Nota de autor: He tenido que volver a subir esta historia al misteriosamente desaparecer y no poder editarla.

En principio va a ser totalmente canon aunque no se si el final lo haré UA, cambiando un hecho importante para un personaje. Si bien empieza en la primera guerra, seguirá los acontecimientos de la Orden del Fénix. Siempre he querido,saber, profundizar en la relación entre Sirius/Andrómeda/Nymphadora antes y después de Azkaban.

Va a ser el primer fic pensado como largo, no se cuantos capítulos van a salir, como tampoco tengo un ritmo de actualización.

Los personajes pertenecen a la gran JK Rowling.


Capítulo 1: Las cartas sobre la mesa

Diciembre 1977

Fleamont Potter estaba sentado en una butaca, en la biblioteca de su casa, mientras se fumaba una pipa. Leía tranquilamente el último ensayo sobre pociones curativas que le había pasado un antiguo colega. Escuchó unas risas estruendosas. Negó con la cabeza. Dejó el libro y la pipa sobre la mesita auxiliar y salió al pasillo.

- ¡James! ¡Sirius! No seáis tan escandalosos –dos muchachos con la cara colorada de la risa aparecieron.

- Lo siento papá. Es que…es que Remus nos ha contestado a la carta de Peter y… –James Potter volvió a estallar a carcajada limpia. Sirius se tapaba la boca.

- Remus tiene a veces un sentido del humor bastante acido –Sirius, releía la carta que llevaba en la mano, entre risas.

- Bueno, sea lo que sea, bajar la voz. Euphemia no se encuentra bien – observó a su hijo y a su mejor amigo – ¿Cómo es que no os habéis quedado en Hogwarts?

- Ni Remus ni Peter se iban a quedar. Y el castillo sin los cuatro juntos, no es lo mismo… –Fleamont ladeo la cabeza mirando a su hijo.

- Esa es una razón de mucho peso para nosotros. En mi caso, además, mi prima Andrómeda me ha invitado el día de Navidad a comer y a pasar el día con su familia.

- Bueno, bueno, vosotros sabréis. Repito, no hagáis tanto ruido ¿de acuerdo? – los muchachos asintieron y se marcharon, dejando a Fleamont saboreando mentalmente la pipa que iba seguir fumando.

James entró a su habitación y se tiró encima de la cama. Sacó del bolsillo de su pantalón una snitch. La lanzó hacia al techo y en seguida al notar estar en el aire, desplegó sus alas. James la observaba como sobrevolaba sobre su cabeza mientras él estaba tumbado con los brazos cruzados sobre el pecho.

- No había pensado en que son nuestras últimas Navidades siendo aún estudiantes de Hogwarts – James no apartaba la vista de la snitch.

Sirius retiró la silla del escritorio y se sentó. Dejó la carta sobre la mesa y miró a su mejor amigo, su hermano, por un momento. Se volvió hacia el escritorio y sacó un trozo de pergamino. Mojó la pluma en tinta dispuesto a contestar a Remus.

- Prefería no hacerlo, ya sabes, ignorarlo un poco. Solo nos quedan unos meses hasta que nos demos de bruces con la realidad… – James escuchaba el rasgueo de la pluma sobre el papel

- Yo ya lo hice ¿recuerdas? Vivo contigo – Sirius había decidido cortar de raíz respecto a su familia. Un día se marchó para no volver – Aun así, ahora mismo pienso disfrutar lo que pueda – Sirius releía la carta mientras sonreía – ¿Crees que la definición de Peter como pequeño lameculos huidizo complementa a todo lo dicho por Remus?

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Sirius se miraba en el espejo de su habitación. Colocó bien el cuello de la camisa y se dirigió a la cama donde tenía encima dos jerséis. Uno liso y otro de cuadros. Los miró detenidamente. Al final no se decantó por ninguno. Abrió el armario y sacó un chaleco negro. Se lo puso y volvió a mirarse en el espejo. Se pasó la mano por el pelo.

