Descargo: Los personajes de Once upon time no me pertenecen, desde luego. Esta historia no se puede reproducir, copiar, ni vender para sacar rédito económico.

Advertencia: Incesto, incesto y mucho, y lo recalco para los que han entrado aquí despistados, están a tiempo de retroceder. Vamos, chicas/os que somos todos adulto, bueno…eso quiero creer jaja. Clasificación M, ya que habrá escenas subidas de tono, lenguaje inapropiado y mucho enredo. La historia se centrará en Snow/Swan, aunque más adelante habrá un ligero toque de Swan/Queen y en menor medida, también Snow/Queen. Regina tendrá su par en el furturo y será Maléfica. Inicio y referencia desde la primera temporada.

Por favor, si no te gusta la temática o la elección de la pareja, busca algo que se apegue a tus ansias de lectura.

Dicho esto, a leer.

Su dulce y helado suspiro

Capítulo 1

Una simple abrazo de amigas

—No será permanente—aseguró Emma.

—Ya lo hablamos, puedes quedarte el tiempo que necesites—dijo Mary Margaret.

—Y te lo agradezco, pero ….

—¿Qué, prefieres dormir en tu auto?—preguntó, ladeando su cabeza.

—No, no es eso, es que no quiero abusar.

—No digas tonterías—descartó, con una sonrisa amable—. ¿Iras a ver a Henry?—cambió de tema.

—Sí, debo confesar que estoy preocupada por él.

—Lo sé, es un niño insistente—asintió—. Y en parte me siento responsable, fui yo la que le regaló ese libro.

—No sé cómo lidiar con esto—confesó, muerta de miedo por la inexperiencia.

—Lo harás bien—animó—. Tal vez no es del todo malo imaginar que existen otras posibilidades, y Henry es tan entusiasta cuando relata esos cuentos—expresó.

—No, por favor, dime que tú no le estás siguiendo el rollo—imploró.

—No lo sé, por supuesto que es una ilusión, y por cierto, una muy agradable, ¿te lo imaginas?—expreso con un brillo en sus ojos—. Sólo que…

—No, no me lo imagino—negó, frunciendo la nariz—. Pero estás hablando por David, es eso, ¿no?—se animó adivinar.

—Sí, tal vez me dejé llevar por el entusiasmo—suspiró, sosteniendo la taza de café con ambas manos.

—Está casado, y aunque fue extraña la manera que esa mujer apareció de la nada, es una barrera que inevitablemente existe—dijo apretando los labios en una sonrisa comprensiva—. Y aunque seguramente te sientes confundida, no creo que sea buena idea ir hasta su casa y arrojarle todo lo que piensas o crees pensar.

—Por supuesto que no, —negó convencida—y por eso, he aceptado una cita—confesó, nerviosa—. Necesito una distracción y bueno, he quedado hoy a las nueve, en lo de la abuelita.

—¿Una cita?, ¿con quién?—inquirió sorprendida.

No era que no pudiera tener una cita, pero, ¿por qué la sola idea se le hacía fatal?

—El doctor Whale.

—¡Wuacala!—expresó, sacando la legua, sin poder evitar su descontento, haciendo que su amiga se riera de sus gestos—. Bueno…por lo menos es un comienzo—acepto, sacudiendo sus pensamientos—. Te hará bien salir una noche—dijo, tratando de ser optimista.

Se merecía salir y despejar el gran lio que David había generado en su interior, pero, ¿con Whale?

—Eso supongo, creo que estoy desacostumbrada—confesó temerosa—. Veremos cómo me va—concluyó después de unos segundos, encogiéndose de hombros—. Pero cuéntame, ¿qué hay de Graham?

—¿Qué?, ¿qué hay con Graham?—repitió interrogante.

—No sé, veo que se llevan bien.

—Sí, eso creo. Soy su ayudante y me agrada el trabajo—aceptó.

—¿Segura que sólo te gusta el trabajo?—pinchó por una respuesta.

—Por supuesto—aseguró atónita por la insinuación—. Él y yo…cien por ciento descartado—zanjó, haciendo un repele interno.

—Si tú lo dices—rió, terminando el café para seguidamente, colocarse su chaqueta.

A Emma le restaba media hora para volver a la comisaria. Se acomodó en la butaca y se dispuso a preparar un sándwich.

—Gracias—habló Margaret, abriendo la puerta para regresar al segundo turno del colegio.

—¿Por qué?—preguntó, girándose hacia ella.

—Me agrada tenerte aquí —sonrió agradecida.


