No…!"-

-"¡Exijo que me lo digas!"- Ordenó.

-"¡QUÉ NO LO SÉ!"- Gritó a viva voz el desconocido cubriéndose los ojos para evitar que alguien más viera lo patético de su rostro. -"¡No lo sé…!"- Su cuerpo tembló. -"¡No lo sé…!"- Su labio tembló. -"¡No lo sé, no lo sé, no lo sé…!"- Y el mundo sobre él por completo se derrumbó.

No lo recuerdo.

Yo…

-"... no lo recuerdo…"- El niño abrió sus nublados ojos, grandes, muy grandes, llenos de miedo y desesperación. -"… no lo puedo recordar…"- Habló despacio, negando y temblando, meciendo ligeramente su cuerpo buscando por alguien que le diera cualquier muestra de consuelo, y en un arrebato de histeria alzó ambas manos sobre su cabeza comenzando a tirar de los rojos cabellos que había en ella. Damian lo vio en ese momento con los ojos ligeramente abiertos, su propio error, y al instante supo que algo debía hacer para calmar ese descontrol.

Entornó los ojos observando desdeñosamente como las danzantes sombras que emanaban del infantil cuerpo cambiaban de forma haciéndose más densas y como si fuera posible, aún más negras. Afiló la mirada viendo como bailaban, viendo como danzaban, viendo cómo se hacían más y más grandes agrupándose alrededor del infantil cuerpo que no se percataba de nada; parecía como si al niño no le importara, como si no lo notara, y de seguir así las sombras lo consumirían hasta dejar nada, de seguir así… la gigantesca masa viva, negra y reptante lo devoraría si no hacía algo en este instante.

Damian gruñó. Un gutural sonido escapó desde lo más profundo de su garganta mientras torcía los labios en clara muestra de impaciencia, cuadró los hombros y con la espalda bien recta se paró firmemente frente al descontrolado chiquillo que no paraba de golpear su cabeza. Alzó la barbilla mirando con desdén, y sin inmutarse por la escena adelante de él impuso a la fuerza la voluntad de su arrogante presencia.

-"¡Basta!"-

Habló claro con impropia dureza extendiendo su voluntad sobre la orden que murió al salir de su boca. -"He dicho que pares…"- Refunfuñó enojado, más el niño frente a él tenía otros planes. -"Detente."- Se mordió el labio. -"¡Detente!"- No podía darse el lujo de rendirse ahora, no podía parar ahora, debía enfocarse en calmar al niño o a continuación algo muy desagradable pasaría. Lo sabía. Debía darle tranquilidad y así de menos evitar que continuara golpeando repetidamente sus puños contra su cara. -"¡Detente!"- Debía hacerse escuchar. -"¡Detente!"- Debía obligarlo a escuchar.

-"¡He dicho que PARES!"- Su grito se extendió a todas partes y el niño frente a él se detuvo en ese instante. -"Tt. Eres el peor de los incordios."- Chasqueo la lengua con enojo.

Damian dio otros dos cortos pasos adelante para mirar al odioso chiquillo que aún tenía los dedos entrelazados en sus cabellos rojizos. -"No tengo nada en contra de ti."- Habló con pesadas palabras. -"Y escucha cuando digo que tampoco tengo responsabilidad para contigo, entiéndelo muy bien…"- Damian miró fijamente a los ojos vacíos que tenían encima una expresión perdida. -"Pero debes parar…"- Dijo fríamente. -"¡Detenerte de inmediato! Porque si sigues así, si continuas así, las sombras llegaran, y te consumirán, y créeme, cuando eso pase no querrás saber lo que se siente."- El niño parpadeó un par de veces como si intentara entender, como si intentara comprender. -"Sé que ya no perteneces a este mundo, qué este ya no es tu lugar, qué este no es más tu hogar ¡Así que márchate!, márchate ahora, vete de aquí, ya no hay nada aquí para ti."- Y dando media vuelta Damian se alejó bajando por el estrecho sendero, se estaba arriesgando, dejar a éste niño solo y a la deriva podría significar un gran peligro pero él no podía ayudarlo, no cuando el niño no quería ser encontrado, y como ese era el caso él apenas podía hacer algo.

El niño alcanzó a ver la espalda de Damian cuando éste decidió marcharse, abrió entonces sus pálidos ojos, temerosos y suplicantes.

No te vayas.

Se tensó sin saber qué hacer cuando un profundo miedo se arraigó a su cuerpo.

Por favor.

Abrió la boca tratando de hablar, tratando de pronunciar palabra aunque su garganta se hallaba cerrada.

No te vayas.

Tembló.