- Venga Sirius, deja ya de mirarte ¡si estás muy guapo! –James se había asomado por la puerta. Esquivó ágilmente un cojín –inténtalo de nuevo, ya sabes, mis grandes reflejos de Quidd… – el libro de Historia de la Magia se estampó en su cara, tirándole las gafas – ¡Capullo! ¡Me has roto las gafas!

- Eso te pasa por ser un bocazas gilipollas. Por eso Evans pasa de ti – le dio un guiño a su propio reflejo. Se agachó y metió la mano debajo de la cama. Sacó una bolsa con los regalos que había comprado para Andrómeda.

- Bueno ahora al menos tenemos conversaciones civilizadas. La cosa ha mejorado – dijo James recogiendo una de las patillas de sus gafas.

Sirius se puso la capa de viaje y salió de la habitación, mientras su amigo lanzaba un reparo a sus gafas y le siguió.

- ¿Qué tenéis pensado hacer? – James cogió un tarro de encima de la chimenea.

- Supongo que lo normal que se hace en una comida de Navidad, Cornamenta.

Parándose delante de la chimenea, Sirius se terminó de colocar bien la capa. Cogió un puñado de polvos flu del tarro que le ofrecía James y se metió dentro.

- ¡Feliz Navidad James! Felicita a tus padres por mí.

- ¡Pásalo bien Canuto! – Sirius desapareció entre un montón de llamas verdes.

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- ¡Nymphadora! ¡Que bajes, eh dicho! – Andrómeda Tonks estaba al inició de las escaleras mirando dirección al cuarto de su hija.

- ¡Ya voy! –dijo una voz infantil. Salió de su cuarto dando saltitos.

- ¡Vamos! Sirius está a punto de llegar a… ¡Hija! ¿No te puedes poner un color de pelo normal? –Andrómeda se pasó la mano por la cara.

- ¡Déjala Dromeda! Le queda muy bien – Ted Tonks sonreía abiertamente. Su sonrisa franca y su cabello rubio le hacían parecer un niño travieso – ¿A que si Dora? – se agachó con los brazos abiertos. La niña llego corriendo y se tiró a los brazos de su padre.

- El pelo rosa me gusta…

- Di que sí cariño –Ted le dio un beso.

- Bueno, que remedio – la niña se fue dirección al salón. Andrómeda la siguió con la mirada. Cuando desapareció de vista se volvió a Ted – Y tú, deja de alentarla Ted. La consientes demasiado.

- Nuestra hija tiene un don maravilloso Dromeda ¡Déjala que lo use! –Ted cruzo los brazos.

- ¡Me parece bien! Pero hoy podía ir un poquito más formal.

- ¿Por qué? Solo viene a comer Sirius. No es una fiesta de la alta sociedad, Dromeda. Además, tiene cuatro años –Ted la abrazó. Sabía que Andrómeda podía ser a veces un poco estricta, así la habían educado en la Noble y Ancestral Casa de los Black.

- Quiero que todo salga perfecto. Sirius es la única familia que tengo. Siempre hago como que no me importa el rechazo, pero…

- Lo hace – dijo Ted – Pero es normal, Dromeda. No dejan de ser tus padres, tus hermanas. Es un sentimiento humano. Y eso demuestra la gran persona que eres.

- Da igual – Andrómeda se frotó el ojo – Tengo más que suficiente con vosotros – se inclinó un poco y le besó.

La chimenea se encendió. Grandes llamas verdes aparecieron. La pareja se dio la vuelta. Sirius Black salió de ella elegantemente.

- ¡Andrómeda! –Sirius abrió los brazos, con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Sirius! ¡Qué alegría verte! – abrazó a su primo con fuerza. Lo apartó brevemente y le miró. Su pelo negro caía en una media melena con una gracia innata. Las facciones aristocráticas y suaves. Y unos picaros ojos grises –Tan guapo como siempre.

- Si, bueno, es de lo poco que puedo dar gracias por apellidarme Black… ¡Ted!

