Sasuke siempre fue así, le gustaba perderse… durante horas, días, aun cuando era un niño… nadie se preocupaba por ello. Él era como un gato. Que se marchaba de casa y regresaba cuando sentía hambre.
Nadie se percataba cuando se marchaba, nadie lo notaba cuando volvía…
Siempre se encontraba en la mesa a la hora del almuerzo, así su madre no debía llamarlo para que bajara a comer.
Su padre nunca lo necesitaba… a la hora de dormir siempre se encontraba diligente en la habitación de su hermano esperando para que este fuera dormir.
No había errores. Solo unas cuantas personas sabían de sus escapadas, como su hermano y los amigos de su hermano.
Un grupo conformado por personas que se preocupaban tanto por Itachi como su padre por Sasuke. Ninguno fingía amistad. Eso estaba bien. A Sasuke le gustaba el grupo, a pesar del preocupante gusto de sus miembros por la transformación corporal.
Todos eran miembros funcionales de la sociedad sin embargo. Aun cuando encontrar trabajo por no hablar de asistir a alguna escuela se veía casi imposible para cualquiera de ellos.
Un claro ejemplo de ello bien podía ser Kisame, el mejor amigo de Itachi, Sasuke nunca sintió miedo por otro ser humano hasta que conoció al gran hombre de piel azulada. Este sin duda fue aterrador, y Sasuke se encontró noches pensando en cómo ese hombre podría bien partirlo por la mitad si quisiera.
Aquellos pensamientos no duraron mucho…
Kisame era una persona agradable y de carácter amistoso y sardónico. Fue una de las pocas personas que preguntaba por Sasuke cuando este se extraviaba y siempre mantenía una caja de Zumo de naranja en su nevera junto a una caja de pop-tarts por si Itachi llevaba con él a su hermanito a su departamento.
Kisame trabajaba como Guardia en un Pub local. Sasuke pensó que era adecuado, nadie se atrevería a hacer nada malo mientras Kisame-San estuviera ahí. Kisame-San era así de increíble.
La segunda persona que conoció de aquel grupo fue a Orochimaru-San, Sasuke nunca confió en él y por lo que sabía Itachi tampoco lo hacía.
A simple vista Orochimaru-San parecía un hombre común si se pasaba por alto su piel pálida, sin embargo y como todo miembro de Akatsuki este no podía ser normal.
La primera vez que Sasuke se encontró cara a cara con este hombre, fue en la sala de su casa, sus padres habían salido y el acababa de llegar de la escuela.
Itachi se encontraba en el trabajo.
Él estaba solo.
"Buenas tardes Sasuke-Kun" Saludó cortésmente el hombre "Me preguntaba si Itachi-Kun llegaría temprano a casa hoy"
Lo siguiente que Sasuke vio fue el deslizamiento de una lengua inhumana por los labios pálidos del hombre frente a él. Una lengua larga y delgada.
Como la de una serpiente.
Grandes colmillos sobresalían por sobre aquella lengua, Sasuke inconscientemente dio un paso hacia atrás.
Si esos diente lo mordían… el moriría envenenado…
Sus padres no volvieron hasta el otro día. Cuando Itachi llegó en la noche Sasuke se encontraba llorando en su habitación.
Orochimaru-San se había ido.
No, Orochimaru-San no le hizo nada esa noche, pero, las pesadillas nunca se fueron.
El líder del equipo se hacía llamar Pain y siempre iba acompañado de una bella chica de cabello azul llamada Konan.
A Sasuke siempre le llamó la atención como ni el hombre ni la bella chica sobresalían de lo normal, poco después de conocerlo cuando Pain se lo reconociera y lo tomara bajo su ala. Le preguntaría.
"¿Si nos pusieran a todos los Akatsuki en frente de ti excepto a tu hermano? ¿En quien se dirigiría tu vista?"
Sasuke lo pensó por días y noches. Sin su hermano ahí no habría nadie en quien se fijara realmente. Pero su vista debería fijarse en alguien en específico.
El día en que pudo responder a su pregunta fue el día en que aprendió aquella valiosa lección. Todos son diferentes, y aunque todos son diferentes nunca nadie pasa desapercibido.
"En un nido de mariposas una oruga destaca como la luna en la noche"
Sasuke jamás volvió a sentirse menospreciado.
Para ese entonces Sasuke ya habría cumplido sus 6 años y aunque sus padres no lo celebraron con el ese día, encontró con gran regocijo como al otro día Kisame apareció en la puerta de su casa con dos grandes empaques de regalo.
"Hay una fiesta esperando por ti chico"
Hubo regalos, montones de ellos y todos los miembros de Akatsuki. Y un gran pastel de naranja y dulce manjar de leche.
Este fue preparado por Sasori.
Sasori-san… él era…
Sasuke nunca había conocido a una persona "Discapacitada" pero entonces conoció a Sasori-San, aun cuando no lo supo hasta más tarde…
Había cumplido sus cinco años y sus padres no había vuelto de sus vacaciones, él había desaparecido de la faz de la tierra por dos días y su hermano fue lo suficientemente comprensivo como para no buscarlo.
Pero Sasuke había tenido suficiente.
Cuando arribó en el instituto de su hermano él estaba en clase de natación, Itachi estaba en medio de una carrera de nado con el resto de su salón.
Excepto uno.
Sasori-san…
Él se encontraba en las gradas observando el suelo como si fuera su peor enemigo, los dientes apretados y los hombros temblando en ira contenida.
"¿Por qué no estas nadando?"
La pregunta llegó de la nada. Sasori miró a su lado al pequeño niño de grandes ojos curiosos.
"No puedo"
"¿Por qué?"
"Estoy incapacitado si trato de entrar al agua entonces… mis implantes se llenaran de agua y me hundiré"
"¿Implantes?"
Cuando Sasori se quitó su sudadera dejando al descubierto las prótesis de madera unidas a su torso en vez de sus brazos Sasuke no pudo evitar el gemido de sorpresa que salió de su garganta.
"Soy como una marioneta"
Luego de eso Sasuke no pudo evitar sentir admiración por el chico pelirrojo. Él no estaba discapacitado, las cosas solo eran mas difíciles para el.
Cada noche pedía por él, a un Dios que tal vez no existía o a un ángel que debió cuidar mejor de Sasori-san en primer lugar.
Con el tiempo Sasuke se encontró habituado completamente a este particular grupo.
A este particular grupo llamado Akatsuki –Luna roja- su hermano conservaba la gran capa negra con nubes rojas con gran aprecio y orgullo colgada en la pared de su habitación. Su padre lo odiaba. Odiaba a Akatsuki y lo que estaba logrando hacer con su hijo perfecto. Con su sucesor.
Cuando Itachi llegó un día con ambos ojos tatuados y las uñas pintadas de negro carmín. Sasuke no pudo salir por semanas estacionado en su casa entre las peleas de su padre con Itachi y su deseo inútil de defender a su aniki.
Todo terminó mal cuando su hermano le preguntó amablemente si quería vivir con él o su padre. La respuesta fue segura y rápida.
El juicio no lo fue tanto.