La tarde-noche había resultado bastante tranquila. En definitiva, desde que había llegado a la ciudad no habían tenido ningún conflicto grave. Algún borracho que sacar del bar o alguna disputa por vaya a saber qué, pero nada que no se pudiera resolver en una rápida patrulla.

Emma cerró los ojos un momento, dejando que su cabeza descansara en el apoyo del asiento, cuando sintió el fuerte jalón de la puerta.

Genial, esa mujer no iba a permitir que viviera en paz por más de un día completo, se dijo enderezándose para recibirla.

Regina entró a la oficina como estampida y colocándose en la mitad de la sala, se tomó la cintura, haciendo sonar su fino taco en el suelo.

—¿Qué quiere?—espetó.

—No se burle de mí—señaló furiosa.

—Encerró a mi amiga por un delito que claramente no cometió, está ensañada con que me vaya de la ciudad…cosa que no haré ¡Qué le quede claro!, y ahora, ¿a qué ha venido?, ¿Cuál será la exigencia de la flamante alcaldesa?—ironizó, con el rostro endurecido.

—¡Aléjese de Graham, señorita Swan!—advirtió, dando dos pasos hacia ella—. No sé lo que pretende, pero no lo incluya en sus funestos propósitos.

¿Por qué todos suponían que le gustaba Graham? Era una estupidez, aunque eso solo ella lo sabía.

Boston era completamente diferente. Siempre había tenido un estilo bien definido, y como una vieja amiga le había dicho una vez: Tu manera de caminar, la ropa que llevas, tu poco tacto…eres un marimacho caminando, y sí, era verdad, pero parecía que en Storybrook nadie se había percatado de su para nada oculta inclinación sexual.

—Graham..ehh,—rió con ganas—. Puede llevárselo con moño y adornos, no me interesa—descartó, haciendo un ademan con su mano.

—Le estoy hablando en serio. No querrá meterse conmigo—siseó, apretando los dientes e intensificando su mirada.

—Mire, yo no peleo por machos—aclaró, ya harta de toda la situación.

Era lo que faltaba para completar su día, lidiar con Regina y sus estúpidos reclamos, incoherentes.

—Tenga mucho cuidado con sus palabras—se inclinó, con gesto asesino.

—Sí, como sea—ignoró los arranques de esa mujer que cada día que pasaba, le daba la impresión que más esquizofrénica se volvía—. Mientras no afecte la vida de Henry, por mí puede acostarse con todo el maldito pueblo, me da igual. Eso incluye a Graham—finalizó cruzando sus brazos y colocando sus botas sobre el escritorio, esperando a que se largara de una vez.

Regina giró sobre sus talones y salió de la comisaría, hecha una furia.

El reloj de la pared marcaban las nueve menos cuarto. Mary Margaret estaría en camino para su cita.

Su estomago se contrajo provocándole una sensación de incomodidad.

¿Y si ese hombre se propasaba?, ¿y si la velada duraba toda la noche? Tenía que dejar de pensar, le estallaba la cabeza. ¿Era lógico tener el impulso de ir a buscarla y arrastrarla de los pelos hasta llegar al apartamento? Desde luego que no era lógico, era su amiga, no una de sus chicas, pero…

—¿Qué hay de nuevo?—preguntó Graham, entrando unos minutos después, irrumpiendo su acalorada batalla interna.

—Nada, a excepción que todo el mundo piensa que me gustas—escupió, recobrando la compostura y arrojando una pelota de papel al cesto.

—Lo siento—se disculpó, apenado—. Ha venido Regina, ¿no es así?—se animó a suponer, dejando la caja de donas sobre el escritorio.

—Sí, pero descuida, tu secreto está a salvo conmigo—dijo con una sonrisa.

—Te lo agradezco—sonrió, correspondiéndole—. Esa mujer un día se va a enterar y tendré que contratar custodia—aseguró.

—¡Ya lo creo!—asintió Emma, soltando una carcajada.


No se sentía ni un solo suspiro y la tensión se alojó en el centro de su estomago.

Emma giro el pestillo de la puerta del apartamento para encontrarlo a oscuras. Y cuando su irracionalidad estaba a punto de volver a cerrar la puerta para buscarla por cada rincón de esa condenada ciudad, escuchó un leve suspiro que la detuvo en seco:

—Estoy aquí—avisó Mary Margaret en el rincón más alejado del apartamento, al costado de la ventana que daba a la calle.

—Me has dado un susto de muerte—teatró, colocándose una mano en el pecho, ingresado del todo a la sala y prendiendo las luces.

Colgó su chaqueta y se acercó a su amiga que se encontraba inmóvil, envuelta en una gran manta de lana.