- Hola muchacho –se dieron un fuerte apretón de manos –me alegro de verte.

Un torbellino de color rosa apareció zumbando por el salón – ¡Siriuaaaah! –la niña tropezó con la alfombra y dio de bruces con el suelo.

- ¡Nymphadora! Quieres tener más cuidado, cielo. A ver, mírame –Andrómeda se puso de rodillas en el suelo y le cogió la cara. Tenía la nariz colorada.

- ¡Duele! –se le habían saltado las lágrimas.

- Eso se te pasa en nada Nymphadora. Eres una niña grande ¿no? –Sirius se había acercado a ellas. La niña se levantó corriendo, como si el dolor se le hubiera ido por arte de magia.

- ¡Sirius! –se lanzó a sus brazos. El la levantó en volandas y le dio un sonoro beso.

- ¿Cómo está mi metamorfomaga favorita? – la pequeña tenia los mismos ojos que él. Grises, igual de pillos – Oye, me gusta tu pelo.

- ¡A que sí! A mamá no… ¡Mira lo que se hacer! –frunció mucho las cejas y cerró los ojos. Su naricita parecía que empezaba a cambiar, pero se quedó en intento –¡Ahhhh! ¡Me duele! No te lo puedo enseñar –miraba triste a su primo.

- No pasa nada. Otro día me lo enseñas ¿sí? –la dejó en el suelo. Cogió la bolsa con los regalos y se la dio a Ted. Se quitó la capa y la colgó en el perchero.

- Vamos, ir a la mesa, que la comida está casi lista –indicó Andrómeda.

Todos se dirigieron al comedor, donde una gran mesa se encontraba ya preparada. La vajilla relucía. Había largas velas encendidas rodeadas de adornos navideños. Sirius ayudó a Nymphadora a sentarse. Las bandejas de comida llegaron levitando delante de Andrómeda. Empezaron a servir la comida.

Sirius observaba como su prima iba llenando el plato de su hija con un poco del pavo relleno y brócoli. Se giró hacia la pequeña, quien no apartaba la vista de él mientras se metía el tenedor en la boca. Entonces con un gesto rápido, Sirius le sacó la lengua y desvío la mirada. Volvió a mirar hacia Nymphadora, ella sonrió y abrió la boca enseñando toda la comida.

- Nymphadora, la boca cerrada mientras se come. Te lo he dicho muchas veces – su madre la miraba mientras intentaba cortar el pavo.

- Deja Dromeda, ya lo hago yo – Ted se levantó, con los cuchillos en la mano. Podía hacerlo con magia, pero, como mago hijo de muggles, le gustaba hacerlo así. Le recordaba a las Navidades cuando era un niño.

Sirius miró a la niña con expresión ganadora. Ella entrecerró los ojos e hizo un mohín con la boca, mientras se recostaba contra la silla, moviendo el tenedor. Sirius agrandó aún más la sonrisa haciendo que Nymphadora pinchará de golpe el pavo. La niña tenía genio, y era algo que le gustaba a Sirius.

- ¿Cómo te va el curso Sirius? Es el último, ¿no? –Andrómeda servía guisantes desde un gran cuenco.

- Si. El último. Parece mentira. Voy a extrañar Hogwarts. Han sido los mejores años de mi vida y he vivido muchas experiencias en ese castillo. Algunas, ni te las imaginarias – su prima le observó con una ceja levantada.

- Sé que tú y tus amigos tenéis fama de bromistas…

- Más que eso. Dumbledore ha intentado por todos los medios frenarnos – en su cara se dibujó un gesto arrogante – Primero nombrando a Remus como prefecto, algo lógico, dentro de lo que cabe, y no obtuvo los resultados esperados. Pero este año, definitivamente a empezado a chochear.

Ted soltó una carcajada y su hija lo imitó –¿Por qué dices eso, Sirius? No me imaginó a alguien más cuerdo que Dumbledore.