Sus manos temblaron, sus labios temblaron bajo la influencia de un ataque de pánico, porque sabía, porque intuía que si éste grosero niño se iba él se perdería en este bosque, en la infinidad de éste maldito bosque.

-"No te vayas…"- Llamó. Pero su llanto fue ignorado. -"No te vayas…"- Hablo tan bajo que no pudo ser escuchado. -"Vuelve…"- Suplicó. -"¡Vuelve!"- Lloró. -"¡Por favor DETENTE…!"- Y sin esperar el grito Damian se detuvo. -"Por favor…"- Con cautela Damian se dio vuelta. -"Por favor no me dejes."- Una sola lágrima cayó. -"Por favor…"-

No te vayas.

Por favor…

No me abandones en éste lugar…

Damian resoplo escaneando su frágil figura. Etérea y sucia. -"Este ya no es más tu hogar."- Dijo Damian sin más. -"Más no soy tan inconsciente como para olvidar que no puedes recordar, has perdido tus memorias pero aún debe haber algo, en tu mente aún debe haber algo que puedas decirme para saber de dónde vienes, si puedes hacer eso, te ayudare a encontrar tu hogar, solo dime tu nombre y te sacare de éste lugar."-

El niño abrió la boca cuando la lucidez se levantó como un velo de su muerta mirada, y como si las palabras le hubieran sido arrancadas pronunció con la voz más suave que Damian hubiera escuchado jamás. -"Mi nombre…"- Parpadeó el niño con cristalinos y claros ojos. -"Mi nombre es…"-

Colín…

Colín Wilkes.

Y finalmente pudo encontrado claridad.

-"… Wilkes…"- Damian repitió despacio como si aquel nombre le diera poder sobre el extraño, y pisando fuertemente hacía adelante Damian alargo su brazo. -"Baja de ahí."- Ordenó. -"Muévete ahora, porque si no lo haces serás consumido por el peso de tu amargura, levántate, hazlo y toma mi mano."- Dijo con autoridad. -"Levántate, no tengas miedo, esto es algo que debes hacer por tus propios medios…"-

Colín lo miró seriamente, fijamente, sin entender si su cuerpo temblaba por el deseo de hacer lo que la orden dictaba o si por el contario, prefería salir corriendo.

-"Yo… no…"-

-"Puedes… y lo harás… porque si no lo haces Wilkes, porque si no lo intentas, te voy a dejar atrás."-

Y por primera vez Damian veía al niño cabecear en burdo entendimiento. Observó cómo Colín apretaba su chaqueta y lentamente se levantaba de las piedras. Despacio, muy despacio el niño bajó caminando a tientas, usando sus manos para sostenerse de las ramas secas mientras descendía de su lugar en el borde de la cueva.

Colín miró la mano extendida y con sus cortos dedos acepto el gesto ofrecido. Damian afilo los ojos sintiendo la frialdad emanar del pequeño cuerpo, era obvio, supuso, después de todo Wilkes no pertenecía más a este mundo.

-"Tú…."- Inició el niño con duda. -"… ¿Quién eres tú…?"- Preguntó finalmente en tímida voz.

-"Damian es mi nombre. Puedes llamarme así."- Y Colín cabeceó sin soltar la mano que le había sido ofrecida. Damian lo miro tratando de ignorar el incómodo sentimiento, no importaba, se dijo, solo sería un momento el tiempo que debía soportar este infantil gesto.

-"Vamos."-

-"¿A dónde…?"-

-"Si permaneces más tiempo aquí algo malo va a pasar, puedo sentirlo, los estás atrayendo aunque no te percates de ello…"- Murmuró el pelinegro mirando hacia el vasto cielo.

-"¿De qué hablas…?"- Damian se detuvo y sin soltar la mano intrusa se dio vuelta para poder mirarlo.

-"¿De verdad no recuerdas nada?"-

-"Yo…"- Colín entrecerró los ojos en muestra de concentración. -"No lo sé…"-

-"Tt."- Comenzaba a odiar esa palabra.

-"Pero hay algo que sí sé."- Dijo Colín de repente. -"Es algo difuso pero… recuerdo mi hogar, creo que era mi hogar…"-

-"¿Qué más?"-

El pelirrojo cerró los ojos evocando a sus memorias. Imágenes difusas aparecieron entonces en su mente, borrosas y sin lógica. -"… vivía en la ciudad… en una casa que tenía un gran árbol al frente…"- Sonrió ligeramente. -"Y a veces por las mañanas podía escuchar el repique de ruidosas campanas sonar…"- Colín abrió en ese momento los ojos y por un instante, Damian se sintió expuesto bajo la clara mirada. -"Damian… de verdad, ¿Me ayudaras a encontrar mi hogar?"- La pregunta fue sencilla, infantil, más llevaba implícito un gran significado que Damian no sabía si podría cumplir.

