Disclaimer: Desgraciadamente, ni Sherlock ni ninguno de sus personajes me pertenece. Yo sólo escribo esto por diversión y sin fines de lucro.

Beta: Eliza Tenshi

Este fanfic participa en el Rally "The game is on!" del foro I am sherlocked para el equipo Scotland Yard.

¡Larga vida y prosperidad al imperio Scotland Yard!

o0o

Capítulo 1: Día 0

—Seb, cariño, tengo otro trabajo para ti. –Le dijo Jim en cuanto cerró la puerta del departamento que compartían. Acababa de volver de un trabajo y estaba cubierto de sangre, igual que su rifle, pero al parecer a Jim no le importaba ese hecho, no es como si fuera su sangre de todos modos. Sebastian dejó con cuidado la mochila en la que llevaba si rifle en la entrada, se quitó los zapatos para no manchar el piso –ya había tenido antes esa conversación no tan agradable con Jim, prefería no repetirla, gracias– y se acercó a la mesa en la que se encontraba sentado el consultor, Jim estaba concentrado tecleando con una mano en su portátil mientras que la otra mano sostenía un sobre amarillo hacia él para que lo tomara.

—¿De qué se trata? —dijo él mientras tomaba el sobre y lo abría. Jim lo miró mal por un momento antes de volver a concentrar su atención en la pantalla.

—¿No sabes leer?

No contestó nada; abrió el sobre amarillo y sacó un pequeño auricular y un micrófono junto con la fotografía de un hombre de mediana edad, quizás cuarenta años, cabello castaño y ojos azules, pero de apariencia demasiado común. Sebastian alzó una ceja interrogante.

—¿Quieres que lo mate?

—No, pero aún hay algo más adentro del sobre. —Sebastian sacó un pequeño pedazo de papel rayado con una dirección y hora garabateados, o, al menos, para los estándares de la perfecta caligrafía de Jim. —Su nombre es Johann Hutton, el primer ministro lo mencionó por error la última vez que me reuní con él, al parecer es un hijo bastardo de un primo de la reina, no está en el árbol genealógico porque han tratado todo este tiempo de mantenerlo al margen de la realeza. Sin embargo, tiene dinero, y mucho, y cierta importancia en el narcotráfico de drogas.

—¿Drogas? Nunca te ha importado eso. —comentó Sebastian; había dejado el sobre amarillo en la mesa unos segundos atrás y estaba sirviéndose un vaso de agua en la cocina para poco después regresar y recargarse en la barra, atento al menor.

—Y sigue sin importarme, lo que pasa con Johann es que recientemente se ha vuelto un inversionista en un proyecto bioquímico secreto en el que estoy interesado, pero es demasiado secreto y necesito más información.

—¿Quieres que lo torture entonces? —Sebastian sonrió y Jim despegó los ojos de la pantalla por unos milisegundos para dedicarle una mirada que trataba de expresarle lo idiota que era.

—No, tigre, bastará con que lo sigas y averigües todo lo que necesito. Sales mañana a las doce, mantenme al tanto de todo. — Jim bajó de golpe la pantalla del ordenador, se levantó de la silla y sin decir nada más se dirigió al dormitorio.

—Cuenta con ello, jefe. —murmuró para sí mismo acabándose el agua de un trago y caminando detrás de Jim.

.

Tan sólo tenía que espiar al sujeto, no era nada relativamente complicado o elaborado, por lo que optó por vestirse con ropa de civil poco llamativa, eso sí, llevando varias pistolas y cuchillos escondidos en su ropa, sólo por si acaso. El tal Johann estaba registrado en un hotel cercano a la zona, pero su salida estaba programada a las doce, el trabajo de Sebastian era seguirlo todo el tiempo que fuera necesario hasta que Jim se encontrara satisfecho.

Parado en la acera frente al hotel, comprobó que todavía faltaba una hora para que Johann saliera. Traía puesta una sudadera con la capucha puesta y unos auriculares blancos, tan casual y normal que no deberían prestarle demasiada atención. Ingresó la contraseña para desbloquear el celular y le envió un mensaje a Jim, no era necesario ponerse el auricular y el micrófono hasta que Johann comenzara a moverse, no si quería pasar desapercibido al menos.

