Capítulo 1: La Treecko en peligro

Cuando pasó algún tiempo después de mediodía es que decidí por primera vez en ese día tomar un descanso, hasta entonces ya había caminado un tramo respetable rumbo hacia la próxima ciudad cuyo gimnasio me espera sin prisa. El sector en el que me encuentro es uno bastante tranquilo. Me encuentro en un verde valle, donde estoy rodeado por colinas, no hace frío, pero tampoco calor, el cielo soleado me anima mucho en ese viaje. Hacia mi derecha veo como un rio rebosante de agua cristalina fluye tranquilamente. Me dirijo hacia una banca cerca de ese río y me siento en ella, también hay un gran árbol a escasos metros de donde acababa de sentarme. Es un lindo día y me levanto un poco mis lentes de sol para comprobarlo mejor; solo un par de nubes se distinguen en el claro cielo azul, la temperatura es muy grata y sé que un descanso me haría bien. Decido que mis pokemons disfruten este momento, por tanto saco las pokeballs de mis bolsillos y las lanzo hacia el frente. Todos mis pokemons aparecen frente a mí y todos comprenden que es un momento para descansar, por lo que todos se disponen a descansar o a pasar el rato a su modo.

Mientras veo como es que cada uno de ellos comienza a repartirse por el lugar, ya sea para acercarse al río o recostarse en el césped, los observo con cierta atención, cada uno de ellos tiene su propia y particular historia de cómo llegó a mi equipo. En esta ocasión me fijo en uno de ellos en particular: Me dijo en Marie, mi Treecko, observo cómo es que con una gran facilidad se trepa al árbol y se sienta en una de las ramas ubicada a unos ocho metros sobre el suelo, poniéndose a visualizar todo el paisaje que desde allá se aprecia. La veo sostenida solamente de sus brazos contra la rama donde está sentada mientras balancea sus piernas como lo haría una niña pequeña sentada en un columpio, su boca está cerrada, pero con sus dientes sostiene el tallo de su flor, cada cierto tiempo la veía con una flor nueva en su boca, la reemplazaba cuando veía que su flor actual ya estaba comenzando a marchitarse, por lo que supe ésa era una costumbre que muchos Treeckos tienen, aunque otros lo hacen con una pequeña ramita, ella lo hace con una flor. En su cuello cuelga su collar, un collar que usa desde ya hacía mucho tiempo atrás. Marie fue mi primer pokemon, ya hemos estado juntos desde hace varios años y ésta es una historia que no se olvida pues fue algo que me cambió la vida.

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Yo no estaba autorizado a convertirme en entrenador pokemon al menos hasta cumplir los 10 años, yo tenía 8 en el momento que Marie llegó a mi vida. Desde mi nacimiento hasta que comenzó mi viaje viví siempre en Eterna City, una de las ciudades más conocidas de Sinnoh. Desde pequeño siempre mostré interés en los pokemons, aunque sabía que me faltaban dos años para por fin poder tener uno, a veces me sentía muy impaciente para que ese día llegara. Mis padres, sabiendo mi impaciencia, me regalaban peluches de pokemons para cada uno de mis cumpleaños para que me sirviera como una forma de poder calmar aquella impaciencia propia. Para cada uno de mis cumpleaños u ocasiones aleatorias me regalaban uno, varios de esos traídos de otras regiones, tenía un peluche de Rattata, de Pidgey, de Cyndaquil, de Mudkip, de Starly, entre otros. Una de las esquinas de mi habitación consistía en una gran pila de esos peluches. Yo vivía con mis padres en una casa a las afueras de la ciudad, era una casa de dos pisos con un patio cubierto con césped y un árbol en él.

Aquella mañana, cuando todo esto comenzó, yo aún dormía tranquilamente en mi cama, mi habitación estaba ubicada en el segundo piso. En el segundo piso de mi casa solo se encontraba mi habitación y un baño. Mis padres se iban temprano a sus trabajos, era frecuente que cuando me despertaba me encontraba solo en casa. Ya no recuerdo que es lo que estaba soñando, pero recuerdo que me desperté de una manera que no era tan inusual para mí. Sentí unos golpes insistentes en mi ventana hasta que abrí los ojos. La ventana ya estaba un poco gastada por fuera debido a todas las veces que me han despertado así, pero no estaba asustado porque ya sabía quién era. Me levanté de la cama y me acerqué a la ventana, desde ahí se tenía una vista de las montañas que rodeaban la ciudad, también se veía la casa que estaba atrás y más allá, pero esta vez miré solamente hasta el patio de nuestra casa, vi que ahí estaba Nuzleaf, no era mío ni era de la casa, pero tenía una carta en sus manos, y al ver que me asomé la dejó sobre el césped y se alejó rápidamente saltando la cerca de madera del patio de vuelta a su hogar.