Suspiró.

-"¿Tengo que repetirlo dos veces Wilkes? Es lo que antes he dicho…"-

-"¿Lo prometes?"-

-"No. He dicho que te ayudaría, más no hare promesas que quizá no pueda mantener."- La mirada del niño cayó. -"Pero puedo prometer que lo intentare, puedo prometer que intentare llevarte de vuelta a tu hogar. Así que muévete Wilkes, no tenemos todo el día."-

El niño cabeceo con una animada sonrisa. -"¿A dónde iremos?"-

-"A la ciudad, es ahí a dónde iremos."-

Y juntos atravesaron los amplios terrenos, pasaron juntos el sendero y llegaron al riachuelo, cruzaron las resbaladizas y enmohecidas piedras para llegar al antiguo cementerio, y durante todo ese tiempo Colín no se atrevió nunca a dejar ir la mano del extraño niño que insistía en ayudarlo.

-"Por aquí."- Damian indicó. -"Llegaremos más rápido si tomamos este camino…"- Y con desgano Damian extrajo de su bolsillo un extraño artefacto que llamo la atención del otro niño.

-"¿Qué es eso?"-

Damian alzó una ceja -"Un móvil…"- Fue su única respuesta.

-"Increíble…"- Los ojos de Colín Brillaron -"¿Tienes un móvil? Siempre quise uno pero por alguna razón yo nunca—."- El niño se detuvo tirando de la mano de Damian. -"Yo nunca…"-

-"No digas más, es irrelevante."- Damian se encogió de hombros sin despegar la mirada de la luminosa pantalla. -"Sin embargo estoy condicionado, y debo avisar a mi Padre cada vez que considere que podría llegar tarde…"-

-"¿Entonces…?... ¿Te iras? Te vas a ir ¿verdad?..."-

-"No seas bobo."- Damian le enseño las letras de la pantalla. -"Bastara con que notifique a mi Padre mi posición actual."-

Colín cabeceo más tranquilo sonriendo ligeramente al niño que concentradamente alzaba su dispositivo como si ese acto sirviera para mejorar la señal que seguramente sería muy baja en éste lugar.

Al terminar, los dos niños caminaron lado a lado cruzando las viejas puertas de herrería mientras se perdían calle abajo por una larga avenida.

-"¿Damian?"- Colín se atrevió a preguntar pensando un segundo antes de continuar. -"Hace un momento… cuando dijiste que no pertenecía a este lugar, ¿A qué te referías?"- Damian no se detuvo, quiso hacerlo más no se detuvo, ¿Así que Wilkes recordaba esa conversación? Sonrió, era buen indicio, si el pelirrojo niño recordaba de alguna forma la conversación anterior significaba que aún tenía posibilidad de encontrar salvación.

Mirando al frente y sin despegar su vista del camino Damian habló. -"Por si no lo has notado Wilkes, este sitio es propiedad privada y tú… solamente eres un intruso…"- Comento sin darle importancia al asunto.

-"Oh…"- Fue todo lo que Colín atino a decir mientras seguía caminando al lado del iracundo niño. Tenía sentido, pensó el pelirrojo niño. De algún modo tenía sentido…

Quizá.

Y sin ser consciente apretó ligeramente la mano que le sostenía cuando un extraño peso se arraigó a su pecho, pero no entendía, no sabía lo que era exactamente este sentimiento, solo parecía como si de pronto estuviera soñando, como si de pronto estuviera siendo arrastrado a la realidad y en cualquier momento fuera a despertar.

Miró fijamente la espalda del niño que le guiaba preguntándose si todo esto podría ser solo un sueño. Un extraño y largo sueño del que seguramente, finalmente iba a despertar.

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Continúa en el capítulo 02.

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Referencias: (1). Verso obtenido de la canción Entendez Vous interpretado por Cecile Corbel.

Notas Finales: ¿Alguien recuerda a Colín? Todavía mantengo la esperanza de que sea reintroducido en el nuevo universo de DC, y de verdad me gustaría ver algún día tanto a Colín como a Carrie, si bien no luchando al lado de Damian, pero si apoyándole de vez en cuando en misiones, y no sé por qué pero… siempre me imagino a Carrie como la 'Oracle' de Damian, ya saben, alguien que se mantiene en las sombras y fuera del campo de batalla pero proporcionado información a distancia.

Gracias a todos los que leen y nos vemos en el siguiente capítulo.

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