SM: Todo va bien hasta ahora, estoy en posición y esperando.

JM: Perfecto, mantente alerta.

Siguió esperando un rato hasta que Johann salió seguido de dos guardaespaldas y subió en un auto deportivo azul que lo había estado esperando por unos segundos. Sebastian se colocó el auricular junto con el micrófono y subió a su motocicleta justo a tiempo para ver cuando el auto dobló en la siguiente calle, arrancó y activó el auricular con un pequeño botón.

—Jim, lo estoy siguiendo.

—No lo pierdas de vista.

Se mantuvo a unos cincuenta metros de distancia de su objetivo, sin perderlo de vista pero a una distancia considerable para no ser notado. Pasó media hora siguiendo al auto hasta que se detuvieron en un cine, Johann bajó con un guardaespaldas, probablemente el otro se quedaría con el auto, e ingresó a la construcción.

—Se detuvieron en un cine, voy a entrar, quizás se vea con alguien adentro.

No olvides las palomitas, quizás vea una buena película —dijo Jim con tono burlón, y Sebastian estaba seguro de que sonreía. Estacionó la moto junto al parquímetro y se apresuró a ingresar al cine, por suerte la fila para comprar los boletos era larga, así que cuando entró Johann aún no ingresaba a la sala. Dejó que una pareja de adolescentes se formaran entre él y el otro hombre, los adolescentes no dejaban de hablar y besarse, así que era poco probable que volteara hacia atrás a verlo a él, y en todo caso, Sebastian se había asegurado de no llamar para nada la atención de nadie.

El sujeto acabó pidiendo dos entradas para un drama extranjero que a Sebastian no le podía llamar menos la atención. Compró su boleto en la penúltima fila del cine y recordó conseguir las dichosas palomitas y unos dulces antes de entrar.

—¿Qué tal todo? ¿Algo interesante?

—Un jodido drama italiano… —La risa de Jim en su oído lo hicieron gruñir con molestia. —Podría simplemente quedarme esperando afuera y no ver esa basura.

—Vamos Sebby, tú fuiste el que sugirió que podría encontrarse con alguien adentro. Disfruta la película, tigre.

Resultó ser que no, Hutton no era nada más que un snob que veía películas aburridas en la que más de la mitad de los espectadores se durmieron. Incluso Sebastian estuvo a nada de dormirse varias veces, encontrándose a sí mismo cabeceando y casi dejando caer las palomitas al suelo, tan solo los ocasionales comentarios de Jim lograron mantenerlo despierto por esas tortuosas dos horas. Lo siguió por todo el día, incluso al restaurante elegante donde se vio obligado a comer –no que no tuviera para pagarlo, pero ese tipo de comida no era su favorita, la de Jim sí, pero la de él no – Jim siguió conversando ocasionalmente con él con el transcurso de las horas, preguntándole sobre los movimientos de Johann, pero por lo general todo fue bastante sencillo y aburrido, Hutton parecía no realizar ninguna actividad que mereciera la pena investigar.

—Jim, este tipo no está haciendo absolutamente nada.

—¿Y?

—Por favor. —Imploró Sebastian, y no, definitivamente no hizo un puchero pequeño –y si lo hubiera hecho sería por culpa de Jim y sus malos hábitos contagiosos, pero no lo hizo, así que no importa-

No, vas a seguirlo hasta que yo diga lo contrario.

Sebastian suspiró cansado y dejó caer su cabeza contra el volante, el semáforo estaba en rojo así que no habría problema. El problema no era esperar, como francotirador la paciencia era algo fundamental, y estaba más que acostumbrado a esperar horas en una misma posición para tener una oportunidad de dispararle a la persona en turno. El problema es que eso estaba resultando mortalmente aburrido, lo más interesante que Johann había hecho en el día era parar a comprar el helado, y ni siquiera había bajado él del auto, sino uno de sus guardaespaldas.

—De acuerdo, está volviendo a avanzar, lo seguiré. Pero quiero recalcar que si girara a la izquierda en esta calle podría volver a casa en menos de una hora.

—Pobre de ti, ahora concéntrate en el trabajo.