Salí al patio a buscar la carta y volví a mi habitación, no sin antes recoger las semillas que habían quedado esparcidas en el césped a la altura de mi ventana, luego que Nuzleaf usara ese ataque de manera suave contra mi ventana para despertarme.

"Hola, espero que no te haya molestado que Nuzleaf te haya despertado otra vez, pero necesito pedirte un favor ¿Puedes ir a verme al gimnasio antes de mediodía, por favor?

Muchas gracias ^w^. Gardenia"

Miré la hora, aún había suficiente tiempo antes de mediodía, recién eran las 10:30 más o menos, fui a darme un baño y a desayunar antes de ir al gimnasio de la ciudad. Gardenia es la líder del gimnasio de la ciudad, una de las mejores de todo Sinnoh, su amor por los pokemons tipo hierba es conocido en todos lados. Ella y yo éramos amigos, nos conocimos un día que ella extravió uno de sus queridos pokemons de hierba, un Budew, el pequeño pokemon había escapado del jardín que tenía junto al gimnasio y se encontraba vagando por la ciudad. Ese día estaba lloviendo y yo caminaba en dirección a mi casa con mi paraguas, Eterna City siempre fue una ciudad tranquila, así que nunca temía estar caminando solo por la calle, ni siquiera en ese momento mientras llovía, soplaba viento y la noche se hacía cada vez más oscura. Me encontraba iluminado tenuemente por las luces de la calle. Llegaría a casa a cenar y luego me iría a dormir, pero me detuve antes de llegar a casa pues noté que había algo junto al farol que había junto a mi casa, no era muy grande pero vi que era algo que temblaba, mientras más me acercaba podía notar mejores cosas, en el siguiente orden: Era un Pokemon, estaba tiritando… ¡Era un Budew! Para ese momento no sabía que pertenecía a Gardenia pero supe que pertenecía a alguien, pues tenía una cinta naranja atada sobre su cabeza.

- "Hola, pequeño" – recuerdo que le dije, mientras lo cubría con mi paraguas – "¿Estás perdido?"

El pequeño pokemon, que hasta ese momento estaba con la cabeza gacha, levantó la mirada y me observó durante un momento. Estaba tiritando por el frío, no pareció verme como una amenaza pues no se escapó, de hecho parecía estar más aliviado al ver que estaba siendo cubierto de la lluvia. Asintió.

Mis padres no me dejaban aún tener pokemons, pero estaba seguro que me dejarían que pasara la noche en casa si es que lo regresaba a su dueño al día siguiente.

- "¿Quieres pasar la noche en casa? Mañana iremos a buscar a tu entrenador" – le dije con una sonrisa

No pareció pensarlo mucho, vi que me lanzó una sonrisa y saltó hacia mí. Lo sujeté con mi mano libre.

- "¡Budeeeeeew!" – dijo, con un tono que mostraba alivio

- "Está bien, vamos"

Al entrar a casa con el pequeño pokemon en mis manos, mis padres de inmediato dejaron lo que estaban haciendo y se acercaron de manera amenazadora hacia mí, seguramente para decirme que no podía tener pokemons y que fuera a regresarlo de donde lo encontré, pero intenté anticiparme y comencé a hablar yo primero.

- "Este Budew no es mío" – comencé diciendo – "lo encontré afuera y le pregunté si quería pasar la noche aquí. Ya tiene un entrenador… miren la cinta"

Hubo un momento de silencio, mientras ambos veían al pequeño pokemon que tiritaba en mis brazos.

- "Yo sé que pueden pensar que quiero que sea mío, pero este Budew está perdido y no quería dejarlo bajo la lluvia. Les prometo que mañana estará de vuelta con su entrenador. ¿Puede quedarse esta noche?"

Ellos se miraron de reojo, no parecían muy convencidos, pero creo que la mirada de ternura que el pequeño Budew estaba haciendo los convenció.