—Pensé que no habías llegado todavía. Estaba preocupada. ¿Cómo fue?

—A las diez y media estaba aquí—contó, con su vista fija a la nada.

—Lo siento—habló, torciendo los labios.

—No, está bien—se encogió para abrazarse a ella misma.

—¿Quieres hablar sobre ello?

—Capaz que soy yo la que no comprendo del todo de que va. Quiero decir que, no tuve muchas veladas románticas, para decir ninguna, mejor—confesó—. Quizás las citas son así, y yo simplemente no sabía que eran tan aburridas y tediosas…—divagó, como tratando de razonar sus propios pensamientos—. ¿Cómo eran las tuyas?—quiso saber, mirándola interrogante.

—La verdad es que siempre fui un desastre con las citas—dijo, sentándose frente a ella, apoyando sus codos en las rodillas—. Nunca se me dieron bien.

—Pensé que una chica como tú, tendría experiencia—confesó, extrañada.

—¿Eso creíste?—preguntó con una sonrisa—. No lo voy a negar, tuve varias relaciones, pero soy más del tipo de: "Si me gustas, saltémonos la cena"

—¡Oh, entiendo!—exclamó sonrojada.

—¿Y entonces?, ¿lo volverás a ver?—interrogó, rogando por una respuesta acorde a sus exclamaciones mentales.

—No—negó con rotundidad—. Fue una mala idea desde el comienzo, y la conversación fue terrible.

—Lo imagino—suspiró en silencio. No le agradaba ese hombre y mucho menos para Mary Margaret—. Una aburrida cátedra de doctorado—aventuró con escalofríos.

—Sí—asintió confirmando las dos horas más aburridas de su vida.

—¿Quieres que prepare un té?—propuso, poniéndose de pie.

—Sí, gracias—aceptó, enrollándose más en la manta—. ¿Cuándo te viniste, dejaste algún chico en el camino?—preguntó para seguir con la charla animosa.

Era el momento para aclararlo, no le mentiría.

Emma se tomó un segundo para descansar sus manos sobre la mesada y exhalando hondo, lo dijo sin más:

—Me gustan las mujeres. Por lo tanto no, ningún chico.

—P..perdona, yo no quise…—se atragantó, enderezándose para mirarla apenada—. No me imaginé..que tú..bueno—no sabía que decir y comenzó a trabarse.

—No te sientas mal. No es que no me hubiera pasado antes—habló sin mirarla y apenas sonriendo de lado—. Lo que menos quiero es que te sientas incomoda en tu propia casa. Tomaré mis cosas y me iré—dijo, apagando la hornalla, dejando el agua a medio hervir para dirigirse a recoger sus pertenencias. Un pequeño bolso de color negro, al rincón de la escalera y su chaqueta, la cual colgaba del perchero.

—No tienes que irte—frenó, poniéndose de pie para acercarse.

—Pero…he notado en tus gestos que te has escandalizado, y de verdad, no quiero que tú…

—¿Escandalizada?—cortó— .No, de ninguna manera. Es que me has tomado por sorpresa, eso es todo—tranquilizó situándose frente a ella con una sonrisa—. De verdad, Emma, no tengo ningún problema. Cada cual es libre de escoger lo que realmente desea.

—¿Estás segura?—quiso saber.

—Lo estoy—afirmó con seguridad.

Después de que el té hirvió, ambas volvieron a sentarse, una frente a la otra.

Emma colocó las dos tazas recién preparadas sobre la mesa y recostándose, esperó paciente a que su compañera de piso se sintiera a gusto para volver a retomar la conversación. Algo no andaba bien y lo intuía, y no quería resultar cargosa, pero necesitaba saber que pasaba por su cabeza. Debía asegurarse que su estado no se relacionaba con su ahora abierta sexualidad.

—Puedes decírmelo—empujó, tratando de no parecer ansiosa.

—¿Me encuentras atractiva?—preguntó Mary Margaret, después de varios minutos de silencio donde solo el suave golpeteo de una cañería vieja y oxidada se escuchaba a la distancia.

—¡Wow!—dijo Emma, abriendo los ojos como platos y tragando el sorbo de té, de un tirón—. Eso sí es muy directo.

—Por supuesto que no me encuentras atractiva, ¿no debí preguntar?—se retractó, tomándose el rostro—. Soy una estúpida, olvida lo que dije.

—¡Oye!, ¿de qué hablas?—frenó su verborragia, colocando la taza sobre la pequeña mesa ratona—. Eres hermosa—afirmó, sin dudas.

—Lo dices solo por compromiso—se mordió el labio, a la vez que enjuagaba una lágrima furtiva y giraba su vista a la ventana para que no viera lo afectada que se encontraba.