—A la orden jefe.

Sin embargo, y contra todo pronóstico de Sebastian, el aburrido día acabó pronto y antes de que se ocultara el sol Johann ya había vuelto a su casa, o, más bien, mansión. Sebastian se estacionó al otro lado de la calle y se escondió atrás de un conveniente arbusto junto a una barda. El terreno ocupado por un enorme jardín entre la calle y la construcción en sí era demasiado amplio, por lo que Sebastian tendría que usar unos binoculares para ver lo que pasaba adentro.

—Jim, no veo nada.

No es necesario, instalé micrófonos hace unas semanas. Descansa tigre, te dejaré saber cuando pase algo interesante. —Sebastian sonrió ante la repentina y extraña muestra de afecto de Jim, muy a su manera, claro está.

—¿Cómo podría dormir si tú vas a estar trabajando? —bromeó.

No planeaba dormir de todos modos.

—Lo sé.

Sí, ahí estaba ese punto que ambos conocían muy bien pero que nunca habían hablado y que nunca hablarían; Jim, por alguna extraña razón fuera de los límites de comprensión de Sebastian, no podía dormir sin él a su lado. Simplemente no podía.

Sebastian recargó su cuerpo contra la barda, dobló las rodillas hacia su pecho y cerró los ojos, si al menos hubiera traído algo suave que usar para sentarse…

—¿Seb?

—¿Jim?

—¿Recuerdas el último traje que me compré?

—¿Cuál de todos? Compraste como tres la última vez que fuimos de compras.

—El gris. —Casi pudo sentir que Jim rodó los ojos.

—¿Qué con él?

—¿Crees que me hace ver gordo?

Sebastian no pudo evitar soltar unas suaves risitas ante el comentario tan random de su pareja, del otro lado de la línea Jim sonreía.

—¿No habíamos tenido antes esta conversación? Ya sabes, ¿Cuando lo compraste? Estuviste en el probador por más de una hora y preguntaste lo mismo a todas las personas que pasaban.

—Sí, pero no te lo pregunté a ti. —Sebastian guardó silencio por unos momentos.

—No, no te hace ver gordo.

—¿Seguro?

—Nene, tú te verías sensacional aún si usaras una bolsa de basura. —dijo en el tono más seductor que pudo sin perder el humor.

Cállate Moran.

Sebastian sonrió y volvió a cerrar los ojos. La noche era cálida y agradable, el viento soplaba muy suave, apenas y una caricia, refrescante. Sebastian se empezó a sentir adormecido y sus ojos se negaban cada vez más a volver a abrirse.

Buenas noches, tigre. —murmuró, y Sebastian se dejó caer en la dulce inconciencia.

.

Más vale que te apures, está a punto de salir. —Sebastian suspiró aliviado, llevaba horas esperando desde que despertó. Se levantó y tronó la espalda, realmente dormir en el piso no era lo mejor para la columna.

—¿Algo interesante?

No, acaba de terminar de desayunar y alguien salió a preparar el auto, parece que van a salir de la ciudad. Te enviaré las coordenadas, adelántate o te verán.

El viaje no fue tan lento, habían algunos autos, pero en general el flujo del tránsito estaba moderadamente bien. Tardó una hora y media en llegar al lugar indicado por Jim, una casa de dos pisos cerca de una granja y al lado de la carretera, por lo que también tenía cerca la multitud de árboles que no se podían llamar bosque característicos a los lados de la carretera. Muy abandonada, y si fuera de noche seguro que más de una de las personas que pasaban de ahí se morirían del miedo por una casa de aspecto tan fantasmagórico como esa, porque sí, aparte de ser la única en kilómetros a la redonda estaba hecha de tablas desgastadas con pintura suave azul y un porche blanco podrido por las termitas.

—Hermoso… —dijo con sarcasmo mientras se quitaba el casco.

Guárdate tus comentarios, Moran.

—¿Está cerca? —porque por supuesto que Jim había colocado un rastreador en todos los autos del sujeto aquél.

Todavía debe de tardar como diez minutos.

—Entonces voy a entrar a asegurar el perímetro.