- Nombró a James, Premio Anual… ¡James! ¿Quién en su sano juicio hace eso? Aunque ahora que lo pienso, el viejete chiflado sabía lo que hacía –se llevó el tenedor a la boca – Lily Evans es el otro Premio Anual. Entre unas cosas y otras, James ha cambiado – dio un sorbo de su copa de vino y se limpió con la servilleta – Para mí no dejará nunca de ser mi inmaduro cuatro ojos.

- Lily es la chica que le gusta… –Andrómeda miró a Ted.

- Lleva siete años loco por Evans. Pero ella pasaba de su fea cara, hasta ahora – sonrió maliciosamente recordando todos los intentos fallidos de su amigo por conquistar a la pelirroja.

- Si realmente están destinados a estar juntos, lo estarán – Ted le pasó una mano por debajo de la mesa a su esposa. Está le miró tiernamente. Sirius los observaba cuidadosamente.

- Oye Andrómeda ¿has tenido noticias de alguno de los miembros más selectos de nuestra querida familia? – su prima se revolvió en su asiento. No tenía ganas de sacar el tema de los Black en la comida de Navidad.

- Sé que, Narcisa se ha casado con Lucius Malfoy, pero poco más. Y espero que siga así. No quiero tener nada que ver con ellos – miró de reojo a Ted – ya sabemos cómo piensan…

- Y con quiénes se relacionan. Malfoy ha dejado bastantes amiguitos en Hogwarts que en cuanto puedan, lucirán un bonito tatuaje en el antebrazo. Incluido el idiota de mi hermano – Sirius hablaba amargamente.

- Regulus no es mal chico Sirius, pero…

- Pero se ha dejado influenciar por mis padres, por Bellatrix… Pronto será un mortifago más.

- ¿Qué es un mor…morfilago? – Nymphadora los miraba a todos curiosa.

- Son magos tenebrosos, así es como se hacen llamar, los muy idiotas – Sirius vio la incertidumbre en la cara de la niña – Ellos son magos malos, les gusta hacer daño a los demás. Toda nuestra familia es…

- ¡Ya basta Sirius! No sigas por ahí – Andrómeda se levantó de la silla – Nymphadora es muy pequeña para estar metida en esta estúpida guerra a la que nos ha conducido la familia Black – se volvió a sentar, sin dejar de mirar al muchacho. La pequeña no sabía muy bien que estaba pasando – No quiero que le pase nada…

- Tienes razón, prima. Lo siento. Yo adoró a esta pequeña revoltosa – estiró el brazo hacia ella y le hizo cosquillas – Mientras viva, no dejaré que le hagan nada malo. Te lo prometo – Sirius miró con determinación a Andrómeda y Ted. Esté, no había abierto la boca en todo el rato.

- Lo sabemos, Sirius, lo sabemos – Ted Tonks miraba con orgullo al díscolo y rebelde primo de su esposa.

Siguieron comiendo en silencio, solo roto por el sonido de los cubiertos y las quejas de la niña con el brócoli.

- ¡Oye Nymphadora! Si te comes todo el brócoli, podrás abrir algunas Ranas de Chocolate después. Tengo un pequeño alijo que "tomé prestado" de cierto lunático – Sirius le ofreció la mano a la niña con un gesto muy cómico. La niña se la estrechó y empezó a devorar el brócoli como si no hubiera un mañana.

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La familia Tonks y Sirius caminaban alegremente por el Callejón Diagon. El día de Navidad siempre estaba repleto de gente. Los comercios estaban engalanados para la ocasión. Había árboles en la entrada de cada comercio, coros cantando villancicos… Un ambiente festivo y familiar.

Nymphadora no sabía hacia dónde mirar. Iba delante de sus padres, de la mano de Sirius. Este de vez en cuando se giraba y veía a Ted y Andrómeda, agarrados del brazo, muy cariñosos y sonrientes. Él sonrió para sí mismo.