- "Está bien" – dijeron, al mismo tiempo que se formaba una sonrisa en mi cara y en la del pequeño pokemon

La noche pasó muy rápido, sequé a Budew con una toalla y le hice una pequeña cama con una manta y una almohada, le pregunté si quería que le colocara a alguno de mis peluches junto a él, él se acercó a la pila de peluches y los miró un momento, para luego señalarme el peluche de Rattata, así que lo coloqué junto a él en esa pequeña cama, pareció sentirse muy cómodo, porque se acostó y se puso a dormir casi de inmediato. Yo me fui a cepillar los dientes al baño y luego volví a acostarme, para entonces Budew ya dormía, la cinta sobre su cabeza era lo único que sobresalía de la manta. A la luz de las luces de la calle no había notado que había algo escrito sobre el color naranja, algo escrito en letras verdes, que pude recién leerlas con la luz de mi habitación. Quedé sorprendido al ver el nombre que aparecía escrito en esa cinta… Gardenia.

La líder del gimnasio de la ciudad era la entrenadora de este pequeño pokemon. Debía estar sufriendo mucho al ver que uno de sus amados pokemons de hierba no estaba, así que decidí ir a primera hora a ir a regresarlo.

La mañana siguiente me despertó con un radiante sol, al asomarme por la ventana quedaban aún algunas nubes en el cielo, pero el sol brillaba con todo su esplendor, Budew aún dormía, y al verlo tuve una sensación de calidez que me dejó muy feliz; fue la primera vez que estaba a cargo de un pokemon, aunque no fuera mío y aunque fuera solo por una noche, al parecer en ese momento sentía eso que sienten los entrenadores que tienen a su propio pokemon, pero sabía que ya era hora de ir a regresar a Budew a Gardenia.

La alegría de Gardenia no la podía describir de ninguna manera, ella es una entrenadora muy joven, de hecho, creo que una de las líderes de gimnasio más jóvenes de Sinnoh, su cabello era naranjo, del mismo color que sus pantalones cortos y la cinta que tenía Budew, su atuendo, no sabía bien como se llamaba esa prenda (luego me dijo que era un tipo de capa) era verde, del mismo color que sus botas y las letras sobre la cinta. Parte de su cabello y la camiseta que tenía bajo su capa eran negros. La encontré fuera del gimnasio, estaba con una linterna en sus manos, un paraguas cerrado y tenía enormes ojeras, al parecer estuvo buscándolo toda la noche. Levantó la vista cuando me vio acercarme, y cuando me vio que tenía a Budew en mis brazos, sus ojeras parecieron de inmediato desaparecer.

Recuerdo aún que Gardenia corrió hacia nosotros, me dio un enorme abrazo y tomó al pequeño Budew en sus manos, también recuerdo como frotaba su cara contra la de él y me decía gracias una y otra vez. Fue ahí que ella y yo nos hicimos amigos, me dijo que me agradecería siempre por haber encontrado a su querido pokemon y que sabría que con el tiempo seríamos grandes amigos. Con el paso de tiempo me invitó a ver a los pokemons que tenía, luego me invitaba a ver alguna de sus batallas y con frecuencia me invitaba a comer algún pastel que hacía con algunas bayas que conseguía por los alrededores de la ciudad. Para invitarme a alguna cosa o a pedirme algo con frecuencia le pedía a sus pokemons que me dejaran una carta en mi casa, me decía que eso era más divertido que llamarme por teléfono. Con el tiempo sentí que Gardenia me quería tanto como a un hermano pequeño y yo a ella también la quería como mi hermana mayor. Me prometió que cuando me convirtiera en un entrenador me daría algo muy especial para cuando comenzara mi viaje. Además, actualmente, sé que Roserade, el pokemon más fuerte que tiene Gardenia, es el mismo Budew que encontré de pequeño y Gardenia muchas veces dijo que ese pokemon se había encariñado conmigo, y podía comprobar eso siempre que iba a visitarla; Roserade con frecuencia me obsequiaba una flor cuando entraba al jardín.

Golpeé la puerta lateral del gimnasio de la ciudad, Gardenia no tardó nada en abrir, tan solo esperé un par de segundos cuando oí que se acercaba a la puerta, justo después de saludarme me pidió que entrara.

- "Qué bueno que pudiste venir" – me dijo con una sonrisa – "estoy en un aprieto y quería pedirte que me ayudaras, por favor"

- "Claro que si" – le respondí – "¿Qué necesitas?"

Vi que tomaba una cesta desde una mesa que estaba detrás de ella, parecía una cesta de día de campo, pero estaba seguro que no era para eso.

- "Hoy tenía que ir al bosque a recolectar bayas para preparar poffins" (Un tipo de alimento pokemon parecido al pan, más conocido en Sinnoh que en otras regiones) "pero hoy no podré. Supe que hoy llegará un retador y no puedo aplazarlo, al mismo tiempo no puedo aplazar esto tampoco, les prometí a todos mis pokemons que hoy comerían poffins. ¿Puedes ir por mí, por favor?"