—Claro que no—contradijo, captando su atención, nuevamente—. Lo eres de verdad, tienes unos increíbles ojos verdes, buen físico, eres amable… Soy un espanto con los piropos, ¿no es así?—reconoció, con una mueca divertida.

—Un poco, pero gracias.

—Lo he dicho en serio—afirmó, mirándola directamente—. Que nadie diga lo contrario porque se las verá conmigo—bromeó, logrando que sonriera, pero al instante volvió a encogerse para prolongar el silencio.

Algo le atormentaba, su ceño fruncido se lo confirmaba.

—Pero no lo suficiente para acostarte conmigo—dijo después de sorber un largo trago de té.

—¿Hablas de acostarme..acostarme?—preguntó, apunto de escupir la bebida.

¿Mary Margaret se quería acostar con ella? No, eso no era posible.

—A lo que voy es que…—suspiró con tristeza—siempre es lo mismo. Salgo con alguien y al principio es agradable, pero…no lo sé, huyen de mí, todos lo hacen.

—Ah, ya entiendo…—suspiró, aunque no aliviada. Por un momento había creído que…pero por supuesto que no, a su compañera le gustaban tanto los hombres, como a ella las chicas—. Mira, no hay ningún problema contigo, te lo aseguro. No has encontrado a la persona correcta, simple como eso—aseguró—. Y seré sincera, yo sí me acostaría contigo—soltó sin tapujos.

—¿Lo dices en serio?—preguntó, abriendo mucho los ojos.

—Muy en serio—asintió, enternecida por esa preciosa cara de asombro.

—¡Oh!—se sorprendió por la sinceridad de sus palabras—. Esta conversación…digo, no es que tú y yo…

—Tranquila, lo sé—aseguró—. Tú querías saber y te respondí, y ahí termina la cuestión. Creo que ya es suficiente por una noche, me voy a la cama. Deberías hacer lo mismo—aconsejó, levantando de la mesa las dos tazas para llevarlas al fregadero.

—Tienes razón—aceptó, levantándose del sillón para ir a la cama, que para su suerte estaba a tres pasos de ella.

Emma se adentro en el baño para colocarse su pijama, y después de cepillar sus dientes, salió , apagando las luces.

Avanzó a oscuras, agradeciendo que los focos de la calle principal le permitieran moverse sin chocar con nada. y cuando estaba por subir las escaleras, Margaret la llamó, susurrando, al otro lado de la sala.

—¿Emma?

—Dime—dijo, dándose la vuelta.

—¿Te acostarías conmigo, solo para abrazarme?—pidió, casi en un murmuro intangible—. Si te molesta…yo sólo..—dijo con evidente nerviosismo en su timbre de voz.

—C..claro—tartamudeó, aun sin moverse—. Supongo que las amigas pueden hacer eso—lo dijo en voz alta, pero en realidad había sido para infundirse ánimos.

Es mi amiga…solo mi amiga, se repitió con cada paso. No lo arruines, Emma.

Margaret asintió con una sonrisa agradecida y levantando la manta, se hizo a un lado para dejarle espacio.

Emma llegó a la cama, se acomodó junto a ella, y estirando el brazo, la acurrucó a su costado, dejado que su cabeza se amoldara en su pecho.

—¿Así está bien?—preguntó, animándose a abrazarla y atrayendo la manta para que ambas estuvieran calientes.

Debía comportarse…y con una cachetada mental, obligó a su cerebro a serenarse.

Es solo un abrazo, un inofensivo abrazo, no pensaré en que bien huele su cabello, ni como su cuerpo se amolda perfectamente al mío..no, no, no. No lo haré…Maldita sea, estoy perdida, me la quiero comer en dos panes, chilló en silencio, sabiendo que no pegaría un ojo en toda la maldita noche.

—Gracias, Emma—dijo Mary Margaret, cerrando los ojos y quedando dormida en el acto.


Nueva historia! Snow/Swan! Me ha parecido un bonito experimento para llevar a cabo, y las actualizaciones dependerán de ustedes..Sí, de ustedes, queridos lectores. Quiero que me escriban para saber si desean continuación, que les ha parecido, y si les agrada la idea de que tenga varios capítulos.

Para los que me leen, saben que me encanta contestar los comentarios, interactuar y recibir consejos o recomendaciones. Haré pequeñas devoluciones a en el siguiente cap, escribiendo el nombre del usuario, por orden y al final. (Sea uno, veinte o setenta)

Bueno, espero que lo disfrutaran. Abrazos y espero que tenga aceptación para leernos en el próximo capítulo.