Había muchas familias con niños que paseaban entre el jolgorio de las lechuzas, con muchos paquetes encima. Una bruja llevaba su puestecillo ambulante por todo el callejón, anunciando sus productos. Vendía flores, algunas de lo más extrañas, pequeños ramitos de raíces y botes con semillas de distintas plantas. Nymphadora se puso el pelo de color burdeos, igual que una de las flores.

La bruja se sorprendió enormemente. Acto seguido, cogió esa misma flor y se la tendió a la niña. Nymphadora en seguida cogió la planta y se la enseñó a Andrómeda. Ella se la quiso pagar a la comerciante, pero la bruja se negó.

Siguieron recorriendo el callejón, lentamente para poder apreciarlo todo. Sirius casi se cae cuando tres duendes vestidos con pequeñas levitas y unos saquitos se cruzaron entre sí, enredándose con las piernas de él. Lo miraron de una forma un tanto arrogante y continuaron su camino.

- Apestosos duendes – Sirius no tenía nada en contra de ningún otro ser, (a no ser que fuera Kreacher, el elfo de sus padres) pero a los duendes no los soportaba.

- Quiero ver los juguetes – la niña tiraba de Sirius insistentemente.

- Primero vamos a ir a Flourish y Blotts a comprar unos libros ¿de acuerdo? – le dijo su madre.

- Hay una nueva guía sobre el uso deportivo de las escobas. Por lo visto han cambiado algunas normas y la aerodinámica. Eso va a crear más competencia. Y así tendremos más modelos de escobas voladoras – Ted sonreía.

- Seguro que James ya tiene ese libro – murmuró Sirius – es un apasionado del Quidditch.

- Nunca entenderé ese juego. Me parece tan aburrido – Andrómeda negó con la cabeza.

- ¡Los mejores son los Murcegalos de Balicastle! – Nymphadora miraba a su padre.

- Se llaman Murciélagos de Ballycastle, Dora. Y si, son el mejor equipo de Quidditch de Gran Bretaña – Ted levantó la palma de la mano y su hija chocó los cinco.

Se dirigieron a la librería, todavía discutiendo sobre las cualidades del Quidditch. Habían llegado a la tienda e iban a abrir la puerta para entrar cuando en ese mismo momento salía alguien de ella. Chocaron y varios libros acabaron en el suelo.

- Lo siento, no estaba pendiente…

Sirius reconoció enseguida la voz. Se asomó detrás de Ted – ¿Remus? – un muchacho alto, algo pálido y de pelo castaño claro se levantó con los libros en la mano.

- Hola Sirius – Remus miró a sus acompañantes, pero no dijo nada. Estos también miraban al chico. Sirius los miraba a todos.

- Os presento a Remus Lupin. Uno de mis mejores amigos. Ellos son Andrómeda y Ted Tonks.

- Encantado de conoceros – Remus les estrechó la mano – Sirius habla mucho sobre vosotros. Y muy bien, debo decir.

- El gusto es nuestro, Remus – Andrómeda observaba al chico. No poseía el porte de su primo, pero tenía algo ciertamente cautivador – Nosotros también hemos oído algo de ti – Remus se removió un poco incómodo.

- Todo bueno, no te preocupes. Las cosas dudosas sobre ti me las guardo – Sirius le dio una palmadita a su amigo. Remus le hubiera hecho tragar alguno de los libros que llevaba en la mano, pero pensó que eran demasiado valiosos para gastarlos en su amigo. Sirius noto que alguien tiraba de su capa – Se me olvidaba presentarte a la persona más importante – le dio un guiño a la niña – Remus, te presento a Nymphadora.

Remus se inclinó un poco, casi haciendo una reverencia y le dio la mano a la niña – Encantado Nymphadora – le regaló una sonrisa sincera.

- ¡Hola! ¡Me gusta tu nombre!

- El tuyo también es muy bonito.

- ¿Vas a Hogarth con él? – Nymphadora le miraba curiosa.

- Desgraciadamente, si – se llevó un puñetazo en el brazo por parte de Sirius.