Jim no contestó, Sebastian sacó la pistola del bolsillo de su chaqueta y entró sigilosamente en la casa, cuidando de no hacer ruido al pisar las maderas sueltas y chirriantes. Sólo había un hombre escuchando música cerca de la entrada, mortalmente aburrido. Sebastian lo redujo fácilmente. Habían dos posibles motivos para la escasa seguridad del lugar, la primera es que no hubiera nada interesante ahí adentro y la segunda era que Hutton fuera demasiado confiado. Optaba por la segunda.

—El primer piso está limpio, voy a subir. —dijo Sebastian más por decir algo que por cualquier otra cosa.

El segundo piso no contaba con más que tres puertas, la primera era un dormitorio sencillo, la segunda un baño, y Sebastian se estaba empezando a mentalizar sobre las cosas igualmente aburridas que vería en la tercera habitación, pero cuando abrió la puerta…

—Jim… —Sebastian empujó la puerta en su totalidad con la boca abierta.

—¿Qué?

—Eres…tú.

La habitación estaba llena de fotos de Jim, él mismo en menor medida y algunas otras de personas como el tercer al mando o la secretaria personal de Jim, Anne. Una pared entera estaba ocupada por un mapa junto con varias fotos de asesinatos, actos terroristas, empresarios, suicidios, restaurantes y otras cosas unidas con un hilo rojo. Todo relacionado con la red criminal de Jim o sus acciones cotidianas, incluso habían descubierto una de sus viviendas secretas, la que habían estado ocupando dos meses atrás, justamente.

En una mesa en el centro de la habitación habían algunos organizadores con algunos sobres dentro. Sebastian guardó su pistola para poder leer su contenido.

—¿Qué está pasando?

—Eso es lo que me gustaría saber a mí.

Todos los sobres estaban titulados con alguno de los trabajos que Jim había realizado, tanto de manera personal como encargos para otras personas, aunque esos generalmente los realizaba él, ya que lo usual era que a Jim le pidieran matar a alguien, y ese era el trabajo de Sebastian. Vio dos sobres detrás de los organizadores, al parecer aun no revisados y archivados, uno contenía las acciones de la red de Jim en la semana, incluyendo el trabajo que Sebastian había realizado dos días atrás, pero cuando estaba a punto de ver el contenido del segundo la alterada voz de James en su oído lo interrumpió.

¡Bastian! ¡Seb! ¿me oyes? ¡Sal de ahí inmediatamente!

Un segundo después escuchó la puerta principal abrirse junto con los pasos de Johann y sus hombres. Sebastian abrió el segundo sobre ansiosamente, lo más rápido que sus dedos le permitían.

—¡Señor, Roger está inconsciente! —gritó uno de los guardaespaldas desde el piso de abajo.

—Hay alguien aquí, protege al señor Hutton, subiré a investigar. —contestó el segundo guardaespaldas.

—Mierda… —Los pasos pesados del hombre subiendo por la escalera se hacían cada vez más fuertes. Dentro del sobre había una hoja doblada con el nombre de Holmes escrito en la parte trasera. Alcanzó a guardar la hoja dentro de su pantalón justo a tiempo para que el hombre entrara azotando la puerta y apuntándole con la pistola. Maldito fuera el momento cuando Sebastian guardó la suya. Retrocedió unos cuantos pasos y alzó las manos sobre su cabeza. La voz alterada y preocupada de Jim en su oído seguía llamándolo insistentemente.

—¿Quién eres? —ladró el hombre. Sebastian sonrió de lado.

—Soy imparable.

Aprovechó los pocos segundos de distracción del hombre para dar media vuelta, colocar sus brazos sobre su cara y cabeza, tomó impulso y saltó por la ventana. La caída fue dolorosa por sí sola, pero si a eso se le añadía el dolor de los cristales de la ventana rota incrustándose en su cuerpo se podía obtener una combinación muy dolorosa que dejaría incapacitada a muchas personas, ahogó un gemido de dolor y se paró lo más rápido que pudo, el hombre maldijo desde el piso de arriba y disparó varias veces, errando por poco. Sebastian corrió como pudo hacia la carretera, la atravesó y se internó en los árboles, no paró de correr hasta que estuvo seguro de que no lo seguían.