- "¿De cuales bayas?" – le pregunté

- "Dentro de la cesta está la información" – abrió la cesta y sacó un trozo de papel, tenía la imagen de una baya, era de un color rosa con una hoja verde arriba y algo de información escrito abajo – "son bayas Pecha, son de sabor dulce, y me gustaría hacer unos poffins para todos mis pokemons para que estén más felices"

Yo me quedé mirando por un momento esa imagen impresa en la hoja; nunca había visto de esas bayas antes, había encontrado de otras variedades pero no recordaba nunca haber visto una de esas.

- "¿Segura que hay de éstas aquí cerca?" – le pregunté – "Nunca he visto de esta variedad en el bosque"

- "Claro que hay" – me dijo ella, con una sonrisa – "con esas bayas hago muchos de los pasteles que comemos"

Permanecí en silencio un momento, pensando realmente si es que había visto algún arbusto o árbol con esas bayas, pero estaba casi seguro que nunca antes las había visto.

- "La otra alternativa es que yo vaya a buscarlas mientras que tú te quedas batallando con el retador" – bromeó ella

Ahí ambos nos reímos un momento.

- "Está bien, Gardenia" – le dije – "lo haré, haré lo mejor que pueda"

- "¡Sabía que podía contar contigo!" – exclamó con una gran sonrisa, me entregó la cesta y volvió a guardar el papel con la información dentro – "no creo que tardes más de una hora. Te lo agradezco mucho"

- "Tú harías lo mismo por mí" – le dije a mi amiga, ella asintió – "está bien, iré ahora. Volveré luego" – y me encaminé hacia la salida, pero me volteé antes de salir – "mucha suerte hoy"

- "Gracias" – me respondió mientras yo abría la puerta – "mucha suerte tú también, y gracias"

Gardenia me dijo que no tardaría más de una hora en ir y volver, tenía que llenar esa cesta con una variedad de bayas que nunca antes había visto y volver, pero en una hora recién había salido de la ciudad y había llegado al bosque, donde crecían todas las bayas, lo bueno es que no hacía tanto calor y no me sentía cansado. Muchos pokemons vivían ahí, desde que salí de la ciudad hasta ese momento ya había visto a varios, había visto a varios Starlys, un Pachirisu, escapando rápidamente al ver que me acercaba, uno que otro Buizel en la lejanía, entre otros. Abrí la cesta para ver de nuevo la hoja con la información que necesitaba, intentaba recordar bien la imagen en mi mente junto con memorizar la información de la baya "Unos 4 centímetros, muy blanda, rosa, y dulce" repetía eso una y otra vez mientras seguía caminando, los árboles cada vez se tornaban más y más grandes y más y más frondosos, sentía que me internaba en el lado oscuro del bosque. Nunca había estado ahí, yo siempre que iba a buscar bayas había caminado en la otra dirección, pero sabiendo que nunca había encontrado ese tipo de baya por ese camino decidí caminar hacia el otro sector.

Luego de un rato en esa dirección, no sé cuanto rato habría sido, finalmente logré visualizar un arbusto de bayas a lo lejos, el bosque lucía algo oscuro, debido a todos los árboles que cubrían el cielo, pero al fondo parecía aclararse, y alcancé a ver un arbusto y varias bayas crecían de ahí. Al ver eso comencé a caminar más rápido, de reojo vi como algunos Starlys me miraban con curiosidad desde sus ramas, aquellos pokemons voladores no debían ver mucha gente por esos lugares, pues sentía que me miraban con mucha curiosidad mientras pasaba junto a los árboles en los que estaban posados. Me sentía ilusionado al ver que estaba cada vez más y más cerca de ese arbusto, que a cada momento se hacía más grande, pero grande fue mi decepción al notar que no era de la variedad que estaba buscando; al llegar al arbusto vi que no eran bayas Pecha, sino que eran bayas Cheri, eran de un color similar, solo que éstas eran más pequeñas y eran picantes. De todos modos, haber encontrado un arbusto de bayas ahí me dio esperanzas; con eso podía confirmar que en este sector, en el que nunca antes había estado, también podía encontrar bayas, por lo que continué caminando.

Con ese presentimiento tuve razón, pues continué encontrando más bayas mientras más avanzaba en el camino, pero aún no podía encontrar las que me pedía Gardenia, había encontrado bayas Aspear, Chesto y Oran, pero ni rastros de la baya Pecha. Intenté mantenerme optimista mientras caminaba aún por ese lugar aún nuevo y desconocido para mí.

(... continuará)