- Sirius, vamos a entrar. Se queda contigo ¿vale? – Andrómeda señaló a su hija – Encantada de conocerte, Remus – entró junto a Ted a la tienda. Remus hizo un gesto con la cabeza.

- Bueno ¿Qué haces aquí? – inquirió Sirius.

- Comprar libros.

- Serás idiota, eso ya lo veo... ¿Has venido con tus padres?

- Si. Ya deben de estar en El Caldero Chorreante esperándome. Mi padre necesitaba ir al boticario a por suministros para pociones y mi madre simplemente disfruta de todo. Desde que se enteró que existía el mundo mágico, no ha dejado de admirarlo todo, excepto… – Remus puso una expresión lúgubre – … bueno, ya sabes.

Sirius le puso una mano en el hombro a su amigo. A él le gustaba el matrimonio Lupin. Lyall Lupin era un hombre bastante serio pero muy agradable y Hope era la alegría personificada. Ambos estaban muy agradecidos a Sirius, James y Peter por hacerse amigos de su hijo.

- Dile a tu madre que, si hace ese bizcocho de pan dulce con pasas, típico de Gales, que me mande un trocito.

- Se lo diré, pero sabes que te mandará el bizcocho entero – dijo Remus entre risas – Y vosotros ¿haciendo las últimas compras?

- Si. También hemos venido para que Nymphadora viera la decoración y las tiendas de… ¿Nymphadora? ¡Nymphadora! – la niña no estaba a su lado. Miró a su alrededor – ¡Maldición!

- Estaba aquí hace un momento – Remus de puntillas intentaba mirar por encima de la multitud.

- ¡Joder! ¡Remus, ayúdame! – sujetó a su amigo por la pechera del jersey histéricamente –¡Andrómeda me va a matar! Espero que no le pase nada, es una niña propensa a los accidentes…

- Sirius tranquilízate. La vamos a encontrar ¿de acuerdo? – dijo Remus. Sirius se pasó la mano por el pelo.

Corrió callejón arriba llamando a la niña. Si le pasaba algo, no se lo iba a perdonar en la vida. Preguntaba a la gente, en los comercios, pero nadie la había visto.

Mientras Sirius, atacado y asustado la buscaba, la susodicha niña caminaba tranquilamente observando los escaparates de las tiendas. Un edificio blanco, grande y algo torcido destacaba al fondo del callejón. Decidió que le llamaba la atención, así que, puso rumbo a Gringotts, dando pequeños saltitos mientas andaba. Cuando casi había llegado a su destino, algo le hizo cambiar su objetivo. Corrió hacia un escaparate cercano. Pegó la frente y las manos en el cristal.

- ¡Ooooh! – miraba con la boca abierta – ¡Escobas! – estaba parada en la tienda de artículos de Quidditch. Había varias escobas expuestas, equipos de mantenimiento, protectores, equipaciones de los distintos equipos, libros, banderines, bufandas. Nymphadora no sabía hacia dónde mirar. Exclamaba a voces emocionada.

En ese momento, una pareja salía de Gringotts. Bajaban los escalones principales mientras se colocaban bien las capas. La mujer de aspecto altanero y arrogante, sonreía maliciosamente.

- Bueno, ya está a buen recaudo. No tendrá que preocuparse de nada – le dijo la mujer al hombre

Unas voces le llamaron la atención. Desvío su mirada hacia un escaparate, donde había una niña pequeña. Le miró con desgana. No le gustaban demasiado los niños. Entonces, la pequeña hizo algo que consiguió que la bruja se parara en seco. Había cambiado el color de su pelo. Miró de soslayo a su acompañante. ¿Cuántas niñas con ese don podía haber en Gran Bretaña? Una mirada fría se había instalado en sus ojos. Se dirigió a la niña.

-A papá le gustará está tienda. Le diré que me compre la ropa de los Murcegalos – seguía mirando el interior de la tienda, señalando una túnica de color negro con un murciélago escarlata estampado, cuando notó una presencia a su lado. La niña miró hacia arriba. La mujer de pelo y mirada igual de oscura la observaba.