Estaba cansado, sangrando, y jadeando. Se recargó contra un árbol y se dejó caer hasta la tierra. Esperó unos cuantos segundos a que su respiración se controlara un poco antes de volver a ponerle atención a la histérica voz de Moriarty, que no había parado de hablarle todo el tiempo.

—¡Maldita sea Sebastian! ¿Qué está pasando? Escuché disparos, ¿estás bien? ¿estás muerto? No puedes estar muerto, te escucho respirar. Joder, ¿por qué mierda no contestas? ¡Sebastian! ¡Tigre!

—Estoy bien James.

Jim paró de hablar súbitamente, como si no hubiera dicho nada. Tardó unos segundos en volver a hablar, y lo hizo con su voz calmada de siempre, pero Sebastian aún podía notar cierto toque de preocupación en ella.

—¿Qué pasó?

—Me encontraron, salté por una ventana, me dispararon y escapé. Encontré algo que parece ser una carta o una nota o algo dirigida a Holmes. James, ese sujeto te ha estado monitoreando por al menos un año.

—¿Qué dice la carta?

Con una punzada de dolor al mover el brazo, seguramente por tener una o más costillas rotas, sacó la carta de su pantalón y la leyó rápidamente.

—Sólo le dice que la investigación está terminada y que le enviaría los resultados mañana a primera hora. Supongo que tendrán un pequeño ajuste de planes.

Debe ser Mycroft… Sherlock no es de los que mandan a alguien a investigar cuando él puede hacerlo. —Hizo una pequeña pausa —El trabajo acabó, mandaré a alguien por ti, estarán ahí en media hora. Tendré a un doctor esperando aquí.

Sebastian sonrió débilmente y asintió con la cabeza aunque sabía que no podía verlo.

—Avísame cuando lleguen, creo que voy a dormir un poco.

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Resultó ser que Sebastian sólo tenía dos costillas rotas, unos cuantos cortes por los vidrios y un esguince en la muñeca, nada malo para haber saltado de un segundo piso, y si nada se complicaba, debería estar bien en una semana o dos, después de todo había tenido heridas más serias y no tardaba mucho en recuperarse.

Despertó tarde la mañana siguiente, aunque culpaba a los fármacos con somníferos que lo habían obligado a tomar para prevenir infecciones, en teoría. Le sugeriría a Jim que encontrara otro médico. Cuando despertó Jim ya se había levantado hace mucho, a juzgar por su lado de la cama frío. Lo ubicó hablando por teléfono en francés junto a la ventana y comiendo un plátano. Sebastian sonrió a Jim una vez éste colgó el teléfono, pero Jim le frunció el ceño.

—Eres un flojo, es más de medio día.

—Lo sé, lo siento. —Sebastian siguió sonriendo, sentado en la cama. Jim rodó los ojos y se fue a sentar en su lado. —Es una sorpresa verte comer algo por tu cuenta.

—Bueno, tú no preparaste el desayuno, así que me las arreglé.

Jim acabó de comer el plátano y dejó la cáscara sobre la cama; Sebastian lo limpiaría después, era su culpa por dormir todo el día.

—Más te vale que te recuperes, en una semana salimos de viaje. A Johann le dio un ataque de pánico después de tu pequeña intromisión y salió huyendo a Singapur. Se encontrará allí con Holmes en dos semanas. Holmes monitoreará los vuelos toda la semana antes para evitar que nos lo encontremos accidentalmente, así que salimos la siguiente semana.

—¿Singapur? —repitió extrañado una vez Jim acabó de hablar, ¿quién iba a Singapur?

—Al parecer es un gran lugar de comercio y es donde estaba sucediendo el proyecto bioquímico, aunque ya lo investigué bien y resultó ser una farsa total, nada interesante. El punto es que tiene conocidos importantes allá que tienen un gran sistema de seguridad.

—¿Entonces se va a esconder como una rata por dos semanas?

—Básicamente, pero nosotros vamos a ir para cuando salga. Ten tu traje de baño preparado, tigre.

Jim sonrió travieso, con esa sombra de demencia que siempre tenían todas sus sonrisas y salió de la habitación.