- Hola pequeña… – miraba a la niña fijamente.

- Hola – contestó tímidamente.

- Eres Nymphadora ¿verdad? – cada vez se acercaba más a ella.

- ¿Cómo lo sabes? – le miró sorprendida.

- Conozco a tu mamá y a tu papá – miró alrededor – ¿Dónde están? ¿No están contigo?

- Están en otra tienda.

- ¿Si? ¿Vamos a buscarlos? Ven, dame la mano – estiró el brazo esperando que la niña le cogiera la mano.

- Mamá siempre me dice que no me vaya con desconocidos – se apartó un poco de ella.

- Pero yo no soy una desconocida… – insistió con la mano. La niña cada vez confiaba menos en ella. Retrocedió más.

La mujer perdió la paciencia y sujetó a Nymphadora. La niña forcejeo y gritó – cállate maldito engendro…

- ¡Suelta a mi hija, Bellatrix! – Andrómeda había llegado junto a Sirius y Ted. Apuntaba con la varita a su hermana.

Estando frente a frente, uno podía darse cuenta del gran parecido que tenían ambas físicamente. Las podían confundir sin problema. Pero si uno se fijaba bien, la frialdad en el rostro de Bellatrix, contrastaba con la amabilidad de Andrómeda. Incluso el color de pelo de cada una parecía hacer hincapié en esa diferencia. Negro como la noche Bellatrix y castaño Andrómeda. Le hizo caso omiso.

– No te lo voy a repetir más… suelta… a… mi… ¡hija! – de su varita salían chispas.

Bellatrix le miró con cara de asco. Soltó a la niña, la cual corrió llorando y se abrazó a su padre. Sirius podía haber fulminado a Bellatrix con la mirada. La multitud se fue arremolinando alrededor. Los gritos se escuchaban desde bien lejos. Remus llegó corriendo, abriéndose paso como pudo y se colocó al lado de Sirius. Este le miró de soslayo.

- Toda tuya. No siento ningún placer tocándola ¡Sois una vergüenza para la familia Black! –dijo señalándolos – Las ramas podridas deben de ser podadas. Las cosas van a cambiar Andrómeda. Y estáis en el bando perdedor. Disfrutaré enormemente…

- ¡Nos importa una mierda la familia Black! – Sirius gritó encolerizado – Tú y tus mortifagos no sois más que una panda de tarados – estaba tan furioso que era capaz de hacer en ese momento cualquier cosa. Remus lo sujetó del brazo.

- No podréis hacer nada, querido primo. El Señor Tenebroso es poderoso, cada día más. Tiene muchos seguidores. Los verdaderos magos nos alzaremos y la pureza de sangre prevalecerá. No quedará ni un mestizo, sangre sucia o muggle – miró a su hermana y después a su sobrina – No la pierdas de vista Andrómeda, no la podrás proteger siempre. Ninguno estáis a salvo - se dio media vuelta y le hizo un gesto a Rodolphus Lestrange, su esposo, que había estado observándolo todo callado. Se desaparecieron.

Andrómeda se relajó y se tapó la cara con las manos. Temblaba. Ted se acercó a ella y la abrazó. Le quitó las manos para poder mirarle a los ojos.

-No te preocupes Dromeda, no te preocupes. Todo estará bien, ya lo verás.

Sirius resoplaba nervioso. Ya no podían ignorarlo. Estaban metidos de lleno en la guerra. Y él lo tenía claro. Lucharía. Lucharía contra su repugnante y despreciable familia y contra todo lo que oliera a Artes Oscuras. Nymphadora le agarró de la mano.


Hasta aquí el primer capítulo. Como comienzo creo que promete, ya veremos como se desarrolla, ya que no estoy acostumbrada a escribir historias largas.

Se agradecen los comentarios, bueno o malos, nos dan vida a los escritores y nos sacan una sonrisa.